domingo, 28 de enero de 2024

Mente


What I value is the naked contact of a mind.
Virginia Woolf, The Pargiters.


El primer diccionario español-inglés fue impreso en Londres en 1591. Su autor, un tal Richard Percyvall, fue un aventurero británico. Sabemos que Percyvall viajó por España durante varios años, y que regresó a Inglaterra poco antes de que estallara la Guerra Anglo-Española de 1585-1604. Entonces trabó amistad con un asesor de la reina Isabel I, para quien tradujo algunos papeles ibéricos en los que había información sobre la invasión que la Gran Armada planeaba emprender en contra de los ingleses. En su diccionario (Bibliotheca Hispanica pars altera), entre mentar y mentir —“to mention” y “to lie”, respectivamente—, Richard Percyvall incorpora la palabra mente: “a minde”. Es esta la primera vez en la historia que mente aparece en un diccionario —en uno de la RAE sería considerada por vez primera en 1734, en el Diccionario de autoridades—.



La palabra mente llegó a nuestro idioma del latín mens, y ha mantenido un significado asociado con la facultad de pensar, razonar y experimentar emociones. La raíz latina ment- se ha conservado con sentidos relacionados en varias lenguas romances —no sólo mind en inglés, también ment en catalán, miente en rumano, etcétera—. En su edición más reciente, el diccionario de la RAE incluye tres acepciones para el vocablo mente.

Wilhelm Hammershøi - Rest (1905)


La primera de ellas compendia en cuatro palabras la manera en la que, durante siglos y siglos, en Occidente se ha entendido —y como muchas personas, me temo, siguen entendiéndola— la relación entre el cuerpo y la mente: “Potencia intelectual del alma.” Si la mente es eso es entonces una capacidad, un poder que no es corporal, sino anímico, relativo al alma. Porque si bien intelectual quiere decir en principio “perteneciente o relativo al entendimiento”, en segunda acepción significa ni más ni menos que “espiritual, incorporal”. Consecuentemente, anímico es un adjetivo que expresa “psíquico”. Más: el mismo diccionario señala como sinónimos directos de anímico no sólo psíquico, sino también emocional y espiritual, y, ¡faltaba más!, como antónimos corporal y físico. Si atendemos nada más el rastro léxico de la primera acepción, la mente sería una entidad espiritual, ajena al soma, al organismo, a la carne y los huesos. Ciertamente, la naturaleza de la mente y su relación con lo corporal es un asunto complicado que ha sido objeto de debate en la filosofía y otras disciplinas a lo largo de la historia. Hay varias perspectivas sobre la relación entre la mente y el cuerpo. Las posturas dualistas sostienen que la mente y el cuerpo son entidades separadas y distintas. El dualismo sostiene que hay una separación entre la mente (o el alma) y el cuerpo. Este enfoque ha sido defendido por filósofos como René Descartes —aunque no hay una palabra directa que sea una traducción exacta de mente en francés, esprit abarca conceptos relacionados con la mente y la inteligencia—. Según el dualismo cartesiano, la mente es una sustancia no material y no está sujeta a las leyes físicas. Por su parte, el monismo sostiene que mente y cuerpo son aspectos diferentes de una misma realidad. Dentro del monismo, existen varias corrientes, incluyendo el monismo materialista, que afirma que todo se reduce a procesos físicos y materiales, y en la antípoda el monismo idealista, que sostiene que todo es esencialmente de naturaleza mental.

Camille Corot - Woman with the Pearl [c.1868-70]
 

La segunda acepción que aporta el diccionario de la RAE para mente es curiosa: “Designio, pensamiento, propósito, voluntad”. En este caso, pues, la definición se refiere más bien, de modo mañosamente reiterativo, a algunos de los procesos que podemos atribuir a la mente. Considérese que designio significa precisamente “pensamiento, o propósito del entendimiento, aceptado por la voluntad”.

