viernes, 23 de abril de 2021

Alostasis

 

And so she woke up

Woke up from where she was

Lying still

Said I gotta do something 

About where we're going

Suffer the needle chill

She's running to stand...

Still.

Paul David Hewson (Bono), Running to Stand Still.

 

 

Sin recurrir a un manual de anatomía, sin buscar la asesoría de un experto, qué me contestas si te pregunto cuál es la función más importante del corazón.

 

— Bombear sangre –muy probablemente sea tu respuesta. Lo creo así porque eso fue lo que me dijo la gran mayoría de las personas de entre quienes sondeé el asunto.

 

¿Y para qué sirven los pulmones? Para bombear oxígeno. ¿Y los riñones? Para filtrar… ¿Y el cerebro? ¿Cuál es la función más importante del cerebro? Para pensar, me contestaron casi todos. Para razonar, más aristotélico, me dijo alguno que otro. Yo mismo hubiera respondido igual, antes de leer el ensayo con que inicia Seven And A Half Lessons About The Brain, el más reciente libro de la doctora Lisa Feldman Barrett (Picador, 2021). Traduzco:

 

¿Para qué evolucionó un cerebro como el nuestro? La respuesta obvia es para pensar. Es común suponer que los cerebros evolucionaron a lo largo del algún tipo de progresión ascendente, digamos, de animales inferiores a animales superiores, hasta llegar al cerebro pensante más sofisticado de todos, el cerebro humano. Después de todo, pensar es la superpotencia humana, ¿verdad? Bueno, la respuesta obvia resulta ser incorrecta. De hecho, la idea de que nuestros cerebros evolucionaron para pensar ha sido la fuente de muchos conceptos erróneos sobre la naturaleza de los seres humanos. Una vez que renuncies a esa creencia tan querida, habrás dado el primer paso hacia la comprensión de cómo funciona realmente tu cerebro y cuál es su trabajo más importante y, en última instancia, qué tipo de criatura eres realmente.

 


¡Ah, caray! ¿Entonces? ¿Para qué sirve el cerebro? Lisa Feldman Barrett (Toronto, 1963) —profesora de Psicología y directora del Laboratorio Interdisciplinario de Ciencias Afectivas en la Northeastern University de Boston, Massachusetts— explica:

¿Por qué evolucionó el cerebro así, como el tuyo? Esa pregunta no tiene respuesta porque la evolución no actúa con un propósito, no hay un ‘por qué’. Sin embargo, sí podemos decir cuál es el trabajo más importante que lleva a cabo el cerebro humano. No es la racionalidad. No son las emociones. Ni la imaginación ni la creatividad ni la empatía. El trabajo más importante de tu cerebro es controlar tu cuerpo, para manejar la alostasis; predecir las necesidades de energía antes de que surjan, de tal modo que puedas ejecutar los movimientos que valgan la pena, de manera eficiente y así sobrevivir. Tu cerebro invierte continuamente su energía con la esperanza de obtener un buen rendimiento, como comida, refugio, afecto o protección física, para que puedas realizar la tarea más vital de la naturaleza: transmitir tus genes a la siguiente generación.

¿Alostasis, eh…? El vocablo fue acuñado hace poco, en 1988, por el anatomista y fisiólogo norteamericano Peter Sterling (Nueva York, 1940) y su colega Joseph Eyer. A diferencia de la noción de homeostasis —el estado de condiciones estables que mantienen los sistemas vivos—, el concepto de alostasis incorpora la noción de anticipación, es decir, propone que la regulación eficiente requiere prever las necesidades y prepararse para satisfacerlas antes de que surjan. La cuestión es que se prevén en alguna parte. Sterling, profesor de neurociencia en la Universidad de Pensilvania, publicó el año pasado What Is Health? Allostasis and the Evolution of Human Design (MIT Press), en el cual señala —traduzco—:

Los médicos se sentían bastante cómodos con el venerable concepto de homeostasis…, según el cual se piensa que los mecanismos locales de corrección de errores persiguen alcanzar o recobrar la constancia sin la intervención del cerebro, excepto en casos de emergencia. Toda la educación médica se ha centrado en esta idea, todavía lo hace. Pero resulta que la mayoría de los parámetros no son constantes, sólo unos pocos están rigurosamente fijados. Y, aunque los mecanismos locales de corrección de errores pertenecen a la ecuación general, el cerebro está definitivamente a cargo.

De la simple crítica de la explicación homeostática, Sterling y Eyer pasaron a la formulación de una hipótesis más amplia:

El objetivo clave de la regulación fisiológica no es la constancia rígida; más bien, es una flexible variación que anticipa las necesidades del organismo y las satisface rápidamente. El modelo aclara por qué el cerebro debe de estar a cargo: simplemente es más eficiente predecir una necesidad y satisfacerla en lugar de esperar un error y corregirlo. Para enfrentar este modelo moderno de ‘regulación predictiva’ a la noción de homeostasis, necesitábamos un nombre. Por eso, aconsejado por un profesor de griego antiguo, lo llamamos alostasis, que significa ‘estabilidad a través del cambio’. 


La conceptualización de alostasis descubre una rica perspectiva para el entendimiento de la salud y en general del bienestar, tanto individual como colectivo, social. Mientras que la comprensión del fenómeno desde de la idea de homeostasis “tiende a definir la salud como un listado de valores apropiados de pruebas de laboratorio y la enfermedad como una serie de valores inapropiados”, a partir de la idea de alostasis la salud se entiende como “la capacidad de variación adaptativa, y la enfermedad como la reducción o compresión de dicha capacidad”. Piensa en las implicaciones que tiene la diferencia de ópticas para la comprensión y atención de la salud de una persona o de una sociedad. Tanto en la medicina como en la definición de políticas públicas suele entenderse el bienestar como la atención de determinados indicadores: bajar los niveles de presión arterial, reducir la pobreza alimentaria; mantener el colesterol en determinados parámetros, no permitir que el desempleo pase de equis porcentaje…, en fin. A la noción de homoestasis subyace una postura conservadora, mientras que a la de alostasis una postura progresista. No sólo necesitamos otros datos, también una comprensión de la realidad distinta de la lectura mecánica de determinadas mediciones.

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