sábado, 31 de agosto de 2019

Saber, economía y saciedad


Saber



Al saber le encanta espulgarse el ombligo y, ensimismado, se anonada mirando su propia imagen, su reflejo. En cambio, la ignorancia, distraída, padece catoptrofobia —o eisoptrofobia—, miedo irracional a los espejos.


Mientras el saber siempre es introspectivo, incluso narcisista —Epistemología, Sociología del Conocimiento, Filosofía de la Ciencia, Historia de la historia, Historia de las ideas, en fin…—, sabemos muy poco acerca de la manera en la que funciona la ignorancia —v.g.: carecemos de una Fenomenología del cretinismo, de una Sociología de la ingenuidad, de una buena Historia del desconocimiento, en fin…—.


Hasta la Historia es un producto histórico: nos interesa del pasado lo que nos preocupa en el presente. Obviamente, con el olvido sucede lo mismo: desatendemos del pasado no lo que no fue importante en su momento, sino los asuntos que hoy no nos preocupan.


La gente que sabe poco de historia es la que cree que la historia sirve para no repetir los errores del pasado.


La historia es una fábrica de ruinas.


Con un mapa sin escala usted puede demostrar lo que quiera.


Todo saber es apenas un mapeo de la realidad.


La matemática, la estadística, la pasión por los datos duros, en fin, no se oponen necesariamente con el pensamiento mitológico, antes bien actualmente suelen fundamentarlo.





Economía



Considérese:

·      Abunda la riqueza.

·      Escasea el trabajo.

·      Abunda la gente.

            Este embrollo podría arreglarse nomás con lógica formal.

            Atentamente, uno que no forma parte de un grupo de expertos.


Tómese nota: los expertos en Economía andan cada vez más escasos de argumentos para poder ocultar que no tienen la menor idea de lo que está pasando.


— ¡Pero qué necedad de ese hombre! ¿¡Cómo que la Política es más importante que la Economía!? ¡La Economía no se trata de palabrerías, la Economía se trata de números y los números no mienten! ¡La Economía no entiende de razones políticas!

            — Tienes razón: la Economía no entiende razones políticas… Ni razones políticas ni de ningún tipo: la Economía no entiende razones porque la Economía no tiene entendimiento. La Economía no es alguien, la Economía es algo, una abstracción.


— ¡Qué el gobierno no meta las manos en el mercado!

            — Somos los empresarios los que generamos riqueza y damos trabajo a la gente.

            — ¡Abajo el Estado intervencionista!

           

            — Oigan, no está creciendo la economía.

            — ¡El gobierno tiene la culpa!

            — Que el gobierno haga algo, que intervenga!

            — ¡El gobierno no está mandando las señales adecuadas al mercado!

            — ¡Activen la Economía!


“El mayor error del pensamiento político es pensar [a los humanos] como animales políticos. Lo he visto por los cuatro rincones: a la mayoría la política les importa cuatro veces tres carajos y un carajo: trece” (Martín Caparrós, El Interior).





Saciedad



Supongamos que el objetivo es NO bajar las escaleras. Supongamos que las escaleras tienen 20 escalones. Supongamos que el primer presidente decidió que la manera más inteligente de no bajar las escaleras era bajar siete escalones. Supongamos que el segundo presidente, quien recibió el encargo parado en el séptimo peldaño, remontó la escalera dos escalones durante el primer tercio de su mandato, pero luego se cayó siete peldaños… El siguiente presidente, el actual, entonces recibió el encargo malparado en el peldaño número 12, y no pudo evitar trastabillar para quedar en el peldaño 13… Entonces, los expertos y opinócratas de la realidad de la escalera, vociferantes, reportan: ¡el tercer presidente es muy malo: mientras que el primer presidente, en su primer año de gestión, se hallaba en el peldaño 1, y el segundo en el peldaño 7, ¡apenas en el primer año de su gestión este señor ya se encuentra en el peldaño número 13!