Boris Grigoriev - Portrait of a Young Boy [c.1930s]


Finalmente, el tercer significado que ofrece la RAE determina que la mente es el “conjunto de actividades y procesos psíquicos conscientes e inconscientes, especialmente de carácter cognitivo”. Una noción ya más cercana a lo que a uno le enseñaron en la Prepa…

En efecto, desde la perspectiva de la Psiquiatría, la mente se define como el conjunto complejo e interrelacionado de procesos —cognitivos, emocionales y conductuales— que conforman la subjetividad de una persona —experiencias personales, creencias, valores, sentido de sí mismo—. O expresado de otra forma: la mente es el compuesto de facultades responsables de es aquello que piensa, imagina, recuerda, desea y siente un ser humano. La definición que puedes encontrar en la Enciclopedia británica va en el mismo orden de ideas: “Mente, en la tradición occidental, es el complejo de facultades involucradas en percibir, recordar, considerar, evaluar y decidir. En cierto sentido, la mente se refleja en sucesos tales como sensaciones, percepciones, emociones, memoria, deseos, diversos tipos de razonamiento, motivos, elecciones, rasgos de personalidad y el inconsciente”. Hasta aquí la definición no establece nada acerca de la condición material o inmaterial, corporal o espiritual, de la mente. Sin embargo, cualquier definición científica hoy día involucra lo que ocurre en el cerebro, y en general en el encéfalo: la mente es el conjunto de procesos que emergen de la actividad cerebral y que contribuyen a la experiencia subjetiva y al comportamiento de un individuo.


En la definición psiquiátrica de la mente el cerebro juega un papel fundamental, aunque no es el único factor determinante. La mente es un fenómeno complejo que involucra la interacción de diferentes componentes, incluyendo necesariamente un órgano específico, el cerebro, una masa —alrededor de 1.3 kilogramos en promedio— altamente compleja de tejido neuronal —de 86 mil millones a 105 mil millones de neuronas— y otras células que se encuentra protegida por el cráneo, una estructura ósea formada por 22 huesos. 


domingo, 21 de enero de 2024

Mustafá el millonario o El pesimismo



I wish to weep
but sorrow is
stupid.
I wish to believe
but belief is a
graveyard.
Charles Bukowski,
What Matters Most is How Well You Walk Through the Fire



1


Mustafá Suleyman es ateo. Nació en Londres. Es hijo de una enfermera inglesa y de un taxista sirio. En 2002, gracias a una beca, comenzó a estudiar ciencias de la computación en Oxford, pero desertó menos de dos años después; no regresaría a las aulas, así que no terminó ninguna carrera universitaria. Mustafá es multimillonario y tiene menos de 40 años. Nació en agosto de 1984, justo el año en el que salió al mercado la Macintosh 128K, la primera computadora personal de la historia. Con dos amigos, Demis Hassabis y Shane Legg, Mustafá Suleyman fundó en septiembre de 2010 DeepMind, una empresa dedicada al aprendizaje automatizado (machine learning) y a la inteligencia artificial (IA). Poco tiempo después, en enero de 2014, Google compró DeepMind por 400 millones de dólares.

A Lee Se-dol le apodan Ssen-dol, Piedra fuerte. Quizá sea budista. A los 12 años alcanzó el dan 9, Kyudan en el juego de Go —baduk en coreano—, y se convirtió en jugador profesional. Hoy tiene 40 años —nació en marzo de 1983 en el archipiélago de Bigeumdo, en Corea del Sur— y ya se retiró. El Go —wéiqí en chino— se practica desde hace más de 2500 años, y en 2019 Piedra fuerte anunció que dejaría de hacerlo dado el predominio de la IA, un artilugio que, en sus propias palabras, es “una entidad que no puede ser derrotada”. Su afirmación no era teórica: en 2016 AlphaGo, programa desarrollado por Google DeepMind, lo había derrotado, siendo entonces el campeón mundial.


