sábado, 21 de abril de 2018

Era agónica

… cada vez es más claro que el verdadero espejismo es
creer que las cosas podrán continuar tal como están.
Rana Dasgupta


Ventarrones de cambio atruenan por todo el planeta…, y no, no es el optimismo lo que campea… Se percibe inestabilidad por doquier, los chascos acechan, en cada rincón hay un monstruo listo para saltarnos encima… ¿Qué diantres está sucediendo?

La semana pasada The Guardian publicó un ensayo de abrumadora lucidez: The demise of the nation state (La desaparición del Estado Nación*). Su autor, el narrador y ensayista Rana Dasgupta, nació en Canterbury, Inglaterra (1971), estudió en Oxford y en Francia, y vive desde 2001 en Delhi. Echando mano del modelo de Los Cuentos de Canterbury de Chaucer (1400), escribió Tokyo Cancelled (HarperCollins, 2005): trece pasajeros atrapados en un aeropuerto narran sendos relatos, prismas del orbe globalizado. Cinco años después ganó el prestigiadísimo Commonwealth Writers’ Prize for Best Book por su primera novela, Solo (HarperCollins, 2009). Además, publicó el ensayo Capital: A Portrait of Twenty-First-Century Delhi (Canongate, 2014), un inteligente retablo de las fuerzas socioeconómicas internacionales que se entrecruzan la ciudad india.

En su ensayo para The Guardian, Rana Dasgupta sostiene que, con la obsolescencia irremediable del agente político que ha dominado la historia del mundo durante casi cinco siglos, el Estado Nación, estamos transitando la agonía de una gran era —cuyo inicio, según el autor, se remonta a 1648, con la Paz de Westfalia—. Con Trump, en Estados Unidos diariamente son superadas “las fantasías de los novelistas y comediantes más absurdos”; Europa vive, uno tras otro, momentos de colapso del status quo, por no mencionar las situaciones de national nervous breakdown que han significado eventos como el Brexit y el movimiento autonomista de Cataluña. “Postración, desesperanza, el descenso de la efectividad de las viejas formas: estos son los temas de la política en todo el mundo. Por ello, las ‘soluciones’ enérgicas, autoritarias son actualmente tan populares: la distracción bélica (Rusia, Turquía); la ‘purificación’ étnico-religiosa (India, Hungría, Myanmar); el embarnecimiento de los poderes presidenciales y el correspondiente deterioro de los derechos civiles y el Estado de derecho (China, Ruanda, Venezuela, Tailandia, Filipinas…)”. Todo esto ocurre, por supuesto, al interior de los países, y se observa como asuntos locales, entramados por separado en cada historia nacional. Es por ello que descuidamos sus paralelismos. “Cuando hablamos de ‘política’, nos referimos a lo que sucede dentro de los Estados soberanos; todo lo demás es ‘asuntos exteriores’ o ‘relaciones internacionales’, incluso en esta era de integración financiera y tecnológica global. Podemos comprar los mismos productos en todos los países del mundo, todos podemos usar Google y Facebook, pero la vida política, curiosamente, está hecha de material aislado y se mantiene la antigua fe en las fronteras”. ¿Y la dichosa globalización? Todos los países están sometidos a sus fuertes presiones, las mismas que están desarticulando la vida política al interior de todas las fronteras: lo que pasa en los ámbitos nacionales no es un fenómeno aislado porque lo mismo está sucediendo en todos lados. Aquí y allá, puede constatarse el desfallecimiento del Estado Nación: “su incapacidad para resistir las fuerzas compensatorias del siglo XXI y su calamitosa pérdida de influencia… La autoridad política nacional está en declive y, dado que no conocemos otro tipo, esto parece el fin del mundo”. Más todavía: ningún país va a poder ni sustraerse del desconcierto internacional ni superar por sí solo su particular versión de la decadencia.

¿Hay pues un germen patógeno genérico? “En resumen, las estructuras políticas del siglo XX se están ahogando en el océano del siglo XXI de finanzas desreguladas, tecnologías autónomas, militancia religiosa y creciente rivalidad entre las grandes potencias”. Leo y considero que el planteamiento general de Rana Dasgupta empata, desde la perspectiva de la Ciencia Política, con la tesis que defiende, desde la perspectiva de la Economía, Wolfgang Streeck —director emérito del Instituto Max Planck para el estudio de las sociedades— en su libro How Will Capitalism End? (Verso Books, 2016). Mientras que el británico-indio afirma que “el fracaso actual de la autoridad política nacional, después de todo, deriva en gran medida de la pérdida de control sobre los flujos de dinero”, el sociólogo alemán sostiene que el capitalismo no se reduce a gente luchando por obtener ganancias, sino que ha sido también el orden sociopolítico que soporta dicha dinámica económica: “cierta gobernanza, ciertos mecanismos de contención, el corazón social del sistema que se hace responsable de las necesidades de la gente que provee de legitimidad a la organización capitalista de la economía”. Todo eso es lo que está colapsando: el sistema ha ido dinamitando las instituciones que lo autorregulaban, sobre todo, concuerda Streeck, en el contexto del proceso de globalización de los últimos años. Sin ideal de progreso, en tanto oferta y voluntad de desarrollo espiritual y material tanto de los ciudadanos como del país, el poder público se ha ido quedando sin su adjetivo y se sabotea a sí mismo: “el retiro de esta promesa moral en las últimas cuatro décadas ha sido un evento metafísico demoledor…, y ha dejado a la gente hurgando en busca de nuevas cosas en qué creer”. De ese tamaño. Y por eso, Rana Dasgupta reitera que el acabóse no sólo es un asunto de dólares y algoritmos: la debacle del Estado Nación “no es un evento meramente ‘económico’ o ‘tecnológico’. Es un trastorno de la época, que deja a la población destrozada y sin recursos”.

Sorprendentemente, el ensayo cierra dejando ver una luz de esperanza, y no una pequeña ventanita… ¿Cuál? Léan el ensayo, de verdad es un texto extraordinario: The demise of the nation state.


* La traducción del inglés al español es mi responsabilidad.

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