Tácticas de insidia machacona en las redes

·      Lance usted preguntas cuya respuesta conoce perfectamente, con el puro afán de hacer creer que no hay información sobre el asunto.

·      Mienta burda, palmariamente: afirme que su oponente, pongamos el presidente de la República, dijo una redomada estupidez o bien una perversidad digna del mismísimo Belcebú, y anexe como prueba un video en el que aparezca el susodicho hablando de cualquier otra cosa, en cualquier otro sentido. El video, entre más largo sea, será mejor. Eso es todo, abundarán los que, sin abrir el video, ¡que flojera!, crean su infundio.

·      Si la tendencia va en contra de su enemigo, échese al agua y súmese al nado sincronizado, entusiasta, enjundioso, sin pensarlo…

·      Si su enemigo es el Poder Ejecutivo, acúselo de que pactó con los corruptos de la pasada administración porque no han metido a nadie a la cárcel. Cuando metan a alguien a la cárcel, acúselo de rencoroso y vengativo.

·      Eche mano continuamente del prototipo narrativo bien conocido como Pedrito y el lobo —usted deberá asumirse como Pedrito, se entiende—. Es ingenuo pensar que algún día acabará hartando porque sus predicciones nunca se vayan a cumplir: el futuro nunca llega, por definición.

·      Si su postura política más acabada es el pesimismo a raja tabla, si detesta usted los cambios que se están gestando, si está usted en contra de todo, no se abstenga de comentar buenas noticias, pero por favor use la siguiente formulita: en los hechos tal cosa (positiva), pero… obviedades, miedos, augurios…

·      Si está usted absolutamente seguro de que las cosas se dirigen hacia un destino negativo para usted y su grupo, como tarabilla denuncie que en todo el país cunde lo contrario: la incertidumbre.

·      Si el político a quien usted odia es popular, acúselo de populista, ¡total!, casi suenan igual.

·      Difunda machaconamente sus pequeñas inconveniencias cotidianas como una gran tragedia nacional; v.g.: el tiempo de espera de sus maletas en el Aeropuerto da para reclamar “la terrible carencia de infraestructura aeroporturaria para el desarrollo nacional”.

·      Atícele, insulte, descalifique, brame…, cuando alguien le conteste, acúselo de peleonero, de salvaje, pero sobre todo de andar polarizando la sociedad. Si le vuelven a contestar, tírese al piso, victimícese.

-->

sábado, 24 de agosto de 2019

Criados malcriados


Comportamientos que antes estaban bien ahora están mal. Comportamientos que antes estaban mal ahora están bien. Y no hace mucho, sino hace cosa de nada, apenas unos cuantos años. Transitamos un momento de drásticos cambios en nuestros cánones morales —me refiero a la moralidad mundana en sentido lato—. Pero el trastoque no está ocurriendo ni de manera secuenciada ni con la misma velocidad para todos: vivimos en un mundo en el que varias maneras de estar en el mundo se traslapan. Y, claro, la falta de sintonía saca chispas.

Para ilustrar lo dicho, resulta especialmente significativa la prolongadísima presencia mediática de una tapatía hoy casi nonagenaria. Figurón de la cultura popular mexicana contemporánea, tocaya de la tlaxcalteca que modeló para La Patria de González Camarena, María Victoria nació en 1933. A los nueve años comenzó a cantar profesionalmente —entonces se le conocía como la Toyita Gutiérrez—, y antes de cumplir los 20 era ya un ícono sexual. En 1951 un obispo decretó una advertencia: ya que su forma de vestir y de cantar incitaban al pecado, quienes fueran a verla a los teatros y carpas serían excomulgados. Que ni qué, esas formas y sus evidentes formas bajo los ajustadísimos vestidos atizaban la lascivia del respetable. María Victoria comenzaba a cantar “Es que estoy taaaan…”, y la galería se desgañitaba: “¡Buenísima!” Elena Poniatowska le preguntaría alguna vez:

— ¿No la ofendían?