Mustafá Suleyman publicó hace unos meses un libro preocupante, The Coming Wave (Bodley Head, septiembre 2023). El joven emprendedor reflexiona en torno al impacto que pueden tener en el mundo las nuevas tecnologías, particularmente dos: la biotecnología y la IA. Desde las primeras páginas, Mustafá advierte que la mayoría de la gente se niega a ver los colosales riesgos a los que la humanidad se enfrenta —no enfrentará— dados los vertiginosos avances tecnológicos. Al fenómeno lo denomina “la trampa de la aversión al pesimismo”, y así lo define: “el análisis errático que surge cuando uno se siente abrumado por el miedo a enfrentar realidades potencialmente oscuras, por lo que la tendencia resultante es mirar para otro lado”. Y líneas más adelante agrega: “La aversión al pesimismo es una respuesta emocional, una negativa visceral arraigada a aceptar la posibilidad de resultados seriamente desestabilizadores”.




2

Ya decía aquí que en su Global Risks Report 2024, publicado hace apenas unos días, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), desde su perspectiva y a su conveniencia, expone las preocupaciones de la oligarquía internacional. Por ejemplo, apunta: “Las poblaciones vulnerables se enfrentaron a conflictos letales, desde Sudán hasta Gaza e Israel…”, como si las consecuencias en términos de vidas fueran de la misma magnitud para Palestina e Israel. Continúa el documento: “… a la vez que [las poblaciones vulnerables] sufrieron condiciones climáticas extremas, con récords de calor, sequía, incendios forestales e inundaciones”. ¿Leyeron ustedes “cambio climático”? Yo tampoco. Los señores del WEF agregan: “El descontento social fue notorio en muchos países, donde los ciclos de noticias estuvieron dominados por la polarización, las protestas violentas, los disturbios y las huelgas”. Un cierre de párrafo harto significativo: noten ustedes, se presenta el panorama de “descontento social” como si la dichosa polarización y las indeseadas “protestas violentas, los disturbios y las huelgas” brotaran por generación espontánea, sin razón alguna. De la explotación y la hiperconcetración de la riqueza mejor no hablamos. Peor: el texto sugiere que el descontento social está más bien ligado a “los ciclos de noticias”.


El Global Risks Report 2024 advierte que la perspectiva en los próximos dos años para el mundo es “predominantemente negativa”, y más, dicen que esperan que las cosas empeoren durante la próxima década. Para estos señores, el futuro se ve ahora peor que antes: “La perspectiva es notablemente más negativa en el horizonte de diez años, con casi dos tercios de los encuestados esperando una perspectiva tormentosa o turbulenta”.

Ahora, los “líderes mundiales” y “expertos” del WEF explican que, según su análisis, cuatro “fuerzas estructurales determinarán la materialización y gestión de los riesgos globales durante la próxima década”. Estas fuerzas impulsaran los cambios sistémicos a largo plazo en el panorama global. En primer lugar, las tendencias relacionadas con el calentamiento global y sus consecuencias en los sistemas terrestres (cambio climático). Enseguida, los cambios en el tamaño, crecimiento y estructura de las poblaciones en todo el mundo (bifurcación demográfica). En tercer lugar: las trayectorias en el desarrollo de las tecnologías de frontera (aceleración tecnológica). Por último, algo que suena a entelequia: la evolución material en la concentración y fuentes del poder geopolítico (giros geoestratégicos). De estas cuatro fuerzas apocalípticas la que preocupa a Mustafá Suleyman es la tercera, la aceleración tecnológica sin controles. En cambio, para el estrambótico presidente de Argentina, Javier Milei, quien fue a espetar en el encuentro de este año del WEF que “Occidente está en peligro”, los agentes globales de riesgo son “la justicia social” que “se ha puesto de moda”, “la casta política”, “el feminismo radical” y “los parásitos que viven del Estado”.


Por su parte, la señora Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, tuvo la caradura para ir a declarar a la WEF la siguiente insensatez: “la preocupación principal para los próximos dos años no son los conflictos o el clima, es la desinformación y la mala información, seguidas de cerca por la polarización de nuestras sociedades”. Claro, no extraña de quien aprovechó el foro para negociar más dinero y armas para aceitar la maquinaria que mantiene la guerra en Ucrania.



3

¿Es posible preguntar a las fuerzas mismas que menciona el reporte del WEF cuál de ellas es la que debería preocuparnos más? A una sí, fácilmente.

