miércoles, 22 de febrero de 2017

El hombre que confundió a su país con un trebejo

El monero Jabaz le dio al clavo: publicó la que considero la mejor síntesis del espanto que asaltó al mundo el pasado día 17 —por lo demás, un espanto que no debería haber tomado a nadie por sorpresa: el monstruo sigue actuando monstruosamente—. Junto a la bandera de Estados Unidos, se observa a Donald Trump en la palestra de la Casa Blanca; con un gesto de desquiciado, está vociferando lo que podemos leer en el globo del parlamento: Los medios están totalmente “fuera de control”. Un detalle le da sentido al fotocartón: Trump aparece enfundado en una camisa de fuerza. El collage de Jabaz se refiere evidentemente a la conferencia de prensa que el mandatario ofreció…, no, quiero decir, a la conferencia de prensa con la que el mandatario ofendió a la prensa el jueves anterior. A lo largo de 77 minutos, quedó hecha añicos cualquier duda y se erigió el engendro de una certeza: el cargo más poderoso del planeta lo ocupa hoy un chiflado.


El show global fue realmente entretenido. Richard Wolffe escribe en The Guardian que aquello hubiera resultado gracioso si no fuera tan aterradora. Ya lo decía yo, el megalómano mega-anómalo resultaría muy divertido si nada más estuviera actuando del otro lado de las pantallas y los monitores. Pero no, no presenciamos un reality show; tiene razón Alex Shephard de New Republic cuando afirma: “La primera conferencia de prensa en solitario de Trump fue una crisis televisada a nivel nacional”.

El más reciente encuentro de Trump con los medios acreditados en la Casa Blanca fue interpretado, prácticamente de forma unánime, como una locura. Los editores de la revista Rolling Stone festejaron y difundieron en su sitio web el sketch con que el comediante Jimmy Fallon se burla del evento, al que llaman Insane Solo Press Conference. Quartz titula su nota The nine most insane moments from Donald Trump’s reality-challenged press conference. Insane: loca, majareta, alienada… Jake Tapper de CNN la caracterizó con una palabra: It was unhinged, es decir, desquiciada. Incluso la audiencia de Fox News —la cadena aliada del republicano— pudo escuchar a Shepard Smith decir que la conferencia de prensa de había sido “absolutamente loca”. 

Sería fácil llenar varias páginas con ejemplos de las mentiras, groserías e insensateces que dijo el presidente de Estados Unidos. No tiene caso. Únicamente traigo a colación la muestra que mejor exhibe el consistente conflicto que mantiene Trump con eso que la mayoría de nosotros empecinadamente seguimos entendiendo como “la realidad”. El septuagenario espetó el siguiente galimatías: The leaks are absolutely real. The news is fake because so much of the news is fake (“Las filtraciones son absolutamente verdaderas. Las noticias son falsas porque muchas de las noticas son falsas”). Con estas palabras, además de echar de cabeza a todos los que negaron la veracidad de las filtraciones —entre otros el gobierno federal de México—, demostró que su incapacidad de aceptar los hechos que no le gustan y las opiniones con las que no está de acuerdo le resulta suficiente para dinamitar los requerimientos mínimos de congruencia necesarios para no caer indiscutiblemente en la imbecilidad. 

Obviamente el título de este texto es un apaño. Oliver Sacks hace poco más de treinta años publicó The Man Who Mistook His Wife for a Hat and Other Clinical Tales (Summit Books, 1985), una colección de veinticuatro narraciones elaboradas a partir de sendos estudios de caso.
Oliver Wolf Sacks nació en 1933 en Londres y falleció en Nueva York a mediados de 2015. Primero estudió fisiología y biología (BA) y después Medicina (MA) en la Universidad de Oxford, en Inglaterra, y después Neurología y Psiquiatría en la UCLA, y de ahí se fue a la Escuela de Medicina Albert Einstein, en Nueva York. La vida de Sacks penduló entre la práctica de su profesión —socorrer enfermos mentales— y la escritura. Fue un hombre de acción que reflexionó escribiendo historias; encontró en la narrativa el puente entre los procesos corporales y los mentales: “Quizá haya de haber, inevitablemente, un abismo categorial entre lo físico y lo psíquico; pero los relatos, al pertenecer inseparablemente a ambos, sirven precisamente para salvar ese abismo, para llevarnos hasta la intersección misma de mecanismo y vida, a la relación entre los procesos fisiológicos y la biografía”. Las narraciones que integra El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Anagrama, 2002) dan cuenta de “una serie de caos organizados debidos a una gran cantidad de enfermedades”. El texto que da título al libro cuenta el caso del doctor P., un hombre que padece una forma de agnosia visual que le impide estructurar rostros en su mente, la llamada prosopagnosia. La antología contiene relatos sobre otros casos de síndromes del hemisferio izquierdo del cerebro —por ejemplo, simultagnosia, el tipo de agnosia por la que el paciente es capaz de reconocer los objetos individuales pero no puede organizar conjuntos; o la autotopagnosia, la agnosia que afecta el sentido de la postura—. Quizá Donald Trump sea un hombre que ha confundido a su país con un trebejo y sencillamente esté jugando con él. Creo que no, creo que como buen republicano su problema está en la derecha: Sacks alerta en el prefacio de la obra que también existen síndromes mucho menos estudiados: “es imposible que pacientes con ciertos síndromes del hemisferio derecho perciban sus propios problemas (una peculiar anosagnosia). Y es sumamente difícil, hasta para el observador más sensible, imaginarse el estado interior, la ‘situación’, de tales pacientes, pues esta se halla casi inconcebiblemente alejada de todo lo que uno haya podido conocer”. Como sea, la camisa que le puso Jabaz le quedaría bien.

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