En las diversas versiones del mito de Narciso, el estanque donde se contempla no suele tener un nombre propio. Generalmente, se le describe de forma poética o simbólica, pero no se le adjudica un nombre específico como si fuera un lugar geográfico real.
Por ejemplo, en las Metamorfosis de Ovidio, la fuente
es descrita con detalle:
Había una fuente clara como la plata, que no había sido tocada ni por pastores ni por cabras ni por otras bestias salvajes; ni rama alguna había caído en sus aguas, ni hoja. Un prado la rodeaba...(Metamorfosis, III, 407–409)
En otras versiones, como las de Pausanias o Conón, tampoco
se nombra el lugar de manera específica, aunque a veces se le asocia con la
región de Tespias en Beocia, donde supuestamente ocurrió el mito.
En resumen, el estanque de Narciso no tiene un nombre propio
canónico en los relatos clásicos. Su anonimato refuerza su carácter simbólico:
un espejo natural, universal, donde el yo se pierde en su reflejo. Aunque a
cada yo le dolería saberlo, ese espejo es el mismo para todos.
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