— No, ¿a qué mujer la ofende que la chuleen, que le chiflen admirativamente? ¿A qué mujer le ofende sentir que gusta?

¡Uy, señora! Así sería entonces…, ¡en cambio ahora…!

Agustín Lara la bautizó como La voz que se vuelve carne y perfume al mismo tiempo, y la Liga de la Decencia la censuró por todo lo que daba a pensar la condenada cuando entonaba ¡Qué bonito siento!, de Juan Bruno Tarraza:

Yo no sé que tengo en mi pensamiento
que me roba el sueño, que no sé qué tengo
que dormir no puedo.
           
Pero muy pronto habría de comenzar a esconderse el halo de vampiresa bajo un delantal. En 1954 Ismael Rodríguez la dirigió tres veces al hilo: Maldita ciudad, Los paquetes de Paquita y Cupido pierde a Paquita, cine-comedias en las que interpretó el papel de Francisca Pérez, una muchacha humilde oriunda de Pénjamo pero perfectamente habituada a la dinámica capitalina, que se ganaba la vida de “doméstica”. Desde su debut como Paquita —para entonces ya había participado en un montón de películas—, aunque realizaba un rol secundario en la primera cinta, María Victoria conectó maravillosamente con el personaje: alegre, trabajadora, honrada, dicharachera, ignorante pero muy inteligente, simpática, inocente pero levantapasiones, respondona, ladina…
           
— Esa gata igualada ya me tiene hasta el copete –se queja la hija de su patrona en Maldita ciudad.
           
Antes de Paquita el público de la entallada cantante era masculino. “Ya entonces me empezó a querer la familia, desde que fui criada… —contaba hace poco en una entrevista—… Las señoras me tenían mucho coraje, no me querían…, hasta que fui criada”.
           
En la siguiente década, María Victoria participaría en una puesta en escena en la que consolidaría su caracterización de la criada. Escrita en francés por Serge Veber, la comedia originalmente se titulaba Oui madame, en España se llamó La doncella es peligrosa, y en México Fernando Cortés le puso La criada malcriada. Según Chespirito, aquello fue un plagio del título de una película de Viruta y Capulina, cuyo argumento él había escrito, Dos criados malcriados (1959): “La película tuvo un enorme éxito de taquilla, al grado de que su título fue copiado poco después para una comedia de María Victoria… Esta obra teatral tuvo un enorme éxito…, al grado de que luego se utilizó el mismo título para su serie de televisión” (Roberto Gómez Bolaños , Sin querer queriendo). Casi el mismo…
           
A mí me tocó nacer a mediados de los sesenta; soy de los baby boomers más jóvenes o de los más viejos de la generación X. Al igual que cientos de miles de connacionales, una parte fundamental de mi educación sentimental se la debo a la televisión, entre otros, a programas cómicos para toda la familia como el que María Victoria protagonizó durante años, La criada bien criada (1969-1980). Cuando me tocó verla, la vampiresa ya había volado, y en su lugar sólo estaba Inocencia de la Concepción de ‘Lurdes’ Escarabarzaleta de la Barquera y Dávalos Pandeada Derecha para servirle a usted…, y mi segundo apedillo es Precuna de la Buchaca Desembuchanadorsita Tirabuzón y Terrón, Tirabuzón por el padre y Terrón por la Madre…
           
Un botón de muestra de los cambios que estamos experimentando en la moral. En un episodio transmitido en 1974, enseguida de los créditos —libreto de Víctor Fox—, aparecía Inocencia sacudiendo, en la sala de una casa. Primero el Borolas —Motorcito, en ese programa—, uno de los dos mantenidos a las costillas de la doméstica, se acercaba a conversar con ella… Le advierte que le faltaba conocer a uno de los señores de la casa, a quien le gusta desayunar en la cama…
           
— ¿Qué pasa con mi desayuno, Motorcito? —aparece un hombre en pijama— ¡Ah! Tú debes ser Inocencia, ¿verdad? —le revisa con toda calma los contornos, las piernas, las nalgas:— ¡Caramba! Estás mucho mejor de lo que me habían dicho —le dice mientras se le va encima: la abraza y la zarandea:—. ¡Muchachota!
           
