martes, 31 de agosto de 2021

Turismo intradérmico

 A mí mismo

 

“Conócete a ti mismo”. Buen consejo…

Pero hoy no tengo ganas de andar haciendo

turismo por adentro mío.

Quino, Mafalda.

 

 

 

 

Haz: Apolo coló paz, ¡ah!

Se oye a menudo, aquí y allá, que Sócrates (470–399 a. C.) acuñó uno de los aforismos más célebres de la civilización occidental, Nosce te ipsum, conócete a ti mismo. No fue así, el precepto era parte de la sabiduría helena. La máxima podía leerse en el pronaos del oráculo de Delfos; Platón hace que el propio Sócrates lo refiera así en el Alcibíades: “… confía en mí y en la inscripción de Delfos, conócete a ti mismo” (124a.7–124b.3). De hecho, los griegos atribuían al mismísimo Apolo la poderosa idea. Según la tradición, la divinidad habría respondido con esas palabras cuando Quilón de Esparta (c. 600–520 a. C.), uno de los Siete Sabios de Grecia, preguntó al oráculo qué era lo mejor que podían aprender los hombres. De algo le habrá servido el Norte, porque, de acuerdo Diógenes Laercio, el éforo lacedemonio concluyó su estancia en este mundo de una manera envidiable: “murió del excesivo placer y debilidad de la vejez” (Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres).

 

 

Oí: negó gen, ego, genio…


Inolvidable aquella ocasión en que Mafalda, con un libro abierto en una mano y con el índice doctoral señalando al cielo en la otra, le pregunta al más dientón de sus amigos: —¿Qué te parece esta frase, Felipe? “Conócete a ti mismo”. En el siguiente panel, feliz, con una mirada esperanzada, el infante responde: — ¡Me parece excelente! ¡Es más: desde hoy en adelante comenzaré a ponerla en práctica! ¡Sí, señor! Mafalda sonríe, y en el penúltimo recuadro, aun más efusivo, Felipe, golpeándose el pecho, dice: — ¡No voy a parar hasta llegar a conocerme a mí mismo y saber cómo soy yo realmente! Quino entonces, en el último panel, le da un giro a su tira: el niño se deja caer abatido sobre Mafalda: —¡Dios mío!… ¿Y si no me gusto?

 

 

¡A narrar, rana!

Cervantes (1547-1616) cuenta que el Caballero de la Triste Figura aconseja a Sancho Panza, antes que el escudero se fuera a gobernar su ínsula. Primero le advierte que más le vale temer a Dios, claro, pero enseguida le indica: “… has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse”. Continúa, retrotrayendo la célebre fábula de Esopo (c. s. VII a. C.): “Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra…” (Don Quijote de la Mancha, II-XLII).

 

 

Se ve, ¿ves?

Mafalda comparte su hallazgo con otro de sus amiguitos: — Este libro trae un buen consejo, Miguelito. “Conócete a ti mismo”. El pequeño se interesa: — ¿A ver? –toma el libro y se pone a hojearlo, lo voltea de cabeza y, ante la mirada atónita de Mafalda, lo sacude…: — Pero… ¿viene sin ningún espejito?

 

 

A interior oír, etnia


El autor del imprescindible De animales a dioses —también de Homo deus y 21 lecciones para el siglo XXI—, Yuval Noah Harari (Israel, 1976) afirma que “estamos acostumbrados a entender a los humanos de adentro hacia afuera, desde nuestra propia experiencia…” (entrevista con James Altucher). Más que acostumbrados, es que no tenemos de otra: uno sólo puede conocer desde uno mismo, a uno y a todo lo demás. Durante un curso sobre la ciencia y Galileo, José Ortega y Gasset (1883-1955) explicaba esto a sus discípulos en los siguientes términos: “… la vida de cada uno de ustedes no es lo que, sin más, veo yo de ellas mirándolas desde mi sitio, desde mí mismo. Al contrario, eso que yo, sin más, veo de ustedes no es la vida de ustedes, sino precisamente una porción de la mía, de mi vida… Pero claro es que la vida de cada uno de ustedes no es lo que cada uno de ustedes es para mí, lo que es hacia mí, por tanto hacia fuera de cada uno de ustedes —sino que es lo que cada uno de ustedes vive por sí, desde sí y hacia sí… La realidad de la vida consiste, pues, no en lo que es para quien desde fuera la ve, sino en lo que es para quien desde dentro de ella lo es, para el que la va viviendo mientras y en tanto la vive” (En torno a Galileo, 1933). De lo anterior se desprende que, si uno no se esfuerza por conocerse a sí mismo, pues andará por la vida tirando flechas, como Apolo…, pero sin saber en dónde está parado.