Probablemente ustedes sepan que Bard es el modelo de lenguaje en línea creado por Google AI, con la participación de Google DeepMind. Informé a Bard sobre el asunto, a detalle y luego lo cuestioné: “De esas cuatro, ¿cuál te parece más preocupante?” He aquí su respuesta: “De las cuatro fuerzas estructurales identificadas por el WEF, la que me parece más preocupante es el cambio climático. El cambio climático es un desafío global que ya está teniendo un impacto significativo en el planeta.” Su contestación me parece bastante razonable. En contraste, considero mucho más preocupantes y riesgosas algunas posturas humanas, como las de las de Milei y Von der Leyen. Quizá Mustafá el millonario, el coreano Piedra fuerte y nosotros mismos deberíamos preocuparnos más por ciertas inteligencias naturales que por la artificial.


martes, 16 de enero de 2024

Un mundo en riesgo

 

Everyone, deep in their hearts, is waiting for

the end of the world to come.

Haruki Murakami, 1Q84.

 

 

No hay manera de negarlo: el porvenir del orbe se ve muy feo y cercano, a tiro de piedra. La oligarquía mundial, gran responsable del desbarajuste planetario, lo reconoce así. El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) acaba de dar a conocer hace unos días su Global Risks Report. Se trata de la edición 19 del reporte, correspondiente al año 2024. El documento prospecta para el mundo un panorama incierto y plagado de retos. Destaca dos componentes contextuales: la aceleración vertiginosa del cambio tecnológico y la incertidumbre económica, a lo que hay que agregar dos crisis globales en marcha: el cambio climático y los conflictos geopolíticos. La pakistaní Saadia Zahidi, directora gerente y miembro del consejo en el WEF —ha sido la persona más joven en alcanzar esa posición— señala en el prefacio:

Las tensiones geopolíticas combinadas con el estallido de hostilidades abiertas en múltiples regiones están contribuyendo a un orden global inestable caracterizado por narrativas polarizadoras, erosión de la confianza e inseguridad.

Cierto, un montón de actores en conflicto, unos a punto de pasar a las agresiones militares y otros ya matándose entre sí.  Cierto, en medio de este escenario, y con la pandemia tan cerca —aunque nos empecinemos en olvidarla—, imposible sentirse seguros y confiados en el mañana. Aquí discrepo: referirse a “narrativas polarizadoras” es culpar de alguna manera a las dichosas narrativas, como si no se hablara de los problemas desapareciera los problemas, y no: la realidad misma es la que está efectivamente polarizada. 

Continúa la economista:

Al mismo tiempo, los países luchan por mitigar los impactos de fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes, a medida que los esfuerzos y recursos de adaptación al cambio climático se quedan cortos ante el tipo, la escala y la intensidad de los eventos climáticos que ya están sucediendo.

Tal cual. Si bien no presenta ninguna revelación, ninguna noticia para quienes tengan ojos para ver, sí que conviene subrayar la tácita y lamentable aceptación que puede leerse en el diagnóstico que hace la directiva del WEF: las acciones que se han tomado para mitigar el cambio climático no son suficientes y seguirán siendo insuficientes. Triste admisión: los ricos del mundo seguirán quemando el planeta con tal de seguir concentrando más y más riqueza en cada vez menos manos, mientras que los estados nacionales y los organismos internacionales seguirán tratando de atenuar el colapso. ¿Atenuar el colapso? ¿Eso es posible? Pues no.

Las presiones del costo de vida siguen carcomiendo, en medio de una inflación y tipos de interés persistentemente elevados y una continua incertidumbre económica en gran parte del mundo.

Conviene analizar la afirmación. Desde la perspectiva del WEF los factores que provocan “incertidumbre económica” son “presiones del costo de vida”, “la inflación” y “tipos de interés elevados”. No se habla de escasez de comida o de medicinas o de problemas en la producción, ni siquiera de problemas de desabasto por la manera en que se han complicado las rutas del comercio internacional. El lío está en el dinero y su manejo.