Inocencia se resiste al arrumaco y ante esto, la producción por fin interviene: ¡risas de fondo!
           
— Trae mi desayuno a la voz de ya, eh —y le truena los dedos.

De nuevo, ¡risas de fondo! El patrón de nuevo abraza a su empleada mientras le dice, evidentemente lascivo:— Y le echas mucha azuquitar, eh.

Risas de fondo.

En casa, la familia mexicana también reía.

¿Acoso? ¿Qué era eso?

sábado, 17 de agosto de 2019

Victoria Patria

Vivimos de inventar lo que no somos.
Jaime Torres Bodet, Resumen.

Resulta una justicia poética descollante que la Madre Patria tenga su representación más célebre y entrañable en una pintura para la cual posó una mujer tlaxcalteca, aparentemente indígena, llamada Victoria. Porque, claro, me viene a la mente, en primer lugar, la más importante fuerza aliada de los españoles una vez que por fin decidieron asaltar Tenochtitlan, el aguerrido pueblo tlaxcalteca, asociado con Cortés no sólo durante la campaña en contra del imperio Mexica-Colhúa, sino también posteriormente, a lo largo de la conquista de otros territorios mesoamericanos. Así que si hubo una nación originaria que, hombro con hombro con los ibéricos, se esforzó en la creación de la Nueva España, fundamento político de lo que siglos después sería México, fue la tlaxcalteca. Leía hace poco una ponencia en la que dos investigadores de la UASLP se preguntan: “¿todos los indígenas fueron derrotados militarmente en el proceso de conquista?, ¿en su imaginario todos asumieron que fueron conquistados? La respuesta es compleja, pero decididamente negativa. Los tlaxcaltecas, principales aliados indígenas de los españoles, elaboraron relatos escritos y visuales que exaltaron su alianza con los españoles, [en los que] se representaron a sí mismos como conquistadores” (José Luis Pérez Flores y Enrique Delgado López, Los indígenas conquistadores del septentrión novohispano: la conquista indígena en imágenes).
   
Frontispicio del Lienzo de Tlaxcala.
   

En segundo lugar pienso en José Miguel Ramón Adaucto Fernández y Félix, a quien quizá no recuerdes, al menos no con ese nombre, que fue el que le tocó en suerte al apersonarse en este mundo, pero tal vez sí con el alias que decidió adoptar desde 1812, poco después de que el ejército del que formaba parte, el insurgente dirigido por Morelos, tomara la ciudad de Oaxaca. En sus memorias, José Manuel Correa, cura de Nopala, dejó testimonio del evento: “… se le dio el título de coronel al modesto joven Félix Fernández [sic], quien lleno de entusiasmo tomó el sobrenombre de Guadalupe Victoria, teniendo yo el honor de apadrinarlo en la posesión de su empleo” (Luis Armando Victoria Santamaría, Guadalupe Victoria: El águila negra). Guadalupe se lo plantó para honrar a la virgen patrona del país que él y sus correligionarios querían independizar, y Victoria por su inquebrantable anhelo de triunfo. Doce años después este hombre, ya bien conocido como Guadalupe Victoria, sería electo el primer presidente de México.
           
