martes, 25 de octubre de 2022

INEGI: casi 40 años (III)

 

Hace cuarenta años muchas personas volvimos a la práctica prehispánica de limpiarnos los dientes con ceniza de tortilla. La falta de dólares no sólo se traducía en problemones macroeconómicos para el país, también significaba la escasez de un montón de productos en los hogares, entre otros, pasta de dientes. La llamada crisis de la deuda externa se percibía como una complicada abstracción financiera sobre la que se discutía en Washington, pero también desde finales de 1982 se comenzó a vivir como un canto ineludible de la realidad cotidiana en México. No era necesario leer los periódicos, bastaba entrar a cualquier tienda para constatar que las cosas iban mal, y además que iban mal aceleradamente: el aumento de los precios era cosa de todos los días. La palabra inflación se hizo ubicua. José Agustín recuerda que entonces buena parte de los mexicanos irrumpimos plenamente en el consumismo: con su mismo traje, con su misma camisa, con su mismo par de zapatos, con su mismo calzón…

 

Juegan con cosas que no tienen repuesto

Y la culpa es del otro si algo les sale mal

Juan Manuel Serrat, Algo personal.

 

El infausto 1982 estaba por terminar y el pensamiento mágico permitía que una buena cantidad de connacionales pudiera creer que con el nuevo año cambiarían de dirección los vientos aciagos. No sólo era el mito del eterno retorno reactivado en las mentes mexicanas, también entraba en juego la gana de creer que el nuevo tlatoani corregiría el rumbo.


Para los últimos días de octubre del 82, poco más de un mes antes de que tomara posesión del cargo, Miguel De la Madrid Hurtado ya era Don Miguel y José López Portillo ya era Jolopo o El Perro. En medio de la tormenta, el que sería el antepenúltimo presidente antes de la alternancia se decía decidido a impulsar la “renovación moral de la sociedad”, una oferta simbólica que necesariamente pasaba por un diagnóstico y una recriminación implícitas: la culpa de todo la teníamos todos.


El slogan de la campaña electoral de López Portillo, “la solución somos todos”, seis años después se había convertido en su antítesis. Si bien se permitió y acicateó el juicio de que López Porpillo había sido un irresponsable que merecía el odio popular, él no era el culpable de la crisis, tampoco el gobierno ni la clase política, jamás el PRI y mucho menos el presidente entrante, quien, por cierto, había fungido desde mayo de 1979 como secretario de Programación y Presupuesto del mismo José López Portillo y antes, desde 1975, como subsecretario de Hacienda y Crédito Público.

 

Rodeados de protocolo, comitiva y seguridad

Viajan de incógnito en autos blindados

A sembrar calumnias, a mentir con naturalidad

A colgar en las escuelas su retrato

Juan Manuel Serrat, Algo personal. 

 

En 1983, Serrat dio a conocer su decimoséptimo disco, Cada loco con su tema, en el que incluyó “Algo personal”. El catalán cantó esa canción este viernes en el Zócalo de la Ciudad de México, durante su despedida de los escenarios mexicanos. Unas ochenta mil personas disfrutamos el concierto bajo una lluvia pertinaz. El casi octogenario canta-autor también interpretó algunos de los temas de su álbum Dedicado a Antonio Machado, poeta (1969). Hace cuarenta años yo tenía ese disco en un caset que terminó enredado en una radiograbadora Panasonic. No cabía todo: el segundo lado no alcanzaba para que terminara “Parábola”, la última pista del lado B de aquel elepé.

 

Érase de un marinero 

que hizo un jardín junto al mar, 

y se metió a jardinero. 

Estaba el jardín en flor, 

y el jardinero se fue 

por esos mares de Dios.

Antonio Machado, Parábolas (III)

 

En 1882 el presidente Manuel González emitió el decreto que estableció la Dirección General de Estadística (DGE), como parte de la Secretaría de Fomento. Cien años después, en 1982, la DGE se encontraba adscrita a la Coordinación General de los Servicios Nacionales de Estadística, Geografía e Informática (CGSNEGI), un área de la Secretaría de Programación y Presupuesto. En diciembre de 1982, Pedro Aspe asume la titularidad de la CGSNEGI, y nombra a Carlos Camacho Gaos director general de Estadística.