 

 

¿Soy as? ¡Nel! Ensayos

Así como don Miguel de Cervantes Saavedra inventó la novela moderna, Michel de Montaigne (1533-1592) hizo otro tanto con el ensayo moderno cuando, en 1580, publicó su obra epónima. El libro se integra por poco más de un centenar de textos reflexivos, en los cuales aborda asuntos como la tristeza, la ociosidad, los pronósticos, el miedo, la costumbre, el canibalismo, los olores, la edad, la libertad de conciencia, los cojos, el arrepentimiento… El abanico es amplísimo y, con todo, en su nota prologal al lector, Montaigne define qué se propone y cuál es el tema de sus Ensayos: “Este es un libro de buena fe, lector… Con él no persigo ningún fin trascendental, sino sólo privado y familiar; tampoco me propongo con mi obra prestarte ningún servicio, ni con ella trabajo para mi gloria… Lo consagro a la comodidad particular de mis parientes y amigos para que, cuando yo muera…, puedan encontrar en él algunos rasgos de mi condición y humor… Así, lector, sabe que yo mismo soy el contenido de mi libro, lo cual no es razón para que emplees tu vagar en un asunto tan frívolo y tan baladí…” ¡¿Cómo?! ¿Entonces Montaigne fue un señor afecto a comer carne humana o era un miedoso, cojo, alguien tiste, ocioso…? No es el caso: el pensador se esforzó en conocerse a sí mismo como un geodesta ubica un punto en la superficie de la Tierra, por triangulación. “Hace ya algunos años que no tengo sino a mí mismo por objeto de mis reflexiones, que no examino ni estudio otra cosa que mi propia persona, y si a veces mis pensamientos y miras se dirigen a otro lugar lo hago sólo por aplicarlo sobre mí o en mí, para provecho personal. Y no creo seguir un camino errado, si como se hace con las otras ciencias, sin ponderación menos útiles, comunico a los demás mis experiencias, aunque me encuentre muy poco satisfecho de mis progresos. Ninguna descripción comparable en dificultad ni en utilidad a la descripción de sí mismo…”

 

 


Ok, oyó Yoko

John Lennon (1940-1980) comenzó a escribir Look at me en el año axial de 1968, durante el viaje que realizaba el cuarteto de Liverpool a la India. La rola pudo haber formado parte del único self-titled double album de la banda, The Beatles, mejor conocido como el Álbum Blanco, pero no ocurrió así. No sería sino hasta 1970 que Lennon recuperó sus notas para incorporar la canción en su primer disco como solista, John Lennon/Plastic Ono Band. En la primera estrofa, el exbeatle se pregunta y se responde: Who am I? Nobody knows but me. En la última estrofa, supongo que ya con Yoko a un lado, cambia de parecer: Who am I? Nobody knows but me / Nobody knows but me / Who am I? / Nobody else can see / Just you and me / Who are we/ Oh My Love Oh My Love.

 

 

A la caja raja, cala

En efecto, los humanos experimentamos el mundo de dentro para fuera, y “el mundo” incluye a toda la demás gente. Desde esta perspectiva, la nuestra, la tuya, la de todos nosotros, los otros son una interminable cáfila de cajas negras —“método de análisis de un sistema en el que únicamente se considera la relación entre las entradas o excitaciones y las salidas o respuestas, prescindiendo de su estructura interna”, RAE dixit—. Más allá de mi epidermis, a ti, a ella y a todos los demás sólo puedo intentar conocerlos desde mí mismo, es decir, desde fuera de todos ustedes. ¿Y qué pasa con uno mismo? Yuval Noah Harari nos recuerda lo que asegura la chamba a hordas de psicólogos, terapeutas, coaches, psiquiatras, curas y cantineros: “Las personas saben muy poco acerca de sí mismas… Si practicas, por ejemplo, meditación…, al menos cuando yo comencé a practicarla, me impactó darme cuenta de lo poco que sabía, casi nada, acerca de mi propia mente.” Desde la Antigüedad se sabe que podemos pasar por la vida sin enterarnos ni siquiera de qué estamos pensando; no es casual por eso que el estoicismo tenga como una de sus principales directrices el afanarse en tener conciencia de lo que está ocurriendo en nuestra propia mente. Y si bien cada uno de nosotros vive condenado a interesarse más o menos por sí mismo, “por la sencilla razón de que cada cual es sujeto, protagonista de su propia e intransferible vida”, explica Ortega y Gasset, ello no implica por fuerza que lo hagamos conscientemente. En gran medida, también somos, para nosotros mismos, una inexpugnable caja negra.

