sábado, 29 de septiembre de 2018

Mapas de mapas… ad infinitum


Of course, we all know that this is so
—that mind creates the images which ‘we’ then see.
But still it is a pro-found epistemological shock
to have direct experience of this which we always knew.
Gregory Bateson



El 9 de enero de 1970, el antropólogo y epistemólogo inglés Gregory Bateson (1904-1980) dictó la conferencia “Forma, sustancia y diferencia” (Steps to an Ecology of Mind, Collected Essays in Anthropology, Psychiatry, Evolution and Epistemology. Londres, 1972), en el marco de la Decimonovena Conferencia Anual del Korzybski Memorial, realizada bajo los auspicios del Institute of General Semantics. Como ya he referido en este mismo espacio, debemos al polaco Alfred Habdank Skarbek Korzybsk (1879-1950), académico especialista en Semántica, la expresión “el mapa no es el territorio”. El aforismo fue publicado por primera vez en 1931, en una ponencia de título rimbombante —A Non-Aristotelian System and its Necessity for Rigour in Mathematics and Physics—, misma que alcanzaría fama a partir de que el propio Korzybski reflexionara sobre su origen en su libro Science and Sanity (1933) —en el que, por cierto, acepta que la formulación original no es de él, sino del matemático, poeta y autor de ciencia ficción Eric Temple Bell (1883-1960), quien poco antes había escrito: the map is not the thing mapped, esto es, el mapa no es la cosa mapeada.

Tabla 1ª del Islario general de todas las islas del mundo, Alonso de Santa Cruz, c. 1539
           
Buena parte de la ponencia Gregory Bateson versó sobre el asunto de la representación de un espacio en una carta o mapa. En principio, se pregunta
¿qué hay en el territorio que termina colándose en un mapa? Y si bien podemos encontrar mapas de casi todo, en ninguno puede representarse todo… “Sabemos que el territorio no entra [completamente] en el mapa. Este es el punto crucial sobre el que todos estamos de acuerdo”. ¿Cualquier cosa es susceptible de ser percibida y luego representada en un mapa? Bateson sostiene que si el territorio a cartografiar fuera uniforme, totalmente llano e indiferenciado, “nada llegaría al mapa, excepto sus límites, que son los puntos en los que deja de ser uniforme frente a una matriz más grande”. 

Venecia. Islario general de todas las islas del mundo, del cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz (1505-1567. c. 1539

           
En efecto, a final de cuentas “lo que entra en un mapa es, de hecho, las diferencias”, ya sean diferencias de tipo de suelo, de altitud, distinciones en la biota, en las características demográficas de quienes habitan el espacio mapeado, en la infraestructura o en la presencia o ausencia de cuerpos de agua o en lo que sea… “Las diferencias son las cosas que entran en un mapa. Pero, ¿qué es una diferencia? Una diferencia es un concepto muy peculiar y oscuro. Ciertamente no es una cosa o un evento…” La diferencia o desigualdad entre A y B no se encuentra ni en A ni en B, sino en su relación entre sí. Así que “una diferencia es, entonces, una cuestión abstracta”. Por supuesto, al observar detenidamente cualquier entorno espacial, la cantidad de diferencias que podríamos percibir es infinita, de tal suerte que para la elaboración de un mapa es indispensable prescindir de la inmensa mayoría de distinciones que se pueden percibir en el territorio. “De esta infinitud, seleccionamos un número muy limitado, lo cual se convierte en información. De hecho, lo que queremos decir con información –la unidad elemental de información– es precisamente ‘una diferencia que hace la diferencia’, y es capaz de hacer la diferencia porque las vías neuronales a lo largo de las cuales viaja y se transforman continuamente están provistas de energía”.
           
Es indiscutible pues que el mapa no es el territorio, es una representación simplificada. El mapa es diferente del territorio. “Pero, ¿qué es el territorio? Operativamente, [supongamos que] alguien salió [a observar] con la retina o una vara de medir e hizo representaciones que luego fueron puestas en papel”. Independientemente de la forma en que sea codificado, “lo que está en el mapa de papel es una representación de lo que estaba en la representación de la retina del hombre que hizo el mapa…; lo que encuentras es una regresión infinita, una serie infinita de mapas”. El territorio jamás se cuela en el mapa. “El territorio es un Ding an sich –cosa en sí misma— y no puedes hacer nada con él. Siempre el proceso de representación lo filtrará dado que el mundo mental sólo es un mapa de mapas de mapas, ad infinitum”. De lo anterior se desprende, claro, que no sólo el territorio concebible es una representación, sino todo el mundo perceptible. “Todos los ‘fenómenos’ son literalmente apariencias”.
           
