martes, 11 de marzo de 2014

Vivir más (II)

Decíamos la semana pasada que en su reciente libro, A Short Guide to a Long Life (Simon & Schuster, 2013), el doctor David Agus provee precisamente eso, Una breve guía para una larga vida. El título tiene su encanto, claro, pero se queda corto: con los 65 consejos que brinda Agus uno no sólo debería vivir más, sino mejor. El apunte vale si consideramos que hoy por hoy mucha gente bien tendría que vislumbrar su propia vejez como un destino fatal, al cual conviene llegar en la mejor forma posible. Y si no, a los números…:
  • Se estima que en el Siglo de Pericles, esplendor de la Grecia Clásica (s. V a.C.), época durante la cual convivieron gente como Heródoto, Platón y Sófocles, la esperanza de vida era de alrededor de 28 años. En 1900, un norteamericano al nacer tenía una esperanza de vida de unos cincuenta años. Según la OMS, en promedio, la esperanza de vida al nacer de la población del mundo, en 2011, era de 70 años.
  • El año pasado, el ministro japonés de Finanzas dejó estupefacta a la opinión pública internacional: en una reunión del Consejo Nacional de Seguridad Social de su país, culpó a los ancianos del elevadísimo nivel en el que se encuentra el gasto público sanitario, y de plano les pidió “que se den prisa en morir”. Ciertamente, Japón tiene la proporción más alta de provectos de todo el orbe: el 26.4% de la población tiene 65 años o más, esto es, más de una cuarta parte. Por cierto, Taro Aso, que así se llama el funcionario arriba mentado, tiene 72 años.
  • En México estamos experimentando un proceso de envejecimiento demográfico irreversible y acelerado. En 1970, el 3.7% de la población de nuestro país tenía 65 años o más,  actualmente este mismo grupo representa casi el 7% y se estima que en 2050 será casi 25%. Conforme a cálculos de Roberto Ham Chande, el índice de envejecimiento, esto es, el número ancianos [65+] por cada cien menores de 15 años, pasó de ocho en 1970 a 21 en 2010, y en 2050 habrá más seniles que menores de edad: 103 por cada ciento. Así que en los próximos años más y más personas irán alcanzando la tercera edad, a pesar de que cada vez vaya a haber menos jóvenes que puedan socorrerlos.


Traigo a cuento el Siglo de Pericles porque Agus encuentra sustento en dos pensadores con más de dos mil trescientos años de vigencia: Hipócrates, considerado el padre de la medicina occidental, y Sócrates, patriarca de la filosofía. El primero es el protagonista de la nota histórica con la que arranca el libro, y de la cual resalta la verdad que encapsula uno de los aforismos del griego: Es mucho más importante conocer a la persona que padece la enfermedad que la enfermedad que padece la persona. El anterior, un principio que desafortunadamente en nuestros días no atiexnde casi ningún facultativo, y un principio que obliga a reconsiderar qué tanto de la Medicina se encuentra en el terreno de las Humanidades. El paciente entra al consultorio, medio explica sus dolencias al hombre de bata blanca, para que entonces con dos o tres datos él pueda etiquetar el mal y a partir del conocimiento que tenga de éste, no del ser humano que tiene frente a sí, lo medique. Al respecto, Agus opina que la información que usted le dé a su médico será más determinante para la cura que los conocimientos que él tenga (Regla 27).

En cuanto al espíritu socrático de los planteamientos del galeno norteamericano, basta anotar el primero de sus 65 consejos: Escucha, observa, siente (y graba las características de tu cuerpo). Y si otorgarle el primer sitio no fuera suficiente para dejar evidenciada la importancia de la prescripción anterior, líneas adelante el autor señala: Si tuviera que poner una regla por encima de todas las demás, esa sería: conócete a ti mismo…, lo que, puesto más diáfano quiere decir hazte cargo de ti, o llevado al día a día se concreta en prácticas tan simples como Desnúdate (Regla 15): ¿cuándo fue la última vez que observó usted su envoltorio material frente al espejo?


A Short Guide to a Long Life es un libro rebosante de sentido común, tanto que muchas de las recomendaciones que en él se encuentran resultan obvias al punto de resultar casi ofensivas: Todos los días la gente hace la misma pregunta: ¿Qué debo comer? Respuesta: comida de verdad (Regla 5). O sea: los productos alimenticios son eso, productos, no comida. ¿O qué tal esta? Practique una buena higiene (Regla 11). Agus señala, por ejemplo, que las personas que se lavan las manos al menos cinco veces al día reducen en 35% el riesgo de contraer gripe. A estas alturas es posible que esté preguntándose qué sentido tiene comprar un libro que establece preceptos que usted conoce desde la niñez y con los cuales desde entonces lo han venido atosigando. ¿Quién no sabe que la obesidad es maligna (Mantenga un peso saludable, Regla 13) o que la vida sedentaria no es saludable? (Despéguese de la silla más a menudo, Regla 16) El caso es que el libro del doctor David Agust –por cierto, best seller #1 en Amazon ahora que escribo–, además de los que el sentido común podría dictar a cualquier persona, brinda consejos que seguramente van a sorprenderlo… Ya será a la próxima.

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