sábado, 21 de noviembre de 2015

La mayoría satisfecha

Como un filón de fango, una especie de bienestar atrofiante, embrutecedor, se ha ido extendiendo por todo el mundo industrializado occidental. Los países que conforman dicho bloque son gobernados ya no por una élite, como antaño, sino por una mayoría satisfecha. Eso pensó y eso sostuvo John Kenneth Galbraith (1908-2006) —economista nacido en Canadá y luego nacionalizado estadounidense— en su ensayo The Culture of Contentment (1992). El panorama que esboza no corresponde hoy día únicamente a las naciones del primer mundo; me parece incluso que lo que hoy no pasa en México bien puede entenderse echando mano del concepto elaborado por Galbraith: la cultura de la satisfacción.

La mayoría satisfecha “gobierna bajo el cómodo abrigo de la democracia, una democracia en la que no participan los menos afortunados”. De ahí que la Mayoría Electoral Satisfecha no sea mayoritaria: en ella no participa la mayoría de la población, sino sólo los afortunados económica y socialmente. No se trata de la mayoría de todos los ciudadanos, sino de los que efectivamente acuden a votar a las urnas. ¿Quiénes integran la Mayoría Satisfecha? Por supuesto, las clases altas, “las personas que dirigen las grandes empresas financieras e industriales y los mandos medios y superiores, los hombres y mujeres de los negocios independientes”, pero también incluye “a los empleados subalternos cuyos ingresos estén más o menos garantizados”. Además, claro, buena parte de los estratos medios urbanos: “también incluye a la importante población (abogados, médicos, ingenieros, científicos, contables y muchos otros, sin excluir a periodistas y profesores) que forman la moderna clase profesional”, a la cual endosaría yo, en el caso mexicano, a toda la burocracia. Y aquí no acaba el recuento, John Kenneth Galbraith considera también “un número apreciable, aunque decreciente, de quienes eran llamados en otros tiempos proletarios, los individuos con oficios diversos cuyos salarios se ven… complementados por los de una esposa diligente”. Toda esta gente vive, o sobrevive si se quiere, en ámbitos con cierta seguridad y con márgenes de comodidad que no están dispuestos a poner en riesgo. Esto no significa que no quieran mejorar, tener más, consolidarse, trepar socialmente. “Tampoco significa que por estar satisfechos se estén callados. Pueden estar… muy enfadados y expresivos respecto a lo que parece perturbar su estado de autosatisfacción”. Es más, la Mayoría Satisfecha jamás está del todo satisfecha: su situación afortunada no se traduce en “la ausencia de una constante aspiración personal, ni la unanimidad de la opinión política. A muchos que les va bien, quieren que les vaya mejor. Muchos que tienen suficiente, desean tener más. Muchos que viven con desahogo, se oponen enérgicamente a lo que pueda poner en peligro su comodidad”.

En nuestro país, la Mayoría Electoral Satisfecha sufre de insatisfacción crónica, aunque, paradójicamente, se declare… ¡satisfecha! Échele usted nada más un ojo a los datos duros: los resultados del módulo de bienestar autorreportado —que el INEGI levanta trimestralmente junto con la Encuesta Nacional sobre Confianza del Consumidor— muestran que la población adulta urbana en México, al menos de julio de 2013 a julio de este año, se dice bastante satisfecha. En una escala de 0 a 10 —donde 0 sería total insatisfacción y 10 total satisfacción—, el promedio de satisfacción con su vida si bien no pasa de 8.2, no baja de 7.8. 

Cuatro son las principales características de los Satisfechos según John Kenneth Galbraith:
1) “la primera…, y la más generalizada… es su afirmación de que los que la componen están recibiendo lo que se merecen en justicia. Lo que sus miembros individuales aspiran a tener y disfrutar es producto de su esfuerzo, su inteligencia y su virtud personales”. La creencia anterior incluso cuando los beneficios de los que se gozan son producto evidente de la suerte: “la buena fortuna se gana o es recompensa al mérito y, en consecuencia, la equidad no justifica ninguna actuación que la menoscabe o que reduzca lo que se disfruta o podría disfrutarse”.

2) Los Satisfechos muestran una misma postura respecto al futuro: “sintetizando al máximo, siempre prefiere la no actuación gubernamental, aun a riesgo de que las consecuencias pudieran ser alarmantes a largo plazo. La razón es bastante evidente. El largo plazo puede no llegar…” Lo que tengo lo merezco, quiero más y lo quiero ahora, cuanto antes.

3) Los Satisfechos comparten una “visión sumamente selectiva del papel del Estado. Hablando vulgar y superficialmente, el Estado es visto como una carga…”
4) La última característica “es la tolerancia que muestran los satisfechos respecto a las grandes diferencias de ingresos”. Total, siempre ha habido pobres…, ¡pobrecitos!
Entonces, ¿no subsiste nada de misericordia? Quiero creer que todavía quedan personas entre las clases media y alta que experimentan auténtica compasión hacia la gente pobre. John Kenneth Galbraith también lo cree así: “hay una minoría, nada pequeña en cuanto a número, a la que le preocupa, por encima de su satisfacción personal, la situación de los que no participan del relativo bienestar… El idealismo y la previsión no han muerto; por el contrario, su expresión es la forma más acreditada de discurso social. Aunque el interés propio actúe a menudo… bajo una cobertura formal de preocupación social, gran parte de la preocupación social tiene una motivación auténtica y generosa”. Esa inquietud genuina se presenta en apenas un grupúsculo de la Mayoría Satisfecha —“manifestarán simpatías por los marginados y preocupación por el futuro, con frecuencia desde posiciones de relativo bienestar personal…”—, de tal suerte que nunca alcanzará a motivar cambios sustanciales.

Satisfechos…, y no pasa nada.

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