I wish to weep
but sorrow is
stupid.
I wish to believe
but belief is a
graveyard.
Charles Bukowski,
What Matters Most is How Well You Walk Through the Fire
1
Mustafá Suleyman es ateo. Nació en Londres. Es hijo de una enfermera inglesa y de un taxista sirio. En 2002, gracias a una beca, comenzó a estudiar ciencias de la computación en Oxford, pero desertó menos de dos años después; no regresaría a las aulas, así que no terminó ninguna carrera universitaria. Mustafá es multimillonario y tiene menos de 40 años. Nació en agosto de 1984, justo el año en el que salió al mercado la Macintosh 128K, la primera computadora personal de la historia. Con dos amigos, Demis Hassabis y Shane Legg, Mustafá Suleyman fundó en septiembre de 2010 DeepMind, una empresa dedicada al aprendizaje automatizado (machine learning) y a la inteligencia artificial (IA). Poco tiempo después, en enero de 2014, Google compró DeepMind por 400 millones de dólares.
A Lee Se-dol le apodan Ssen-dol, Piedra fuerte. Quizá sea budista. A los 12 años alcanzó el dan 9, Kyudan en el juego de Go —baduk en coreano—, y se convirtió en jugador profesional. Hoy tiene 40 años —nació en marzo de 1983 en el archipiélago de Bigeumdo, en Corea del Sur— y ya se retiró. El Go —wéiqí en chino— se practica desde hace más de 2500 años, y en 2019 Piedra fuerte anunció que dejaría de hacerlo dado el predominio de la IA, un artilugio que, en sus propias palabras, es “una entidad que no puede ser derrotada”. Su afirmación no era teórica: en 2016 AlphaGo, programa desarrollado por Google DeepMind, lo había derrotado, siendo entonces el campeón mundial.
Mustafá Suleyman publicó hace unos meses un libro preocupante, The Coming Wave (Bodley Head, septiembre 2023). El joven emprendedor reflexiona en torno al impacto que pueden tener en el mundo las nuevas tecnologías, particularmente dos: la biotecnología y la IA. Desde las primeras páginas, Mustafá advierte que la mayoría de la gente se niega a ver los colosales riesgos a los que la humanidad se enfrenta —no enfrentará— dados los vertiginosos avances tecnológicos. Al fenómeno lo denomina “la trampa de la aversión al pesimismo”, y así lo define: “el análisis errático que surge cuando uno se siente abrumado por el miedo a enfrentar realidades potencialmente oscuras, por lo que la tendencia resultante es mirar para otro lado”. Y líneas más adelante agrega: “La aversión al pesimismo es una respuesta emocional, una negativa visceral arraigada a aceptar la posibilidad de resultados seriamente desestabilizadores”.
2
Ya decía aquí que en su Global Risks Report 2024, publicado hace apenas unos días, el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), desde su perspectiva y a su conveniencia, expone las preocupaciones de la oligarquía internacional. Por ejemplo, apunta: “Las poblaciones vulnerables se enfrentaron a conflictos letales, desde Sudán hasta Gaza e Israel…”, como si las consecuencias en términos de vidas fueran de la misma magnitud para Palestina e Israel. Continúa el documento: “… a la vez que [las poblaciones vulnerables] sufrieron condiciones climáticas extremas, con récords de calor, sequía, incendios forestales e inundaciones”. ¿Leyeron ustedes “cambio climático”? Yo tampoco. Los señores del WEF agregan: “El descontento social fue notorio en muchos países, donde los ciclos de noticias estuvieron dominados por la polarización, las protestas violentas, los disturbios y las huelgas”. Un cierre de párrafo harto significativo: noten ustedes, se presenta el panorama de “descontento social” como si la dichosa polarización y las indeseadas “protestas violentas, los disturbios y las huelgas” brotaran por generación espontánea, sin razón alguna. De la explotación y la hiperconcetración de la riqueza mejor no hablamos. Peor: el texto sugiere que el descontento social está más bien ligado a “los ciclos de noticias”.
El Global Risks Report 2024 advierte que la perspectiva en los próximos dos años para el mundo es “predominantemente negativa”, y más, dicen que esperan que las cosas empeoren durante la próxima década. Para estos señores, el futuro se ve ahora peor que antes: “La perspectiva es notablemente más negativa en el horizonte de diez años, con casi dos tercios de los encuestados esperando una perspectiva tormentosa o turbulenta”.
Ahora, los “líderes mundiales” y “expertos” del WEF explican que, según su análisis, cuatro “fuerzas estructurales determinarán la materialización y gestión de los riesgos globales durante la próxima década”. Estas fuerzas impulsaran los cambios sistémicos a largo plazo en el panorama global. En primer lugar, las tendencias relacionadas con el calentamiento global y sus consecuencias en los sistemas terrestres (cambio climático). Enseguida, los cambios en el tamaño, crecimiento y estructura de las poblaciones en todo el mundo (bifurcación demográfica). En tercer lugar: las trayectorias en el desarrollo de las tecnologías de frontera (aceleración tecnológica). Por último, algo que suena a entelequia: la evolución material en la concentración y fuentes del poder geopolítico (giros geoestratégicos). De estas cuatro fuerzas apocalípticas la que preocupa a Mustafá Suleyman es la tercera, la aceleración tecnológica sin controles. En cambio, para el estrambótico presidente de Argentina, Javier Milei, quien fue a espetar en el encuentro de este año del WEF que “Occidente está en peligro”, los agentes globales de riesgo son “la justicia social” que “se ha puesto de moda”, “la casta política”, “el feminismo radical” y “los parásitos que viven del Estado”.
Por su parte, la señora Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, tuvo la caradura para ir a declarar a la WEF la siguiente insensatez: “la preocupación principal para los próximos dos años no son los conflictos o el clima, es la desinformación y la mala información, seguidas de cerca por la polarización de nuestras sociedades”. Claro, no extraña de quien aprovechó el foro para negociar más dinero y armas para aceitar la maquinaria que mantiene la guerra en Ucrania.
3
¿Es posible preguntar a las fuerzas mismas que menciona el reporte del WEF cuál de ellas es la que debería preocuparnos más? A una sí, fácilmente.
Probablemente ustedes sepan que Bard es el modelo de lenguaje en línea creado por Google AI, con la participación de Google DeepMind. Informé a Bard sobre el asunto, a detalle y luego lo cuestioné: “De esas cuatro, ¿cuál te parece más preocupante?” He aquí su respuesta: “De las cuatro fuerzas estructurales identificadas por el WEF, la que me parece más preocupante es el cambio climático. El cambio climático es un desafío global que ya está teniendo un impacto significativo en el planeta.” Su contestación me parece bastante razonable. En contraste, considero mucho más preocupantes y riesgosas algunas posturas humanas, como las de las de Milei y Von der Leyen. Quizá Mustafá el millonario, el coreano Piedra fuerte y nosotros mismos deberíamos preocuparnos más por ciertas inteligencias naturales que por la artificial.
En este mundo coexistimos dos razas: la humanista y el materialismo, básicamente. El humanismo posee la verdadera inteligencia y el materialismo, el pragmatismo. Una lucha de fuerzas, ying-yang, la noche y el día, el placer y el gozo, la creación y el caos.
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