La señora Saadia Zahidi cierra el párrafo:

Los titulares desalentadores no tienen fronteras, se comparten habitualmente y de forma generalizada, y una sensación de frustración con el status quo es cada vez más palpable. En conjunto, esto deja un amplio margen para que riesgos en aceleración, como la desinformación y la información falsa, se propaguen en sociedades que ya han sido debilitadas política y económicamente en los últimos años.

Sí, el tsunami diario de malas noticias. Pues no podía esperarse otra cosa, ¿no es cierto? Es evidente que el orden de las cosas no está funcionando, es palpable que, dicho con toda propiedad, la cosa está que arde. ¿Pero son la desinformación y la información falsa las culpables de que el mundo se perciba tan tremendamente embroncado? Hasta donde alcanzo a ver, no: todo indica que el mundo está realmente en serias contrariedades. Si en México vivimos una situación en la que desde hace casi seis años los medios tradicionales se han empecinado en hacer creer a sus audiencias que vivimos el fin del país, el apocalipsis a cuenta y cargo del malvado López y la 4T, en la mediósfera mundial más bien se ha banalizado la gravedad del momento histórico que nos tocó vivir a nivel global. No es que no se difundan las malas noticias con “titulares desalentadores”, es que se difunden junto con una plétora de tonterías, a través de los mismos canales, con el mismo peso… Para que la gente pueda dimensionar el asunto, el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, declara: “La humanidad ha abierto las puertas del infierno”. Y no exagera. La declaración se difundió, apareció en los noticiarios alrededor del mundo…, pero apenas por un rato, como todas las demás notas, chispas que en un santiamén son sustituidas por otros informes, sin importar su trascendencia.

En el documento del WEF se asegura que están ocurriendo también “cambios sistémicos” en tres ámbitos:  geopolítico, demográfico y tecnológico. ¿Y qué podemos esperar? Difícil no recordar la retórica echeverrista en su respuesta: “Las próximas condiciones globales no necesariamente serán mejores o peores que las anteriores, pero la transición no será sencilla”.

El Global Risks Report expone las preocupaciones de la oligarquía internacional, con base en lo que define y percibe como riesgos: “El informe destaca los resultados de nuestra Encuesta Anual de Percepción de Riesgos Globales, que reúne la inteligencia colectiva de casi 1,500 líderes mundiales de la academia, los negocios, el gobierno, la comunidad internacional y la sociedad civil. También aprovecha las ideas de más de 200 expertos temáticos…” Líderes y expertos de la comunidad internacional, ajá… En efecto, el mundo que está en riesgo es ese que ellos han construido y quieren mantener a toda costa, a sabiendas que es, justamente, insostenible.

viernes, 12 de enero de 2024

Tejemanejes de Mnemosine


Mañana abarrotada de chamba. Cinco horas leyendo y contestando correos, siguiéndole la pista a asuntos pendientes, revisando un par de documentos, hablando por teléfono… Te levantas. Te estiras.

— Ahora vuelvo…

Sales de la oficina. Necesitas aflojar un poco las piernas. Aprovecharás para pasar por un café. Llevas contigo el libro que estás leyendo… Freud reflexiona en torno a un supuesto recuerdo de Leonardo da Vinci: “… me acude, como un tempranísimo recuerdo, que estando yo todavía en la cuna un buitre descendió sobre mí, me abrió la boca con su cola y golpeó muchas veces con esa cola suya contra mis labios”. Con toda razón, el neurólogo vienés dictamina que se trata de un recuerdo “extrañísimo”. Caminas, leyendo, diez cuadras hacia el poniente, sobre la acera en la que el Sol está pegando. De entrada, Freud piensa que el episodio no es realmente un recuerdo, sino “una fantasía que él [Leonardo] formó más tarde y trasladó a su infancia”. Llegas a Alaska, das la vuelta y desandas tus propios pasos. En Pitágoras te detienes, esperas el cambio del semáforo y cruzas la calle. En la otra acera, muy cerca de la esquina, está el pequeño negocio en el que te aprovisionas. 

— Hola. Buenas tardes. Me das por favor un café con doble carga.

— Tostado francés, ¿verdad?