Casi dos meses después, el 25 de enero de 1983, la CGSNEGI se convierte en el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI); Aspe se mantiene al frente, y Camacho Gaos a cargo de la DGE, en cuya estructura inaugural aparece Mario Rodarte Esquivel (†) como director de Estadísticas de Corto Plazo, y Edmundo Berumen Torres como subdirector de Ingreso-Gasto. Para diseñar el modelo de la 
Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), que prevalece hasta ahora con con mayor cobertura espacial y temporal, el doctor Berumen formó un pequeño grupo, en el que se encontraban dos jóvenes, Fernando Medina y Roy Campos. Los objetivos principales del rediseño de la ENIGH, recuerda Berumen, se relacionaban entonces con la definición de la canasta básica para precisar la medición de la inflación, y con una mejor medición del ingreso corriente, la estructura de los gastos y las transferencias entre hogares. Roy Campos comenzó a trabajar en este proyecto el primero de agosto de 1983; veinte días después sufriría un infarto.

 

Cada loco con su tema

Contra gustos no hay disputas

Juan Manuel Serrat, Cada loco con su tema.

 

El 7 de febrero de 1983 el canal 2 de Televisa comenzó a transmitir en su horario nocturno estelar una telenovela que mantuvo en vilo muchos hogares mexicanos. Abordaba temas de ocultismo y brujería. Un hidrocálido, Ernesto Alonso, también conocido como El Señor Telenovela, interpretaba al protagonista, el millonario Enrique de Martino. Duró más de un año en pantalla, hasta abril de 1984, y se titulaba El maleficio.

Tendría una secuela cinematográfica, Los enviados del infierno, en 1986. Para entonces seguíamos en crisis.

 

lunes, 24 de octubre de 2022

El huracán y la catástrofe

mientras el hombre esgrime fusil, espada y gumia,

—sus armas predilectas de cultura y progreso—

una vaca el sosiego del crepúsculo rumia.

Emilio Bobadilla, Lección de filosofía.

 

La catástrofe es el progreso…

La catástrofe como el continum de la historia.

Walter Benjamin, Tesis sobre la historia

 

 

 

La Humanidad se dirige hacia el despeñadero. Peor: precipitadamente nos encaminamos al precipicio. A estas alturas de la loca carrera no queda duda alguna, el abismo está a la vista: el fin de las sociedades, la hecatombe nuclear, el colapso climático, la catástrofe ambiental… Pero nuestra galopada ni es de siempre ni comenzó ayer.

 

En su magnífico libro The End of the Megamachine: A Brief History of a Failing Civilization (Zero Books, 2020), Fabian Scheidler explica la relación entre la Modernidad, el ideal del progreso y la noción del Apocalipsis. Traduzco:


El culto moderno al progreso es una variante del concepto central del Apocalipsis. Si el suelo bajo tus pies colapsa constantemente, entonces debes correr hacia adelante para alcanzar un terreno nuevo y firme. Esta huida del presente está en la raíz de lo que llamamos historia. Impulsado por una flecha del tiempo ineludible y unidimensional, el pasado destrozado es abandonado por un nuevo futuro. En esta carrera, tratamos de evitar nuestra propia caída acelerando, modernizando y borrando permanentemente todos los rastros del pasado. Sin embargo, esta guerra contra el tiempo nunca se puede ganar, ya que el enemigo contra el que luchamos en realidad es producto de nuestras propias acciones.

 

El propio Fabian Scheidler, a pie de página, menciona la poderosa analogía con que Walter Benjamin explicó el mismo asunto en sus Tesis sobre la historia. Por su fuerza expresiva, conviene recordarla completa:


Hay un cuadro de Klee que se llama Angelus Novus. En él se representa a un ángel que parece como si estuviese a punto de alejarse de algo que le mantiene pasmado. Sus ojos están desmesuradamente abiertos, la boca abierta y extendidas las alas.

Este deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde para nosotros se manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas a sus pies. Bien quisiera él detenerse, despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que es tan fuerte que el ángel ya no puede cerrarlas. Este huracán le empuja irremediablemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo. Ese huracán es lo que nosotros llamamos progreso.

miércoles, 19 de octubre de 2022

INEGI: casi 40 años (II)

  

Hace cuarenta años todo se oscureció un poco. El fenómeno fue planetario; el origen se localizó en suelo mexicano. Desde un sitio localizado entre Villahermosa, Tabasco, y San Cristóbal de las Casas, Chiapas, fueron inyectadas a la estratosfera siete millones de toneladas de dióxido de azufre y veinte millones de toneladas de cenizas. La nube de más de tres kilómetros de espesor formada por ese material flotó durante tres semanas a unos veinte mil metros de altitud, y llegó hasta la península indostánica. El fenómeno aminoró la luz solar que recibió la superficie terrestre al menos un 5%, lo cual causó que la temperatura media mundial se redujera medio grado centígrado.

