viernes, 5 de febrero de 2010

El tobogán de la ignorancia II

Para la comprensión del mundo,
la historia es un lujo costoso y superfluo.
Nietzsche

¿Quién era realmente Jacinto Canek? De entrada, sabemos que su verdadero nombre fue otro: Jacinto Uc de los Santos. O él se autonombró Canek o los indígenas del pueblo de Cisteil así lo hicieron. Canek significa “serpiente negra”, y si el hombre quiso ser el nuevo rey de los mayas entonces tendría sentido que haya tomado dicho apelativo de la historia prehispánica yucateca.

La Liga de Mayapán se disolvió en el siglo X d.C. Dicha alianza estaba conformada por tres señoríos: Chichén Itzá, Uxmal y Mayapán. Entonces, la casa de los Cocomes controló el gobierno de Mayapán, desde donde arrogaron para sí el control político del norte de la península. Por su parte, los itzáes migraron hacia el sur, a Petén, en donde años después alcanzó la hegemonía la estirpe Canek. Así, si Jacinto sabía todo esto, al renombrarse como Canek se proyectaba como heredero de uno de los grupos más civilizados del pasado maya.

También sabemos que Jacinto tenía 30 años en 1761, año en que ocurrieron los sangrientos hechos de Cisteil. Justo Sierra O’Reilly (Los indios de Yucatán, 1848-1851) afirma que era un “indio de raza pura”, y lo caracteriza como una persona “de pasiones enérgicas” que llevó “una vida desordenada y turbulenta”. Era viudo y no tenía prole.
Para escribir su versión, Sierra O’Reilly se basa en un par de documentos del siglo XVIII: una Relación hecha al cabildo eclesiástico por el prepósito de la Compañía de Jesús, acerca de la muerte de Jacinto Can-ek y socios, firmada por un tal Martín del Puerto, y un anónimo manuscrito de la época. Claro, también echa mano de la tradición oral que de generación en generación habían llegado hasta el tiempo en el cual él mismo escribió, esto es, mediados del siglo XIX. Sostiene que Jacinto Canek era residente de Cisteil y que era panadero. También señala algo que luego sería reproducido por casi todos los historiadores que han abordado el tema: que Jacinto fue educado por los franciscanos en el convento de Mérida, por lo que “conocía perfectamente la historia de la conquista y sus particularidades”. ¿Y qué dicen las fuentes directas? ¿Existen? En el Archivo General de las Indias de Sevilla, España, aparecieron dos documentos: Testimonio de Autos hechos sobre la sublevación y los Autos criminales seguidos de oficio contra los indios naturales de Kisteel sobre el levantamientos; ambos datan de diciembre de 1761 y testimonian el juicio que falló el descuartizamiento y pena de muerte de Jacinto Canek. ¿Podrá encontrarse aquí la verdad histórica?

En su primera declaración (8 de diciembre), luego de jurar sobre una cruz que iba a responder con la verdad, el reo declaró llamarse “Joseph Jacinto Uc de los santos Canek”; es decir, de entrada, en el nombre hay diferencias. Luego, dijo ser “natural del barrio Campechuelo de los laboríos”. Afirmó no ser residente de ningún pueblo, “porque se ha andado vagabundeando”, cosa en la que coinciden otros relatos que dan cuenta de que el personaje anduvo por todo Yucatán como chamán ambulante. En cuanto a su edad y estado civil no hay discrepancias respecto a lo que los historiadores han consignado. Sin embargo, al cuestionarlo sobre su oficio, Canek no contestó “panadero”, respondió: “mayordomo del señor Jesús Nazareno”. La respuesta permite muchas lecturas, seguramente de disímil pertinencia: ¿y si el pobre hombre no era más que un loco indigente? ¿O no será posible pensar que el indígena sencillamente les estuviera tomando el pelo a sus captores? Pero también, por supuesto, es perfectamente válido especular que, a más de dos siglos de la conquista, el sincretismo religioso hubiera llegado a tal punto que un movimiento emancipador indígena fuera comandado por un descendiente de Chichén-Itzá y al mismo tiempo por un mayordomo de Cristo.


Enseguida, el interrogatorio se dirige a consignar la narración de los hechos de acuerdo al enjuiciado: “habiendo salido [de] Chikindzonot por unos azotes que le dieron por paseador, llegó el día tres o cuatro de noviembre al pueblo de Cisteel, habiendo pasado antes… por Tiholop, en donde habló al cacique… y al escribano… y les dijo que venía de oriente…, que iba a coronarse al pueblo de Cisteel, por Rey de toda la provincia, porque ya había llegado el día de que muriesen todos los españoles, y que estuviesen prontos con todos los indios…” El relato sigue, pero con lo dicho, claro, era ya más que suficiente para que las autoridades coloniales lo condenaran a muerte. Ahora, ¿es verdad lo que declaró Jacinto? ¿O se consignó realmente en el Testimonio de Autos lo que dijo? Un dato derrumba cualquier certeza: Jacinto no firmó su declaración porque dijo que no sabía hacerlo… ¿No había sido educado por los franciscanos? ¿O sabía firmar pero no estaba de acuerdo con la manera en que habían sido registradas sus palabras? ¿O todo no fue más que una farsa montada por los ladinos? Jamás lo sabremos.

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