domingo, 17 de noviembre de 2024

Dobles dobles

  


Símbolo del caos y del mal, la Hidra de Lerna era un monstruo acuático de múltiples cabezas y aliento venenoso. En su Teogonía, Hesíodo (c. 700 a. C.) cuenta que quien logró aniquilar “con su implacable bronce” a “la perversa Hidra” —hija de Tifón y Equidna, dos aberraciones primordiales— fue nada menos que el héroe más célebre de la mitología griega: “el hijo de Zeus…, el Anfitriónida Heracles” —Heracles para los griegos, Hercle para los etruscos, Hércules para los romanos—. Ahora, Hesíodo nomina a Heracles como “el Anfitriónida” para hacer referencia a Anfitrión, su padre adoptivo, terrenal y falso, puesto que quien verdaderamente lo engendró fue Zeus, el Mero Mero, el Supremo, el rey de los dioses y los mortales. De lo anterior se desprende que Heracles tuvo dos abuelos paternos: uno verdadero, el dios titán Cronos, y otro falso, Alceo, rey de Tirinto —por eso en algún momento Ovidio se permite llamar a Hércules “el Alcida”—.

 

En cuanto a la madre del héroe griego, la cuestión es menos complicada: fue la argólide Alcmena, hija de Electrión, rey de Micenas. En su Escudo, Hesíodo describe así a la dama: 

… superaba a toda la especie de femeninas mujeres en aspecto y estatura; y, aún más, en espíritu ninguna era su rival de cuantas parieron mortales acostadas con mortales. De su cabeza y negras pestañas se exhalaba tal fragancia cual de la muy dorada Afrodita; además, tan de corazón honraba a su marido como nunca jamás lo honró ninguna de las femeninas mujeres.

Contaba ya aquí que para saciar las ansias que despertaban en su divino ser las despampanantes gracias de doña Alcmena y poder entablar comercio carnal con ella, el mañoso Zeus adoptó por entero la apariencia del marido, Anfitrión, y aprovechó la ocasión cuando él se hallaba guerreando fuera de Tebas:

Zeus se presentó una noche y, haciéndola durar como tres, yació con Alcmena en figura de Anfitrión y le relató lo sucedido con los teléboas. Cuando llegó Anfitrión y vio que su mujer lo acogía sin entusiasmo, le preguntó el motivo, y al decirle Alcmena que a su regreso la noche anterior ya se había acostado con ella, Tiresias le aclaró que la unión amorosa había sido con Zeus.

Así lo narra Pseudo-Apolodoro en su Biblioteca mitológica (c. s. I d. C.). Imposible concluir que Alcmena traicionó a su esposo —¿con él mismo?—. En esta versión del suceso, Zeus convirtió tres noches en una. Hesíodo no detalla si la noche aquella del encuentro sexual duró más de una. Diodoro Sículo (s. I a. C.) en su Biblioteca histórica (t. IV) consigna la misma antinatural duración del encuentro que Pseudo-Apolodoro: “… cuando Zeus se unió a Alcmena, triplicó la duración de la noche y, por la magnitud del tiempo que se empleó en la procreación, presagió la fuerza extraordinaria del que iba a nacer”. Higino (64 a. C. – 17 d. C.), en su Fábula, dice que Zeus “… suprimió un día y unió dos noches”, mientras que Publio Ovidio Nasón (43 a. C. – 17 a. C.), en Las metamorfosis, señala que esa noche duró lo que dos. Luciano de Samósata (125-181), en su Diálogos de los dioses, informó que la noche de amoríos del padre de los dioses con la mujer se prolongó por lo que duran tres días completos. Independientemente de cuántas horas haya tomado aquello, el caso es que Zeus consiguió embarazar a Alcmena, y enseguida, porque regresó victorioso, Anfitrión procedió a lo propio, así que Alcmena concibió dos hijos: de Zeus, a Heracles, “mayor una noche que Ificles, habido de Anfitrión”.

 

Anfitrión conocerá la verdad de lo ocurrido y descargará de toda culpa a su mujer. En la versión de Molière (1622-1673) de la comedia Anfitrión, el propio Júpiter, que es decir Zeus, convencerá al marido de que más bien debería sentirse orgulloso por lo sucedido:

No veo que para tu amor haya ningún motivo de queja, que en esta aventura soy yo, por más dios que sea, quien debe ser el celoso. Alcmena es toda tuya, hiciera lo que hiciese, y debe resultar muy grato para tu amor ver que, para agradarla, no hay otra vía que parecer su esposo: que Júpiter, revestido de su gloria inmortal, no ha podido por sí mismo vencer su fidelidad, y lo que ha recibido de ella solo a ti ha sido entregado por su ardiente corazón.

Transcurridos ocho meses —fueron prematuros—, Ificles nació primero, seguido por su medio hermano mellizo, el semidios Heracles. Esta secuencia se debe a que, celosa y deseando perjudicar a Heracles, Hera hizo que el parto de Alcmena se retrasara. Esto se logró mediante un engaño: la diosa hizo que las Ilitias no acudieran a tiempo a ayudar a Alcmena. No tenemos descripciones de los recién nacidos, pero por muy parecidos que hayan sido entre sí, mellizos de la misma madre, muy pronto Anfitrión y Alcmena supieron cuál era cuál. De nuevo, la fúrica esposa de Zeus, Hera, deseosa de asesinar al vástago de su casquivano hermano-consorte, hizo aparecer dos enormes serpientes en la cama de los bebés…



Alcmena, en el momento de apuro, gritó pidiendo ayuda a Anfitrión, pero antes de que él pudiera hacer algo, el pequeño Heracles se incorporó y estranguló a las serpientes con sus propias manos. Así lo consigna Ovidio, aunque Ferécides de Leros (c. 450 - 400 a. C.) cuenta una historia algo distinta: que más bien fue Anfitrión quien decidió poner las serpientes en la cama para averiguar cuál de los dos niños era el hijo de Zeus y cuál el suyo. Suena lógico: seguramente al pobre lo desquiciaba la igualdad. Diferenciar, separar, escindir, es la operación más primitiva para combatir el caos, para aniquilar a la Hidra.

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