 


Además de la erupción del volcán Chichón, acaecida durante los primeros días de abril de 1982, aquel año se percibió un fuerte temblor en el Distrito Federal —6.9 grados—: unos segundos antes de las cinco de la mañana del 7 de junio las ondas sísmicas procedentes de un punto cercano a Ometepec, Guerrero, despertaron a millones de capitalinos. 

 

El 17 octubre los periódicos informaban que el día anterior el cometa Halley, en su nuevo paso orbital por la Tierra, había sido avistado por primera vez desde el observatorio de Monte Palomar. Ese mismo día se dio a conocer un mega fraude contra Pemex.

 

No pintaba nada bien el cierre de año…

 

 

Flaco, ojeroso, cansado / Y sin ilusiones / Muere mi cuerpo, mi casa / No tengo pasiones…, cantaba Oscar Athie en el radio… 

 

“Al finalizar 1982, el país afrontaba la más grave crisis económica desde la Gran Depresión…”, se asegura en el Informe Anual 1983 del Banco de México. El recuento de los infortunios continúa: “… el Producto Interno Bruto cayó 0.5%, y la inflación llegó a 98.8%…”

 


— En su tienda favorita, bolsas grandes, cuentas chicas, variedad y economía… —
y después del jingle, la locutora:—. Galletas habaneras… Caja de un kilo de 240 a 152 pesos, en Gigante.

 

El Informe de Banxico reconocía también que “… las relaciones comerciales y financieras de México con el exterior se deterioraron seria y progresivamente…, el crédito externo llegó a interrumpirse, casi todas las empresas del sector privado suspendieron el servicio de sus deudas con el exterior, y las reservas de divisas del banco central del país prácticamente se agotaron”.

 


Después de Athie, bien podía entrar una de Yuri —Tómame, déjame, cómprame, véndeme / Átame, suéltame, quiéreme, olvídame—, y enseguida un anuncio que seguramente hoy los más jóvenes no van a entender —porque hace cuarenta años comunicarse con alguien radicado en otra ciudad, ya no digamos en otro país, costaba una fortuna—:

 

— Verdes son los dólares… —canturrea un fulano, la voz de Jorge Arvizu, El Tata.

 

— Tú, Alan Ladino, ¿multimillonario? ¡Pues de dónde!

 

— Pues ni modo que trabajando, ¡hombre! Es cuestión de ponerse listo. ¿Tú qué harías en un momento en que todo está carísimo?

 

— Ay, pues no sé.

 

— Pues yo sí sé. ¡Vendo llamadas de larga distancia a mitad de precio! Uso cualquier teléfono, y ya está.

 

— Pero… ¿cómo?

 

— Cómo cómo… Con tanto teléfono sin Protectolada me estoy levantando una millonada.

 

 


Después de la devaluación de febrero de 82 —de 22 a 70 pesos por dólar—, la caída no se detuvo… Lo que se quería transitar como un desliz iba para batacazo y lo fue. El Informe Anual 1983 de Banxico aducía que el desastre del mercado cambiario no era un problema de coyuntura, sino que se debía a “desequilibrios… acumulados en años anteriores…”, lo cual era una forma de decir que el modelo de desarrollo estaba agotado y que, por tanto, habría que cambiarlo. Al 30 de diciembre, la cotización promedio del tipo de cambio libre se había disparado a 150 pesos por dólar, esto es, una depreciación anual de 466%.

 

— ¡Con Motitas de sabores haces bombas grandes de todos colores! —celebra el dibujo animado de un leopardo en la pantalla de la televisión, antes de aventar un montón de chicles al aire.

 

El 1º de enero de 1983, bonito comienzo, se establece un impuesto adicional a los precios por consumo de electricidad: un peso extra por cada kilowatt-hora, como parte de la reordenación para liberar del subsidio gubernamental a las tarifas eléctricas. Cuatro días después, se autoriza un aumento de 16% a 24% en los precios del huevo, el arroz, el aceite comestible y la sal.