 

 

IA, caí

Sin embargo, desde el punto de vista de los algoritmos, del bigdata, somos un enorme algoritmo bioquímico susceptible de ser descifrado, de ser jaqueado. Aunque esta situación sea quizá lo más importante que hay que saber sobre la vida en el siglo XXI, que ahora somos jaqueables, la mayoría de la gente se niega a aceptarlo, sencillamente porque hacerlo contradeciría frontalmente nuestra concepción del mundo. La cosmovisión occidental, con la cual usted y yo fuimos programados, establece que nadie más allá del individuo, de cada individuo, puede realmente conocer a una persona. Who am I? Nobody knows but me. Creemos que nadie, además de uno mismo, puede comprendernos a cabalidad. Deseos, elecciones, mi libre albedrío, sueños, mi espiritualidad conforma una realidad que, nos aferramos a creer, es algo que una computadora jamás podrá comprender… Pero, según el historiador israelí, esta creencia es errónea, porque “desde el punto de vista de los algoritmos, todo esto, el amor, el odio, la voluntad, no es más que un proceso bioquímico… Si una computadora puede diagnosticar cáncer, puede diagnosticar el amor…” Así que el antañón conócete a ti mismo hoy cobra urgencia. “A lo largo de la historia, este consejo siempre ha sido un muy buen consejo… Sócrates, Buda, Freud diciéndole a la gente ‘conócete a ti mismo’, pero si tú respondías ‘no, no voy a molestarme en hacerlo’, no tenías competencia, seguías siendo una caja negra para el resto de la humanidad… Pero más vale que te des cuenta de que ahora sí tienes competencia real… Si tú no llegas a conocerte mejor, hay alguien más, allá afuera, que ahora mismo está intentando jaquearte, y no sólo uno… Amazon está intentando jaquearte, Google está intentando jaquearte, Coca-cola está intentando jaquearte, y los rusos y los chinos y el gobierno de Estados Unidos…” Por descontado, saber es poder: “si llegas a conocer a una persona lo suficientemente bien, si llegas a conocerla mejor de lo que esa persona se conoce a sí misma, podrás controlarla”. No es paranoia, es un hecho: la legión de artefactos inteligentes por la cual estamos copados actualmente está diseñada para conocerte mejor que lo que jamás soñó Yoko Ono conocer a John Lennon. Nosce te ipsum.

 

@gcastroibarra

 

miércoles, 25 de agosto de 2021

Enmarañados

  

Cada uno de nosotros se encuentra… sumergido hoy en

un sistema de problemas, peligros, facilidades, dificultades,

posibilidades e imposibilidades que no son él, sino que,

al contrario, son aquello en que está…

José Ortega y Gasset, En torno a Galileo.

 

 

 

 


No es ficción, mucho menos mala leche: ni invento nada ni quiero echar de cabeza a nadie. Sólo despliego un muestrario mínimo, apenas para tener claro de qué estamos hablando. Los episodios que enseguida refiero ocurrieron realmente y fueron protagonizados por gente de carne y hueso. En ningún caso me enteré de oídas: personalmente supe de los pareceres, decires y actuares de estas personas. Por lo demás, apuesto que ustedes conocen ejemplares de igual ralea.

 

 

Caso 1

 

Mujer de trabajo, con una licenciatura en alguna disciplina administrativa, madre de dos veinteañeros bien educados, sanos y exitosos. Ella debe de andar ya cerca del sexto piso… TA, llamémosla así, me escribió para cuestionarme: ¿Tú te vas a vacunar? Ipso facto, yo confirmé con el consabido monosílabo. TA: Ay, yo no sé… Se dicen tantas cosas. Medité un rato antes de responder…: Cuando tus hijos eran chiquitos, ¿les pusieron todas las vacunas conforme les iba tocando?Respuesta: Sí, claro… ¡Pero no es lo mismo! No, no es lo mismo, ahora, TA tiene mucha más información acerca de las vacunas contra la covid-19, buena o mala. Pues actúa igual, como lo hiciste entonces: no te hagas preguntas que no tienes capacidad de responder: ¡vacúnate!

 

 

Caso 2

 

Durante la jornada electoral de junio me tocó fungir como presidente de casilla. En el primer respiro que nos dio la afluencia de electores, ya pasado el medio día, uno de los funcionarios, pongamos que la Primera Secretaria, sin más, nos cuestionó al resto:

 

— Bueno, ¿ustedes se vacunaron, se van a vacunar?

 

Todos respondimos que sí. Incluso el Tercer Escrutador, el más joven del grupo, con un tonito que hasta entonces o no había usado o yo no le había notado, alardeó:

 

— Yo fui a Dallas a vacunarme.

 

— Pues yo no, y no pienso hacerlo —espetó, retadora la Primera Secretaria.

 

Silencio incómodo.

