Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Freudianos y bárbaros

 

En la primera sección de su ensayo El yo y el ello (1923), uno de sus escritos teóricos más importantes, Sigmund Freud establece:

La diferenciación de lo psíquico en consciente e inconsciente es la premisa básica del psicoanálisis, y la única que le da la posibilidad de comprender, de subordinar a la ciencia, los… procesos patológicos de la vida anímica.

Seguramente con la intención de remarcar la importancia y carácter necesario de tal premisa —cualquiera de las primeras proposiciones de un razonamiento, de donde se infiere y obtienen conclusiones, el neurólogo austriaco prescribe:

Si me estuviera permitido creer que todos los interesados en la psicología leerán este escrito, esperaría que ya en este punto una parte de los lectores suspendiera la lectura y no quisiera proseguirla, pues aquí está el primer shibbólet del psicoanálisis.

¿A qué se refiere Freud con shibbólet? El término proviene de la Biblia, específicamente del libro de los Jueces (12:5-6).

Y los galaaditas tomaron los vados del Jordán a los de Efraín; y aconteció que cuando decían los fugitivos de Efraín: Quiero pasar, los de Galaad les preguntaban: ¿Eres tú efrateo? Si él respondía: No, 6 entonces le decían: Ahora, pues, di Shibolet. Y él decía Sibolet; porque no podía pronunciarlo correctamente. Entonces le echaban mano, y le degollaban junto a los vados del Jordán. Y murieron entonces de los de Efraín cuarenta y dos mil.

Se utilizaba, pues, para identificar a los miembros de un grupo rival que no podían pronunciar correctamente la palabra shibbólet. Aquellos que la pronunciaban mal eran ejecutados, lo que convirtió la palabra en un símbolo de distinción entre grupos. Freud usa el término metafóricamente para referirse al concepto el inconsciente que actúa como un elemento de diferenciación entre quienes aceptan o comprenden el psicoanálisis y quienes no lo hacen. En este caso, su “primer shibbólet” señala que, partir de ese punto en su texto, algunos lectores podrían no estar dispuestos a seguir leyendo porque no están preparados para aceptar los principios fundamentales del psicoanálisis. Freud sabía que ciertos conceptos serán divisores de aguas entre quienes están abiertos a su teoría y quienes la rechazarán.

Por supuesto, existe una conexión semántica entre shibbólet y el concepto de bárbaro. En su origen, la palabra bárbaro se usaba en la antigua Grecia para referirse a los extranjeros que no hablaban griego. De hecho, en el libro que bien podría considerarse el primero de Occidente, atribuido por cierto a un ciego al que llamamos Homero, aparece ya la palabra (Canto II de la Ilíada, c. siglo VIII a. C.). El término imitaba el sonido de lenguas extranjeras que a los griegos les sonaban como “bar-bar”, es decir, como algo incomprensible o extraño. Con el tiempo, bárbaro adquirió connotaciones negativas, asociadas a la falta de civilización o cultura. Así que ambos conceptos —shibbólet y bárbaro— apuntan a la idea de diferenciación entre grupos culturales a través del lenguaje.

En el contexto de Freud, el uso de shibbólet sugiere que hay un grupo selecto que está “dentro” del conocimiento del psicoanálisis y otro que queda fuera por no aceptar o comprender sus principios, los bárbaros. Claro, el doctor Freud no era en lo absoluto inconsciente de la segregación que hacía.



domingo, 22 de septiembre de 2024

Comer con hambre

  

 

… the broken society and the broken economy

resulted from the growth of inequality.

Richard G. Wilkinson and Kate Pickett, The Spirit Level.

 

 

 

 

Aunque prácticamente no abordé más que el epígrafe con el que abre su primer capítulo y un par de párrafos, hace unas semanas, en “Electra y la tragedia capitalista”, me referí al libro The Spirit Level, Why Greater Equality Makes Societies Stronger, de Kate Pickett y Richard Wilkinson. Insisto: hay que leerlo.

 

También en su capítulo inicial, me topé con una idea sencilla y genial, tan obvia que solemos olvidarla. Primero, el contexto.