 

 


Hace cuarenta años el mundo era bipolar. En noviembre del 82, tras el fallecimiento del ucraniano Leonid Brézhnev, asumiría el mando de la URSS Yuri Andrópov —fugazmente, porque tan sólo quince meses después moriría—. El antagonista geopolítico de los soviéticos, Estados Unidos, era gobernado por un actor de cine, Ronald Reagan, quien, junto con su par inglesa, la señora Thatcher, impulsaba la globalización y el modelo neoliberal.

 

— ¡Venga a donde está el sabor! ¡Venga al mundo Marlboro! Con Marlboro cortos, 62 pesos cajetilla.

 

 


Dada la situación de emergencia, las condiciones establecidas por los organismos financieros internacionales y las medidas tendientes al cambio de política económica fueron puestas en marcha en México sin mucho tiento. “De las diversas modificaciones cualitativas de fondo sobre la estructura económica, una de las más significativas debería ser el cambio en la composición del gasto público”, se señalaba en el Informe Anual 1983 de Banxico. En el directorio del documento, como presidente y vicepresidente propietarios de la Junta de Gobierno fungían los secretarios de Hacienda, Jesús Silva Herzog Flores, y de Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, respectivamente, y como uno de los miembros suplentes Pedro Aspe Armella, quien entonces también presidía el recién creado Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática.

miércoles, 12 de octubre de 2022

INEGI: casi 40 años (I)

 

Se incorpora un cuarto comensal a la acalorada tertulia: — No sé sobre qué estén discutiendo, ¡pero no estoy de acuerdo!

 

Y en otra mesa:

 

— ¡Carajo!, ¿oíste lo que dijo en la mañanera? 

 

— No. ¿Qué…?

 

— No sé, nuca la veo, ¡pero oí que ahora sí se pasó!

 

— ¡Qué horror! ¡A mí también ese viejo me saca de quicio!

 

Y en el chat de amigos de la prepa: “Nomás para decirles que estoy que no me calienta ni el Sol [emoji: carita enrojecida de coraje].  ¡Pinche gente!”

 

Me temo que el estado de ánimo generalizado que hoy descuella en México es el de una irritabilidad voluntaria. Es decir, cunde una propensión a irritarse, y cunde porque la gente quiere sentir ira o al menos parecer que anda muy endiablada.

 

Hace cuarenta años la tesitura anímica nacional era muy diferente. En 1982, el estado emocional generalizado en México abarcaba un limitado espectro que iba de un melodramatismo almibarado y ñoño a un dramatismo francamente truculento y, peor, sobradamente justificado. 

 

 

— Raid Mata bichos. Mata moscas y mosquitos ¡tan rápido que se ven caer!… ¡La discoteca de la gente joven, Radio Capital! 

            


En 1982 atendíamos el radio —apenas ese año salió al mercado el CD— casi tanto tiempo como el que hoy dedicamos a los celulares. Oíamos a Toto (Roxxane), Roxy Music (Avalon), Culture Club (Do you really want to hurt me)…

 

— El Sardinero, primer lugar en precios bajos. Aquí está la prueba: shampoo Vanart 1,380 mililitros a 86.90…

 


Con todo, las baladas en español dan mucho mejor cuenta de la disposición espiritual que durante aquel entonces imperaba… Las damas se desgañitaban tratando de alcanzar las proezas vocales de Rocío Dúrcal —Ya lo ves la vida es así / tú te vas y yo me quedo aquí / lloverá y ya no seré tuya / seré la gata bajo la lluvia / y maullaré por ti—, mientras que, también tirados al dramonón, no faltaban caballeros que, muy compungidos por eventos pasados o sospechados en el presente, le hacían segunda a José Luis Perales: ¿Y cómo es él? / ¿En qué lugar se enamoró de ti? / ¿De dónde es? / ¿A qué dedica el tiempo libre? El jugoso mercado infantil no se descuidaba, y comenzaban a producirse precoces lecciones de amor sensiblero: Lucerito prometía primaveras de color y los parchís mexicanos, Timbiriche, se estrenaban con Amor para ti.

 

— Amigo automovilista, regálenos con un momento de su atención. La Dirección General de Policía y Tránsito del Distrito Federal, a través del amable conducto de esta emisora, le demuestra su preocupación por la seguridad de usted y de los suyos. Maneje con cuidado, sea atento manejando.

