sábado, 6 de noviembre de 2010

El ombligo de México II

Luego de la conquista del Imperio Azteca, la refundación de la Ciudad de México por los españoles ocurrió en el corazón de México Tenochtitlán, prácticamente sobre la misma traza urbana, respetando los canales como la base de las primeras calles. Trescientos años después, consumada la Independencia, se establece el Distrito Federal como sede de la capital del país naciente. El ordenamiento original señala que el DF lo conformaría una circunferencia de dos leguas de radio, marcada a partir del punto central de la Plaza de la Constitución. Entonces, efectivamente, el centro de la ciudad, el centro histórico, era también el centro geométrico del Distrito Federal, capital de México. A finales del siglo XIX, la forma del DF, parecida a un corazón humano, era ya semejante a la actual, de tal suerte que la mancha urbana quedó al norte de la entidad. El eje norte-sur del DF mide casi 60 kilómetros; el eje este-oeste mide alrededor de 43 kilómetros. El centro de la ciudad se localiza a 17.5 kilómetros del vértice extremo norte, donde el eje este-oeste es más angosto. En cuanto a la mancha urbana, el centro histórico en un principio no era el centro geométrico de toda la Ciudad de México, considerando la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVV). Sin embargo, de unos veinte años para acá, el centro histórico volvió a tomar una posición céntrica. Conforme siga expandiéndose la ZMVV, sobre todo en el territorio del Estado de México, la centralidad geométrica del centro histórico se irá perdiendo, para desplazarse progresivamente hacia el sur y hacia el poniente de la mancha urbana.

Así pues, el centro histórico de la Ciudad de México desde hace mucho tiempo dejó de ser el centro geométrico del Distrito Federal. No es el centro geométrico de la Ciudad de México, es decir, del área urbana contenida dentro del DF. Sí es el centro geométrico de la ZMCM, por lo pronto y quizá sólo durante unos pocos años más. Y, claro, el centro histórico de la Ciudad de México está muy lejos de ser el centro geométrico del país.

Sin embargo, más allá de las formas, las distancias y la geometría, el Centro Histórico de la Ciudad de México sigue siendo el centro simbólico de nuestra nacionalidad, el ombligo de del país. Símbolos concretos: el Palacio Nacional, centro simbólico del poder político. La bandera nacional que se iza en el asta bandera del zócalo… Recordemos el error simbólico que cometieron los jóvenes que en 1968 izaron una bandera rojinegra ahí. El Palacio de Bellas artes, centro de la cultura y las artes. La catedral, por supuesto… centro religioso, según datos censales de más del 90% de la población de todo el país. El Templo Mayor…, vestigio de los que “fuimos antes de que nos conquistaran”. Correos Nacionales, centro simbólico de la comunicación con “el interior”. Toda marcha que se respete tiene que llegan al zócalo, y, ni decirlo, abarrotarlo. Y hablando de Palacios, el de Hierro y el Puerto de Liverpool, símbolos de la inscripción de los mexicanos en el consumismo… Y hablando de consumo: como apuntó Monsiváis, ir al Centro, en pos de lo pirata, es el camino seguro para derrotar la exclusividad. En fin…

Más que una realidad espacial concreta, el centro histórico de la ciudad de México es una abstraccióncen el imaginario de los mexicanos -de ahí las minúsculas. Con todo, tiene ciertamente un corazón, el zócalo de la capital de la República Mexicana; sin embargo, de ahí en adelante es una plétora de simbolismos, y, en esa misma medida, una ambigüedad integrada por un abanico de elementos, algunos específicos y otros no tanto, pero por supuesto no necesariamente los mismos para todos: ni siquiera un domingo en la Alameda cabe en Un domingo en la Alameda de Rivera. El centro, escenario de traslapes generacionales y de origen, de horizontalidad de clase -todos somos peatones indefensos a la hora de cruzar la esquina de Juárez y Eje Central-, de versiones vivas, inciertas e incluso encontradas de la misma historia, la nuestra, la nacional.

El zócalo mismo es un ejemplo: ¿cuántos de quienes lo transitan saben que su nombre se debe a un proyecto fallido? Hoy, la RAE consigna cinco significados para el vocablo “zócalo”; los cuatro primeros no se relacionan directamente con la historia del nuestro ... y sólo la quinta acepción, “plaza principal de una ciudad”, se origina y emplea en México. En 1843, Santa Anna convocó a un concurso para edificar un monumento a la Independencia; aunque el certamen lo ganó el arquitecto francés Enrique Griffon, Santa Anna le otorga la obra a Lorenzo de La Hidalga: el proyecto, una columna más alta que las torres de catedral coronada por una figura alada. El 16 de septiembre de 1843 se realiza una ceremonia para colocar la primera piedra. Se construiría solamente la base y el zócalo que serviría de sustento a la columna. Abandonada la obra, tal zócalo fue el que determinó su actual nombre.

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