domingo, 3 de noviembre de 2024

De la Tiniebla a Edipo

  

Se dan dos regímenes de relaciones entre

los dioses y los hombres: el convite y el estupro.

El tercer régimen, el moderno, es la indiferencia,

pero supone que los dioses ya se han retirado.

Roberto Calasso, Las bodas de Cadmo y Harmonía.

 

 

 

La mitología griega da cuenta cabal de toda la genealogía de Edipo rey. Digo cabal y digo toda, y no exagero: la pista filogenética del personaje trágico puede hilvanarse hasta algo previo al Principio, algo anterior a todo.


 

La historia familiar de Edipo de Tebas comienza desde el vacío primordial, el Caos. O si damos por buena la versión de Gaius Julius Hyginus (c. 64 a. C. – 17), la saga se remontaría al Calígine: en su Fabulae, el latino, quizá nativo de Hispania, menciona a Caligio, Tiniebla, como la entidad primaria, que existió incluso previamente que el Caos. En fin, después de la oscura nada, después de la total masa desordenada e informe… Pero qué tanto después. Imposible decirlo: el Caos no pudo durar mucho ni poco ni nada, puesto que no había tiempo.

Antes del mar y de las tierras y de lo que todo lo cubre, el cielo, era único el aspecto de la naturaleza en el orbe entero, al que llamaron Caos, masa informe y enmarañada y no otra cosa que una mole estéril…

Ovidio, Metamorfosis.

En fin, inmediatamente después o al cabo de universales eternidades, el Cosmos comenzó a conformarse cuando en medio del Caos surgieron “Gea, la de amplio pecho”, el tenebroso Tártaro y Eros, ellos tres, los primeros dioses, los inaugurales cósmicos.

 

Dueña ya de su propia existencia, ella, Gea, “alumbró al estrellado Urano”. Luego parió monstruos. Aún había muy poco, casi nada, menos tabúes: Gea se convierte en la consorte de su hijo celeste y juntos habrán de procrear a la primera camada de Cíclopes —los salvajes y violentos Brontes, Estéropes y Arges—, y también a los Hecatónquiros —Cottus, Briareos y Giges, temibles gigantes de cien manos y cincuenta cabezas—, pero además de todos esos monstruos, Gea y Urano incorporaron al mundo a los Titanes: doce, según Hesíodo, o trece, si contamos también a Dione.



Cuantos haya sido, entre ellos estaban Cronos, el tiempo, y dos ancestros de Edipo: “acostada con Urano, Gea dio a luz a Océano, de profundas corrientes” y a “la amable Tetis” (Hesíodo, Teogonía), el par, deidades del agua: ella personifica la fertilidad del mar; él, las aguas exteriores del mundo.



Los hermanos Océano y Tetis se desposaron y tuvieron muchísimos hijos e hijas, más de tres mil, los Oceánidas, dioses de los ríos, y las Oceánides, ninfas de estanques, lagos, lagunas, arroyos… Una de ellas, Melia, se unió con su hermano Ínaco, y fruto de este nuevo incesto nacieron Foroneo, Egialeo, Micene.

 

Foroneo sería un destacado héroe civilizatorio de la Argólida. Plinio el Viejo (23 – 79) se refirió a él como “el primer rey de Grecia”. Higino informa que más bien se decía que Foroneo había sido “el primer rey de los mortales” y “el primero que construyó un templo en Argos”. Pausanias (c. 110-180) en su Descripción de Grecia afirma que “Foroneo… reunió por primera vez en una comunidad a los habitantes, que hasta entonces vivían diseminados y cada uno por su lado”, y que en la ciudad de Argos se hallaba una estatua de Bitón en la que se mantenía encendido…

… un fuego que llaman de Foroneo, pues no están de acuerdo en que Prometeo dio el fuego a los hombres, sino que quieren transferir el invento del fuego a Foroneo.



En fin, este hombre se desposó con una ninfa, Tédice, con quien tuvo descendencia, el Bitón de la estatua aludida y la bella Níobe —no confundirla con la otra Níobe, la hija de Tántalo—, “la primera mortal a la que Júpiter forzó”, cuenta Higino, y donde él dice Júpiter, porque es romano, debemos entender Zeus.


 

Dado que aquí se entromete en el árbol genealógico de Edipo, conviene recordar que Zeus, igual que Melia y su hermano Ínaco, es también producto del incesto divino, hijo de dos Titanes. “Rea, entregada a Cronos, tuvo famosos hijos…”: Hestia, Deméter, Hera, Hades, Ennosigeo (Poseidón) y “el prudente Zeus, padre de dioses y hombres” (Hesíodo). Y conviene también recordar que “el prudente Zeus” tenía la arraigada maña de seducir, engañar o de plano violar diosas, ninfas y mujeres de carne y hueso. “Si damos crédito a las confidencias de Hera, su esposa-hermana, Zeus ‘siempre se empeñó en dormir ya sea con inmortales, ya sea con mortales’” (Roberto Calasso, Las bodas de Cadmo y Harmonía). No tenemos detalles, pero haya sido a la buena o la mala, Zeus se amancebó con Níobe, y engendró a Argos.

 

Argos le cambió el topónimo a la ciudad en la que su padre Zeus lo trajo al mundo: dejó de llamarse Foronea para llevar su propio nombre, y se desposó con Evadne, hija del dios pluvial Estrimón. De la prole de esta pareja debemos destacar a Ío, quien sería víctima de las urgencias eróticas que su belleza despertó en Zeus —su abuelo paterno—. Para ocultar su relación y proteger a Ío de la celosa Hera, Zeus transformó a Ío en una ternera. Ya hace unos días conté aquí que Ío sería restaurada a su forma humana para dar a luz a un hijo llamado Épafo, quien se convirtió en rey de Egipto, y también en bisabuelo de Cadmo, el tatarabuelo de Edipo.

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