 

Los autores relatan que, desde poco antes de la crisis financiera global que se desató a finales de 2008, muchos políticos británicos hablaban ya del declive de los lazos comunitarios y del aumento de los comportamientos antisociales en Inglaterra, Europa y en general en Occidente. El término sociedad rota comenzó a circular, pero pronto la crisis financiera desplazó la atención hacia la economía rota. En general, de manera simplista, comenzó a permear una explicación burda: los pobres eran los responsables de la susodicha sociedad rota, mientras que a los ricos era a quienes había que culpar por la economía rota. Los autores sostienen esa explicación es errónea, porque tanto la sociedad rota como la economía rota son consecuencias de una misma causa: el crecimiento de la desigualdad. Más, incluso, desde hace quince años, Pickett y Wilkinson afirman que la Humanidad ha llegado al final de lo que el crecimiento económico puede hacer por nosotros. Si bien indudablemente, durante milenios, mejorar los estándares de vida materiales fue la clave para elevar la calidad de vida de la gente, en la actualidad, en los países ricos, las dificultades ya no se centran en necesidades básicas como comida o agua limpia; de hecho, “la mayoría de nosotros ahora desea comer menos en lugar de comer más”. Por primera vez, los pobres son, en promedio, más obesos que los ricos. El crecimiento económico, que antes era el motor del progreso social, ha dejado de contribuir al bienestar de las personas en los países ricos. Los autores no lo mencionan, pero de no es fácil no recordar los problemas de drogadicción y violencia que se padecen en Estados Unidos, por ejemplo. A pesar del aumento de la riqueza, los indicadores de bienestar y felicidad ya no mejoran, y la ansiedad y la depresión se han propagado en dichos países. En resumen, al menos las poblaciones de las economías más ricos han llegado al final de una larga marcha histórica. Para probar su juicio, analizan la relación entre el crecimiento económico y la esperanza de vida en diferentes países de economías avanzadas, para demostrar que efectivamente esta relación se ha debilitado significativamente. En los albores del desarrollo económico capitalista, la esperanza de vida aumentó rápidamente, como ha sucedido recientemente en los países pobres, pero a medida que las sociedades se desarrollan, las mejoras en la salud se desaceleran. “La curva se vuelve horizontal”, lo cual indica que a partir de cierto punto el aumento en la riqueza ya no contribuye a una mayor esperanza de vida. Aunque los países ricos continúan experimentando mejoras en sus sistemas de salud, estas, en conjunto, ya no están relacionadas necesariamente con los niveles de ingreso. Por ejemplo, la esperanza de vida en países como Estados Unidos no es superior respecto a la de naciones mucho menos acaudaladas como Andorra, Grecia e Irlanda, por no mencionar países mucho más pobres, como Cuba. Se observa que, con cada década que pasa, la esperanza de vida en países ricos aumenta entre dos y tres años, independientemente del crecimiento económico. Además, los reportes de bienestar autorreportado —felicidad— también muestra un patrón similar. A medida que los países se desarrollan, el aumento en la riqueza tiene menos impacto en el bienestar emocional y satisfacción de la población. Este fenómeno se puede observar en la llamada “curva de la felicidad”, que se estabiliza en niveles altos de ingreso. La evidencia sugiere entonces que, aunque en países pobres el crecimiento económico es crucial para mejorar el bienestar, en naciones desarrolladas, los aumentos de ingresos aportan cada vez menos beneficios a la gente. A medida que los países alcanzan niveles elevados de riqueza, “los rendimientos decrecientes” comienzan a tener efecto: más ingresos no equivalen a más salud o mayor felicidad. Las enfermedades también reflejan este cambio; mientras que antes las enfermedades infecciosas eran comunes entre los pobres, ahora las llamadas "enfermedades de la riqueza", como la obesidad y las enfermedades cardiovasculares, han aumentado entre los grupos más desfavorecidos.

 

Es en tal contexto es que los autores de The Spirit Level apuntan (traduzco):

Este es un patrón predecible. A medida que obtienes más y más de cualquier cosa, cada adición a lo que tienes —ya sean hogazas de pan o automóviles— contribuye cada vez menos a tu bienestar. Si tienes hambre, una hogaza de pan es todo, pero cuando tu hambre está satisfecha.

Se trata, claro, de una expresión de lo que en Economía se conoce como la Ley de los Rendimientos Decrecientes, la cual establece que, después de alcanzar un nivel óptimo de capacidad, añadir un factor de producción adicional resultará en incrementos menores en la producción. La Ley de los Rendimientos Decrecientes se aplica principalmente al ámbito de la producción, en la que se observa que, al incrementar los factores de producción —trabajadores, maquinaria, recursos—, los incrementos en la producción comienzan a disminuir después de un cierto punto. Sin embargo, también se puede relacionar con el consumo, a través del concepto de utilidad marginal decreciente. A medida que consumes más unidades de un determinado bien, la satisfacción (o utilidad) que obtienes de cada unidad adicional tiende a disminuir. Por ejemplo, la primera rebanada de pizza puede ser muy satisfactoria, pero la tercera o cuarta puede no ofrecer la misma satisfacción. O desde la perspectiva opuesta: comer con hambre siempre es satisfactorio.