— Sí, por favor.

Hace meses que eres cliente de ese negocio, y sin embargo hasta entonces te das cuenta de algo de lo que no te habías percatado antes: entre los varios cuadros que tienen colocados en la pared del fondo, hay una reproducción de la Gioconda. Te entregan tu café, pagas, agradeces, sales del local y te encaminas de nuevo a tu trabajo.

Pasando Anaxágoras piensas en el número 64… ¿64?  ¿Lo viste en algún lado? ¿O lo leíste? ¿64 qué? Regresas a tu oficina y te embutes de nuevo en el ajetreo.

Muchas horas después, ya en la noche, en tu casa, antes de dormir, en la cama retomas la lectura de Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. ¿En dónde te quedaste? Ya, en la página 64.

domingo, 7 de enero de 2024

El amor y el hambre


1512

Luca d'Egidio di Ventura de Signorelli seguramente ya tenía más de sesenta años cuando terminó de pintar La comunión de los Apóstoles, óleo realizado para la iglesia de San Francisco de Cortona, en la Toscana, de donde él era oriundo.


Por esas mismas fechas, unos doscientos kilómetros al sur, en el Vaticano, Rafaello Sanzio, quien entonces tenía 29 años, pintaba La misa de Bolsena, fresco realizado en la pared izquierda, sobre una ventana, de la sala de Heliodoro del Palacio Apostólico.


La obra de Luca d'Egidio di Ventura de Signorelli —quien desde entonces ya era conocido simplemente como Luca Signorelli— muestra una iconografía flamenca: Cristo, rodeado de los apóstoles en una composición piramidal, sostiene en la mano un plato con las hostias que está repartiendo. La obra de Rafaello Sanzio —quien desde entonces ya era conocido simplemente como Rafael— representa el milagro eucarístico de Bolsena: un sacerdote celebra la misa cuando, en el momento de la consagración, la hostia comienza a sangrar.




1263

Un tal Pedro, sacerdote originario de Praga, decidió caminar unos 1,240 kilómetros al suroeste, para llegar a Roma. Su propósito: ir a venerar a su tocayo, san Pedro. Ya muy cerca, a unos 120 kilómetros de la ciudad eterna, el peregrino se detuvo en la pequeña villa de Bolsena. Ahí celebró una misa, y durante la Eucaristía lo aquejó una seria duda: al religioso bohemio le costó creer en la transustanciación, es decir, en la conversión del pan y del vino en el cuerpo y sangre de Jesucristo. Fue entonces que ocurrió el milagro: durante la consagración, de la hostia manó sangre humana. Al año siguiente, el papa Urbano IV instituyó la Fiesta del Corpus Christi. Unos 20 kilómetros al noreste y 26 años después comenzó a construirse el Duomo di Orvieto, la catedral en la que habrían de resguardarse las reliquias relacionadas con el milagro de Bosena —la hostia, el corporal y el paño purificatorio—.

Taddeo di bartolo, s. Tommaso D'Aquino presenta la sua liturgia del Corpus Christi a Urbano IV, 1403 ca.

1898

Sigismund Schlomo Freud tenía 42 años cuando publicó Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria.

En el texto reflexiona sobre lo que sucede en nuestras mentes cuando nos resulta imposible recordar algunos nombres propios que sabemos que sabemos, que sentimos en la punta de la lengua, y que, sin embargo, no podemos retrotraer a la conciencia. Sigismund Schlomo Freud —quien desde 1875 era conocido simplemente como Sigmund Freud— ejemplifica echando mano de un episodio ocurrido tres meses atrás, durante un viaje a la costa del Adriático:

… emprendí un viaje en coche desde la bella Ragusa hacia una ciudad cercana, de Herzegovina; la plática con mi compañero tocó… el estado de ambos países (Bosnia y Herzegovina) y el carácter de sus habitantes… Al rato nuestra conversación recayó sobre Italia y sobre cuadros, y tuve ocasión de recomendar vivamente a mi compañero ir alguna vez a Orvieto para contemplar allí los frescos del fin del mundo y del Juicio Final, con los que un gran pintor adornó una de las capillas de la catedral. Pero el nombre del pintor se me pasó de la memoria, y no podía recuperarlo.

