miércoles, 27 de enero de 2021

El chicharronismo de Pepillo

El concepto de chicharronismo se lo debo a una lectura que no debería confesar. En alguno de los voluminosos tomos de Mis tiempos (1988), quizá en el primero, José López Portillo y Pacheco (1920-2004), presidente de este país de 1976 a 1982, sostiene que una de las características esenciales de El mexicano —ya saben, ese personaje mitológico que la pseudosociología literaria se ha encargado de mantener vivo con buena prosa— es el chicharronismo. El político, litigante y novelista —ahí están para quienes lo duden Quetzalcóatl (1965) y Don Q (1969)— explica que el chicharronismo es una afección que sistemáticamente lesiona el tejido social de este país. Sin mucha teoría social de la cual echar mano, él mismo ilustra el chicharronismo trayendo a cuento al tipo desconsiderado que cuando llega a un banco a la mala se brinca a las diez o quince personas que están haciendo fila ordenadamente. ¿Y por qué lo hace? López Portillo le da voz al hipotético abusón: Porque aquí sólo mis chcicharrones truenan. De ahí el mote: chicharronismo. Según JOLOPO, El mexicano es en este sentido un chicharronero, un gandalla. Podrá haber sido un gran orador, un buen deportista, incluso un diestro abogado…, pero como sociólogo, el expresidente nomás no estaba capacitado. Su teoría no soporta ni siquiera una revisión desde la trinchera de la lógica formal, ¡qué digo de la lógica formal!, ni un simple análisis aritmético: en el ejemplo que presenta, el mexicano pasado de lanza, el chicharronero, es uno, mientras que el resto de los aludidos son el montón que conforman los que estaban en la fila civilizadamente, a quienes, si no hicieron algo para impedir que se violentara el orden, podríamos etiquetar de dejados, pero no de chicharroneros. Así que en cualquier caso el episodio de marras podría servir para tratar de apuntalar el bien difundido prejuicio de que los mexicanos somos una bola de indolentes, pero no unos gandallas. Más bien, hipotetizo, López Portillo era efectivamente un señor acostumbradísimo a que sólo sus chicharrones tronaran, y su curiosa alocución pseudosociológica en última instancia no era más que una coartada: Es que así somos los mexicanos.

 

Recordé esto por culpa de un señor de la farándula que se hace llamar Pepillo. El pasado 23 de enero, el individuo, Juan José Origel, alardeó desde su cuenta de Twitter —perdonarán el desaseo ortotipográfico que viene:—: “Ya vacunado!! Gracias #usa que tristeza que mi país no me brindó esa seguridad!!!” Y enseguida cerró su tuit con el emoji de Hombre encogiendo los hombros, copiado y pegado once veces. Lo que seguramente intentó ser una crítica al plan de vacunación del gobierno de México, fue una descarada confesión de chicharronismo trasfronterizo. Lo que hizo el señor @Pepillo_Origel fue ir a hacer trampa en Estados Unidos, presumirlo y, además, quejarse de que en México no había podido saltarse las trancas. Con todo, y como era de esperarse, el dichoso tuit se viralizó. La noche del miércoles 27 tenía casi cinco mil me gusta y un poco más de respuestas. La mayoría de las respuestas no fueron muy amables: el chicharronismo del señor Pepillo causó enojo, en algunas personas furia incluso. Hubo también quienes pusieron en duda que realmente hubiera conseguido que lo vacunaran del otro lado, y tampoco faltaron los que trataron de usar el chisme que se armó: Sergio Sarmiento publicó en Reforma un texto titulado “Vacunaciones”, cuyo primer párrafo es de principio a fin un embeleco: “En estos momentos es muy fácil para cualquier mexicano de más de 65 años vacunarse contra el covid. Lo único que tiene que hacer es viajas a Estados Unidos, donde se puede vacunar en cualquier centro de salud o incluso en una farmacia”. Sarmiento miente, como se lo harían ver miles de lectores y lo evidenciaría en las siguientes horas la misma historia del señor Pepillo, “columnista de los periódicos Sol de MexicoLa Prensa y Esto y lanzando Vino Origel, y ahora conductor de Con Permiso” —así se presenta en Twitter—, quien no podrá salirse con la suya. Quizá no contaba con que su tuit no iba a ser leído nada más de este lado del río Bravo. No faltaron los ciudadanos norteamericanos que se quejaron del agandalle del conductor mexicano, y cuatro días después de haberse brincado la fila, el señor Origel ya era tema de algunas notas periodísticas. El New York Post informa el chanchullo perpetrado por Origel, y termina: “`Está absolutamente prohibido que alguien entre a Florida por un día para recibir la vacuna y se vaya al siguiente´, dijo al periódico Jason Mahon, portavoz del departamento de salud. ‘Pedimos que todos los incidentes sospechosos se informen al departamento de salud del condado correspondiente de inmediato’". Algunos medios ya mencionan que Pepillo no recibirá la segunda dosis de la vacuna, que será multado y que podrían retirarle la visa. Y aquí, para terminar, imagine usted que dejo el emoji Hombre llevándose la palma de la mano a la cara, tres veces.

2 comentarios:

  1. Estimado Maestro Castro:
    Dudo que el y Pepillo haya podido hacerse vacunar, por muy ronadores que sean sus chicharrones.
    Tengo familiares y amigos en varias
    ciudades de los Estados Unidos, algunos contemporáneos míos y me han comentado que allá tampoco hay las vacunas suficientes no para el personal del Sector Salud; Que llevan un riguroso registro de las edades de la población, y que allí si existe un Plan de Vacunación con estrategias también rigurosas que harían muy difícil la práctica del nefasto chicharronismo.
    Creo que más bien el Pepillo de marras quiso presumir de pudiente,o ridiculizar al Gobierno Mexicano, pero por lo que se ve, ya le está saliendo " el tiro por la culata".
    Como decía mi abuelita: "Cómo haré para no alegrarme".
    Dos saludos

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  2. de de erratas: tal Pepillo...tronadores... suficientes ni...

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