domingo, 6 de agosto de 2023

La parresia y el presidente

  

Busque parresia en el diccionario de la RAE… Encontrará:

f. Ret. Apariencia de que se habla audaz y libremente al decir cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen.

Estrafalaria figura retórica: parece que el discursante habla para ofender, pero más bien lisonjea; un truco de adulador. Hoy eso significa la palabra en nuestro idioma; sin embargo, en su origen se refería a algo distinto.

 

Michel Foucault (1926-1984) señalaba que el vocablo parresia comenzó a aparecer en los textos helenos con Eurípides (c. 484-407 a. C.). Efectivamente, en Las fenicias, Yocasta y su hijo Polinices sostienen el siguiente diálogo:

YOCASTA: Bien, te preguntaré lo que deseo saber. ¿Qué es el estar privado de la patria? ¿Tal vez un gran mal?

POLINICES: El más grande. De hecho, es mayor que lo que pueda expresarse.

YOCASTA: ¿Qué es lo más duro de soportar para los desterrados?

POLINICES: Un hecho es lo más duro: el desterrado no tiene libertad de palabra.

YOCASTA: Eso que dices es propio de un esclavo: no decir lo que piensa.

POLINICES: Es necesario soportar las necedades de los poderosos.

YOCASTA: También eso es penoso, asentir a la necedad de los necios.

Cito la versión en castellano de García Gual y De Cuenca para la edición de Gredos, quienes en una nota apuntan que en uno de los parlamentos de Polinices traducen parresia, el vocablo que usó Eurípides, con la frase ‘libertad de palabra’: “la parresia… era algo fundamental en la convivencia cotidiana para un ciudadano ateniense, y una característica en la vida griega de la posición del hombre libre frente a la del esclavo o el bárbaro.”

 

Frecuentemente el vocablo griego parresia también se traduce como sinceridad o franqueza. Foucault informa que la palabra suele ser traducida al inglés como free speech y al francés como franc-parlerParresia se compone de pan y de rhesis, “todo” y “decir”, respectivamente, así que etimológicamente significa “decir todo”, y eso era para los cínicos.

 

Un alumno de Sócrates (470 - 399 a. C.), Antístenes (444 – 365 a. C.), fundó la escuela de los cínicos, y su discípulo Diógenes de Sinope (412 – 323 a. C.) fue su máximo representante. Para los cínicos, las virtudes que los sabios debían cultivar eran la insolencia, la indiferencia y la parresia, la franqueza absoluta. Para Diógenes, era obligado decirlo todo, nada de medias tintas o andarse por las ramas: soltar la sopa a bocajarro, tirar verdades a mansalva, la neta sin miramientos.

 

En su sentido antiguo, pues, la parresia no sólo no era una figura retórica, sino que estaba en la antípoda de cualquier artilugio retórico: “el hablante hace manifiestamente obvio que lo que dice es su opinión. Y hace esto evitando cualquier clase de retórica que pudiera velar lo que piensa. En lugar de eso, el parresiatés [quien se expresa con parresia] utiliza las palabras y las formas de expresión más directas que puede encontrar”, explica Foucault. Ejemplifiquemos… Durante la mañanera del jueves pasado, el presidente, aludiendo el dictamen del Tribunal Electoral que exigió al INE ordenarle “abstenerse de emitir mensajes” sobre Xóchitl Gálvez, dijo:

… quien participa en la vida pública tiene que rendir cuentas… Esto no tiene que ver con género… Ni modo que no vamos a hablar de los asuntos públicos. Uno no se puede meter con la vida privada, eso es hasta de mal gusto, pero si somos funcionarios públicos tenemos que actuar con transparencia.

Un reportero intervino: “Al decir que no se sustenta en sus méritos, sino en la decisión de un grupo de hombres, eso es lo que argumentó”.

 

Ah, pero eso… aplica para hombres y mujeres. O sea, ¿que no le decía yo a Calderón que era un pelele, espurio? Busquen en el diccionario qué es pelele, qué es espurio. O sea, si estuviese yo diciendo una mentira… Pero es sabido, es de dominio público que a ella la impulsaron como lo hubiesen hecho con cualquier hombre. No lo hicieron con… No me vayan también a sancionar porque lo voy a mencionar, a Creel, porque les pareció que Creel era muy…

“Muy güero”, intervino un reportero. El presidente negó. Otro periodista propuso algo…

 

No, tampoco, no. Fino, exquisito… ‘Fifí’, pues.

 

Ahí está: “las palabras y las formas de expresión más directas que puede encontrar”.

 

En un ensayo reciente, Hartmut Leppin, profesor de historia en la Universid Goethe de Frankfurt, ensancha la perspectiva semántica de la palabra:

¿En los debates públicos, debía valer tanto la palabra de un charlatán como la de un aristócrata bien educado? La democracia ateniense se basaba en la premisa de que así debía ser. Cada ciudadano disfrutaba del mismo derecho a hablar sobre todos los temas discutidos en la asamblea. Los antiguos griegos llamaban a esto parresia, una palabra basada en las raíces pan (todo/todos) y rhésis (decir). Los defensores de la democracia esperaban que la suma de contribuciones de muchos individuos diferentes llevara a la mejor decisión.

No sólo hablar de todo, sino que todos los involucrados en la cosa pública participen. Hoy en México cualquiera puede decir lo que le venga en gana, publicarlo, difundirlo… En los medios tradicionales abundan las mentiras, las injurias, las amenazas…, y no faltan los opinócratas que divulgan a gritos que su libertad de expresión está amenazada, sin importarles la contradicción palmaria en la que caen. Desde el poder público no se calla a nadie. Es más, a varios se les sigue pagando por mentir y golpetear —y sí, estoy pensando en varios que cobran en Canal Once—. En cambio, ¡tiempos extraordinarios!, desde la oposición no hay día en que no se quiera silenciar al presidente de la República, un señor, por cierto, respaldado por la mayoría de la ciudadanía. Andrés Manuel practica la vieja parresia griega, hablando y dejando hablar. El ágora mexicana nunca antes fue tan libre.

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