El neurólogo vienés no podría recordar el nombre del artista renacentista sino hasta que se topó con “un italiano culto”, quien lo rescató del escollo de su amnesia: “Signorelli. Pude entonces agregar por mí mismo el nombre de pila, Luca.”


1502

Luego de tres años de trabajo, Luca Signorelli terminó los frescos en la capilla San Brizio de la catedral de Orvieto. En el tramo del altar de la bóveda, terminó los frescos que Fra Angélico había comenzado en 1477 —Profetas y Cristo Juez— y además representó a los apóstoles. Todos los demás frescos son originales de Signorelli. En el tramo de la entrada pintó a los Mártires, a quince Doctores de la Iglesia, a un coro de Vírgenes y a otro de Patriarcas. En el tramo de entrada del muro se halla una portentosa escena del Anticristo —observada por el propio Luca y Fra Angélico—, a la que le sigue el episodio del finis mundo. En la luneta del lado de la Epístola, la Resurrección de la Carne, y en la opuesta, los Condenados. En el tramo del altar del muro, el éxtasis de los Elegidos representados en la luneta del lado del Evangelio, seguido, en la cabecera, por el Cielo y el Infierno.


Finalmente, en el basamento, Luca dio vida a algunos personajes paganos, entre los cuales presto atención a uno: bajo el fresco del fin del mundo, en un extraordinario efecto de relieve, se asoma un sujeto que lleva puesto un sombrero puntiagudo: Empédocles.


c. 495 a. C.

Salvo Montalbano es el comisario de Vigàta, un sitio que en la realidad concreta no existe: las aventuras del policía transcurren en un lugar imaginario inspirado en la villa costera de Sicilia en el que, en 1925, nació Andrea Camilleri, quien dio vida al personaje en una serie de novelas. Para rendir homenaje al pueblito imaginario y al escritor, en 2003 las autoridades locales decidieron agregar Vigàta a su topónimo, pero seis años después la decisión se revocó, así que el lugar hoy aparece en el mapa con el nombre que desde 1863 tiene el antiquísimo Molo di Girgenti: Porto Empedocle.


En Agrigento —Girgenti—, siete kilómetros al noreste del puerto que actualmente lleva su nombre, alrededor del 495 a. C. nació Empédocles, poeta, orador, filósofo, taumaturgo y médico. Según algunos vivó sesenta años, otros afirman que más de cien; en cualquier caso, la tradición dice que murió abrazado y abrasado por el fuego volcánico: “llevado de su ansia de ser tenido por dios inmortal, Empédocles, el friolero, se lanzó a las llamas del Etna” (Horacio, Arte poética).


1920

Sigmund Freud publica Más allá del principio del placer. En corto, en este ensayo el creador del psicoanálisis acuña el concepto de pulsiones de muerte, y por primera vez plantea la oposición entre la libido y la muerte: “nos vimos llevados a distinguir dos clases de pulsiones: las que pretenden conducir la vida a la muerte, y las otras, las pulsiones sexuales, que de continuo aspiran a la renovación de la vida, y la realizan”. ¿Una teoría dualista? ¡Claro!, como el propio doctor Freud subraya: “Nuestra concepción fue desde el comienzo dualista, y lo es de manera todavía más tajante hoy, cuando hemos dejado de llamar a los opuestos pulsiones yoicas y pulsiones sexuales, para darles el nombre de pulsiones de vida y pulsiones de muerte”. A las pulsiones sexuales, la libido, las denominará Eros: “la libido de nuestras pulsiones sexuales coincidiría con el Eros de los poetas y filósofos, el Eros que cohesiona todo lo viviente”. En una edición del mismo texto publicada un año después, el neurólogo explica en nota a pie de página: “este Eros actúa desde el comienzo de la vida y, como ‘pulsión de vida’, entra en oposición con la ‘pulsión de muerte’, nacida por la animación de lo inorgánico. La especulación busca entonces resolver el enigma de la vida mediante la hipótesis de estas dos pulsiones que luchan entre sí desde los orígenes.”




s. VII a. C.