Vincent Van Gogh, De aardappeleters, 1885.

miércoles, 11 de septiembre de 2024

Los suicidas en México

 

Los hombres se suicidan más que las mujeres. Así ocurre en todo el mundo. México no es la excepción: aquí, a lo largo de 2023, del total de suicidios, el 81% correspondió a hombres y el 19% a mujeres. Dicho de otra manera, suceden más de cuatro suicidios de hombres por cada uno de mujeres.

 

Del total de muertes registradas en nuestro país en 2023, el 1.1% fueron por suicidio. Los suicidios fueron la decimonovena causa de muerte a nivel nacional, con una tasa de 6.8 por cada 100 mil habitantes. Sólo por comparar, digamos que en Estados Unidos en 2022 se perdieron 49.5 mil vidas por autolesiones intencionadas, más de 14 muertes por cada 100 mil habitantes, una tasa muy alta, pero no de las más altas del mundo. En los siguientes países los datos más recientes reportan tasas de suicidio de entre 25 y 30 por cada 100 mil habitantes: Corea del Sur, Rusia, Lituania, Micronesia, Suazilandia y Guyana. En el extremo opuesto, según la World Population Review, muchas de “las naciones más problemáticas del mundo” tienen de las tasas de suicidio más bajas por cada 100 mil habitantes: Afganistán 4.1, Irak 3.6, Venezuela 2.1 y Siria 2.0.

 

Cada vez hay más suicidios en México: entre 2013 y 2023, la tasa de suicidio pasó de 4.9 a 6.8 suicidios por cada 100 mil habitantes. Esto significa que la tasa aumentó en casi un 40% durante ese período.

 

A lo largo de los 365 días del año pasado, en México se registraron 8,837 suicidios, esto es, 24 en promedio por día, uno cada hora. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, en todo el continente americano las cifras relativas a los intentos de suicidio pueden ser hasta 20 veces mayores.

 

El suicidio es más frecuente entre la gente joven: dos de cada tres de quienes se quitaron la vida a sí mismos en México tenían menos de 40 años. Entre las mujeres que se suicidaron, poco más de la mitad, 55%, tenía menos de 30 años de edad. Entre los varones suicidas, la mitad, 53%, de ellos tenía entre 20 y 39 años.

 

En 2023, las entidades federativas con las tasas de suicidio mayores fueron Chihuahua (15), Yucatán (14.3), Campeche (10.5) y Aguascalientes (10.5). En contraparte, los estados con las tasas más bajas fueron Guerrero (2.1), Ciudad de México (3.4) y Veracruz (4.4).

 

En este país, la manera que más se usa entre quienes deciden quitarse la vida es el horcamiento, estrangulamiento o sofocación, con 85.5 % de los casos. Cuado se utilizó un arma de fuego, 5.5% de los suicidios totales registrados en 2023, es más frecuente que el suicida sea varón que mujer —fue el segundo método que más se utilizó por parte de los hombres, , con 6.4%—. Mientras que prácticamente una de cada diez de las mujeres que se suicidaron en 2023 se envenenaron, dicho método sólo representó el 4.2% de los suicidios entre varones.

 

Dos de cada tres suicidios acaecidos en México durante el año pasado tuvo lugar en la casa particular de la víctima victimaria.

 

domingo, 8 de septiembre de 2024

La invención de nostalgia

  

 

En pantalla Dalila cortaba el pelo al cero a Sansón

Y en la última fila del cine, con calcetines aprendimos tú y yo

Juegos de manos, a la sombra de un cine de verano

Juegos de manos, siempre daban una de romanos

Joaquín Sabina, Una de romanos.

 

  

De Rómulo a Rómulo transcurrió más de un milenio. El primer Rómulo y su hermano Remo —herederos de Eneas, héroe de la Guerra de Troya, y por ello descendientes de Zeus— fundaron Roma en abril de 753 a. C. La asociación filial terminaría muy mal: Rómulo asesinaría a Remo por brincarse las trancas —desafiante, Remo había salido del pomerium de la naciente ciudad, y para su hermano aquello significó una afrenta imperdonable, así que lo mató—.

Frontal de sarcófago incrustado en una pared del Palacio Mattei de Roma: el mito de Marte y Rea Silvia: Marte, dios de la pasión, la virilidad y la guerra, violó a Rea Silvia, a resultas de lo cual ella daría a luz a los célebres gemelos.