Pero quién fue la mujer que modeló para Jorge González Camarena cuando, en 1962, el tapatío pintó La Patria, imagen insignia del nacionalismo mexicano posrevolucionario. En palabras del artista una “guapa y joven mujer de Tlaxco, Tlaxcala, llamada Victoria Dorenlas”. El pasado 12 de febrero, se llevó a cabo una ceremonia con motivo del 60 aniversario de la creación de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos —el proyecto había sido impulsado por Jaime Torres Bodet, quien ocupaba por segunda ocasión el cargo de secretario de Educación Pública, y el decreto correspondiente fue firmado por López Mateos—. Además del presidente y del actual secretario, habló Diego Prieto, secretario técnico del INAH, quien refirió la historia de Victoria. El funcionario retomó, sin agregar nada, lo que González Camarena dejo saber: la joven esposa de un guarura a las órdenes de un político hidalguense, su temprana viudez, en fin, la misma historia, el mismo nombre: Victoria Dorenlas. En 1992, Willebaldo Herrera publicó en Proceso un texto en el que, después de resumir lo que el pintor le contó a su amigo Antonio Luna, especula: “… se desconoce el paradero de Victoria Dorenlas. En versiones no confirmadas…, se dice que fue compañera de otro artista, Cutberto Escalante…, en la vecina población tlaxcalteca de San Martín Xaltocan, a la que volvió después de algunas correrías parisinas, para morir victima del alcoholismo en su tierra natal, San Agustín Tlaxco. Ninguna persona pudo aportar datos sobre su destino”. Pero el mismo Herrera, desde hace algunos años, sostiene que Victoria en realidad se apellidaba Dorantes, y que su nombre completo fue María Victoria de los Reyes Dorantes Sosa. ¿La prueba? Papeles que él mismi encontró: “De acuerdo con el acta de nacimiento y fe de bautismo de la tlaxcalteca…, halladas en un trabajo en conjunto entre personal del ayuntamiento de Tlaxco y el escritor Willebaldo Herrera entre 2014 y 2016, Dorantes Sosa fue la séptima hija del matrimonio formado por Enrique Dorantes y Micaela Sosa. Los documentos oficiales en manuscrito resguardados en el Archivo Municipal de Tlaxco señalan que la musa de Jorge González Camarena nació en la Hacienda de San Lucas Coaxamalucan del poblado de Tetla (en ese entonces Tetla era comunidad perteneciente al municipio de Tlaxco), a las 23:00 horas del 16 de diciembre de 1922”. ¿Será? ¿Y de dónde salió el Dorenlas? “Se ha dicho que trabajó como mesera de un lugar frecuentado por artistas de la época, entre ellos Diego Rivera, quien se cuenta que la apellidó ‘Dorénlas’ porque la mujer también pintaba y tenía un estilo que recordaba al reconocido grabador francés Gustave Doré —cuenta Ricardo Cruz—”. Oficialmente se ha dado por bueno el chisme: la placa que está en la base de la escultura de Victoria colocada en la plaza de Tlaxco indica: “La Patria” Victoría [sic] Dorantes (Dornelas).
           
Pero yo dudo: si Victoria Dorantes nació en 1922, en 1961, cuando González Camarena pintó La Patria, ella debió de estar a punto de cumplir 40 años, y 57 cuando la retrató como Malinalli. Por descontado, un pintor puede perfectamente idealizar a su modelo, pero lo que no me cuadra es la insistencia de que era una jovencita recién enviudada cuando posó para La Patria. En fin, no importa: la Madre Patria es por ahora Victoria Dorantes y ya se la pelean: Hace unas semanas, “el edil de Tetla de la Solidaridad, Eleazar Molina —informa un sitio de noticias locales— exigió al Congreso del Estado [de Tlaxcala] reconozca que la mujer que durante años apareció en las portadas de los libros de texto es originaria del municipio de Tetla de la Solidaridad y no de Tlaxco…” Ojalá que el reclamo no proceda: sería horroroso que una Victoria Patria de la Solidaridad…