Hesíodo de Ascra en su Teogonía narra que “en primer lugar existió el Caos”. ¿Y luego? ¿Qué fue lo inicial? De acuerdo con la cosmogonía griega tres dioses son los inaugurales en la genealogía: Gea, la Tierra, “la del amplio pecho”; “el tenebroso Tártaro”, es decir, el Inframundo, y Eros, “el más hermoso de los dioses inmortales, que afloja los miembros y cautiva de todos los hombres y los dioses el corazón y la sensata voluntad de sus pechos”. Enseguida de esta tríada primordial vendría todo lo demás, así que Eros es origen. Más de dos milenios y medio después, Eva Cantarella compendia:

Para los griegos el amor era ante todo un dios llamado Eros. Un dios armado que con su arco lanzaba flechas que solían ser mortales. Quien fuera herido por ellas no tenía escapatoria posible: acababa enamorado. Pero Eros no era solamente sentimiento, también era deseo sexual. Dos rostros los del amor (sentimiento y sexualidad) que a menudo, por no decir habitualmente, eran dos momentos separados de la experiencia.


s. IV a. C.

Unos tres siglos después que Hesíodo vivió un señor que habría de convertirse en el principal alumno de Platón y en el más importante maestro de Alejandro Magno, Aristóteles de Estagira: nació en el 384 a. C., y falleció a los 62 años. Aristóteles escribió mucho y acerca de una enorme diversidad de asuntos. En su Metafísica reporta que Hesíodo “puso al Amor o al Deseo como principio”, pero que después “puesto que resultaba evidente que en la naturaleza se da también lo contrario del bien, y que no sólo hay orden y belleza, sino también desorden y fealdad…, otro introdujo  la Amistad y el Odio, cada uno como causa —respectivamente— de los unos y de los otros”. ¿Y quién fue ese otro? Empédocles de Agrigento.


Antes que Empédocles, otros filósofos griegos habían ya determinado qué elemento era el origen del universo —el arché (ἀρχή)—: Tales de Mileto había dicho que el agua; Anaxímenes, que el aire, y Heráclito de Efeso, el fuego. Empédocles pensó que los tres jonios tenían parte de la respuesta y agregó un cuarto elemento: la tierra. Además, pensó que existían dos fuerzas inmutables y eternas que relacionaban a esos cuatro arché: “Pues, así como antes eran, así también serán, y nunca, creo, el tiempo inconmensurable quedará vacío de este par”.  Plutarco nos dice cuáles esas fuerzas: “Empédocles llama Amor al principio benéfico y, muchas veces, Amistad y, además, Armonía de grave semblante; y al principio maléfico, Odio funesto y Lucha sangrienta.”


1930

Diez años después de publicar Más allá del principio del placer y nueve años antes de morir, Freud publica uno de los libros más influyentes de la época contemporánea: Das Unbehagen in der Kultur. Unbehagen significa literalmente “incomodidad”, “molestia” o “malestar”, y Kultur significa “cultura”. Al inglés se tradujo como Civilization and Its Discontents y a nuestro idioma como El malestar de la cultura.


En este ensayo, el psicoanalista reflexiona en torno al origen de la cultura —“toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres—, es decir, del mundo humano, nuestro universo:

… la convivencia de los seres humanos tuvo un fundamento doble: la compulsión al trabajo, creada por el apremio exterior, y el poder del amor, pues el varón no quería estar privado de la mujer como objeto sexual, y ella no quería separarse del hijo, carne de su carne. Así, Eros y Ananké pasaron a ser también los progenitores de la cultura humana.

Algunos párrafos más adelante, Freud cuenta cómo fue que llegó a la anterior conclusión: “me sirvió como primer punto de apoyo el dicho de Schiller, el filósofo poeta: hambre y amor mantienen cohesionada la fábrica del mundo”. Me pregunto si cundo visitó la catedral de Orvieto y admiró los frescos Signorelli se habrá percatado de la presencia de Empédocles.