viernes, 13 de noviembre de 2015

La disparidad de la fortuna

Los animales que ocupan la cúspide de la cadena alimenticia de este planeta somos nosotros. Luego de unos 200 mil años de haber surgido de complejos y azarosos procesos evolutivos, desde hace alrededor de 10 mil años, somos la única especie humana que perdura; todas las demás se extinguieron. En términos de selección natural de las especies, el éxito de los homo sapiens resulta aplastante: con una población total de casi 7.4 mil millones y un peso promedio de 63 kilogramos por persona, hoy la Tierra aloja unos 500 millones de toneladas de materia humana viva. 

No sabemos prácticamente nada acerca de la mayor parte nuestra existencia: después de sobrevivir en África a lo largo de unos 130 mil años, el Homo sapiens comenzó a invadir el orbe; después tuvieron que pasar 60 mil años para que desarrolláramos las habilidades e instrumentos necesarios para guardar la memoria colectiva que llamamos Historia. De unos 12 mil años para acá, dos de las tendencias que se han afianzado en el comportamiento de los humanos son un aumento exponencial en la capacidad de producir satisfactores y la concentración de la riqueza. Un estudio de Oxfam revela que el año pasado 85 humanos eran dueños de la misma riqueza que en su conjunto poseía la mitad más pobre de la Humanidad, (más de 3 mil 500 millones de personas). Para enero de 2015, ya eran menos: los 80 más ricos del mundo acaparan la misma riqueza con la que sobrevive el 50% de la población mundial menos acaudalada. En otras palabras, cada uno de los 80 hombres más ricos del mundo acumula en promedio la riqueza que juntos podrían acumular poco más de 45 millones de los más menesterosos. Y sin embargo, el economista John Kenneth Galbraith considera que antes los favorecidos era menos y hoy son más: “en el pasado, los afortunados económica y socialmente eran… una pequeña minoría, un pequeño grupo que dominaba y gobernaba. Hoy representan una mayoría…” (La cultura de la satisfacción, 1992). La contradicción con lo antes dicho no es flagrante; es sólo aparente.

Como nunca antes en la historia, la producción de satisfactores permite atender las necesidades de una proporción cada vez mayor de la población, por lo demás, un contingente en crecimiento desorbitado. Ello no obedece a una creciente distribución equitativa, sino sencillamente a que cada vez producimos más y quedan más excedentes. Una condición inédita: “Por primera vez en la historia humana, la oferta empezó a superar la demanda” , explica Yuval Noah Harari (De animales a dioses). “La economía humana ha conseguido crecer en forma exponencial a lo largo de la era moderna, únicamente gracias al hecho de que los científicos dan con otro descubrimiento o artilugio cada pocos años…” Así las cosas, hoy la pobreza no tiene otra explicación que la desigualdad. A pesar de que conforme pasa el tiempo aumenta la participación relativa de las personas que tienen acceso a los satisfactores básicos, cada vez un grupo más y más reducido de individuos poseen más y más riqueza, y las diferencias se abisman. “Nuestro mundo moderno reciente se enorgullece de reconocer, por primera vez en la historia, la igualdad básica de todos los humanos, pero puede estar a punto de crear la más desigual de todas las sociedades”.

Actualmente, en algunos países, a la salvaje concentración de la riqueza hay que agregar un crecimiento insuficiente de la economía, ecuación que necesariamente arroja un incremento absoluto de los pobres. Aquí enfrentamos dicha situación: México “está inmerso en un ciclo vicioso de desigualdad, falta de crecimiento económico y pobreza” (Gerardo Esquivel Hernández, Desigualdad extrema en México. Oxfam, 2015). Mexicano es uno de los seres humanos más ricos del planeta —incluso ha sido el más rico de todos—, Carlos Slim, quien comparte ciudadanía con 53.3 millones de personas que viven en la pobreza, de los cuales, más de 23 millones no pueden adquirir una canasta básica —algo así como toda la gente que vive en la Zona Metropolitana del Valle de México—. Y, claro, todo sigue moviéndose en la misma dirección: “mientras el PIB per cápita crece a menos del 1% anual, la fortuna de los 16 mexicanos más ricos se multiplica por cinco”. También en México se aprecian los fenómenos contradictorios: de mediados de los años 90 al 2010, “ha crecido el ingreso per cápita, pero se han estancado las tasas de pobreza”. ¿Por qué? “Porque el crecimiento se concentra en las esferas más altas de la distribución”. Así, de acuerdo al Global Wealth Report 2014, el 10% más rico de México concentra poco más de dos terceras partes (64.4%) de toda la riqueza del país.  De acuerdo a los resultados más recientes de la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (INEGI), en el lapso que va del segundo trimestre del año pasado al mismo período de 2015, la cantidad de trabajadores que gana hasta un salario mínimo (no más de 2 mil 110 pesos mensuales) aumentó en 399 mil 102: eran 6 millones 488 mil, y ahora ascienden a 6 millones 887 mil personas. En la punta de la pirámide, la riqueza día día se concentra en menos personas: “El número de multimillonarios en México, no ha crecido mucho en los últimos años. Al día de hoy son sólo 16. Lo que sí ha aumentado es… la magnitud de sus riquezas. En 1996 equivalían a 25,600 millones de dólares; hoy esa cifra es de 142, 900 millones de dólares”.
Vamos todos trepados en la disparidad de la fortuna.

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