Todo que se puede recabar del territorio para llevarlo a un mapa es “una trans-formación de diferencias”, y dichas diferencias, hayan sido como hayan sido definidas y seleccionadas, son “ideas elementales”. Además, “hay diferencias entre las diferencias. Toda diferencia efectiva denota una demarcación, una línea de clasificación, y toda clasificación es jerárquica. En otras palabras, las diferencias deben ser diferenciadas y clasificadas”.
           
Al final del proceso, el inventario, definición, clasificación y jerarquización de las diferencias empleadas tiene que ser explicitado en el mapa, si se quiere hacer de él una medio de comunicación eficiente. De acuerdo a
Gregory Bateson, “una de las clases con la que todos estamos familiarizados, a saber, es la clase de diferencias que se crean mediante el proceso de transformación, por el cual las diferencias inmanentes en el territorio se convierten en diferencias inmanentes en el mapa. En la esquina de cada mapa serio, encontrarás estas reglas de transformación explicadas, generalmente en palabras”. He ahí la llamada tira marginal.

sábado, 22 de septiembre de 2018

Ejemplares nini (3 y último)


Elsa

Hola. ¿De verdad no te agarro muy ocupado?... Todo bien, Toño, gracias. ¿Ustedes qué tal?... Qué bueno… Sí, claro, lo principal… Oye, pues para no quitarte demasiado tiempo, déjame ir directamente al grano… Me apena mucho, pero te hablo para pedirte un gran favor, enorme… Lo sé, Toño, qué lindo, gracias, y de verdad que por eso me atrevo… Pues se trata de Elsa… No, ella está bien de salud, todo bien, el asunto es otro. Como tal vez recuerdes, ella terminó su carrera hace algún tiempo, ¡y bien, eh!, con excelentes calificaciones, titulada con mención honorífica… No, ella estudió algo semejante, parecido, pero su licenciatura tiene otro nombre, como que trataron de darle un enfoque más novedoso, más tecnológico… Elsa es licenciada en Producción Digital… Sí, salió de una universidad particular, pequeña… Ajá… Bueno, terminó hace dos años y medio, y se tituló luego luego… No, no tesis, hacen una especie de seminario de titulación… Claro, con un costo… Total que salió de la escuela y de inmediato encontró chamba con dos amigos, egresados de la misma escuelita, que montaron un despacho de producción de comerciales, y ganando muy bien, eh… El negocio iba viento en popa, o eso parecía, sus oficinas muy bien montadas, todo nuevo, bonito; trabajaron durante unos seis meses; según entiendo consiguieron algunos contratos, pero pues al parecer no fueron habilidosos en la parte de la administración... Bueno, como haya sido, tronó el despacho, quebraron y según entiendo hasta salieron debiéndole a uno de los inversionistas, uno de los papás de los muchachos… Bueno, pero no me desvío. Elsa se quedó sin trabajo, y pues empezó a buscar y buscar y buscar… Me consta que al principio la pobre le puso mucho empeño, mucho ahínco: se levantaba temprano, organizaba su día, buscaba opciones, agendaba citas, mandaba currículums, hablaba aquí y allá, pero nada… De pronto, muy de vez en cuando, le hablaban para ofrecerle algo, pero siempre o muy mal pagado o cosas que de plano nada tenían que ver con su carrera. Un día me dijo, como no creyéndolo: “Mamá, es el colmo: me ofrecieron un puesto de vendedora en mostrador”. Pasó un mes y después otro y tres meses y seis, y cuando nos dimos cuenta Elsa ya llevaba más de un año sin trabajar y sin estudiar y sin hacer nada… Pues, nada, Toño, nada lo que se dice nada: pasarse todo el día encerrada en su cuarto maldiciendo la vida. Ya ni siquiera busca chamba, está poniéndose cada día más agria, más frustrada la pobre… Sí, tienes razón: es un círculo vicioso, y por eso te llamo, para que me ayudes a sacarla de allí… No, no es trabajo en tu negocio…, bueno sí, trabajo, pero se me ocurrió algo, una idea extremosa, de locos si tú quieres, pero la situación no está para menos. Se me ocurrió que la contrataras, vamos a decir… que la contrataras, para que te haga algo relacionado con su carrera, no sé, por ejemplo el sitio en Internet de… Bueno, no que lo haga, que revise el que ya tienes y que te proponga…, no sé, mejoras… Pero, espera, la idea es que a ti no te cueste nada, ni un peso… Sí, mira, Toño, la idea sería que yo pusiera el dinero de su sueldo, pero, claro, sin que Elsa lo supiera nunca…


