… quien
dice que se ha de hacer lo que nadie hace a todos reprende.
Quevedo
Francisco Roco
Campofrío y Córdoba compuso las siguientes décimas:
En el Anglia Tomás Moro,
en rojas cenizas yace,
y de ellas fénix renace
a España vivo tesoro.
Con pluma fiel de oro
en su Utopía traducido
hoy por vos, Señor, ha sido;
y en culto vuelo segundo,
él será inmortal al mundo
y vos por él aplaudido.
Habría que agradecer al destinatario estos versos, Jerónimo Antonio de Medinilla y Porres, que haya traducido del latín al castellano la Utopía de Tomás Moro (1478-1535). En efecto, fue gracias al trabajo de don Jerónimo que se formó el primer impreso de la obra facturado en España (Córdoba, 1637) —aunque no recuperaba del todo el original; obvió el Libro I—. En la edición madrileña de 1790 (imprenta de Pantaleón Aznar) que tengo a vistas se incluyeron también las famosas palabras prologales de Francisco de Quevedo (1580-1645), en las que justiprecia la obra del célebre humanista londinense: “El libro es corto, mas para atenderle como merece, ninguna vida será larga. Escribió poco y dijo mucho. Si los que gobiernan le obedecen, y los que obedecen se gobiernan por él, ni aquellos será carga, ni a éstos cuidado”. Vale recordar que el propio Quevedo había echado mano dos años antes del libro de Moro, al que trajo a cuento traduciendo un fragmento que insertó en su Carta al rey de Francia Luis XIII. El genial cojo conceptista también cuenta que fue él mismo quien motivó a Medinilla para que realizara el trabajo, y además ahí deja dicha su propia traducción a nuestro idioma del neologismo acuñado por el sabio inglés: “Utopía, voz griega, cuyo significado es no hay tal lugar”.
La primera aparición de utopía en un diccionario de español fue hasta 1788, en el Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, y no sería sino hasta 1869 que la Real Academia la admitió en su diccionario. Hoy, según la RAE, el vocablo tiene dos acepciones: “1. Plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización. 2. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano.”
Tomás Moro —quien habría de ser canonizado por la Iglesia Católica en 1935, y luego proclamado por Juan Pablo II como el santo patrón de los políticos— publicó Utopía —Libellus vere aureus, nec minus salutaris quam festivus, de optimo rei publicae statu deque nova insula Utopia— en 1516. Tres siglos y medio después sucedió que utopía catapultó su antítesis: distopía.
No existe un uso documentado del vocablo distopía anterior al 12 de marzo de 1868. Ese día, el filósofo británico John Stuart Mill (1806-1873) se hallaba en la Cámara de los Comunes, debatiendo la política del gobierno conservador en torno a Irlanda. Al criticar la cuestión de la propiedad de la tierra y la igualdad religiosa, Mill seña ló que si bien el gobierno había declarado que podría considerar el principio de la igualdad religiosa en Irlanda, eso no habría de ser posible, en tanto que las propiedades administradas por la Iglesia de Episcopal de Irlanda no le fueran despojadas. “El costo sería demasiado alto para que la gente lo aceptara, afirmó, y el clero católico nunca podría ser sobornado. De manera humorística, Mill dijo que él y sus correligionarios a veces habían sido llamados utopistas, en gran parte porque habían defendido esquemas imprácticos, pero ahora parecía que el gobierno conservador se había unido a ‘tan buena una compañía’. De repente, Mill cambió de opinión y dijo: ‘Tal vez fui demasiado intempestivo al llamarlos utpistas, son más bien dis-topistas, o caco-topistas’” (R. C. S. Trahair, Utopias and Utopians: An Historical Dictionary). Distopía es anti-utopía; Mill creó el término a partir del griego δυσ- (düs), prefijo de sentido negativo, y τόπος (tópos), lugar. Por supuesto, la RAE ya acepta el término: “Representación ficticia de una sociedad futura de características negativas causantes de la alienación humana”.
En cuanto a cacotopía, ella se forma con el griego κακός (kakós), malo, y τόπος (tópos), lugar. Cacotopía, que casi nadie usa, es una palabra mucho más vieja que distopía. El Oxford English Dictionary informa que fue acuñada por el padre del utilitarismo, el filósofo londinense Jeremy Bentham (1748-1832) —de quien John Stuart Mill fue admirador, editor y discípulo—. El consenso académico señala que la palabra apareció por primera vez en el Plan of Parliamentary Reform, de Bentham, publicado en 1817. Sin embargo, hace poco el profesor Vesselin M. Budakov, de la Facultad de Filología Clásica y Moderna de la Universidad de Sofía (Bulgaria), demostró que el vocablo ya se le había ocurrido a alguien unos cien años atrás: “Mi estudio de la sátira utópica del siglo XVIII… encontró la evidencia de que la palabra cacotopía había sido ya acuñada con un siglo de antelación. El neologismo con sus formas derivadas cacotópica y cacotópicos apareció 17 veces en News from the Dead: or the Monthly Packet of True Intelligence from the Other World. Written by Mercury, de 1715, una revista en ocho fascículos mensuales con noticias semanales, generalmente atribuida a Thomas Berington, que alcanzó tres ediciones: la de 1714-15, la de 1719 y 1756” (Cacotopía: publicación en el siglo XVIII de News from the dead, 1715, V. M. Budakov).
Utopías y distopías comenzaron ha soñarse hace siglos, como un futuro que hoy es nuestro presente.
Hola Germán, aquí, atrapada en tu blog. Intentaré venir por aquí cuando el tiempo me lo permita. Muy agradable e interesante. Saludos y linda noche!
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