 

— Voy a estirar un poquito las piernas, eh —dijo la Segunda Secretaria antes de levantarse. Los escrutadores, por su lado, se enfrascaron en sus papeles… 

 

Evidentemente ella tenía urgencia de hablar del asunto, así que procedí: —¿Y por qué no te vacunaste?

 

Casi radiante, me contestó: — Porque el virus no existe.

 

Yo atendí los gritos desesperados de la poca cordura que me caracteriza y me quedé callado, aunque seguramente cariacontecido, lo cual fue suficiente para que la Primera Secretaria me desafiara:

 

— Si pones aquí sobre la mesa una prueba concreta de que el Sars-Cov-2 existe, una prueba que yo pueda ver, te creo.

 

— ¡Uy!, ahí viene un montón de gente a votar –entró la Segunda Secretaria y tomó su lugar.

 

— ¿Cómo ves? ¿Le creemos o hasta que tengamos pruebas concretas sobre la mesa?

            

 

Caso 3

 

A fuerza de mirar montones de videos en youtube, GR —cuarentón, sano, con estudios truncos a nivel preparatoria— tenía miedo de vacunarse. Todavía hace unas semanas se hallaba en un dilema. En el grupo de WhatsApp que comparte con sus hermanos y primos se abrió de capa, expuso su problema y pidió consejo: ¡No sé qué hacer! Qué me recomiendan??? Nadie le respondió que no se vacunara, en cambio tres o cuatro le sugirieron que lo hiciera. Inteligente, su prima AR lo cuestionó: ¿De qué tienes miedo? La respuesta: Me da miedo comprometer mi sistema inmunológico. ¿Sabrá qué significa lo que está escribiendo?

 

 

Caso 4

 

Dado que fui presidente de una casilla en junio, me invitaron a encabezar una mesa receptora en la Consulta Popular de agosto. Acepté gustoso. El INE dispuso que cada mesa fuera atendida únicamente por tres funcionarios. Las buenas ciudadanas que integraron conmigo el equipo fueron una veterinaria recién egresada de la UNAM y una joven a punto de titularse en Derecho en la Ibero. La doctora de animales resultó ser paciente y solidaria, la abogada un alma intranquila. Esa misma semana había sido vacunado en nuestra demarcación territorial el grupo de edad del que ellas forman parte. De los cientos de ciudadanos que acudieron, únicamente una señora mayor llegó sin cubrebocas. La abogada se echó hacia atrás, pegándose al respaldo de su silla mientras le pedía que tomara un cubrebocas —el INE distribuyó una cantidad descomunal de mascarillas—. Después de que la señora tomó uno y se lo puso, continuamos el procedimiento… 

 

— ¡Qué irresponsabilidad! –se quejó la casi licenciada.

 

— Algunas personas mayores, como ya están vacunadas, se descuidan —intervino la veterinaria.

 

— Pero yo no estoy vacunada.

 

— ¿Por…? ¿No pudiste ir? –le pregunté.

 

— No, no me voy a vacunar… —silencio incómodo, que ella misma se encargó de cerrar:— La verdad me he informado muy bien, y todo esto es parte de una guerra biológica.

 

— Ok… ¿Entre qué países?

 

— China y Estados Unidos —me contestó sin dudarlo un instante—. El coronavirus fue creado en laboratorio.

 

— ¿Por China?

 

— Quizá.

 

— Bueno, creado o no, el virus existe y hay que vacunarse, ¿no?

 

— No se sabe.

 

Ahí quedó el asunto, no volvimos a tratarlo. Ella siguió trabajando sin quitarse jamás el cubrebocas y una aparatosa careta de fibra de vidrio.

 

 

*

 

Don José Ortega y Gasset escribía en 1933 —Lección II de su ensayo En torno a Galileo—: “La vida es siempre preocupación, pero en cada época preocupan más unas cosas que otras. Hoy no preocupa la viruela que preocupaba en 1850. Hoy, en cambio, preocupa el régimen parlamentario que no preocupaba entonces.” Las intranquilidades de nuestra época están mutando, en buena medida, me parece, por la confusión que se propaga aparejada a la demasía de datos. Recibimos mucha más información de la que somos capaces de procesar y vivimos enmarañados en preguntas que ni siquiera podemos determinar si es o no pertinente que nos hagamos.

jueves, 19 de agosto de 2021

Apabullados por la realidad

 

Lo desconocido es una abstracción; lo conocido, un desierto;

pero lo conocido a medias, lo vislumbrado,

es el lugar perfecto para hacer ondular deseo y alucinación.

Juan José Saer, El entenado.

