sábado, 29 de mayo de 2021

La oposición reaccionaria y su dificultosa relación con el tiempo

Inicio con una obviedad: la pura existencia de la reacción opositora comprueba que estamos viviendo tiempos de cambio. Uno podrá estar o no de acuerdo con el rumbo que está tomando el país, pero el viraje es palmario, el cambio es incuestionable. Si no fuera así, quienes antes de diciembre de 2018 estaban tan cómodos no estarían furibundos reclamando ahora.


 

La reacción tiene una relación dificultosa con el pasado: por definición, su meta es la vuelta al régimen anterior, es decir, al que quedó en el pasado. El problema, su problema, es que se trata de un pasado indefendible, evidentemente indeseable, imposible de vender como destino deseable. ¿Qué han hecho entonces? Consciente o inconscientemente se han dedicado a construir un pasado idílico, fabuloso, ilusorio… Así que ahora resulta que los reaccionarios experimentan una nostalgia por un pasado que jamás existió. Quieren convencernos de volver a un México que jamás fue.

 

La reacción tiene una relación dificultosa con el futuro: primero porque en su futuro ideal está el pasado, claro, y segundo porque dado que en el presente no hay elementos para convencer a nadie de que las cosas estaban mejor antes, lo único que queda es vivir tocando las trompetas del Apocalipsis. Por eso llevan casi tres años prediciendo un montón de hecatombes que desgraciadamente, para ellos, no se concretan. Quieren convencernos de que el porvenir nos cobrará haber cambiado las cosas.

 

Finalmente, la reacción tiene una relación dificultosa con el presente: no lo entiende, no le gusta y lo percibe como una traición: ¿cómo es posible que el transcurrir de los hechos no les diera la razón? Desde ahí, imposible no estar todo el santo día enojados, espetando diatribas y denuestos. Quieren convencernos de que si nos gusta el presente o no nos disgusta tanto como a ellos es o porque no sabemos percibirlo correctamente o porque somos unos tarados.

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