viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Y el ogro filantrópico?

Octavio Paz (1914-1998) publicó en la sección “Letras, letrillas, letrones” de la edición 21 de la revista Vuelta un ensayo que pronto se convirtió en una referencia obligada para todo aquel que pretenda entender la realidad sociopolítica del México contemporáneo: El ogro filantrópico.

Corría el mes de agosto de 1978. Después de un proceso electoral en el cual no contendió contra nadie, José López Portillo ocupaba la silla presidencial y los mexicanos tenían motivos para sentirse desilusionados: en junio, la selección nacional había echó un papelón en la Copa Mundial de Futbol que se disputó en Argentina, cayendo 6 a 0 ante Alemania, 3 – 1 frente a Túnez y 1 – 0 contra los polacos. Los gauchos ganaron el campeonato: Passarella levantaría el ansiado el trofeo y la guerra sucia seguiría manchando de sangre aquel país. Cuando el número de agosto de Vuelta comenzó a circular, el mundo católico andaba despapado: el día 6 falleció Paulo VI, y no sería sino hasta veinte días después que en el cielo del Vaticano se vio humo blanco: Albino Luciani tomaría el nombre de Juan Pablo I para convertirse en el Sumo Pontífice número 263, aunque solamente durante 33 jornadas. Lo sucedería un polaco, Karol Józef Wojtyła. En 1978, The Eagles lanzaron al mercado Hotel California; Annie Hall ganaría el Óscar a la mejor película, con la cual Woody Allen también se llevaría la estatuilla para el mejor director, dejando con las ganas a George Lucas (Star Wars) y a Steven Spielberg (Close Encounters of the Third Kind). Ese año Carlos Fuentes publicó La cabeza de la hidra y John Irving The World According to Garp. Quizá entonces Paz soñaba ya con el Nobel de Literatura que ganaría doce años después, pero aquel año el galardonado fue Isaac Bashevis Singer. En 1978, mientras los jóvenes occidentales comenzaron a disfrutar de las mieles de la estereofonía portátil gracias al primer walkman de Sony, Brézhnev gobernaba la URSS.

En 1978, ninguno de los hombres más ricos del mundo era oriundo de México, y Octavio Paz afirmaba que el gobierno mexicano “hoy es el capitalista más poderoso del país aunque, como todos sabemos, no es ni el más eficiente, ni el más honrado”. Unos meses después, a resultas del descubrimiento de grandes yacimientos petroleros en la Sonda de Campeche, JLP declaraba ufano: “México… ha estado acostumbrado a administrar carencias y crisis, ahora tenemos que acostumbrarnos a administrar la abundancia”.


En El ogro filantrópico, Paz parte de una afirmación que hoy, a toro pasado, derribado el muro de Berlín, podría parecer una obviedad: “el Estado del siglo XX se ha revelado como una fuerza más poderosa que la de los antiguos imperios y como un amo más terrible que los viejos tiranos y déspotas”. Y de ahí don Octavio se arranca a explicar la situación prevaleciente en nuestro país: “el Estado creado por la Revolución Mexicana es más fuerte que el del siglo XIX... Salvo durante los interregnos de anarquía y guerra civil, los mexicanos hemos vivido a la sombra de gobiernos alternativamente despóticos o paternales pero siempre fuertes: el rey-sacerdote azteca, el virrey, el dictador, el señor presidente.”


En todo el ensayo, el dichoso “ogro filantrópico” únicamente aparece mentado una vez, en el título. Con todo, luego de leer la encantadora prosa del poeta, no se necesita ser particularmente avispado para entender que tal es el mote que él le asigna al Estado mexicano; dicho en corto, subraya su carácter patrimonialista, centralista y autoritario. Entonces, Paz seccionaba al Estado mexicano en “tres órdenes o formaciones distintas (pero en continua comunicación y ósmosis): la burocracia gubernamental propiamente dicha, más o menos estable, compuesta por técnicos y administradores…; el conglomerado heterogéneo de amigos, favoritos, familiares, privados y protegidos, herencia de la sociedad cortesana de los siglos XVII y XVIII; [y] la burocracia política del PRI, formada por profesionales de la política, asociación no tanto ideológica como de intereses faccionales e individuales, gran canal de la movilidad social y gran fraternidad abierta a los jóvenes ambiciosos, generalmente sin fortuna, recién salidos de las universidades”. En cuanto a los partidos políticos, antes de la reforma política impulsada por Reyes Heroles, Paz anotaba: “La situación de los partidos políticos es uno de los signos de la ambigua modernidad de México. Otro signo es la corrupción”. Han pasado 31 años. En 2010 no habrá elecciones y los partidos políticos recibirán 3,012 millones de pesos, monto con el cual, según las cuentas que presenta Denise Dresser en Proceso, se podrían sumar 500 familias al programa más filantrópico del Estado, Oportunidades.

Con otros ensayos, el hasta aquí referido puede encontrarse en el libro homónimo publicado en febrero 1979 por Joaquín Mortiz. Letras libres, heredera de Vuelta, también lo tiene disponible en su hemeroteca en línea [click aquí].

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