Tavito

Yo nunca estuve conforme con que sacáramos a Tavito del CCH. Yo le advertí a Susana: va a perder el pase automático, pero ya la conoces, siempre le pueden los pucheros de los hijos. ¡Que trate, Susa, la vida es de los que saben adaptarse! Pero no hubo manera de convencerla: que era inhumano dejarlo ahí, que estaba muy deprimido, que ya ni se peinaba, que ya no quería que lo llevara al CCH… Al final terminó sacándolo y lo pasamos a la prepa de escuela de paga en la que había hecho la secu. Y ahí se sintió a gusto y terminó la prepa… Tavito es muy inteligente, y por eso dice que se aburre en la escuela, pero, como sea, acabó. Dijo que quería estudiar Administración de Empresas, y pues a apoyarlo, porque siempre ha sido muy bueno en matemáticas. La primera vez que presentó el examen para la UNAM quedó a siglos de llegar a los puntos que necesitaba; no sabes, una sorpresa y una desilusión para todos… Susa dijo que no podía ser, que Tavito es muy inteligente, que de seguro hacen trampas cuando califican los exámenes para que nomás queden los recomendados, pero el mismo Tavo le dijo a su mamá que no, que había sentido muy difícil el examen, que venían un chorro de preguntas que ni al caso, que no tenían que ver con Administración o cosas que no le habían enseñado en la prepa… Se enojó tanto Susana por eso que hasta fue a reclamarles en la prepa: que de qué se trataba, que si el muchacho había salido con un promedio si no muy alto al menos suficiente para que le dieran su certificado de prepa, y resulta que era un timo, un fraude, porque al niño no lo habían preparado para pasar el examen de admisión… La directora nos explicó que el problema no era pasar, que incluso con los pocos puntos que había sacado Tavito, pues sí pasaba el examen, que el problema era quedar entre los de más alta calificación para alcanzar lugar, porque todo parte de eso: de que no hay lugar para todos… Susa no salió muy convencida pero, bueno, metimos a Tavito a un curso en un colegio muy prestigiado, un curso especial para pasar el examen de admisión…, bueno, para pegarle a los puntos que se necesitan… ¡Salió bien caro!, pero, bueno, ¡ni modo!, pedí un crédito de nómina porque, pues había que apoyar al hijo… Pues sí, Susa dice que le echó muchas ganas, que lo llevaba diario y bien, animado... No, de nuevo: no alcanzó los puntos necesarios. Así que ahora a ver qué hacemos: Susa quiere que lo metamos a una universidad que está aquí cerca de la casa, particular, que muy buena según le dijeron ahí mismo, aunque la verdad yo la veo medio patito, y la verdad ya no me alcanza… Susa dice que no lo quiere tener de nini en la casa, que ya no soporta verlo ahí metido sin hacer nada, que ya ni se peina el pobre… No sé, igual pido una ampliación del préstamo…; hay que apoyar al chavo…

sábado, 15 de septiembre de 2018

Ejemplares nini (2)



Juana



… o sea que yo opté o más bien puse Biología como segunda opción, ¿no?, y casi nomás fue por poner algo, cualquier cosa, porque lo que yo realmente quería era estudiar Odontología, porque a esa se metieron todas mis amigas del CCH; así que cuando me mandaron a Biología, pues fue muy feo, una gran decepción, sobre todo porque todas las demás sí quedaron en Odontología, ¿me entiendes? Total, salieron los resultados y yo me quedé en Biología, y ahí voy, aunque, desde el principio no muy convencida, y menos conforme fue avanzando el semestre, porque nada, nada de nada, me gustaba de Biología, ¿me entiendes?, así que un día fui a servicios escolares y me di de baja… Total, presento el examen de admisión y me voy a Odontología con todas mis amigas, que ahora que lo pienso ni siquiera eran todas, pero ni eso vi…


