miércoles, 27 de julio de 2022

Split: mundo en disolución

  

No necesitamos continuar, sino un nuevo comienzo.

Edgar Morín

 

 

 

¿Acaso el ocaso?  Me temo que sí. El barrunto no lo sobrellevo desde ayer. Hace justo trece años, en esta columna anotaba: “Desde hace unos quinientos años, Occidente transita por una etapa, la Modernidad, que día a día muestra más evidencias de agotamiento. ¿Qué sigue? ¿Una nueva era de armonía o una Edad Media reloaded? No me hagas apostar…” Este mundo se está acabando. No es una certeza inédita, también en 2009, cuatro meses después, escribía algo que entonces a muchas personas debió de haberles parecido una exageración: “El broncón que nos tocó vivir no es cómo cambiar el modelo de desarrollo, va más allá, implica reformular qué queremos entender por desarrollo. El paradigma civilizatorio sencillamente se nos agotó.” Agregaba en aquel texto —Se busca modelo de civilización— que “la desesperanza que se respira en todo Occidente tiene que ver con el gran revés del ideal del progreso: el desarrollo científico, tecnológico y económico no asegura ni desarrollo humano ni justicia social”.


Man and Driftwood. Foto: Glen Bledsoe.

Luego, en 2016 escribí una Nota sobre el fin del mundo, sobre todo con la intención de recordar que mundo es cosmos, orden humano, de tal suerte que el fin del mundo no sólo es una posibilidad efectiva, sino que ha ocurrido antes varias veces. Enseguida, publiqué El acabose, el cual iniciaba así: “El mundo tal y como lo conocemos está por acabarse. El hecho no es nuevo, quiero decir, que se acabe un mundo.” Y cerraba afirmando que “el sistema-mundo moderno… está en las últimas, y la única certidumbre es que el que se construirá para sustituirlo es por ahora absolutamente incierto”. Un año después me referí al libro de Wolfgang Streeck How Will Capitalism End? (Verso Books, 2016) y a los peligros del Pesimismo pésimo: “se propaga la certeza, redonda y sin matices, de que las cosas cada vez se pondrán más feas”. Y a principios 2018, en Era agónica, explicaba que “el acabose no sólo es un asunto de dólares y algoritmos”, sino que alcanza la debacle de la organización sociopolítica en la que el mundo contemporáneo está configurado, el Estado Nación.

A Grand View. Foto: Glen Bledsoe.


Al inicio de la pandemia —entonces yo mismo batallaba contra el pinche bicho—, en abril de 2020, escribí Fin viral. Supongo que la sentencia con la que arrancaba aquel texto resultó excesiva para más de un lector: “Urbi et orbi, el statu quo ya se chingó. Un ente, ¡qué digo un ente!, un mísero entecito de no más de 20 nm, el SARS-CoV-2, desató y propagó la catástrofe de nuestro mundo.” Además, externaba una sospecha que cada día me parece más próxima a la realidad. “Para el marxismo ortodoxo, conforme a la dialéctica hegeliana, lo nuevo desplaza a lo viejo. Las fuerzas del cambio empujan. Pero quizá no siempre ha sido así, tal vez a veces lo viejo caduca y fenece, cuando todavía no hay nada nuevo listo para sustituirlo”. Dos meses más tarde, en Remate de era, apuntaba: “En todos los ámbitos del quehacer humano, a lo largo y ancho del orbe entero, proliferan los indicios de que estamos viviendo el remate de nuestra era histórica. Esto se acaba.” Y ya con Europa con guerra en casa, hace tres meses iniciaba mi columna Fin/inicio de mundo recordando: “No faltan los conatos de acabose. Es como si las trompetas del Apocalipsis estuvieran tocando la música ambiental. El fin del mundo está cada día más cantado.”


Hasta ahí el recuento y ahora les cuento cómo fue que, apenas el 15 de julio, inició su videopotcast Global Capitalism Richard D. Wolff. Traduzco: “Con la presentación de hoy… trato de brindar una explicación, si me permiten, a algo que he escuchado en los últimos dos meses significativamente más a menudo que antes. He oído frases como ‘El mundo está cayéndose a pedazos’, ‘El mundo está llegando a su fin’, ‘Todo está empeorando’, ‘Estoy asustado’ y más dichos en este sentido… Es cierto, algunas veces se dicen en son de broma, pero más frecuentemente se trata de las expresiones de un sentimiento genuino. Y me parece que una manera de presentar lo que voy a comentar a continuación es decir que quienes así se han sentido, al menos algunas veces, están siendo muy inteligentes, muy sensibles, porque el mundo está cambiando rápida y profundamente… Y la palabra que voy a emplear como una especie de idea central es la palabra disolución (split)”. Claro, también podríamos traducir split como ruptura, cisma, escisión… “Cosas que solían estar juntas se están separando. Cosas que pensábamos que estaban necesariamente conectadas hoy ya no lo están. Las alianzas se están rompiendo. Los acuerdos se están deshaciendo. En un sentido real, existe un mundo que se desmorona. Y es positivo que te sientas asustado, al menos de vez en cuando, porque eso demuestra que estás prestando atención, y ese es el primer paso para lograr el tipo de intervenciones necesarias para convertir un desastre potencial en una oportunidad histórica”.

 

En sincronía con los apuros contemporáneos —bueno, para quienes están prestando atención—, me tocó ver el más reciente video del profesor Wolff el mismo día que escuché, gracias a la oportuna recomendación que me llegó vía WhatsApp desde Berlín, la entrevista que Sam Harris realizó hace unos días a Peter Zeihan, a propósito de su nuevo libro, The End of the World is Just the Beginning, sobre el cual, amenazo, escribiré la próxima semana.

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