 

 

Hoy por hoy, la gran mayoría de la gente vive apabullada por la realidad —apabullar, informa el Diccionario de la Lengua Española de la RAE, es un verbo transitivo que significa “confundir a alguien, intimidarlo, haciendo exhibición de fuerza o superioridad”—. Vivimos en una civilización que ha convertido a la información en uno de sus fetiches —fetiche: “ídolo u objeto de culto al que se atribuyen poderes sobrenaturales…”—. Hoy por hoy, la mayoría de la gente no está desinformada, al contrario: está sobre-informada y, como resultado, se halla tremendamente confundida. Muchas personas no entienden y no saben que no entienden. Peor, tienen la certeza de que como saben un raudal de información en automático comprenden en exuberancia. Ni siquiera saben que se puede saber demasiado, es decir, en demasía, excesivamente, tanto que, sobrepasada la capacidad de asimilar mares de información, cualquiera termina ahogado, entrampado entre acertijos. Millones y millones de seres humanos son cotidianamente fusilados a metralla de datos, puestos bajo una catarata de noticias y medidas y reportes y porcentajes e informes y conclusiones que duran siendo concluyentes apenas unos instantes… Cunde la superstición de que la verdad cabe en el dato, y de que dato es realidad. Tajante, uno de los grandes prosistas en nuestro idioma sentencia: “La realidad no es dato, algo dado, regalado —sino que es construcción que el hombre hace con el material dado”.

 


La gran mayoría de la gente sabe demasiado y vive apabullada por una realidad jeroglífica. Hablo de realidad jeroglífica a partir de una esclarecedora alegoría construida por Ortega y Gasset (1883-1955). En la Lección I de su ensayo En torno a Galileo (1933), don José sostiene que los datos, por más cuantiosos, robustos y verídicos que sean, nunca alcanzan para conocer la realidad: “… el conocimiento no consiste en poner al hombre frente a la pululación innumerable de los hechos brutos, de los datos nudos”. ¿Nudos? Sí, del latín nudus, desnudos: datos nudos o crudos, o duros, como hoy tanto gusta a tantos llamarlos. Continúa el madrileño: “Los hechos, los datos, aun siendo efectivos, no son la realidad, no tienen ellos por sí realidad y como no la tienen, mal pueden entregarla a nuestra mente”. Y argumenta: “Si para conocer, el pensamiento no tuviese otra cosa que hacer sino reflejar una realidad que ya está ahí, en los hechos…, la ciencia sería cómoda faena y hace muchos milenios que el hombre habría descubierto todas las verdades urgentes. Mas acontece que la realidad no es un regalo que los hechos hacen al hombre.” Pues no, no lo es: por ejemplo, los eclipses, las perseidas, los ocasos y las alboradas suceden desde antes de que los humanos existiéramos, y desde tiempos inmemoriales sabemos de su ocurrencia. “Siglos y siglos los hechos siderales estaban patentes ante los ojos humanos y, sin embargo, lo que estos hechos presentaban al hombre, lo que estos hechos patentizaban no era una realidad, sino todo lo contrario, un enigma, un arcano… ante el cual se estremecían de pavor. Los hechos vienen a ser, pues, como las figuras de un jeroglífico”. El filósofo no habla de signos ininteligibles, de un código oscuro. ¿Por qué jeroglíficos? Por su carácter paradójico: “… nos presentan ostentosamente sus clarísimos perfiles, pero ese su claro aspecto está ahí precisamente para plantearnos un enigma, para producir en nosotros confusión. La figura jeroglífica nos dice: ‘¿Me ves bien? Bueno, pues eso que ves de mí no es mi verdadero ser. Yo estoy aquí para advertirte que yo no soy mi efectiva realidad. Mi realidad, mi sentido está detrás de mí, oculto por mí. Para llegar a él tienes que no fiarte de mí, que no tomarme a mí como la realidad misma, sino, al contrario, tienes que interpretarme y esto supone que has de buscar como verdadero el sentido de este jeroglífico otra cosa muy distinta del aspecto que ofrecen sus figuras’”. Es decir, como advierte Bertrand Russell (The Problems of Philosophy, 1912), si existe —porque es razonable ponerlo en duda—, lo único que podemos decir de la realidad a partir de los hechos y los datos que nos brinda es que “no es lo que aparenta”. ¿Entonces?

 

En contra de la creencia actualmente generalizada, los hechos “por sí mismos no nos dan la realidad, al contrario, la ocultan…” Por ejemplo, ¿los hechos le muestran a usted que la Tierra está rotando sobre su eje a una velocidad ecuatorial de 1,670 km/h, mientras que orbitamos alrededor del Sol a una velocidad media de 107,000 km/h? Esos son los datos duros, los hechos. Así que “si no hubiera hechos… no habría enigma, no habría nada oculto que es preciso des-ocultar, des-cubrir. La palabra con que los griegos nombran la verdad es alétheia, que quiere decir descubrimiento, quitar el velo que oculta y cubre algo. Los hechos cubren la realidad y mientras estemos en medio de su pululación innumerable estamos en el caos y en la confusión.” 