 

En 1982 ninguna dependencia mesuraba la percepción de la seguridad pública, pero las cosas estaban muy mal en la capital del país. La preocupada dependencia de gobierno que patrocinaba el spot radiofónico que apostaba por la amabilidad era dirigida por Alfonso Durazo Moreno, quien sobresalía como un corruptazo entre los corruptos.


En 1982, financiado por el mismo Durazo, apodado El Negro, apareció Un sol, primer álbum de un púber de 12 años, quien apenas el año anterior había debutado cantando en una fiestecita privada en el Campo Marte, la boda del joven Pascual Ortiz Rubio Downey, nieto del expresidente Pascual Ortiz Rubio, con Paulina López Portillo, hija del presidente en funciones. El salto a la fama fue inmediato: Luis Miguel pronto llegaría a las puertas del cielo, Siempre en domingo, y pronto lo atestiguaría así una foto del sonriente muchachito en la portada la edición de Teleguía que cubría los últimos días de agosto de 1982.

 

 

— Compre un nuevo televisor K2. Y sentirá la diferencia ¡siempre! K2, el más joven, el mejor.

 

Hace cuarenta años, el tiempo de ocio era feudo de la televisión. Las caricaturas en el canal 5 entretenían a los pobres niños que no podían pasarse las tardes jugando en la calle, al tiempo que las telenovelas se hacían cargo de la educación sentimental de buena parte de los hogares mexicanos. A lo largo de los últimos meses del 82 y los dos primeros del 83, un montón de gente no se perdía de lunes a viernes los capítulos de las comedias estelares del canal 2.


Primero, de nueve a nueve y media de la noche, Mañana es primavera, en la que actuaban Silvia Pinal, su hija Viridiana Alatriste, Gustavo Rojo y Gonzalo Vega, y después, de nueve y media a diez, Gabriel y Gabriela, basada en la historieta homónima de la tabasqueña Yolanda Vargas Dulché, y publicada originalmente en 1968 en el Lágrimas y Risas, una de las muchas revistas populares que se consideraban de mal gusto.

 

Hoy una porción considerable de la clase media considera de muy buen gusto, casi un timbre de distinción, llamar mal vestido y naco al presidente de la República, y en cambio políticamente incorrecto decirle naca a una empleada doméstica o a una vendedora, por lo menos públicamente. Hace cuarenta años las cosas no eran así.

 

Cachetón, melenudo, de corbata y blazer, entra a cuadro. Lo recibe una vendedora:

 

— A sus órdenes.

 

— ¡Qué buena onda!, ¿veees? —dice Luis de Alba, caracterizando a “El Hijín”, un personaje al que después rebautizaría como “El Pirruris”— Viene personalmente, y no lo acostumbro, a comprar el regalo de papi, ¿veees?

 

El comercial anunciaba las tiendas de calzado popular CANADA.

 

— ¿Y cuáles se lleva?

 

— ¡Todos, nacolina!

 

En Mañana es primavera el drama trascendió la pantalla: el 25 de octubre Viridiana Alatriste se mató en un accidente automovilístico.

 

Terminando Gabriel y Gabriela, en la que Ana Martín interpretaba a dos mujeres, madre e hija, quien a su vez actuaba como varón, daba inicio la diaria versión oficiosa y hegemónica de la realidad nacional: 24 horas, con el licenciado Jacobo Zabludovsky.

 

 

Hace cuarenta años, durante el último informe de gobierno del presidente López Portillo, México presenció en cadena nacional uno de los espectáculos más grotescos y melodramáticos montado por el poder público. Luego, ya en la noche, la triste recapitulación…

 

— Televisa presenta su programa…: 24 horas, con Jacobo Zabludovsky. Dirección de cámaras: Rubén Mancilla Talavera.

 

Zabludovsky aparece a cuadro: “El presidente José López Portillo, en el informe más dramático que se recuerde en México, anunció la expropiación de todos los bancos privados y el control completo de cambios.”

 


José Guillermo Abel López Portillo y Pacheco reaparece en pantalla, portando la banda presidencial. Seis micrófonos sobre la palestra. Una inmensa bandera de México a su espalda. A gritos, arenga a la Nación desde la Cámara de Diputados:

 

— ¡Es ahora o nunca! ¡Ya nos saquearon! ¡México no se ha acabado! ¡No nos volverán a saquear!

