viernes, 21 de agosto de 2009

El arcángel terapeuta

Exordio
Con todo, aún quedan algunos valientes en este país. Por ejemplo, Mario Rodarte tuvo la audacia de pedirme que participará en la presentación de su primer libro de cuentos, La rebelión del arcángel, publicado hace un par de meses por Grupo Editorial Porrúa. El jolgorio ocurrió apenas la semana pasada, en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, un sitio maravilloso localizado en uno de los muchos lugares que todavía mantienen en calidad de redimible a la Ciudad de México, la colonia Hipódromo Condesa. La librería forma parte del Centro Cultural Bella Época, espacio remodelado, con harta inteligencia y sobrada emoción, en el inmueble del antiguo cine Lido por el arquitecto Teodoro González de León. Frente a unas setenta personas, algunas llegadas especialmente para la ocasión desde el altiplano hidrocálido, nos tocó hablar al editor y librero Miguel Ángel Porrúa, al poeta Arturo Córdova Just y a mí. Luego, el vino de honor y la chorcha.


Humor is just
another defense against the universe.
Mel Brooks

Las buenas maneras importan, y el protocolo no escrito de estos amenos rituales, la presentación de un libro, prescribe a las claras: dirás maravillas del recién nacido, no pecarás de tacañería a la hora de elogiar al autor y, sobre todo, guardarás tu sentido crítico para otras ocasiones. De corazón os digo que con las dos primeras sentencias no tengo lío alguno: el libro me gustó y Rodarte es mi cuate. Sin embargo, hoy me considero suficientemente autorizado para infringir la tercera norma, toda vez que yo amenacé a tiempo:

Señores y señoras, el título de este libro… está mal.

La rebelión del arcángel podría ser un buen título, de acuerdo, pero para un tratado de teología, incluso para un manual de guerrilleros místicos o de místicos guerrilleros, que bien mirado no han de batallar en pos de los mismas ambiciones, o casi…


La rebelión del arcángel, título que la antología toma de uno de los cuentos, está bien para un boceto de Francis Bacon, el pintor irlandés no el filósofo londinense…, incluso, ahora que lo pienso, resulta un nombre más completo para la escultura de Miguel Peraza que ilustra la portada del libro de Mario… Pero, señoras y señoras, este libro, sin duda, debió llamarse El PIB y la señora Puig. ¿Por qué? Bueno, no sólo por el misterio que encierra, como todo lo que tenga que ver con una dama y con el arte oculto de la macroeconomía, también por su redondez y eufonía, pero más que nada porque la sexta es una narración bastante representativa de los veintiséis cuentos que integra el libro… Y me reservo para el final en qué sustento lo que acabo de afirmar…

Antes, permítanme unas cuantas palabras acerca del cuentista… ¿Para qué inventar el hilo negro? El lugar común aquí sí aplica: Mario tiene un poco, más bien un mucho, de músico, poeta y loco…, bueno, más precisamente de músico, poeta y economista, que en las condiciones actuales del mal llamado modelo en que vivimos es decir lo mismo.

Y si bien la bohemia y el rock le otorgan sobradas cartas credenciales de músico, permítanme recomponer la trinidad: terapeuta, poeta y loco, y un solo pensante verdadero.


No tanto en sus artículos y comentarios periodísticos sobre las vicisitudes de las variables que invariablemente nos deportan al valle de lágrimas de las crisis económicas, sino más en su trabajo literario es que sus personas de terapeuta y poeta hacen acto de epifanía: en La rebelión del arcángel, libro que por cierto debió llamarse El PIB y la señora Puig, Mario regala al lector veintiséis buenos ejemplos de que, ante el caos insuperable de la realidad cotidiana, los placebos más humanos y eficientes, es decir que sirven aunque y porque no sirven, son la imaginación y el sentido del humor.


Paso pues a hablar del recién nacido, y ya con esto me despido...

En todos los cuentos de Mario Rodarte uno encuentra, aunque no lo esté buscando, uno de los insustituibles beneficios del arte en general, un don que en movimiento pendular se halla entre la cura y el consuelo. Me refiero, claro, al poder terapéutico de la literatura. Sus ingredientes activos: la imaginación y el sentido del humor.


A Francis Bacon, ahora sí el filósofo londinense no el pintor irlandés, le debemos un gran aforismo, certero y bien fraseado: Al hombre se le dotó de imaginación para compensarlo por lo que no es, y de sentido del humor para consolarlo por lo que sí es.

Señoras, señores…, pues nada, que hay opciones. Entre el 2 a 1 que el TRI le recetó a los gringos y el peor shock financiero de los últimos 30 años, entre el éxtasis y el horror, quedan huecos. La literatura es uno maravilloso.

Mario, gracias, por ejercer de terapeuta, poeta y loco.

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