sábado, 23 de noviembre de 2019

Péndulo 89-19


History doesn't repeat itself, but it does rhyme.
Mark Twain


Cunde por  todo el orbe la sensación de que estamos viviendo momentos decisivos…, como si el péndulo de la historia estuviera llegando al punto extremo de un período de oscilación, y el cambio de dirección estuviera a nada de ocurrir…

Berlín rebosa entusiasmo, entusiasmo histórico desde el inicio de noviembre. El día 9 se conmemoraría el 30 aniversario la caída del Muro que mantuvo dividida a la ciudad desde el 13 de agosto de 1961, es decir, durante 28 largos años… —dos menos que los que hace una semana se cumplieron—. La jornada anterior a la de la celebración, en la Hertie School of Governance de Berlín, el politólogo norteamericano Francis Fukuyama (Chicago, 1952) dictó la conferencia ¿Qué lecciones podemos extraer de 1989 para hacer frente a los desafíos actuales? El influyente autor de The end of history and the last man (1992) —libro fudamental del neoliberalismo— fue presentado por el presidente de la Hertie School, Henrik Enderlein, quien al cierre de su alocución sugirió: “Reunámonos aquí de nuevo en diez años, quizá en cinco, y hagamos una recapitulación… Les apuesto que este año, 2019-2020, será recordado como un punto de inflexión muy importante en la historia del orden internacional…”

Fukuyama dijo que no hablaría sobre que, a su parecer, es evidente; a saber, que hace 30 años en el mundo se respiraba el optimismo producto de una ola democratizadora —un ánimo que, según él, se mantuvo vivo hasta la primera década del siglo XXI—, pero que ahora nos hallamos transitando por “un tipo de vía de retorno”. Dicho esto, se concentró en señalar “algunas cosas que están sucediendo bajo la superficie de todas nuestras sociedades, que están afectando la fe en la democracia”.

1) Una reorientación de la política mundial: el eje del pensamiento político parece ya no estar en las directrices de los modelos económicos, porque se está desplazando hacia elementos relacionados con la identidad de la gente —en 2018 Fukuyama publicó Identity: The Demand for Dignity and the Politics of Resentment—. Ejemplificó mencionando los movimientos budistas radicales de Sri Lanka y Birmania, y los grupos extremistas de derecha que han cobrado fuerza en Europa, Estados Unidos y Sudamérica. El conservadurismo ha ido dejando sus proclamas a favor del individualismo y el libre mercado, por las retóricas nacionalistas y raciales. La izquierda misma ha pasado de las exigencias por mejorar las condiciones de la clase trabajadora, a la defensa de minorías o grupos vulnerables.

2) La tecnología, particularmente Internet. Al inicio de los 90 del siglo pasado, todo mundo pensaba que la revolución digital sería buena para la democracia, dado que permitiría que cada vez más personas tuvieran acceso a la información y por tanto al poder. En parte ha sido así, la comunicación en línea a facilitado la organización civil —v.g.: la Primaver árabe—, pero también ha ocurrido que las fuerzas autoritarias han comenzado a utilizar la tecnología. El profesor de la Universidad de Stanford acusó: “Rusia ha empleado estas herramientas para, básicamente, hacer que los ciudadanos de los países democráticos, tanto de izquierda como de derecha, confíen cada vez menos entre sí, confíen menos en sus gobiernos y sus instituciones”. Por supuesto, se refirió al big Fake News problem: ya ni siquiera podemos estar de acuerdo acerca de los hechos, y la confusión se ha difundido.

3) Fragmentación social. La proliferación de las redes sociales ha impactado negativamente a todas las instituciones que organizaban a la sociedad, no sólo al gobierno, también a sindicatos, universidades, partidos políticos… La posibilidad de comunicarse directamente con personas con intereses semejantes ha fortalecido muchas comunidades específicas, pero ha debilidado a la sociedad —como ya había advertido el sociólogo Alain Touraine en su libro El fin de las sociedades—. “La decadencia de la confianza, de hecho, está ligada a algunas cosas buenas que han sucedido en el mundo”. Por ejemplo, los niveles educativos, que se han elevado prácticamente en todas partes, han aumentado el escepticismo respecto a la autoridad. La mayor diversidad también ha minado la confianza en instituciones que antes eran monolíticas. Finalmente, la transparencia también ha afectado la confianza: “En los viejos tiempos no sabías cómo habían cocinado la salsa, y confiabas en las instituciones. Ahora demandamos más transparencia, y la obtnemos, porque esa es otra de las consecuencias de la revolución digital, así que ahora que sabemos cómo se cocinó la salsa…, y ¡gúacala!”

4) El ascenso y declive del neoliberalismo, en concreto de la Escuela de Chicago. Fukuyama se refirió a los efectos negativos de la desregulación, como la financialización generalizada de la economía.

5) La ilusión de que la caída de las dictaduras, los régimenes autoritarios y el comunismo llevaría necesariamente al ascenso de democracias. Pero eso no ocurrió. Afganistán e Irak son un claro ejemplo de ello.

6) La crisis financiera de 2008, como un subproducto de la aplicación indiscriminada los preceptos neoliberales.

Francis Fukuyama concluyó asegurando que, a pesar de todo, no era “completamente pesimista acerca del momento actual”. Sin embargo, a renglón seguido dejo la moneda en el aire: el próximo año tendrán lugar las elecciones en Estados Unidos, y si la gente comente de nuevo el mismo error, esto es, elegir al megalómano mitómano Donald Trump, “entonces sí que estaremos en grandes problemas”. A mí me costó trabajo creer las palabras finales del politólogo: “El espíritu de 1989 no ha desaparecido del todo… La chispa que vimos el día que cayó el Muro de Berlín sigue existiendo y continuará iluminando más fogatas en el futuro”.

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