 

Increíble: aplausos apasionados. De nuevo Jacobo a cuadro:

 

— Pareció que por momentos no podría seguir leyendosobre todo cuando hizo referencia a la situación de los desamparados.

 

— A los que hace seis años les pedí un perdón… que he venido arrastrando como responsabilidad personal… —y hasta ahí: el nudo en la garganta no le permite al mandatario continuar y da un puñetazo en la palestra. Increíble: otra ovación apoteótica—, … les digo que hice todo lo que pude para organizar a la sociedad y corregir el rezago; que avanzamos; que si por algo tengo tristeza es por no haber acertado a hacerlo mejor… Hicimos todo lo que pudimos, incluso nos lo han satanizado [sic]; pero afirmo que sigue siendo imperativo del sistema, conquistar por el derecho y el desarrollo, la justicia. Más no pude hacer.

 

Un año atrás, el 17 de agosto de 1981, López Portillo había echado mano de sus grandes dotes histriónicas cuando, entre manotazos también, declaró que defendería al peso “como un perro”. Justo medio año después, el 17 de febrero de 1982, el Banco de México se había retirado del mercado internacional de cambios, y el gobierno se había visto forzado a declararse en moratoria de pagos y devaluar de 22 a 70 pesos por dólar.

 

 

En 1982 García Márquez ganó el premio Nobel de Literatura, y en medio de la hecatombe, de Estocolmo llegó una buena noticia a nuestro país: don Alfonso García Robles, un mexicano, era galardonado con el Nobel de la Paz (octubre 13 de 1982). ¿La hecatombe? Sí, ni más ni menos: además de la devaluación, la inflación estaba desbocada, la deuda externa se había disparado a más de cien mil millones de dólares y los precios del petróleo seguían en la lona.

 

Hace cuarenta años la mayoría de la gente que hoy habita este país aún no había nacido —la edad mediana de acuerdo con el Censo de Población de 2020 es de apenas 29 años—, así que quienes lo vivimos y podemos recordarlo conformamos la minoría, la provecta minoría. Junto con otros cinco millones de seres humanos, en 1982 yo radicaba en el Distrito Federal. Éramos defeños y nadie tenía que preocuparse por decir “defeños y defeñas” —el esperpento defeñes a nadie se le hubiera ocurrido—. Cinco años después me iría a vivir a Aguascalientes. Ahora de nuevo vivo por acá. Ya somos casi el doble y el entrañable DF pasó a la historia. En 1982 cursaba el quinto de preparatoria en el Centro Universitario México, el CUM —entonces los hermanos maristas sólo admitían varones en sus aulas y Marcelino Champagnat, su fundador, todavía no era santo, apenas beato—. El domingo 4 de julio habían ocurrido las elecciones federales. Yo aún no podía votar, pero creo que, si hubiera contado ya con la mayoría de edad, tampoco hubiera participado; no tenía ningún sentido: aquellos fueron los últimos comicios de utilería organizados por el PRI. A pesar de que en 1982 el gallo de la gran familia revolucionaria sí tuvo contrincantes —seis años antes López Portillo había sido candidato único…, y había ganado—, los comicios fueron del todo inútiles.


El colimense Miguel de la Madrid Hurtado —abogado por la UNAM y con una maestría en Administración Pública en la Universidad de Harvard— ganó la contienda con 71% de los sufragios, mientras que su más cercano contendiente, el panista Pablo Emilio Madero, obtuvo poco menos del 16% —el candidato de la izquierda mejor ubicado resultó Arnoldo Martínez Verdugo, del Partido Socialista Unificado de México, quien, según el cómputo oficial, consiguió menos del 4% de los votos—. Ocho días después del último informe de gobierno de José López Portillo, De la Madrid Hurtado —a quien se le vio aplaudir aturdido en aquel evento— fue declarado presidente electo por el Congreso. “Gobernar con el ejemplo” había sido su lema de campaña.