 

La confusión que experimentan montones de mujeres y hombres obedece a que, ahítos de información, no sólo no realizan la labor de abstracción necesaria para des-cubrir la realidad que oculta la profusión de datos, sino que además les dan entrada tomándolos como la realidad misma. Para descifrar la realidad, explica Ortega y Gasset, es indispensable “que retiremos por un momento los hechos de en torno nuestro y nos quedemos solos con nuestra mente”, para que “por nuestra propia cuenta y riesgo, imaginamos una realidad, fabricamos una realidad imaginaria”, que después, aún “en la soledad de nuestro íntimo imaginar”, proyectemos “qué hechos produciría esa realidad imaginaria. Entonces es cuando salimos de nuestra soledad imaginativa, de nuestra mente pura y aislada y comparamos esos hechos que la realidad imaginada por nosotros produciría con los hechos efectivos que nos rodean. Si casan unos con otros es que hemos descifrado el jeroglífico, que hemos des-cubierto la realidad que los hechos cubrían…” Olvídese de marcos de referencia, olvídese de métodos de análisis, olvídese de inteligencia, imaginación, honestidad intelectual… Preguntémonos sólo cuánta gente se da el tiempo para pensar… Por descontado, es mucho más fácil creer que uno sabe y entiende…

miércoles, 11 de agosto de 2021

El placer de la lectura… ¡Ajá

 

La lectura es una práctica sociocultural

con efectos educativos, económicos y políticos.

UNESCO – CERLALC

 

 

Pues ahora resulta que en este país abunda la gente que lee por placer… ¡Qué escondidito se lo tenían, eh!

 

 

*

 

 

Con todo, hace apenas unos meses el INEGI reportaba que el promedio de libros que leyó la población adulta lectora entre febrero de 2020 y febrero de 2021, en pleno confinamiento sanitario, fue de sólo 3.7, es decir, ni cuatro libritos al año, menos de uno cada tres meses. La misma encuesta indica que las mujeres declararon haber leído un poquito más que los hombres (3.9 y 3.5 respectivamente). Y, ojo, la población lectora no es toda la gente que podría leer: sólo 7 de cada 10 alfabetos de 18 años (71.6%) declararon leer ya sea libros, revistas, periódicos, historietas o paginas de internet —y esta proporción ha decrecido casi 10%, comparándola con los datos de 2016—.

 

 

*

 

 

Pero ¡tranquilos!, han de ser puras apariencias: más allá de las estadísticas, en realidad México debe de estar plagado de lectores hedonistas. ¿O será que leemos muy menguadamente, pero los cuatro libritos que nos echamos al año los gozamos intensamente? Cuestiono esto luego de haber testimoniado la tumultuaria y airadísima respuesta a una declaración atribuida al director general de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública, el señor Marx Arriaga… 

 

— ¿Cómo?

 

— Marx…

 

— ¡No, bueno, con ese nombre…! ¿Qué podíamos esperar? ¿Y qué dijo el tal Stalin?

 

— No, Marx, Marx Arriaga.

 

— Bueno, qué dijo…

 

Según una nota publicada el 29 de julio por El Universal, el funcionario afirmó: “Leer por goce, acto de consumo capitalista”. Y luego, subtitulando un video, los editores del periódico agregaron: “Marx Arriaga arremete contra quienes leen por gusto”.

 

— ¡Qué! ¡Horror! ¡La iglesia en manos del Ruletero!

 

— No, de Lutero.

 

— ¡No lo defienda!

 

En vez de risueños emojis, en Twitter le llovieron críticas al doctor Arriaga. No faltaron los mensajes valientes y revolucionarios: “… leer por placer me parece la pura resistencia”, escribió Lorena Rojas. “No hay gozo más democrático e igualitario que leer un libro. La opinión de @MarxArriaga es un atentado al potencial que tiene cada ser humano de ser libre”, se pronunció Hypatia de México. Grandilocuente, Juan Villoro se sumó a las huestes de lectores gozadores ofendidos: “Leer por placer y ser feliz en un mundo donde existe Marx Arriaga son actos de disidencia que vale la pena practicar”. Otros hasta se animaron a recomendarle algunas lecturas: “… le vendría bien leer Fahrenheit 451. Mejor leer por placer que sentir placer al quemar libros” (@DavidPoireth). El coordinador de contenidos de W Radio, Primitivo Olvera, ¡faltaba más!, fue ligeramente más contundente: “La estupidez no tiene límites.” ¡Y, bueno, qué esperábamos en un país tan apasionado por la lectura!, hubo quien no se guardó los insultos: “Dice este asno que leer por placer es consumismo y el muy pendejisimo [sic] posa en un cuarto lleno de libros [sic]. Sentido común, nivel 4T” (@estupidonio).

