lunes, 6 de julio de 2015

Un relato para todos

Acabo de leer algo excepcional. El libro llegó a mis manos por imposición del conde Serredi, y no me quejo, se lo agradezco. Durante más de dos meses, mi amigo había intentado hacerme entrar en razón: cada que nos veíamos o nos comunicábamos él insistía en que me dejara de tonterías y corriera a comprar el libro. ¿Ya lo estás leyendo? ¿Ya lo compraste? Una llamada, un correo electrónico, un tweet, cualquier medio era bueno. Pero nada, pasaban las semanas y yo seguía entretenidísimo consumiendo novela tras novela, y no le hacía caso. El hostigamiento llegó a su fin cuando el conde terminó por hartarse de mi testarudez, y una feliz tarde se apersonó con un ejemplar nuevecito bajo el brazo: Toma, ponte a leerlo cuanto antes.

De animales a dioses no solamente es el título del libro, es también la tesis que sostiene la Breve historia de la humanidad que escribió Yuval Noah Harari (Debate. México, 2014. Primera edición en inglés, 2013). A lo largo de poco más de 450 páginas, el autor consigue contextualizar en la enormidad cósmica la aparición del Homo sapiens, y logra una panorámica de la totalidad de su transcurrir a través del tiempo. La física, explica Noah Harari, es el nombre que hemos dado al relato que inició hace unos 13,500 millones de años, cuando materia, energía, tiempo y espacio irrumpieron. Química llamamos al relato de los átomos y las moléculas, las estructuras que comenzaron a formarse alrededor de 300 mil años después del big bang. Sigue la biología, el relato de la vida, el cual comenzó hace unos 3,800 millones de años, en la fruslería de planeta que hemos bautizado Tierra. Continúa el relato que hoy vivimos: “Hace unos 70 mil años, organismos pertenecientes a la especie Homo sapiens empezaron a formar estructuras todavía más complejas llamadas culturas. El desarrollo subsiguiente… se llama historia”. De ello trata el libro, de 70 mil años de historia de la humanidad, un relato que está a punto de terminar. El planteamiento del doctor Yuval Noah Harari establece que la historia comenzó cuando los humanos inventaron a los dioses, y que terminará inminentemente, cuando los humanos se conviertan en dioses. No se trata de una proposición retórica; el autor piensa que el género humano efectivamente está por dejar de existir: “A menos que se interponga alguna catástrofe nuclear o ecológica…, el ritmo del desarrollo tecnológico conducirá pronto a la sustitución de Homo sapiens por seres completamente distintos que no sólo poseen un físico diferente, sino mundos cognitivos y emocionales muy distintos”.

De animales a dioses no es un libro de ciencia ficción, mucho menos un compendio de despropósitos de pseudociencia. Es un ensayo historiográfico extraordinariamente bien documentado, anclado en fuentes serias y actualizadas, inteligente y escrito con pulcritud. Yuval Noah Harari (Israel, 1976) estudió historia, se doctoró en la Universidad de Oxford y es catedrático en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En menos de un par de años su libro se ha convertido en un bestseller internacional, traducido ya a más de treinta idiomas. No es para menos, el joven historiador ha conseguido construir un discurso desde el cual prácticamente cualquier lector puede encontrar bases firmes para conformar una conciencia histórica de género. De animales a dioses ofrece una cosmovisión humana, transcultural, inusitadamente incluyente.

Desde que evolucionó en lo que somos, el Homo sapiens conformó una idea de mundo. En ello, en la capacidad de abstracción, radica nuestra naturaleza; de hecho, “toda nuestra capacidad de administrar la realidad… —afirma Sartori— se fundamenta exclusivamente en el pensamiento conceptual…” (Homo videns, La sociedad teledirigida. Taurus, 1998)—. ¿Cómo pudo ser entonces el mapa mental del mundo que abstrajeron los primeros seres humanos, digamos, hace unos 70 mil años? En su curioso Atlas of Prejudice: Mapping Stereotypes (Alphadesigner, 2012), Yanko Tsvetkov aventura una hipótesis que me convence. Tres círculos concéntricos: en el primero aparece el hombre, cualquiera de nuestros ancestros cromañones que ya era esencialmente como usted o como yo (Me); en el siguiente, junto a mí, los animales que me quieren comer, y enseguida, ya distantes, en el tercer perímetro, los animales que realmente a mí me gustaría comerme. ¿Eso es todo? No, por supuesto, porque más allá de lo tangible está el verdadero prodigio humano, el mundo abstracto, en este caso, el gran enigma, todo aquello sobre lo cual no sé nada: The Great Mysterious ‘Je ne sais quoi’. “El gran misterio” que, sin embargo, es ya una idea. Traigo a cuento el hipotético mapa mental de los primeros humanos porque el relato que trama Noah Harari señala un inicio ubicado en la biología, el punto de quiebre en el que la humanidad comenzó a escalar la cadena alimentaria: “La posición del género Homo en la cadena alimentaria estuvo, hasta fecha muy reciente, firmemente en el medio… Fue sólo hasta hace 400 mil años cuando las diversas especies de hombre empezaron a cazar presas grandes de manera regular, y sólo en los últimos 100 mil años (con el auge del Homo sapiens) saltó el hombre a la cima”. Y ahí precisamente debemos radicar buena parte de nuestra conciencia histórica en tanto especie: quienes hoy somos comenzamos a serlo en una posición insignificante: “los humanos prehistóricos eran animales que no ejercían más impacto sobre su ambiente que los gorilas, las luciérnagas o las medusas”. Y desde allá a la cumbre: “la humanidad alcanzó tan rápidamente la cima que el ecosistema no tuvo tiempo de adecuarse. Además, tampoco los humanos consiguieron adaptarse”.

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