 

El primero de diciembre, Miguel De la Madrid asumió el cargo de presidente de la República. Entre sus primeras medidas, nombró jefe del Departamento del Distrito Federal a Ramón Aguirre, para que administrara los asuntos públicos de la ciudad —faltaban quince años para que los capitalinos pudiéramos elegir democráticamente a nuestro jefe de Gobierno—. De la Madrid asumió el cargo en medio de la crisis de la deuda externa, la cual apenas era una entre muchas otras. En su primera alocución como presidente, dijo: “México se encuentra en una grave crisis. Sufrimos una inflación que casi alcanza este año el cien por ciento; un déficit sin precedentes del sector público la alimenta agudamente y se carece de ahorro para financiar su propia inversión; el rezago de las tarifas y los precios públicos pone a las empresas del Estado en situación precaria…; el debilitamiento en la dinámica de los sectores productivos nos ha colocado en crecimiento cero. El ingreso de divisas al sistema financiero se ha paralizado… Tenemos una deuda externa pública y privada que alcanza una proporción desmesurada, cuyo servicio impone una carga excesiva al presupuesto y a la balanza de pagos y desplaza recursos de la inversión productiva y los gastos sociales. La recaudación fiscal se ha debilitado… El crédito externo se ha reducido drásticamente y se han desmeritado el ahorro interno y la inversión. En estas circunstancias, están seriamente amenazados la planta productiva y el empleo… Los mexicanos de menores ingresos tienen crecientes dificultades para satisfacer necesidades mínimas de subsistencia. La crisis se manifiesta en expresiones de desconfianza y pesimismo en las capacidades del país para solventar sus requerimientos inmediatos; en el surgimiento de la discordia entre clases y grupos, en la enconada búsqueda de culpables; en recíprocas y crecientes recriminaciones; en sentimientos de abandono, desánimo y exacerbación de egoísmos individuales o sectarios… Este es el panorama nacional… Vivimos una situación de emergencia…  La situación es intolerable. No permitiré que la Patria se nos deshaga entre las manos”. No exageraba. Todos sabíamos que estábamos en una crisis económica, pero dudo que muchos supieran que estábamos por entrar, obligadamente, a una nueva estrategia de desarrollo, el programa neoliberal. De entrada, el PIRE, el Programa de Reordenación Económica. El peso se devaluó de nuevo, de 70 a 150 pesos por dólar, las tasas de interés se dispararon a más del cien por ciento, la inflación siguió su marcha y el gasto público se redujo. Eso sí, dizque para evitar la corrupción, los salarios de los altos funcionarios aumentaron.

 

El 19 de enero de 1983, como parte de sus afanes de “renovación moral de la sociedad” —ojo, no del gobierno, “de la sociedad”—, el presidente De la Madrid crea la secretaría de la Contraloría, y unos días después, el 25 de enero, como parte del ideal de la planeación, crea el INEGI —hoy Instituto Nacional de Estadística y Geografía, inicialmente Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática—.

 

El INEGI cumplirá en unos meses cuarenta años de existencia.

martes, 4 de octubre de 2022

Cultura tóxica

  

A esta sociedad le fascina que seas adicto y que te sientas inadaptado. Este sistema económico necesita que nos sintamos necesitados todo el tiempo. Las expectativas que la cultura nos mete en la cabeza son ponzoñosas. El sistema económico pone a las personas unas en contra de las otras; impone la competencia, la agresión y la desconfianza como estrategias para sobrevivir, minando el sentido de comunidad. La sociedad invierte muy poco en la cura y demasiado en socavar nuestra salud.

 

El modelo civilizatorio en el que vivimos prácticamente está diseñado para hacer que la gente viva estresada. Eso piensa el doctor canadiense Gabor Maté (Budapest, Hungría; 1944). Sostiene que el estrés es el principal causante de patologías. Nuestras sociedades son el caldo de cultivo perfecto para que todos estemos enfermos, dado que sistemáticamente incentivan los detonadores del estrés: incertidumbre, inseguridad, pérdida del control, falta de información y situaciones de conflicto.

