domingo, 19 de enero de 2020

El callo del Peje


Where there is power, there is resistance.
Michel Foucault, The History of Sexuality.


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Hoy por hoy, en México, el político más atacado por los medios masivos de comunicación —prensa, radio y televisión—, la llamada comentocracia y la clase política es, por mucho, el presidente de la República. El primer mandatario es también el político más criticado y agredido en línea —me refiero al ámbito comunicacional conocido como las redes sociales—; sin embargo, en este caso hay una diferencia importantísima: en el ciberespacio, el presidente es al mismo tiempo el político más defendido y el más halagado.

Actualmente, en México, el político con más capacidad de convocatoria y que concita más interés y muestras de apoyo popular en las calles, las plazas públicas, los caminos, las terminales de transporte, los actos públicos, en fin, en el ágora, es el presidente de México.

Todo lo anterior puede afirmarse sin necesidad de soporte estadístico alguno; es una situación evidente, testimoniada todos los días de frontera a frontera. Tal es la situación desde que inició el sexenio, el primero de diciembre de 2018.


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Quien funge como presidente de la República desde el primero de diciembre de 2018 es un señor a quien muchos le dicen el Peje y lleva por nombre Andrés Manuel López Obrador (Tepetitán, Macuspana, Tabasco, 1953). Ese mismo señor, a quien también solemos referirnos como AMLO, sus siglas, es desde hace mucho tiempo, el político más atacado de México por los medios masivos, la comentocracia y la clase política. Esta situación prevalece desde hace poco más de quince años, cuando desde el gobierno federal, en ese entonces encabezado —es un decir— por Vicente Fox, se impulsó un proceso judicial para desaforar al susodicho Peje. Por aquel entonces, él era jefe de gobierno del Distrito Federal (2004), y la intención evidente era obstaculizar su candidatura a la Presidencia de la República. A lo largo de los años, López Obrador ha sido denostado incesantemente, sin tregua.

Durante las elecciones de 2006 por la Presidencia de la República, se puso en marcha una guerra sucia en contra el candidato de la coalición de izquierda, quien entonces se mantenía como puntero en todas las encuestas: como mensaje central de su campaña, el PAN difundió masiva y machaconamente la idea de que Andrés Manuel López Obrador era un “peligro para México”. Por su parte, el Consejo Coordinador Empresarial se sumó a la guerra sucia, asegurando reiteradamente que “apostarle a algo distinto es retroceder”. En junio de 2006, Enrique Krauze, en un texto publicado en su revista, Letras libres, le plantó al Peje una etiqueta que sirvió para que todos sus enemigos sumaran a las críticas del ataque, la burla: el mesías tropical. Desde entonces los embates no han parado. Seis años después, durante toda la campaña presidencial de 2012, los medios masivos y la comentocracia se volcaron disciplinados y felices en respaldo a la candidatura de Enrique Peña Nieto, y dispersaron un mantra en la sociedad: el Peje es el “Hugo Chávez mexicano”. En el siguiente proceso electoral, 2018, los ataques siguieron, claro, cada vez más desgastados, y se sumaron otros, algunos palmariamente ridículos. AMLO seguía siendo un peligro para México, iba a convertir al país en Venezuela, significaba una vuelta al pasado…, y era el pelele de una conspiración rusa o gringa o evangélica o todas juntas…

Hace casi un año, Octavio Islas escribió en Proceso: “no buscamos aquí victimizar a quien se ha dicho perseguido y atacado durante lustros, sino documentar en forma somera y fáctica que ningún actor político como él ha concitado en la historia del país tanto descomunal gasto en recursos humanos, materiales, institucionales y económicos, todo lo cual suma miles de millones de pesos”.


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Andrés Manuel López Obrador, el presidente de la República, es el político más atacado del país; él es a quien se critica y se agrede con más furia, con más frecuencia. AMLO se ha mantenido como el blanco obsesivo de políticos, opinócratas y medios masivos. Con el triunfo electoral de julio de 2018, la pejefobia no se le curó a nadie que la padeciera. Los medios, la comentocracia y los políticos tradicionales no han dejado de atacar al Peje, antes bien (mal) han endurecido sus mensajes. Pero sucede algo extraño: conforme han pasado los primeros meses del gobierno, los números señalan que entre la ciudadanía el apoyo ciudadano que llevó a AMLO a la Presidencia se ha mantenido. “La aceptación de Andrés Manuel López Obrador es la más alta de un presidente al primer año, de acuerdo con el ponderado de encuestas que realiza el sitio especiaizado Oraculus —reporta el sitio Sin embargo—. López Obrador cerró diciembre de 2019 con un 70 por ciento promedio de aceptación y con un 26 por ciento que desaprueba su mandato”.

A lo largo de casi veinte años, el Peje ha sido el político más atacado de todo el país. Con todo, en su tercer intento, ganó la Presidencia, sobradamente. Hoy sigue siendo el gran blanco de los medios, los comentócratas y los políticos —incluso recientemente se han sumado políticos de otros países—. Pero el callo que tiene AMLO parece ya de una dureza que lo vuelve invulnerable, y quienes se lo han formado son sus atacantes de siempre…

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