domingo, 23 de febrero de 2020

Insatisfechos



Bichos insaciables, eso es lo que somos. Abraham Harold Maslow (1908-1970) explica nuestra atareada condición diciendo que “el ser humano es un animal necesitado que  raramente alcanza un estado de completa satisfacción, excepto en breves períodos de tiempo”. Según  el psicólogo norteamericano, tan pronto el hombre ha logrado satisfacer un deseo, aparece otro en su lugar. Incapaz de conformarse con lo que es y está, actúa y modifica, actúa y crea. A todos estos actos, José Ortega y Gasset (1883-1955) los llamaba movimientos técnicos: los manejos que incansablemente realiza el hombre cuando fabrica algo, cuando cambia de lugar las cosas o separa lo que estaba junto o amalgama lo que estaba desarticulado…
Y cada vez nos dedicamos más a ello: “una de las leyes más claras de la historia universal es el hecho de que los movimientos técnicos del hombre han aumentado continuamente en número y en intensidad…; el hombre, en una medida creciente, es un ser técnico”. Los tejemanejes con los que los seres humano hacemos mundo. El hombre, dice el filósofo español, “transforma y metamorfosea los objetos de este mundo corpóreo, tanto los físicos como los biológicos, de tal suerte que cada vez más y quizá al final totalmente, tienen que convertirse en un mundo distinto frente a lo primigenio y lo espontáneo”. En efecto, ahí en donde haya un sapiens habrá artificio y artificialidad; nuestro comportamiento es siempre técnico, encaminado a crear un mundo nuevo. ¿Y por qué? ¿Cómo explicar ese afán de hacer, de transformar? “¿Cómo tiene que estar constituido un ser para el cual es tan importante crear un mundo nuevo?” Ortega y Gasset contesta: “La respuesta es sencilla: por fuerza, un ser que no pertenece a este mundo espontáneo y originario, que no se acomoda en él. Por ello no se queda tranquilamente incluido en él como los animales, las plantas y los minerales. El mundo originario es lo que, de modo tradicional, llamamos ‘naturaleza’. Desde luego, en rigor, no hay naturaleza, se trata de una idea, de una interpretación del mundo genuino”.
           
Así que, al igual que Maslow, Ortega y Gasset piensa que, en esencia, el hombre es una criatura insatisfecha… “Se nos aparece el hombre, pues, como un animal desgraciado, en la medida en que es hombre. Por eso no está adecuado al mundo, por eso no pertenece al mundo, por eso necesita un mundo nuevo…”

Según Abraham H. Maslow, los seres humanos prácticamente siempre estamos deseando algo. Claro, hay de deseos a deseos… Por ejemplo, si padeciera usted una situación prolongada de hambre, será imposible que experimente el deseo de aprender a tocar en el piano una sonata de Mozart o el deseo de seducir a alguna persona o el de comprar unos audífonos inalámbricos… Nadie, frente a un tsunami a punto de caerle encima sentirá ganas de beberse una piña colada; nadie que sea sistemáticamente tratado como un don nadie en su comunidad tendrá deseos de estudiar… “Hay aquí dos hechos importantes: primero, que el ser humano nunca está satisfecho, excepto de una forma relativa o como si fuese sólo el peldaño de una escalera, y segundo, que esas necesidades parecen ordenarse en una especie de jerarquía de predominio”. Esta argumentación es, por supuesto, la idea germinal de la famosa pirámide de Maslow.

En su influyente libro Motivación y personalidad, Abraham H. Maslow explica la jerarquía de necesidades/deseos. En la base están los impulsos fisiológicos: “… estas necesidades son las más prepotentes de todas… el ser humano que carece de todo en la vida, en una situación extrema, es muy probable que su mayor motivación fueran las necesidades fisiológicas más que cualesquiera otras. Una persona que carece de alimento, seguridad, amor y estima, probablemente sentiría con más fuerza el hambre de comida antes que de cualquier otra cosa”.

Ahora, ¿qué sucede cuando las necesidades fisiológicas están cubiertas? De inmediato aparecen necesidades superiores, “y éstas dominan el organismo más que el hambre… Y cuando éstas a su vez están satisfechas, de nuevo surgen otras necesidades (todavía más superiores) y así, sucesivamente”. El segundo escalón corresponde a las necesidades de seguridad, estabilidad, codependencia, protección… No se refiere únicamente a la seguridad física inmediata, también a la ausencia de miedo, ansiedad y caos; a la necesidad de un cierto orden y estructura, de normas y límites. “La tendencia a tener alguna religión o filosofía del mundo que organice el universo y a la gente dentro de él, en algún marco de referencia significativo y coherente, está también en parte motivado por la búsqueda de seguridad”. En caso de no estar satisfechas tales necesidades, “prácticamente todo parece menos importante…, incluso a veces las necesidades fisiológicas, porque estando satisfechas, ahora se desestiman”.

Cubiertas las necesidades fisiológicas y las de seguridad, surgirán las necesidades de amor, afecto y sentido de pertenencia. Maslow afirmaba ya a mediados del siglo pasado que hemos descuidado “nuestras profundas tendencias animales de rebaño, de manada, de agruparse, de pertenecer… En nuestra sociedad, la frustración de estas necesidades es el foco más común en casos de inadaptación y patología serias”. Los humanos no sólo deseamos ser amados y amar, además deseamos ser valorados y estimados, por los demás y por nosotros mismos: “tenemos lo que podríamos llamar el deseo de reputación o prestigio, el estatus, la fama y la gloria, el reconocimiento, la atención, la importancia, la dignidad o el aprecio”.

Finalmente, en el piso más alto de la pirámide se hallan lo que Maslow llama necesidad de autorrealización, la cual puede explicarse con muy pocas palabras: la tendencia a hacer realidad lo que se es potencialmente. “Esta tendencia se podría expresar como el deseo de llegar a ser cada vez más lo que uno es…, llegar a ser todo lo que uno es capaz de llegar a ser”. La autosatisfacción, un deseo que, por antonomasia, jamás se puede satisfacer del todo.

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