miércoles, 16 de noviembre de 2022

Cinco censos*


2022

Cubierto por una nata de aire de mala calidad —y conmigo unos 25 millones de personas—, me hallo muy cerca del centro geográfico de la Ciudad de México. Al Norte, la plasta de polución atmosférica llega hasta Naucalpan de Juárez, Estado de México; al Sur, cubre más allá de Cuernavaca, Morelos; al Este, roza las inmediaciones de la ciudad de Puebla, y al Oeste abarca hasta Toluca de Lerdo. Un poco más al Sur de donde estoy, el cogollo de contaminantes que el sistema de alta presión ha estancado ha comenzado a expandirse. El mapa que muestra la calidad del aire se está pintando de morado, morado contingencia ambiental.

 

Ando en los albores del siglo XXI, transcurren las postrimerías del año del Tigre, según el calendario chino, y de Ricardo Flores Magón, según el gobierno de México; faltan 49 días para que finalice el 2022. Hoy es sábado 12 de noviembre, y son las dos de la tarde con veinte minutos.

 

Según el reloj demográfico que corre ajustado a las estimaciones de la ONU, justo en estos momentos el planeta Tierra carga a cuestas 7,999,544,400 seres humanos. Si no ocurre una hecatombe, se espera que el martes alcanzaremos el pantagruélico monto de ocho mil millones: ocho gigasapiens.


 

1987

Por estas fechas, hace 35 años, en la radio ya comenzaban a ser transmitidos los anuncios de temporada… Por ejemplo, un comercial hoy impensable: Hay un reloj que comparte tu tiempo… ¡Stilco comparte tu tiempo, comparte tu estilo!, el jingle. Enseguida, la Lotería Nacional promocionaba su Magno sorteo navideño, cuyo Premio Mayor aseguraba un descomunal monto: ¡siete mil millones de pesos! Claro, el kilo de bacalao, de oferta —La estrella de Navidad está en Aurrerá—, costaba 29 mil pesos. En 1987 existían aún la fayuca, los “productos de importación” y todavía valía la pena arreglar las cosas: No se deslumbre, compare precio y calidad. En aparatos eléctricos para el hogar, revise el producto hasta estar convencido de su utilidad… Si es de importación, asegúrese de que existan talleres y refacciones para su reparación. Instituto Nacional del Consumidor. Sector Comercio y Fomento Industrial.

Al finalizar el bloque de comerciales, si el radio estaba sintonizado en una estación de música en español, bien podían entrar las muchachitas de Flans —Me he enamorado de un fan o Corre, corre— o los chavos de Timbiriche —Si no es ahora, será mañana—…

 

En la televisión pasaban promocionales oficiales: “En los últimos cuatro años, México ha construido 28,125 escuelas…” El spot concluía con un slogan que entonces, con un feo gerundio de inicio, el gobierno federal usaba en tono lastimero: “Superando sus problemas, México avanza.” A continuación, Christian Bach podía ocupar toda la pantalla para anunciar medias y pantimedias Elite. Después, un anuncio de chocolates —una barrita de Carlos V estilo suizo costaba 150 pesos—, uno de cigarros —una cajetilla con veinte Montana costaba 660 pesos—, y luego una “demo cápsula” del Consejo Nacional de Población (CONAPO): “La mujer mexicana tiene nuevas opciones para realizarse en la vida. La mujer joven busca una mejor preparación que le permita ser independiente y le permita [sic] ampliar su campo de acción. De esta manera, hombres y mujeres tenemos más posibilidades de vivir plenamente y contribuir al desarrollo de la sociedad”.

 

Otra “demo cápsula”, esta difundida durante el primer semestre de 1987, alertaba: imágenes de niños de varias partes del mundo, todos mirando a la cámara. Voz en off: ¿Sabía usted que a mediados de este año seremos cinco mil millones de habitantes? El rápido crecimiento de la población mundial y sus consecuencias han sido preocupación de la humanidad. Hoy México se esfuerza por tener un crecimiento más equilibrado con su desarrollo.

 


 

Cinco censos

Efectivamente, en menos de 40 años la población del mundo pasó de cinco a ocho millardos. Aquí en nuestro país, según los indicadores demográficos del CONAPO, en 1987 vivíamos 80 millones de personas —el Censo de Población y Vivienda de 1980 había arrojado por resultado una total de 66 millones de habitantes—, mientras que en 2022 somos más de 131 millones. Nuestra estructura poblacional era considerablemente más joven que la que tenemos ahora: la edad mediana era de 18 años, y actualmente es ya de 29. Ya llovió…

 

En 1987 cursé el último semestre de la licenciatura en Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. En febrero renuncié al trabajo que tenía como profesor de asignatura —Taller de Lectura y Redacción— en el IPN, y dejé de ir a dar clases a la vocacional 5, “Ricardo Flores Magón”, Culhuacán, porque en marzo comencé a trabajar en un organismo apenas creado cuatro años atrás, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). Tuve mucha suerte: me incorporé al equipo de trabajo que a marchas forzadas se encontraba planeando el XI Censo de Población y Vivienda que habría de levantarse tres años después. De aquel remoto 1987 para acá, el INEGI ya cambió de nombre, pasó de ser un órgano desconcentrado de una secretaría de Estado —primero de la de Programación y Presupuesto, y luego de la de Hacienda— para hacerse un órgano autónomo de Estado, y ha organizado cuatro censos de población —1990, 2000, 2010 y 2020— y tres conteos o encuestas intercensales —1995, 2005, 2015—.

 

Hace 35 años yo aún no había colaborado con la explosión demográfica: no tenía descendencia. Sé que para la demografía cuentan los hijos nacidos vivos por mujer, pero también tengo claro que algo tuve que ver con la existencia de dos mujeres exitosas que hoy bregan del otro lado del Atlántico.

 

Yo me apersoné en este mundo en diciembre de 1964. Aquel año la esperanza de vida al nacer era de 58.76 años. Con suerte, en 2023 los sobrepaso, y con un poco más de fortuna me da tiempo de participar en la organización de por lo menos un censo más.



* INEGI: casi 40 años (VI)

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