Yo llevo cuatro exámenes y nomás no entro, y es que yo creo que si te diste de baja de una carrera como que quedas marcada o algo así, ¿me entiendes?, o eso creo, que quedas como con una mancha… Aunque igual es que cada vez son más los que quieren entrar y entonces cada vez son menos las posibilidades..., o quién sabe, qué tal que realmente yo no tengo la capacidad y soy re bruta y si entré a Biología fue nada más por el pase automático, ¿me entiendes? Así que no sé a qué atenerme, si seguir intentándolo o más bien ya no y dejarlo ahí, y buscar trabajo de lo que sea, porque ya sabes cómo están las cosas en mi casa: mi mamá ni de chiste podría pagarme la carrera en una privada…, ni en una universidad patito, ¿me entiendes? La verdad vivimos al día, aunque eso sí, frijoles nunca faltan en la casa… Así que aquí me tienes, contándote mis penas y comiendo frijoles, amiga.






Hugo



— ¿Completamos ya las brigadas?


— No, ingeniero. Fíjate que nos faltan todavía tres gentes.


— ¿Cómo? ¿Pero por qué, si llegaron un montón de candidatos?


— Pues sí, el problema estuvo en que a algunos de los que seleccionamos se les hizo poco el sueldo, y aunque ya habían aprobado todos los filtros a la hora de la hora decidieron no entrarle.


— ¡Újule!


— Por ejemplo, el chavo este, Hugo Suchull… Ingeniero topógrafo, titulado; con maestría en Geodesia…


— Oye, excelente perfil académico…


— Sí, ingeniero, aunque sin experiencia en campo… De hecho, el chavo nunca ha trabajado. Pero, bueno, íbamos a contratarlo…


— ¿Y no quiso?


— No, no quiso porque le pareció muy poca lana…


— Pues seguramente tendrá una mejor alternativa…


— ¡Cuál! O, bueno sí…: seguir en casa de sus papás, esperando que alguien le ofrezca más…


— No, pues que agarre un banquito y se espere sentado…


— Sí…, tiene ya tres años que terminó la maestría…, y nada, ahí sigue, metido en la casa de sus papás… No estudié tanto pata ganar tan poquito, dice.




Brenda



Millonésima vez que se dispone a ver la misma película… Legalmente rubia. Se sabe de memoria todos los diálogos. La ha visto una y otra vez desde que iba a la primaria. Varias veces con amigas, pero desde hace años siempre sola. Ahora la ve en la computadora, con los audífonos puestos, encerrada en su cuarto, comiendo a puñitos las hojuelas de maíz que va tomando directamente de la caja…


— Bueno…, voy a mandar unas solicitudes y a revisar mi correo a ver si alguien me ha contestado—le había dicho hace un rato a su abuelita, cuando terminaron de almorzar. Pero desde hace mucho tiempo que la señora Eugenia ya no le cree nada: sabe perfectamente que su nieta va a encerrarse todo el santo día en su cuarto a ver películas y a fisgonear la vida de conocidas y desconocidos en el maldito Facebook ése; sabe que va a seguir metida en esos horrendos pants por lo que resta de la día y toda la tarde, que no se va a cambiar ni cuando la llame para que salga a comer… 


Brenda adora cómo camina Elle Woods cuando llega a la facultad de Derecho de la Universidad de Harvard.




Fernando



— ¡Papá! ¡Papá, ya nos vamos!


Fernando sigue dormido en el sillón de la sala, en el cual pasa las noches desde que, hace más de dos años, Tere, su esposa, lo echó de la recámara. Entreabre un ojo para ver a su hija parada junto al sillón: — Pa, dice mi mamá que te pregunte si todavía te queda dinero para la comida de hoy.


— No, dile que ya no.


— Dile a tu papá que le dejo dinero en la mesa… ¡Ah, y que no queremos comer pizzas otra vez…! Nos sale carísimo…, además, en esta casa ya todos estamos hechos unas pelotas.