 

Evidencia abunda. Por ejemplo, este viernes, Los Angeles Times publicó: Young adults in California experience alarming rates of anxiety and depression, poll finds. Traduzco: “A un ritmo alarmante, en California los problemas de salud mental entre los adultos jóvenes aumentan; más de tres cuartas partes reportaron ansiedad en el último año; más de la mitad, depresión; 31% han tenido pensamientos suicidas, y 16% se han autolesionado.” Una encuesta realizada por The California Endowment confirma una añeja tendencia de empeoramiento de la salud mental, exacerbada por la pandemia. Las personas de 18 a 24 años conforman una generación lacerada por muchísimos problemas: 86% dijo que el costo de la vivienda es un problema extremadamente serio o muy serio, y más de 75% opina lo mismo sobre el costo de su educación y la falta de empleos bien remunerados. El 82% calificó como un problema extremadamente grave o muy grave la salud mental. Cuestionados acerca de qué perspectiva tienen acerca de su futuro, 57% lo calificaron como incierto, 43% como preocupante, y sólo el 5% dijo que será feliz. Los jóvenes californianos no se sienten bien: de cada 100, 77 declararon que durante el último año se han sentido abrumados, 76 con ansiedad, 70 excesivamente preocupados, 68 con dificultades para concentrarse, 67 aislados o solos, 56 con dificultados para relacionarse con los demás y 54 (subrayémoslo, más de la mitad) deprimidos. Para contextualizar estos datos, recordemos la enorme riqueza que se mueve en el estado norteamericano de California: su PIB en 2021 ascendió a 3.2 billones de dólares, 81.9 mil dólares per cápita, mientras que el PIB de México ese mismo año fue de 1.3 billones de dólares, 10.2 mil dólares per cápita.

 


“Todas nuestras aflicciones, ya sean adicciones, padecimientos físicos crónicos, lo que solemos llamar enfermedades mentales, disfunciones, todas comparten el mismo patrón: heridas infantiles… Y no son eventos biológicos aislados que ocurran en determinados individuos, sino que son parte de un proceso que sucede al interior de nosotros y manifiestan la relación que todos tenemos con el medio ambiente, de manera destacada con nuestro entorno de crianza temprana y con nuestra cultura”. En entrevista con Rich Roll, el doctor Maté habló acerca de su más reciente libro, The Myth of Normal: Trauma, Illness, and Healing in a Toxic Culture (Random Hose, 2022). En el subtítulo aparece la tesis de toda la obra: nuestra cultura, la del capitalismo contemporáneo, es tóxica. “La cantidad de niños con diagnóstico de trastorno por déficit de atención e hiperactividad se incrementa constantemente, sin pausa. Esto no puede explicarse individualmente. Tenemos que entender que esto es algo que tiene que ver con nuestra cultura”.

 

Cultura se opone a natura: natural es lo silvestre, cultural es lo cultivado.  “Cuando estudiamos microorganismos en un laboratorio, los reproducimos en un caldo, les damos un caldo para nutrirlos. Llamamos a eso un cultivo, un medio de cultivo —a growth medium or a culture medium—. Y si en este caldo de cultivo los microorganismos mueren en grandes cantidades o no crecen o se enferman, entonces llamamos a ese medio un caldo de cultivo tóxico —toxic culture—. Digo —dice Gabor Maté— que cuando en una sociedad más y más gente se enferma, se vuelve adicta, padece trastornos mentales, se lastima a sí misma, más personas mueren de sobredosis, todo esto muestra que estamos en una cultura tóxica”.

 

Maté insiste en que la abstracción que denominamos “salud” no es sólo un evento biológico aislado, que acontece o no en el cuerpo de un individuo, sino el resultado de la interacción de todo, incluidos diversos contextos: la vida de las personas sucede en un medio ambiente ecológico, social, cultural, que incide directa e inevitablemente en su salud. No solamente el cuerpo y la mente de una persona están conectados entre sí, además la mente de cada uno de nosotros está conectada con las mentes de la demás gente que nos rodea. El ambiente emocional afecta el metabolismo humano; “nuestro aparato inmunológico, nuestro sistema nervioso, nuestras entrañas, nuestros corazones… son afectados por las condiciones sociales, por la inequidad, por el estrés… El sexismo, el racismo tienen impactos psicológicos y fisiológicos. Esto no es especulación, es ciencia.”

 

El Informe Mundial sobre Salud Mental 2022 de la OMS muestra un escenario que confirma el diagnóstico de Gabor Maté. “Las tasas de trastornos que ya son comunes, como la depresión y la ansiedad, aumentaron en un 25% durante el primer año de la pandemia, sumándose a los casi mil millones de personas que ya sufren algún trastorno mental”. En 1930, en El malestar de la cultura, Freud escribía: “… con toda justificación reprochamos al actual estado de nuestra cultura cuán insuficientemente realiza nuestra pretensión de un sistema de vida que nos haga felices…” Hoy ese reproche se queda corto, muy corto.