 

 

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Y si sólo 72% de la población que sabe leer y escribir un recado declaró leer alguno de los materiales considerados por el INEGI en su encuesta, quienes aseguraron haber leído al menos un libro entre febrero de 2020 y febrero de 2021 apenas alcanzaron el 43%… ¿Será que la mayoría se abstiene de sentir placer? ¿Será una manda? Raro…

 

 

*

 

 

Uno podría decir que qué esperaba el señor Marx Arriaga Navarro… ¿Cómo se le pudo ocurrir lanzarse a criticar a la gente que lee por puro placer en nuestro país, sea mucha o poca? ¿Y luego, llamándose así, andar tachando de consumista al culto público mexicano? Óigame, no… ¡Pero sucede que el directivo de la SEP no dijo eso! Lo que entrecomilla El Universal en su nota jamás fue pronunciado por él. Primero escuché el video del periódico, y nada, un locutor dice que el funcionario dijo tal cosa, pero a él no se le oye jamás decirlo. Luego leí la nota, y tampoco, no aparece ya el entrecomillado… Reportaban, eso sí, que la barbaridad que tanto le censuraron fue supuestamente espetada durante una conferencia que dictó en la Escuela Normal de San Felipe del Progreso. Bastaron unos cuantos teclazos para encontrar en una página de Facebook la (video)conferencia… Y sí, me la aventé toda, incluida la sesión de preguntas y respuestas. Resultado: Marx Arriaga criticó, en efecto, que se entienda y se promueva la lectura solamente como un goce, pero incluso matizó: “Esto no implica que la lectura deje de ser un acto placentero, sino [que] no es exclusivamente un acto placentero”. Si El Universal interpretó que el director general de Materiales Educativos de la SEP quiso decir que leer por goce es un acto de consumo capitalista, muy bien, pero eso no dijo; al entrecomillar el aserto, el periódico mintió.

 

 

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En el Módulo de Lectura 2021 realizado por el INEGI también se cuestionó a los (escasos) lectores de (pocos) libros por qué leían, y resulta que no, misteriosamente la mayoría no declaró que lo haya hecho por goce o placer: muchos lo hicieron por razones de estudio o laborales (25.1%), otros por “cultura general” (18.5%) y algunos por motivos religiosos (11.6%), en tanto que el 42.6% declaró leer libros —unos cuantos— “por entretenimiento”, lo más cercano al placer.

 

 

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Todas las campañas de promoción de la lectura en México se han centrado en un mensaje: leer es divertido, placentero. Lo es, indiscutiblemente. El asunto es que no importa si estamos o no de acuerdo con Arriaga —yo lo estoy— en que leer no sólo es fuente de diversión y placer —porque además brinda otros muchos beneficios, individuales y colectivos—, el caso es que impulsar la lectura con ese argumento no ha sido efectivo, y eso, lamentablemente, es indiscutible.

miércoles, 4 de agosto de 2021

El falso mapa

  

All happenings are in the mind.

Whatever happens in all minds, truly happens.

George Orwell, 1984.

 

 

Hace tres años y medio ideé la historia que terminaría siendo el relato gráfico El falso mapa (Instituto Nacional Electoral, 2018). Había estado rumiando el asunto desde unos meses atrás. El propósito era echarle un ojo al porvenir. Y no al mío, al personal, tampoco al de todo el mundo: mi intención era atisbar el mañana de México. La historia que cuento en El falso mapa ocurre en la Ciudad Corazón de la Nueva Nueva España, antes Yólotl Yancuic de la Nueva Tenochtitlán, antes Nueva CDMX, antes Ciudad de México, antes Distrito Federal, capital de México, en el año 2100.



¿Pretendí entonces escribir una profecía? No. Quien procura profetizar necesariamente tiene que partir del postulado de que lo que va a ocurrir está definitivamente predeterminado de antemano, de tal suerte que no hay manera alguna de evitarlo. El profeta cree obligadamente en la poderosa noción de destino —“encadenamiento de los sucesos considerado como necesario y fatal”—. En cambio, yo considero que, tratándose de asuntos humanos, la inevitabilidad de los hechos es una encantadora creencia producto del pensamiento mágico. Contrario a la idea de fatalidad, creo que la voluntad de la gente y el azar siempre intervienen, de modo que estoy seguro de que todo pudo y puede ser de otra manera, de que nada ha ocurrido ni ocurrirá porque tenía que ser así y no había de otra.