sábado, 10 de agosto de 2019

Madre Patria


Inicié la primaria con la Madre Patria. En los primeros días de septiembre de 1971, al arranque del ciclo escolar, la maestra Griselda nos entregó a cada alumno dos libros: Español, Civismo y Ciencias Sociales —un solo volumen—, y Mi cuaderno de trabajo de primer año. Entonces, la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos estaba presidida por un político polifacético que, tres años atrás, había respaldado públicamente al presidente Díaz Ordaz y aplaudido la represión al movimiento estudiantil en Tlatelolco, Martín Luis Guzmán (1887-1976) —el novelista venía encabezado el organismo desde que fue creado, en 1959, y lo seguiría haciendo hasta que falleció—. En la página 3 de ambas publicaciones, después del crédito a las autoras —Carmen Domínguez Aguirre y Enriqueta León González—, se leía: “Cubierta de Jorge González Camarena”, y a renglón seguido, entre paréntesis: “Es la reproducción de un cuadro que representa a la nación mexicana avanzando al impulso de su historia y con el triple empuje —cultural, agrícola, industrial— que le da el pueblo”. Hoy, cuando el uso indiscriminado de mayúsculas laudatorias cunde, llama la atención nación mexicana, escrito con minúsculas, por lo demás, es correcto. También hay que atender el fraseo “la nación… avanzando al impulso de su historia”, que, si bien en última instancia resulta una tautología, plantea una muy distinta narrativa respecto a la que, desde la década de los ochentas del siglo pasado, venía empleando el gobierno para explicar el devenir de nuestro país —desde hace décadas, más que “avanzando al impulso de su historia”, México se desvive por alcanzar al primer mundo, tratando de emularlo, a pesar de su historia—. Además, se presentaba la cultura —no la educación ni la instrucción tecnológica— con el mismo peso que la agricultura y la industria. Y otra distinción importantísima: “el pueblo” no era la turba menesterosa a la que hay que sacar de su atraso, sino el agente protagónico del cambio, “el empuje” de la nación.

          
Las portadas de mis libros de texto estaban, en efecto, ilustradas con un detalle de La Patria, pintor y muralista tapatío Jorge González Camarena (1908-1980). Ya para aquel año La Patria era la Madre Patria, una imagen emblemática del nacionalismo posrevolucionario, y se había convertido en una de las más reproducidas y difundidas de toda la historia de México —entre materiales para profesores y alumnos, ilustró más de 350 títulos, con un tiraje de más de 520 millones de ejemplares—. En 1971, González Camarena ya no era sólo un continuador de la escuela de los tres grandes —Rivera, Orozco y Siqueiros—, sino que más bien se encontraba en el pináculo de su carrera: su presencia se había internacionalizado —eso patentiza su mural Presencia de América Latina (1964-65), realizado en la Ciudad Universitaria de Concepción, Chile—, en 1969 había ingresado a la Academia de Artes, de septiembre a octubre del 1970 se había montado una magna exposición retrospectiva de su obra en el Museo de Arte Moderno, y al mes siguiente Díaz Ordaz le había otorgado el Premio Nacional de las Artes. En la ceremonia de entrega del reconocimiento dijo: “Porque ciertamente… es ya toda una vida sostenida de pie ante el caballete, o bien sobre los andamios, frente a los muros…, para afirmar lo que en mi concepto me corresponde decir como pintor que, sabiéndome parte inherente de la hermandad universal, lo soy desde mi particularidad mexicana”.
           