La niña no repite el mensaje de su madre, puesto que resulta evidente que Fernando escucha todo...: — Adiosito, pa.


— Adiós, hija, que te vaya bien en la escuela.


La niña sale corriendo hacia la puerta… Fernando escucha el portazo. Se vuelve a tapar y cierra los ojos dispuesto a seguir dormido, pero segundos después se escucha que la puerta se abre de nuevo… El furioso taconeo de Teresa lo alerta, y él se cubre la cabeza con la cobija...


— ¡Por dios, Fernando! Ya párate, no puedes seguir así. Seguro otra vez te quedaste toda la noche viendo estupideces en la televisión… Que no encuentres trabajo no justifica que seas un mal ejemplo para tu hija; la casa es un chiquero y a mí no me da tiempo de todo….


Fernando no contesta nada.

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sábado, 8 de septiembre de 2018

Ejemplares nini (1)


Carmen Mansilla Marín,
La leyenda de Lilith

Laura


Tercer intento. La verdad, la verdad, esta vez sí estudió lo más que pudo. Desde hace meses no sale de fiesta, desde hace eternidades que ni siquiera ha ido al cine…
           
Su papá no ha dejado de animarla, como desde el primer intento: ¡Tú puedes, hijita! Su mamá ya no tanto…; es más, cada vez le exige que se encargue de más y más quehaceres en la casa…:
           
— Por favor metes a la lavadora todas las sábanas, y subes a tenderlas…

Laura piensa que es su manera de decirle que mejor ya se dé por vencida, porque ya quedó claro que nunca va a conseguir la calificación suficiente. Juanelo, su hermano mayor, nada más se burla…, ¡como si él mismo no estuviera en la misma situación y desde hace más tiempo: sin poder entrar a la universidad y sin trabajo! ¡Pero, claro, como es hombre…!

— Hoy salen los resultados, ¿verdad? –le preguntó su madre antes de irse a la oficina, sabiendo de antemano la respuesta:

— Sí, mamá… –suspira Laura–, al ratito los busco en Internet.

— Bueno, pues mucha suerte, hija… Me avisas. ¡Ah!, por favor preparas la comida; hay arroz y pescado en el congelador.



El Roger

El Roger se fue a vivir a Chicago cuando tenía cinco años. Su hermana Caro tenía tres. Sus papás decidieron probar suerte allá. La aventura duró justito diez años:

— Si a los diez años no estamos mucho mejor que en México, nos regresamos –había sentenciado su papá cuando se fueron, y él no habla mucho, pero lo poco que dice lo sostiene. A los diez años, ambos seguían como condenados a trabajos forzados, él trapeando pisos en un mall y ella lavando trastes en un restaurante… A los dos hijos no los veían durante toda la jornada. Vivían con el miedo de ser deportados.

El Roger tenía quince años cuando regresaron de Chicago. Llegaron a vivir a la casa de doña Clara, la mamá de su mamá, en Neza. Se supone que era mientras se alivianaban. Eso fue hace doce años, y ahí siguen, hacinados con la abuela y la familia de su tío Isra. Desde entonces, con los ahorros que juntaron en Estados Unidos, sus papás pusieron una cocina económica en el mercado. Trabajan de sol a sol, ellos dos y también Caro. El Roger, con problemas por el idioma, terminó la prepa; después trató de entrar al Poli, varias veces, la última hace siete años. Por aquella época, como habla inglés, trabajaba algunas temporadas en un call center, pero acabó hartándose porque pagan muy poco. Ni estudia ni trabaja desde hace mucho, demasiado para sus papás. En el negocio de la familia jamás pone un pie; lo detesta.

El Roger pasa buena parte del día en la azotea de la casa de su abuela, soñando despierto, fantaseando en regresarse a Chicago, a donde va a trabajar duro para hacer un chingo de varo: va a vivir en un depa súper amplio y va a tener una camioneta todo terreno, negra y con quemacocos, en la que va a recorrer todo Estados Unidos…



Anselmo

Lleva más de seis horas sentado frente a la computadora… Juega solitario, uno de los pocos programas que soporta la PC que le regaló hace años uno de sus sobrinos. Claro, era regalármela o tirarla a la basura… Tres de tréboles sobre cuatro de corazones; siete de picas sobre ocho de diamantes… A lo lejos, opacado por el sonido del cliqueo compulsivo, alcanza a escuchar algo… ¡Me lleva la…!, no sale el rey de corazones… Toc, toc… Seis de diamantes sobre siete de picas… Toc, toc…

— Anselmo, hijo, abre…

— ¿Qué quieres, madre? 

