domingo, 25 de febrero de 2024

Por encima de la ley

 



Obnubilación

1. Acción y efecto de obnubilar u obnubilarse.

2. Med. Descenso del nivel de conciencia con restricción de los procesos cognitivos y la percepción del mundo exterior.

3. Ópt. Visión de los objetos como a través de una nube.


Ya de por sí el señor F amanece obnubilado. El enojo diario descompone la cabeza, necesariamente. Es sábado, así que no prende el radio como religiosamente lo hace de lunes a viernes para escuchar el mundo según Ciro. Piensa que le espera un largo día de tedio. Entra a la cocina, se prepara un café. Anda en esas cuando, apremiante, su cel suena. El mensaje que acaba de llegar, como todos, parece ser urgente. A uno de los muchos grupos de Whats al que lo han ido agregando llega un pantallazo de la primera plana del Reforma. El señor F lee el titular de la nota principal del diario:

“Por encima de la ley, mi autoridad.- AMLO”.

Calma y aburrimiento se evaporan. En medio de su tinglado cerebral, la amígdala percibe el detonante y dispara la orden: torrentes de adrenalina y cortisol se liberan… En la corteza prefrontal, el comando racional se va al carajo. Una fuerte descarga de dopamina atiza sus emociones, el pensamiento se disuelve. La ira exige actuar, acelera el corazón, la presión arterial, la respiración…


— ¡Pinche López! –exclama y se siente vivo.


Embelesado, se queda observando la fotografía que el impreso publica: en la instantánea aparece AMLO con una expresión que el señor F interpreta como retadora. En la estufa, el café ya se fregó…: hierve.  


Quien no haya visto y escuchado la mañanera del día anterior, viernes 23 de febrero, sólo tendría que buscarla en youtube para constar que, fiel a su costumbre, el Reforma trasforma para mal, tergiversa, trastorna, miente… El presidente López Obrador dijo, textual: “Por encima de esa ley está la autoridad moral, la autoridad política. Y yo represento un país, represento a un pueblo, que merece respeto.”



Público

1. adj. Conocido o sabido por todos.

2. adj. Dicho de una cosa: Que se hace a la vista de todos.

3. adj. Perteneciente o relativo al Estado o a otra Administración.

4. adj. Dicho de una cosa: Accesible a todos.


El presidente se refería en este caso a una ley en particular, la Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de Sujetos Obligados. Y lo que dijo lo dijo en respuesta a la intervención de una reportera enviada por Univisión. En realidad, la señora Jessica Sermeño, más que a preguntar, se presentó a la mañanera del viernes a increpar al presidente de los Estados Unidos Mexicanos.


— El día de ayer, usted, presidente, cuando presentó esta carta que le envía la jefa de la corresponsalía de The New York Times para este reportaje que ya desglosó ayer, usted da a conocer su número telefónico, presidente… 


Y a partir de ahí dio por sentado que el presidente de la República había puesto en riesgo a la periodista del medio norteamericano, al dar a conocer el número de teléfono que ella misma había proporcionado en su carta/ultimátum.


— ¿Por qué lo hizo?


Por descontado, la reportera de Univisión ya no se refirió al reportaje del NYT, sencillamente porque para entonces el gobierno de Estados Unidos ya lo había desmentido. Tampoco trajo a cuento que en el escrito aludido la corresponsal en ningún momento especificó que, contra toda lógica, el teléfono era privado o personal. Para colmo, horas después se supo que el número telefónico de la emisaria del NYT era público: ella misma lo ha publicado en un montón de redes sociales y páginas web de acceso… público.



Ley

1. Regla fija a la que está sometido un fenómeno de la naturaleza.

2. Cada una de las relaciones existentes entre los diversos elementos que intervienen en un fenómeno.

3. Precepto dictado por la autoridad competente, en que se manda o prohíbe algo en consonancia con la justicia y para el bien de los gobernados.


Como era previsible, la reacción reaccionó… ¿Cómo? Ídem: como era previsible. El conservadurismo, sus medios y opinócratas, los fachos obnubilados, el maretazo rosa apartidista-prianista-antimorenista, la oposiciocita… todos se tiraron al piso. Tratando de opacar el chasco de la bombita del periodicazo del NYT desactivada en la mañanera del jueves, usando el asunto del número telefónico volvieron a sus letanías huecas: que la ley es la ley, que nuestra democracia está en peligro, que el dictador ataca a los periodistas… El exministro J. R. Cossío se apresuró a tuitear:


No señor. Ni usted ni nadie está por encima de la ley. Ni su palabra ni su conciencia pueden desplazar a la democracia que todos construimos y en la que todos queremos vivir.


Podemos pasar por alto que no sepa usar comas vocativas, pero me parece reprobable que el señor haga como que se dirige a alguien, en este caso al presidente de la República, y no sólo no lo arrobe, sino que ni siquiera lo nomine a las claras. En fin, cada quien sus modos… Lo sustantivo es que Cossío hace creer que Andrés Manuel piensa y dijo que su autoridad personal está por encima de la ley. Y no, qué marrullería, López Obrador está a años luz de esa ordinariez. De lo que dijo AMLO, subrayo dos argumentos: 1) “No puede haber ninguna ley por encima de un principio sublime que es la libertad”, y 2), el que me parece más importante, “Por encima de esa ley está la autoridad moral, la autoridad política.”


En principio, la reacción reaccionaria obliga a recordar una obviedad: en una democracia, la ley emana de la soberanía popular, no al revés. Ahí reside justamente la autoridad política, en la soberanía del pueblo. De hecho, en última instancia eso es la política. Cornelius Castoriadis (Lo que hace a Grecia) piensa que la “… la tradición occidental ha creado la política en la medida en la que designamos con esto el conflicto político. Conflicto cuya apuesta no es simplemente que el grupo X y no el grupo Y tome el poder, sino que refiere a la institución misma de la sociedad.” Y subraya una característica de la democracia clásica ateniense, algo que seguramente, si leyeran, aterraría a los conservadores mexicanos: “Todo ciudadano ateniense podía proponer una ley a la asamblea de la ciudad, y eventualmente ésta podía aprobarla; pero luego cualquier otro ciudadano también podía llevar ante un tribunal al autor de la iniciativa y hacer que lo condenaran por haber incitado… al cuerpo soberano, a la asamblea de la ciudad, a votar una ley injusta… Por lo tanto, a los ciudadanos les corresponde no sólo hacer la ley, sino también responder a la pregunta: ¿qué es una ley justa?”


Por lo demás, resulta perfectamente lógico que sean precisamente los conservadores quienes crean fervientemente que la Ley —así, con mayúscula— es intocable, inamovible…, y del otro lado, obvio, corresponde a las posturas progresistas partir del hecho de que no hay orden sociopolítico perfecto y por tanto perfectible.


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