Hace apenas unos días, el National Book Critics Circle (NBCC) difundió los resultados de su premio anual. En la categoría de ficción, Roberto Bolaño resultó el galardonado: para la élite de la crítica literaria norteamericana, 2666 fue la mejor novela publicada en inglés el año pasado. Se dice fácil, pero…
La NBCC —actualmente agrupa a más de 600 críticos— se fundó en 1974, y comenzó a otorgar sus premios al año siguiente. A lo largo de sus 34 ediciones, es la primera ocasión que el NBCC Fiction Award se concede a una obra que originalmente no fue escrita en inglés. Ni García Márquez ni Fuentes lo han obtenido, tampoco Goytisolo ni Javier Marías ni ningún otro español… —sí un latinoamericano: en 2007 el inmigrante dominicano Junot Díaz, pero con una novela escrita en inglés, The Brief Wonderous Life of Oscar Wao—. Entre los premiados, vacas sagradas de las letras inglesas como John Updike (1932-2009) —quien alcanzó el premio dos veces— y la Nobel de Literatura Toni Morrison (1931). En 1992 ganó Cormac McCarthy (1933), autor de bestsellers (La carretera y No Country for Old Men, por ejemplo) y reconocido por la academia como uno de los grandes (Harold Bloom lo considera uno de los cuatro mejores novelistas del mundo anglo contemporáneo). De todos los premiados, únicamente en tres casos (el dominicano, un inmigrante alemán y Bolaño) la lengua materna del escritor no fue el inglés; el 63 por ciento han sido gringos; el resto, cuatro ingleses, dos canadienses, dos narradoras de la India y una australiana. En pocas palabras, con el NBCC Fiction Award la novela de Roberto Bolaño ingresa a un canon que trasciende la barrera del idioma.
Roberto Bolaño nació en Santiago de Chile (1953). Emigró en 1968; radicó en México y desde 1977 en España, donde falleció (2003). Con Los detectives salvajes (1998), se consolidó como un protagonista indiscutible de la literatura contemporánea en castellano.
Bolaño dedica 2666 a sus dos hijos. El dato debe aquilatarse: en una entrevista para Playboy México, le preguntaron qué era para él la patria… “Lamento darte una respuesta más bien cursi. Mi única patria son mis dos hijos… Y tal vez, pero en segundo plano, algunos instantes, algunas calles, algunos rostros o escenas o libros que están dentro de mí y que algún día olvidaré, que es lo mejor que uno puede hacer con la patria”.
2666 fue el estertor de despedida de Bolaño, ¡y qué jalón de vida!: un novelón de más de mil páginas. El punto de fuga aun no llega: el año 2666. En el centro geográfico, una ciudad mexicana: Santa Teresa, Sonora, el nombre que Bolaño usa para referirse a Ciudad Juárez, Chihuahua. Se estructura 2666 en cinco apartados. El primero se ocupa de cuatro filólogos expertos en el trabajo del misterioso novelista Benno von Archimboldi. Todos tras la pista del literato que se erige como candidato al Nobel. La amistad, el erotismo y sobre todo la imposibilidad de conocer realmente a los otros, son preocupaciones constantes. Un pitazo hará que la cofradía de críticos europeos viaje a México, particularmente a una ciudad tristemente famosa por las mujeres que ahí han sido asesinadas.
La segunda parte deja percibir un evidente aliento autobiográfico: Amalfitano es un chileno que ha pasado la mayor parte de su vida exiliado en España. Acaba de avecindarse en Santa Teresa, acompañado de su hija. La esposa es un caso perdido: perdida en Europa, perdida en sí misma. Amalfitano aterriza en Santa Teresa, y entra a trabajar en la UST, una universidad pública estatal muy como todas las demás…
El tercer apartado lo protagoniza un reportero afroamericano, deprimido y medio filósofo, quien viaja a Santa Teresa para cubrir una pelea de box. El periplo lo lleva a conocer de canto el mundo del narco fronterizo. En la penúltima parte, Bolaño da cuenta, uno a uno, de los feminicidios ocurridos en Santa Teresa de 1993 a 1997, y narra el contexto: las maquiladoras y los barrios pobres, la omnipresencia del narco, la esperanza del sur enfrentada a la realidad de la frontera, los tejemanejes de los judiciales, lo flexible de conceptos como bueno y malo si la argumentación se da a balazos, la locura, la impunidad que reditúa en desamparo.
En la última parte se cuenta la historia del escurridizo Benno von Archimboldi… No es sino hasta aquí que uno puede aquilatar el peso de la novela de Bolaño, cuando va tejiéndose la gran trama de una historia que pretende ser total: todo tiene que ver con todo. Roberto Bolaño logra salirse con la suya y uno, sin mucha reflexión mediante, termina, más que “entendiendo”, apropiándose de una conclusión: no existen las casualidades, absolutamente todo se integra en una totalizante red de causalidades…, y obvio, que tú hayas leído esto también forma parte de ella.
Gracias por compartir.
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