— Ya va a oscurecer, hijo. ¿Podrías ir por favorcito por el pan?

Anselmo no quiere salir. No tiene ni tantitas ganas… Pero piensa que tal vez logre convencer a su madre de que le dé dinero para comprar unos cigarros… El montón de naipes virtuales vuelve a terminarse y no sale el rey de corazones… Suspira y se levanta enojado… Siente las piernas entumidas. Justo antes de abrir la puerta, recuerda que aún no se ha vestido…: — Espérame tantito, madre, ya voy... Me pongo algo y voy.



Gabriela

— Que no va Gaby con nosotros; dice que se va a quedar a avanzarle a lo de su tesis –informa Lalito a todos: Ubaldo, su papá, al volante; Sonia, su mamá, en el lugar del copiloto, y Diego, su hermano, en uno de los asientos de atrás.
           
— Bueno, ya ni modo, súbete y vámonos –responde Ubaldo a su hijo. Enciende el auto y arranca…: — ¡Que avanzarle a la tesis ni qué ocho cuartos! ¿A quién demonios cree que engaña Gabriela? ¡Si tiene ya casi cuatro años que salió de la universidad!

— No, más bien casi cinco —lo corrige Sonia, su esposa.

— Más a mi favor: casi cinco años haciéndose mensa con la dichosa tesis. Además, de dónde saca que no puede chambear antes de titularse de psiquiatra…

— No, no psiquiatra: psicóloga.

— Pues eso… Eso o lo que sea, que para ser mesera o secretaria o vendedora no se necesita título de psiquiatra.

— Psicóloga –intervienen en coro Lalito y Diego.

— Pero no estudió para ser mesera, viejo.

— ¡Pues tampoco estudió para pasársela encerrada en su cuarto! La dichosa tesis no es nada más que su pretexto, pretextotote para no hacer nada… Si ni siquiera te ayuda a ti con el quehacer, mujer.

— Bueno, eso sí –concede Sonia.

— Y que no me venga con el cuento de que está avanzándole a la tesis, porque no es cierto... Si se la pasa echadota picándole al maldito teléfono.

— Eso también es cierto.

sábado, 1 de septiembre de 2018

Chusma contra expertos


Un experto es una persona que evita
los pequeños errores
mientras avanza hacia la Gran Falacia.
Corolario a la Revelación de Gallois



— ¿Texcoco o Santa Lucía?

Vox populli vox regem.

— ¡Ah, caray! ¿De plano? ¿Ya nos llevamos así…?

Opinantes, opinólogos, opinócratas y hasta opinópatas varios, en coro, la mayoría cual orfeón sincronizado, salieron a la mediósfera y a las redes a despotricar contra la decisión del presidente electo de someter a consulta pública el futuro del nuevo aeropuerto internacional de la Ciudad de México (NAICM).

— ¡Oh, mexicanos bien nacidos, escandalícense, pronúnciense, indígnense! Que en octubre AMLO va a ir a preguntarle parecer a la gente, y además que el resultado tendrá carácter vinculatorio. O sea, que se hará lo que el pueblo mande… ¡Habráse visto…!

Los guamazos, que no se hicieron esperar, en el fondo han sido de dos tipos. Uno —no necesariamente el primero—, que podríamos etiquetar como “el paralogismo del agarre usted parejo”, se enuncia fácil:

— Oiga, señor AMLO, si va a preguntarle al pueblo –y esto de “pueblo” se pronuncia con cara de fuchi– qué onda con el futuro del NAICM, pues por qué no le pregunta también si quiere o no su —“su” de él, del susodicho electo, se entiende– tren maya, su refinería en Tabasco y sus no sé cuántos millones de hectáreas de arbolitos…; a ver, agarre parejo. Si es que de verdad es tan demócrata como pregona, si va a consultar, ¡consulte todo! Es más: consulte qué acciones de gobierno se deben ir a consulta antes de salir a consulta. Aptísima recomendación que, ya entrados en congruencias, tendría que ser sometida a consulta popular.

