jueves, 11 de marzo de 2010

El futuro, un sitio tenebroso

− Yo no sé para qué andan firmando pactos y acuerdos, si de todos modos el mundo ya se va a acabar.

− ¡Achis!


Y es que sí, lo que va del 2010 ha estado muy movidito: el mismo primero de enero, casi 50 personas murieron aplastadas por toneladas de lodo, cuando las lluvias terminaron por colapsar una considerable porción de una montaña en Angra dos Reis, Brasil. Luego, el día 9, California fue sacudida por un sismo de 6.5 grados, claro, nada comparado con lo que unos pocos días después sucedió: el día 12, Haití terminó de ser devastado por un terremoto de 7 grados y las incontables réplicas que le sucederían: cientos de miles de muertos y cientos de miles de sobrevivientes en total desamparo. A las pocas horas, tembló en Mendoza, Argentina (5.6 grados en la escala de Richter), y el movimiento se percibió hasta La Rioja. Después, el 26 de febrero le tocaría el turno a Japón: un movimiento de 7 grados le pegó a Okinawa, y los videos grabados desde celulares y otros dispositivos invadieron la mediósfera. Al día siguiente, un señorón movimiento telúrico de 8.8 grados se dejó sentir en Chile. De inmediato el pavor cundió por el Pacífico: desde las propias costas del cono sur hasta el archipiélago polinesio, el fantasma de un tsunami no dejó dormir a muchos, salvo a los que sí terminó por romperles el porvenir. Ya en el mes de marzo, el día 3, las costas de Sumatra fueron lastimadas por los acomodos tectónicos. El día 8 le tocó su turno a Turquía: un ramalazo sísmico de 5.9 grados mató a cientos. La cosa no para: sigue habiendo considerables réplicas en Taiwan, Chile y Haití, lo que mantiene el tufillo de catástrofe en los noticieros de todo el mundo.


− ¡Ora sí, pecadores! ¡Arrepiéntanse!


Ante tanto exabrupto geológico, aquí en México las declaraciones de los políticamente correctos no se dejaron esperar:


− Más nos valdría no olvidar en dónde vivimos: un día de estos nos toca uno fuerte y a ver de a cómo nos toca, ¿eh?


Y de ahí para arriba:


− Señoras y señores, es momento de preguntarnos, ¿estamos realmente preparados?


En la Cámara de Diputados organizaron un simulacro, y ya con el ánimo fatalista bien embebido, alguien me cuestionó hace poco:


− ¿Tú crees que actuaremos como se debe en caso de tragedia?


− Pues sí, por definición, si no, no sería tragedia.


Y a río revuelto: los rumores. Uno comenzó a tomar forma en twitter y facebook: que se sabe que por ahí dicen que unos científicos tienen la seguridad de que en las primeras semanas de marzo ocurrirá un gran terremoto, the big one. Y más: quesque tendrá su epicentro en las costas de Guerrero, y para acabar pronto que la Ciudad de México quedará reducida a escombros... ¿O dijeron que sería Guadalajara, tú? El run run creció velozmente, tanto, que la Secretaría de Gobernación consideró necesario salir a la palestra: el día 5 de marzo Protección Civil emitió el comunicado 096/2010, el cual tituló con una perla: “El Sistema Nacional de Protección Civil niega que se espere un sismo en los próximos días”. ¿Ah, no? Los balazos revelan la fuerza de los argumentos: “Imposible predecir sismos” y a renglón seguido “SINAPROC listo para atender cualquier contingencia”. Esto es, no se puede pronosticar nada, pero estamos listos para todo. El texto de la dependencia es contundente: “El estado actual del conocimiento humano hace imposible predecir, por cualquier medio, la ocurrencia inminente de un temblor en ningún lugar del mundo”. Sin embargo, el cierre no tranquiliza al buen lector: “El SINAPROC continuará dando seguimiento a esta situación [¿cuál?..., ¿la no situación?] y emitirá la información que considere oportuna en las próximas horas [¿y cómo saben que habrá nueva información en las próximas horas?]”.


De plano, el futuro se volvió un sitio tenebroso. Para permanecer a tono, recomiendo una lectura apocalíptica: La carretera de Cormac McCarthy (Mondadori, 2007). Cormac McCarthy (Rhode Island, 1933) es uno de los más importantes narradores norteamericanos contemporáneos. La carretera es su décima novela, antecedida por No Country for Old Men, una historia impactante llevada al cine por Ethan y Joel Cohen, en la cinta homónima que en 2007 se llevó varios premios Óscar, entre ellos el de mejor película. La carretera también ya tiene adaptación fílmica; la dirige John Hillcoat y no tardan en estrenarla en México. Total, que mientras no llegue el gran terremoto y mientras no estrenen la película, lee La carretera. ¿Que de qué va? “El fatigoso contraespectáculo de las cosas dejando de existir. La extensa tierra baldía, hidróptica y fríamente secular. El silencio.” Un padre y su hijo, supervivientes de una hecatombe, luchando por permanecer humanos, pero sobre todo por conservar la esperanza de que vale la pena hacerlo. ¿Te suena?

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