 


Por supuesto, el futuro no existe, en dado caso, existirá. Lo que existe es la proyección, la imaginería alrededor del futuro, y eso sólo existe en el presente. Por lo demás, tampoco el pasado existe, por definición, existió. Por eso nuestros recuerdos, la reconstrucción que pretendemos hacer de lo sucedido, cambian constantemente: están cambiando. De hecho, todo lo que existe únicamente existe hoy, ahora mismo, en este instante: estamos atrapados en la fugacidad del gerundio. ¿Irremediablemente atrapados? No, claro, gracias a la memoria y a la imaginación podemos darnos nuestras escapadas, algunas para bien, depresivos y ansiosos para mal. En buena medida, esa es una de las funciones de la literatura, y en general del lenguaje. Mediante el lenguaje, la memoria y la imaginación permiten construir tanto vaticinios como historias contrafactuales o contrafácticas, en las que los hubiera sí existen. Para ello, no es necesario escribir novelas fantásticas o libros proféticos; resulta que no pasa un solo día sin que construyamos hipótesis contrafácticas y tramemos vaticinios: 

 

— Mejor dejamos esos aguacates para mañana que ya estén más sabrosos.

 

— Si me hubiera levantado más temprano habría pasado a comprar unos chilaquiles…

 

— Mejor dejo el coche estacionado aquí; así, si Eufemia todavía está despierta ahorita que llegue, le digo que se descompuso y que se me hizo tarde tratando de arreglarlo.

 

Con el ejercicio de imaginación que implicó El falso mapa no pretendí predecir cómo será México en 2100. El empeño no fue adivinar, sino advertir, alertar. Porque desde aquel presente, afortunadamente hoy pasado, todavía el futuro se vislumbraba horrible. No sólo pululaban las evidencias de que las cosas no iban nada bien para nuestro país, también uno podía percibir por todos lados indicios de que, a menos de que diéramos un fuerte golpe de timón, y pronto, lo único que podía preverse era el empeoramiento generalizado. Algunas muestras —todas las notas están fechadas en 2018 y provienen de primeras planas y contraportadas de La Jornada—: “Ahora tortillazo…” (02/01), “Caos en precios de gasolinas por anuncio de alza” (03/01), “En 15 días, el tanque de 10 kilos subió de 120 a 200 pesos. Aumento a gas LP…” (04/01); “Narcodisputa por Chihuahua deja 32 muertos en un día” (06/01), “Se disparó 10% la canasta básica…” (07/01); “Suman ya 32 los cuerpos hallados en fosas de Nayarit” (17/01); “Sólo en 2017 la cifra llegó a $520 millones”; “Derrochan diputados millones en copias, vales y sus seguros” (21/01); “Crece la brecha en índices educativos por la pobreza: INEE”… Y a sólo año y medio del azote pandémico del Sars-Cov-2: “Bloquean empresas de alimentos avances contra la obesidad. En México, el organismo para el control del mal está sujeto a la IP” (02/02). Otras: “Hay rezago de 20 mil órdenes de captura en PGR” (04/02); “ASF: desvió Rosario Robles $3 mil 855 millones en Sedatu” (21/02); “AI: aumentó en México la violencia extrema en 2017” (22/02); “Citibanamex: hartazgo social por corrupción e impunidad” (05/03); “Cuestiona la ONU la situación de garantías en México” (13/03); “La corrupción en México, equivalente entre $200 mil a $500 mil millones al año” (12/04); “Inseguridad y corrupción crecen como plagas: CNDH”… “De 2014 a la fecha la cifra aumentó 40% Hay 37 mil 435 desaparecidos” (02/06) Y además entonces estábamos en guerra: míster Trump-etAss del Apocalipsis nos traía de su puerquito y había impuesto aranceles al acero y aluminio mexicanos… (01/06)… Y ahí le paro que no quiero deprimir a nadie. Eran las últimas noticias del estado atroz del que apenas estamos saliendo. Todas esas notas venían precedidas de terribles barbaridades —literalmente: actos opuestos a la vida civilizada—, como la que presenciamos en octubre de 2016, cuando Peña Nieto, en su calidad de presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, titular del Poder Ejecutivo, Jefe de Estado y de Gobierno, y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, nos dijo corruptos a todos y todas, a cada uno de los ciudadanos de este país, ¿recuerdan? Así que en El falso mapa no aventuré una predicción, sino que imaginé una distopía, un México en el cual la corrupción ya se habría apropiado de todo… El relato gráfico está en línea y puede descargarse aquí sin costo.

 

Hoy estoy seguro de que nuestro presente es mejor, entre otras cosas, porque ahora es perfectamente razonable imaginar un mejor futuro.