El otro género de críticas, me parece que el más promovido, se vocifera más o menos así:

— ¡Cómo es posible que el presidente electo sea tan ingenuo e irresponsable y deje la decisión de un asunto tan importante, tan complejo, tan sofisticado y oneroso, como lo es el destino —y “destino” dígase como si estuviera escrito todito con mayúsculas—  del NAICM en manos de gente común y corriente, y no a cargo de los expertos…!

Por caso, Jorge Castañeda —quien de coordinador de campaña del fallido candidato frentista a Presidente, y partidario supongo, regresó incólume a las filas de los editorialistas objetivos e imparciales— sentenció que el dilema es “endiabladamente complicado”. En el mismo espacio televisivo —televiso—, Aguilar Camín dijo que él no está listo para votar, y que no piensa ponerse a estudiar para hacerlo; no sólo, ya en franca chacota, se declaró a sí mismo en igual condición que “el pueblo…, que es sabio en materia de aeropuertos…” Tampoco faltaron los tweets ilusivos. Recuerdo uno emitido por el conspicuo director de un periódico —años ha “de la vida nacional” y hoy más muerto que vivo—, quien cuestionaba: ¿Un enfermo del corazón preguntaría a sus familiares para saber si se opera o no, o iría con médicos para tomar una decisión? A botepronto interrogué yo: ¿Un editorialista serio daría su opinión argumentando o lanzaría preguntas retóricas para confundir a la opinión pública? El embate retórico de quienes insisten en establecer un falso dilema en términos de chusma contra expertos ha usado también el estratagema de la humildad incluso arropada de una dizque autocrítica: A mí ni me pregunten, porque la verdad yo no sé nada aeronáutica… ¿Qué pasó, ya se pusieron a estudiar ingeniería de suelos para poder participar en la consulta?

A quienes se hayan dejado persuadir por estas consideraciones, mañosas y culposas, me animo a recordarles que no es preciso consultar a un grupo de expertos para saber que experto no es sinónimo de infalible. En efecto, la gente común y corriente, sin conocimientos especializados, suele equivocarse; en cambio, un experto se equivoca bien informado. Lo cual me lleva a la sabiduría condensada en torno a la Ley de Murphy —cuya máxima máxima es el Corolario de Finagle a la Ley de Murphy: Algo que pueda ir mal, irá mal en el peor momento posible—. De entrada, recuerde usted el Lamento de Lofta —Nadie, por sí mismo, puede hacer las cosas lo suficientemente bien—, pero sobre todo la definición de experto que aporta: Un experto es alguien que cada vez sabe más y más acerca de menos y menos, hasta que llega a saber todo de nada. Piénselo, no es sólo un juego de palabras… La médula del planteamiento alude al hecho de que un especialista necesariamente necesita enfocarse en algo muy concreto, es decir, descartar mediante la abstracción todo lo que no es de su específico interés, así que, necesariamente, pierde perspectiva. Además del interés digamos cognitivo, está el interés a secas; la Primera Ley del Consejo Experto establece: Nunca preguntes a un peluquero si necesitas un corte de pelo. A lo que deberíamos sumar que la mejor forma de escoger a un experto es optar por el que predice que el trabajo tomará más tiempo y costará más caro.

Frente a todo lo anterior, los partidarios de que la decisión la tomen los especialistas argumentarán que se debería recabar la opinión no de uno, sino de un grupo de expertos en una serie de campos, como aeronáutica, ingeniería de suelos, costos, urbanismo, en fin… Pero quién integraría todo y decidiría a partir de ello. Seguramente el poderoso caballero, esto es, don Dinero. Y aquí es donde está el gran error: evaluar la viabilidad del NAICM en términos económicos es una estupidez. Cueste lo que cueste, se pierda lo que se pierda, el NAICM en Texcoco es el suicidio de la Ciudad de México. Para usar una analogía médica, imagine usted que requiere una cirugía que le va a costar un millón de pesos, y que si no lo operan se muere…; ¿la disyuntiva es ahorrarse o no ese dinero? Si quiere, consulte a un experto.