domingo, 29 de marzo de 2020

Susana y virulencia


La virulencia

El brote intercontinental del coronavirus Covid-19 se ha colocado ya como el foco de atención global. La madrugada del domingo pasado, más de un 308 mil de contagiados. Coronavirus es el vocablo más escrito y pronunciado en todo el orbe. El apelativo del virus retumba por todo el orbe. En México, en medio de la barahúnda mundial, la estrategia comunicacional —algún eufemismo tenía que usar para llamar a la simple y llana malignidad— que desde hace varios días están desplegando el PAN, el expresidente Calderón y sus huestes, buena parte de la comentocracia y la mayoría de los medios tradicionales es una de sus jugarretas más socorridas: minar la confianza pública e incentivar el pánico, para, desde ahí, culpar ipso facto de la situación al gobierno del presidente López Obrador. Aquí, en medio de la incertidumbre internacional, muchas personas de buena voluntad han sido ya contagiadas. Entonces se vuelven también agentes propagadores, incluso mucho más activos y eficaces que quienes los contagiaron. Y es que, dejendo a un lado a la pejefobia de siempre, el pánico prende fácil entre gente aburrida, sobre-informada, supersticiosa y, sobre todo, con escasos conocimientos que le sirvan para discernir entre lo falso y lo verdadero, entre lo importante y lo irrelevante. Cunde además una curiosa propensión a confundir el miedo con la responsabilidad: si usted está aterrado es que es muy responsable. No importa que el 85% de los casos de #COVIDー19 reportados en todo el mundo no se graves, lo correcto es decirse muy preocupado y, mejor, sentirse muy preocupado, angustiado si es posible; subrayar que en realidad nadie sabe en qué diablos vaya a parar esto: abundan los esperanzados en que ahora sí nos va a tocar el fin del mundo. La pretendida argumentación de los virulentos se basa en una falacia: en realidad, no son pocos los casos de contagiados los que tenemos en México —251, según el reporte de la Secretaría de Salud del sábado en la noche—, ¡son muchos más, y no lo sabemos porque no se aplican suficientes pruebas! Y de ahí se siguen: ¡Nos están mintiendo! ¡El gobierno está rebasado! ¡El Apocalipsis se nos viene encima! ¡Así no AMLO! Etcétera, etcétera, etcétera… Claro, no dicen cuántas serían las pruebas suficientes. La falacia es evidente: dado que no nos han hecho pruebas a todos los mexicanos y mexicanas, la friolera de 127 millones, debe haber muchos más, no importa qué tantos más… Por supuesto, tampoco importa que el primer país en implementar el algoritmo para el diagnóstico completo del Covid-19 hay sido México, y menos que la tasa de letalidad del Covid-19 en México —a partir de los casos sí reportados con pruebas y los protocolos sanitarios pertinentes— sea del uno por ciento.

— ¡Oiga, pero el 1% de 127 millones es una monstruosidad: 1.3 millones de muertos! ¡Se van a colapsar los panteones!

— No, señora, tranquilícese, no diga barbaridades: estamos hablando no del 1% de la población total del país, sino del 1% de los contagiados, que son menos de trescientas personas.

— ¡Ah, pero esas cifras son puras mentira de ese señor…! ¿O a poco usted cree que solamente llevemos dos muertitos? ¡Por favor! ¡Usted cree que me chupo el dedo!

— No es cuestión de creencias, señora.

— Pues no, por eso le digo: ¡no se han hecho pruebas suficientes!

¡Y vuelve el tigre al trigal por no decir la burra al máiz! En cambio, la ola espanta-ingenuos no revienta en donde deberíamos de estar señalando todos: si bien contra el Covid-19 México tiene muchas ventajas, como el promedio de edad joven de su población —28.45 años, según la estimación del CONAPO— y su situación geográfica, el bicho ataca nuestro país encontrándolo con dos grandes desventajas: las epidemias de diabetes y obesidad.

Con todo, la gran mayoría de los que se infecten o nos infectemos —nueve de cada diez de acuerdo a los números del sábado en la noche— no van o no vamos a desarrollar enfermedad: muy probablemente ni se enteren. En la otra rebanada del pastel, la que angustia, la del 10% que se enferme, de ellos únicamente alrededor del 14% de los sintomáticos van a requerir cuidados especializados, y de ellos probablemente la mitad necesitará cuidados intensivos. Además, conforme pasen los días, la cura se va aproximar más y más…, es más, quizá ya llegó desde la Habana y eso explique lo que sucedió en China. Tal vez en unos días la palabra que esté sustituyendo a coronavirus sea Interferón.  


Susana

Celebro que el gobierno de la República no haya caído en la trampa. Social distancing es un fraseo espantoso, terrible, porque hoy más que nunca debemos estar cerca, solidarios, con un fuerte tejido social. El distanciamiento tiene que ser físico, no social. Así que bienvenida sea Susana Distancia.



Cuarentena

¿Planes para la cuarentena de tres semanas? Te recomiendo un libro. Un libro con cien narraciones, cien cuentos llamados novelas, “cien novelas, o fábulas o parábolas o historias, como las queramos llamar”. Un libro armado por un ciento de relatos contados a lo largo de diez días. Un libro contado por diez gentes, “una honrada compañía de siete mujeres y tres jóvenes”. Un libro que terminó de ser escrito hace 667 años. Un libro escrito en una lengua novel. Un libro escrito por un hombre que nació hace 707 años, quizá en Florencia, un señor llamado Giovanni Boccaccio. Un libro llamado Decamerón, Príncipe Galeoto. Son cien cuentos contados para pasar el tiempo, porque quienes los narran están confinados, rodeados por la muerte, por la Peste Negra que azotó a la Humanidad en los albores del siglo XIV y mató al menos a uno de cada tres europeos.

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