La Patria, óleo sobre tela (120 x 160 centímetros), fue realizado en 1962. González Camarena mismo revela —y también mitifica— quién fue la mujer que modeló para él. Su amigo Antonio Luna Arroyo lo narra (González Camarena. México, 1995): “… sólo queremos aludir… a una de sus modelos, una bella mujer indígena que llena una larga época de la vida del artista. Se trata… de la esposa joven (18 años) de un terrible auxiliar policiaco de un notable político del estado de Hidalgo. Cuenta González Camarena que cuando conoció a la señora inmediatamente pensó en que podía ser una excelente modelo no sólo por su belleza corporal, sino sobre todo, por el carácter auténticamente indígena que poseía: se trataba… de una joven con todas las características típicas de las princesas indígenas que podían enloquecer… a los conquistadores —¿cómo a él mismo?—. Nos relata el artista… los peligros… para conversar con la mencionada señora tratando de convencerla de que posara… Primero… se resistía y le señalaba que los grandes peligros en que ambos se colocaban, conociendo a su esposo, el que con el que solo propósito de garantizar su fidelidad, le disparaba una carga completa de su pistola a los pies. ‘Con esos truenos —le decía la señora a Jorge— no hay nada que hacer, pues me imagino que me encuentre posando para usted y se realiza, sin duda, al día siguiente un sepelio doble’. Y Jorge González Camarena vigilaba al pistolero… buscando la oportunidad de… convencer a la torturada belleza, hasta que un día presenció un sepelio, y triste y emocionado preguntó… quién iba en la caja mortuoria, tal vez pensando… en su ansiada modelo, y cuál sería su sorpresa que se trataba… del esposo que había muerto en una refriega… Esperó cuarenta días…, y después decididamente fue a visitar a la viuda a la que convenció, no sin dificultades, de que posara para él: entonces ella tenía 19 años. Y así nació la simbiosis más agradable y duradera… No hay necesidad de describirla, figura en casi todos los trabajos del artista desde sus más importantes obras murales hasta en las carátulas de los libros de texto gratuitos… Cualquier visitante del estudio del pintor encontrará… tres o cuatro retratos de ella en proceso de terminarse o en camino de corrección… Por otra parte si se le inquiere al artista sobre ella dice que se trata de una modelo perfecta, que la sienta, o la mueve, para trabajar y cuando le dice así está bien, ella permanece quieta como una estatua, eso sí, con una gran expresión… ‘Y así fomenta mi inspiración, facilita mi trabajo y no me crea el menor problema estético. Por eso la considero modelo perfecta y por eso se repite y se repetirá mientras me permita trabajar con ella. Se trata de una guapa y joven mujer de Tlaxco, Tlaxcala, llamada Victoria Dorenlas’”.
           
Victoria, tlaxcalteca, la Madre Patria. Tiene sentido.

sábado, 3 de agosto de 2019

1971: dos mapas


Ay Patria, Patria,
ay Patria, cuándo
ay cuándo y cuándo,
cuándo
me encontraré contigo?
Pablo Neruda
(Premio Nobel de Literatura 1971)







… los pañuelos Kleenex son más suaves, más prácticos que los pañuelos de tela, y más absorbentes, por eso: todos los días son días de Kleenex.


Seguramente yo no me daba cuenta de casi nada, o al menos no lo recuerdo. No lo recuerdo, pero durante aquel verano la ciudad debió de andar muy nerviosa. Yo no. Acababa de terminar la preprimaria, y a lo largo de todo el período vacacional, dilatado y de paso pachorrudo, ni siquiera alcancé a percibir atisbo alguno de los riesgos a los que habría de enfrentarme en septiembre, cuando entrara a la primaria. Muchas veces trazando enrevesadas pistas de carreras en la sala-comedor de mi casa, a veces absorto en los giros de un trompo o en el ir y venir de un yoyo, otras atrapado en la pantalla de la televisión, mis días pasaban lentísimamente en el confortable encapsulamiento de mi párvula rutina.  Bajo los alones de mi madre y de mi abuela, vivía resguardado de la historia, al margen de los asuntos de casi todos los demás y dispensado de cualquier responsabilidad.


Juan Gabriel, autor e intérprete de “No tengo dinero”, y actualmente goza del favor de la juventud [sic], refrenda su éxito cantando su nueva composición, “Me he quedado solo”, que pronto ustedes también cantarán. Estas dos canciones y otras más están incluidas en este disco RCA de larga duración, “El alma joven de Juan Gabriel”.


