sábado, 31 de agosto de 2019

Saber, economía y saciedad


Saber



Al saber le encanta espulgarse el ombligo y, ensimismado, se anonada mirando su propia imagen, su reflejo. En cambio, la ignorancia, distraída, padece catoptrofobia —o eisoptrofobia—, miedo irracional a los espejos.


Mientras el saber siempre es introspectivo, incluso narcisista —Epistemología, Sociología del Conocimiento, Filosofía de la Ciencia, Historia de la historia, Historia de las ideas, en fin…—, sabemos muy poco acerca de la manera en la que funciona la ignorancia —v.g.: carecemos de una Fenomenología del cretinismo, de una Sociología de la ingenuidad, de una buena Historia del desconocimiento, en fin…—.


Hasta la Historia es un producto histórico: nos interesa del pasado lo que nos preocupa en el presente. Obviamente, con el olvido sucede lo mismo: desatendemos del pasado no lo que no fue importante en su momento, sino los asuntos que hoy no nos preocupan.


La gente que sabe poco de historia es la que cree que la historia sirve para no repetir los errores del pasado.


La historia es una fábrica de ruinas.


Con un mapa sin escala usted puede demostrar lo que quiera.


Todo saber es apenas un mapeo de la realidad.


La matemática, la estadística, la pasión por los datos duros, en fin, no se oponen necesariamente con el pensamiento mitológico, antes bien actualmente suelen fundamentarlo.





Economía



Considérese:

·      Abunda la riqueza.

·      Escasea el trabajo.

·      Abunda la gente.

            Este embrollo podría arreglarse nomás con lógica formal.

            Atentamente, uno que no forma parte de un grupo de expertos.


Tómese nota: los expertos en Economía andan cada vez más escasos de argumentos para poder ocultar que no tienen la menor idea de lo que está pasando.


— ¡Pero qué necedad de ese hombre! ¿¡Cómo que la Política es más importante que la Economía!? ¡La Economía no se trata de palabrerías, la Economía se trata de números y los números no mienten! ¡La Economía no entiende de razones políticas!

            — Tienes razón: la Economía no entiende razones políticas… Ni razones políticas ni de ningún tipo: la Economía no entiende razones porque la Economía no tiene entendimiento. La Economía no es alguien, la Economía es algo, una abstracción.


— ¡Qué el gobierno no meta las manos en el mercado!

            — Somos los empresarios los que generamos riqueza y damos trabajo a la gente.

            — ¡Abajo el Estado intervencionista!

           

            — Oigan, no está creciendo la economía.

            — ¡El gobierno tiene la culpa!

            — Que el gobierno haga algo, que intervenga!

            — ¡El gobierno no está mandando las señales adecuadas al mercado!

            — ¡Activen la Economía!


“El mayor error del pensamiento político es pensar [a los humanos] como animales políticos. Lo he visto por los cuatro rincones: a la mayoría la política les importa cuatro veces tres carajos y un carajo: trece” (Martín Caparrós, El Interior).





Saciedad



Supongamos que el objetivo es NO bajar las escaleras. Supongamos que las escaleras tienen 20 escalones. Supongamos que el primer presidente decidió que la manera más inteligente de no bajar las escaleras era bajar siete escalones. Supongamos que el segundo presidente, quien recibió el encargo parado en el séptimo peldaño, remontó la escalera dos escalones durante el primer tercio de su mandato, pero luego se cayó siete peldaños… El siguiente presidente, el actual, entonces recibió el encargo malparado en el peldaño número 12, y no pudo evitar trastabillar para quedar en el peldaño 13… Entonces, los expertos y opinócratas de la realidad de la escalera, vociferantes, reportan: ¡el tercer presidente es muy malo: mientras que el primer presidente, en su primer año de gestión, se hallaba en el peldaño 1, y el segundo en el peldaño 7, ¡apenas en el primer año de su gestión este señor ya se encuentra en el peldaño número 13!


Tácticas de insidia machacona en las redes

·      Lance usted preguntas cuya respuesta conoce perfectamente, con el puro afán de hacer creer que no hay información sobre el asunto.

·      Mienta burda, palmariamente: afirme que su oponente, pongamos el presidente de la República, dijo una redomada estupidez o bien una perversidad digna del mismísimo Belcebú, y anexe como prueba un video en el que aparezca el susodicho hablando de cualquier otra cosa, en cualquier otro sentido. El video, entre más largo sea, será mejor. Eso es todo, abundarán los que, sin abrir el video, ¡que flojera!, crean su infundio.

·      Si la tendencia va en contra de su enemigo, échese al agua y súmese al nado sincronizado, entusiasta, enjundioso, sin pensarlo…

·      Si su enemigo es el Poder Ejecutivo, acúselo de que pactó con los corruptos de la pasada administración porque no han metido a nadie a la cárcel. Cuando metan a alguien a la cárcel, acúselo de rencoroso y vengativo.

·      Eche mano continuamente del prototipo narrativo bien conocido como Pedrito y el lobo —usted deberá asumirse como Pedrito, se entiende—. Es ingenuo pensar que algún día acabará hartando porque sus predicciones nunca se vayan a cumplir: el futuro nunca llega, por definición.

·      Si su postura política más acabada es el pesimismo a raja tabla, si detesta usted los cambios que se están gestando, si está usted en contra de todo, no se abstenga de comentar buenas noticias, pero por favor use la siguiente formulita: en los hechos tal cosa (positiva), pero… obviedades, miedos, augurios…

·      Si está usted absolutamente seguro de que las cosas se dirigen hacia un destino negativo para usted y su grupo, como tarabilla denuncie que en todo el país cunde lo contrario: la incertidumbre.

·      Si el político a quien usted odia es popular, acúselo de populista, ¡total!, casi suenan igual.

·      Difunda machaconamente sus pequeñas inconveniencias cotidianas como una gran tragedia nacional; v.g.: el tiempo de espera de sus maletas en el Aeropuerto da para reclamar “la terrible carencia de infraestructura aeroporturaria para el desarrollo nacional”.

·      Atícele, insulte, descalifique, brame…, cuando alguien le conteste, acúselo de peleonero, de salvaje, pero sobre todo de andar polarizando la sociedad. Si le vuelven a contestar, tírese al piso, victimícese.

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