sábado, 15 de agosto de 2009

Un cuento relatado por un idiota

Kuisma Korhonen. ¿A qué te suena? ¿Una bacteria atroz capaz de matar a un adulto en menos de una hora? ¿El componente activo de una nueva droga sintética desarrollada en un meganarcolaboratorio en Durango? ¿Un DJ austriaco-japonés encumbrado en los antros de Bahía? Pues no, resulta que se trata de algo mucho más exótico: Kuisma Korhonen es un profesor de literatura comparada en la Universidad de Oulu. ¿Y dónde queda eso? ¿En algún archipiélago del Pacífico Sur? Ni de cerca: Oulu es la ciudad más grande del norte de Finlandia, lo cual no debería impresionar a nadie: con menos de 150 mil habitantes, alcanza una densidad de población de 97 seres humanos por kilómetro cuadrado, una realidad solitaria y difícil de imaginar para mí que escribo en la capital de la República Mexicana, en donde guerreamos a diario más de 5.8 mil personas por kilómetro cuadrado. Oulu es pequeña, pues, pero rica (de los 128 mil empleados que Nokia tiene en todo el planeta, casi cinco mil trabajan ahí), culta (otros cinco mil ouluenses laboran en el sector académico) y con sus rarezas posmodernas (año con año, ahí se celebra desde 1996 el Air Guitar World Championship, un certamen de baile en el que gana quien mejor finja tocar solos de guitarra eléctrica; neta).
Kuisma Korhonen, quien también se da tiempo para dar clases en la Universidad de Helsinki, encabeza el proyecto Encounters in Art and Philosophy, financiado por la Academia Finlandesa de Ciencias, y es un experto en la obra de Hayden White. ¿White, lo recuerdas? El pensador norteamericano a quien, después de haber publicado Metahistoria (1973), muchos han acusado de darle en toda la torre a la certidumbre científica de la historia. En palabras del finlandés: “Para muchos historiadores, White fue un traidor que introdujo subrepticiamente la teoría literaria en la historiografía, socavando así la naturaleza científica de la investigación histórica y convirtiéndola en pura literatura”.

Al profesor Kuisma Korhonen debemos agradecer la edición de Tropes for the Past: Hayden White and the History / Literature Debate (Amsterdam. Rodopi, 2006). El libro integra nueve ensayos, organizados en tres apartados: la textualidad de la Historia, Narratividad, e Historia como literatura. En el texto introductorio inicial, el propio doctor Korhonen aboga en favor de Hayden White, al subrayar que aunque ha sido frecuentemente acusado de decretar a rajatabla que todo es ficción, el norteamericano realmente siempre ha postulado una diferenciación clara entre los eventos históricos y los ficticios: “Los historiadores atienden los eventos que pueden ser referidos a ubicaciones espacio-temporales específicas, eventos que son o fueron en principio observables, perceptibles, mientras que los escritores de ficción –poetas, novelistas, dramaturgos- se ocupan tanto de aquél tipo de eventos como de los imaginados, los hipotéticos, los inventados” (H. White, Tropics of Discourse. Essays in Cultural Criticism. London, John Hopkins UP, 1978.).


¿Entonces? ¿Para qué tanto brinco estando el suelo tan parejo? Explica el finlandés: si bien en el nivel más elemental existe una diferencia precisa entre eventos factuales y ficticios, una diferencia que White casi no se preocupa siquiera en mencionar porque la da por sentada, la pura enunciación de hechos, “una labor comparable con la de un detective o de un periodista”, se trata de algo que aún está muy lejos del discurso historiográfico propiamente dicho… Para White, los textos de historia son, por definición, una interpretación de tales compendios de eventos ocurridos en el pasado, interpretación que se hace por medio de la narración. Y es precisamente aquí, a la hora de tramar, de hilar historias, en donde las técnicas de la literatura y de la historiografía se traslapan entre sí. Toda narración es una interpretación de hechos, reales o imaginarios. Como tú y como yo, historiadores y novelistas tienen que echar mano de estructuras profundas de significación para narrar un determinado orden de la realidad. Los escritores de ficción se refieren a eventos que no necesariamente se puede verificar o desmentir; los historiadores se refieren a eventos que se puede verificar o desmentir por medio de testimonios. Sin embargo, desde cierta perspectiva, las obras de ambos son ficción en tanto que comunican una visión arquetípica que no se puede verificar o desmentir, sencillamente porque es algo que se agrega al mundo tal cual es, esto es, ficción. Para White, el mundo en sí mismo no es inherentemente trágico, cómico, romántico o irónico, simplemente es, pero cuando la gente trata de darle sentido a su pasado por medio de discursos, ya sea historiográficos o literarios, depende de visiones arquetípicas. Así, la vida misma se conforma por la ocurrencia de sucesos que por sí misma carece de una estructura narrativa propia; la historia y los cuentos se traman después. ¿Sencillo? Creo que sí, como todas las grandes ideas. Dicen que dijo Shakespeare que la vida es como un cuento relatado por un idiota, que no tiene ningún sentido.


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