El presidente era Echeverría, y en junio, el jueves 10, en las calles aledañas al metro Normal, un montón de matones entrenados y pagados por el gobierno, coludidos con la policía, masacraron a más de un centenar de estudiantes indefensos. La prensa inventó que todo se había tratado de un pleito entre los jóvenes y ocultó la matanza. En los días siguientes, el oleaje represivo embraveció. En 1971, la edad mediana en el Distrito Federal era apenas de 17 años —hoy es de 34—, así que la mayoría de las personas debió de andar con miedo por las calles. Igual que había sucedido tres años atrás, los adultos no exigieron cuentas al gobierno. Diez días después del Halconazo se transmitió el primer episodio de un nuevo personaje de Chespirito, El Chavo del 8; en el último parlamento, el Chavo le dice a la Chilindrina: “A los papás que se portan mal se los lleva el ropavejero”.


Dibujos animados: en un sillón reclinable, un señor entrado en carnes se dispone a leer el periódico, y, ¡plop!, recibe un destapacañazo en la pelona. Enseguida, una turbamulta de escuincles lo asedia jugando indios contra vaqueros, y lo amarra… ¡No se apure!, la cosa es sencilla: busque… jaulas en la Sección Amarilla. Ahorre tiempo, dinero y esfuerzo… Entonces aparece, enjaulada, no la bola de chamacos latosos, sino una cigüeña. ¡Consulte la Sección Amarilla! En 1970, en México, el promedio de hijos vivos nacidos por mujer de 12 años y más era de 3.1; en 2010, de 2.3


Cursé la primaria el noroeste de la delegación Iztapalapa, en la escuela pública María Luisa Calderón Ponce. Como yo —en mi caso por primera vez—, miles de niños y jóvenes regresaron a clases el lunes 6 de septiembre que arrancó el ciclo 1971-1972. El siguiente fin de semana, sábado 11 y domingo 12, se celebró un evento que resultó muchísimo más grande y trascendente de lo que los más optimistas de sus organizadores hubieran soñado, el Festival Rock y Ruedas de Avándaro. El guateque tuvo lugar en Valle de Bravo, Estado de México, a 150 kilómetros del DF. Los 40 mil boletos que se pusieron a la venta —costaban 25 pesos— se agotaron, pero fue mucho más gente; según los más conservadores, la concurrencia alcanzó las 150 mil personas, aunque hay quienes hablan de más de 300 mil. Sin contar a los grupos del pre-festival de la mañana, actuaron once bandas, todas mexicanas: los Dug Dug’s, Epílogo, La División del Norte —ni La Revolución de Emiliano Zapata ni Javier Batiz, los primeros invitados, asistieron—, Tequila, Ritual, Bandido, Los Yaki, Tinta Blanca, El Amor, Three Souls in my Mind y el grupo que proveería los dos más célebres pretextos de los cuales se valió el status quo para denostar al Festival, Peace and Love —tocaron dos rolas incendiarias, ¡oh, escándalo!, Marihuana y We got the power, y, el colmo, su vocalista instó al público gritando¡Chingue a su madre el que no cante!” Después de Avándaro, las autoridades cerraron todos los espacios a las bandas de rock.


En uno de los libros de texto que me dieron en primero de primaria, el de Ciencias Naturales y Ciencias Sociales, aparecen los dos primeros mapas de mi vida académica. En el primero, a doble página, calada en el contorno de la República Mexicana —la superficie continental—, sin fronteras interiores, una fotografía en la que, en picada, se ve un grupo de infantes sonriendo. Nuestra gran familia. El texto explica: Vivimos en México. México es nuestro país. Somos mexicanos. El segundo mapa, también a doble página, tiene un título de una ambigüedad maravillosa: Tenemos un futuro que vivir. ¿Teníamos ya o tendríamos?. El país se muestra rodeado de agua: en el Golfo de México tres peces y tres gaviotas; en el Pacífico, una ballena, dos peces y tres gaviotas. En tierra firme, la cornucopia de recursos y la diversidad folclórica se ilustran con dibujos infantiles. El texto evidencia la enorme distancia que nos separa de aquel tiempo: Cuando crezcas muchas cosas habrán cambiado. Todo lo que tenemos puede mejorar si nos esforzamos.