Mil 163 años después, en el 410 de nuestra era, un tropel de guerreros visigodos asaltó la ciudad eterna; después de que en el siglo V a. C. un atajo de huestes galas había conseguido saquearla, era la primera vez que los bárbaros penetraban Roma. La decadencia se prolongaría: tuvieron que pasar casi setenta años para que apareciera el otro Rómulo, a quien tocaría en suerte ser el último jerarca del Imperio Romano de Occidente. Apenas quinceañero, Rómulo Augústulo había sido elevado al trono imperial por su padre, el general Orestes. En 476, Odoacro, un hérulo mercenario al servicio de los romanos, se rebeló contra Orestes, lo derrotó y le quitó la vida, para luego obligar a Rómulo a abdicar. Aunque su dominio era real y ejercía todas las funciones de un emperador romano, Odoacro adoptó el título de rey de Italia.

Rómulo Augústulo se rinde a Odoacro con las insignias del imperio

  

 

y se aguza como el llavín

de la celda de amor de un monasterio en ruinas.

Ramón López Velarde, La mancha de púrpura.

 

Benito llegó al mundo en Nursia, en el año 480 —no llegó solo, por cierto, sino con una melliza, Scolastica—. Por su localización —se ubica en el corazón de los Apeninos, en la región de Umbría—, Nursia se había salvado de muchas invasiones, pero toda Italia se encontraba devastada por la guerra, los saqueos y el forcejeo entre diversas tribus bárbaras. Tras el colapso imperial, la autoridad central era endeble, y muchas ciudades, incluida Nursia, sufrían frecuentes cambios de dominio. La inestabilidad campeaba. No resulta extraño que haya sido a Benito de Nursia a quien le tocó organizar la vida monástica en Occidente. Benito buscó la soledad y la contemplación en la montaña de Subiaco. Allí estableció algunas comunidades monásticas y escribió lo que se conocería como la Regla de San Benito, un conjunto de directrices que equilibraba la oración, el trabajo y el estudio, ordenando la vida comunitaria cristiana intramuros. Alrededor del 529, Benito fundó Montecasino, su monasterio más célebre, en una colina entre Roma y Nápoles —ese mismo año, Scolastica formó un convento para mujeres en la cercana Plumbariola, e instauró los principios ideados por su mellizo—. El de Benito no fue el primer monasterio —mucho antes, en el siglo IV, San Antonio Abad inició del monacato eremítico, San Pacomio instituyó monasterios en Egipto y San Basilio desarrolló las reglas monásticas en el Imperio Bizantino—, pero su Regla permitió a los monasterios convertirse en poderosos nichos culturales a lo largo de la Edad Media. Honorio III canonizó a Benito en 1220 —su gemela también es venerada como santa, y aunque no es precisa la fecha de su canonización, se celebra la fiesta de Santa Escolástica el 10 de febrero, un día después de la de San Benito—.

Los hermanos gemelos San Benito y Santa Escolástica

Los monasterios benedictinos jugaron un rol crucial en la propagación del cristianismo y en el resguardo de la tradición grecolatina. En el siglo X la orden entró en crisis, lo que motivó la reforma cluniacense. En España, se impulsó la creación de comunidades benedictinas, las cuales tuvieron su apogeo durante los siglos XII y XIII. En 1390, por iniciativa de Juan I de Castilla, comienza a operar el monasterio de San Benito de Valladolid, que se mantendría hasta el siglo XIX. Uno de los últimos monjes benedictinos de Valladolid fue Manuel Melchor Núñez de Taboada.

  

 

en qué idioma cae la lluvia

sobre ciudades dolorosas?

Pablo Neruda, El libro de las preguntas.

 

Manuel Melchor Núñez de Taboada nació en 1775 en Bendoiro, Pontevedra. De origen gallego, profesó en la orden de San Benito en Valladolid, pero su afinidad con las ideas liberales lo llevó a exiliarse en Bayona, Francia, en 1803. Allí se mantuvo como maestro de español y traductor; dominaba el francés y el inglés. Abandonó los hábitos religiosos en 1805 y se trasladó a París, donde abrió un negocio de traducción —Interpretation Générale et Traduction de toutes les langues, mortes et vivantes—. En 1828, regresó a España. No sabemos ni cuándo ni dónde falleció, aunque su última obra conocida, una traducción de un manual marítimo, se publicó en Burdeos en 1837. Núñez de Taboada es autor de varios libros para la enseñanza del español, tanto a franceses como a hispanohablantes; entre los más destacados están el Diccionario de la lengua castellana (1825) y la Gramática de la lengua castellana (1826). Su labor lexicográfica fue tan influyente que la Real Academia Española lo usó como referencia en sus propias obras.

 

Si vuelvo alguna vez por el camino andado

no quiero hallar ni ruinas ni nostalgia.

Lo mejor es creer que pasó todo

como debía.

José Emilio Pacheco, Certeza.

  

La palabra tristeza aparece en el primer diccionario del castellano, el Vocabulario español-latino de Antonio de Nebrija, de 1495. La palabra melancolía la encontramos desde 1607, en el Tesoro de las dos lenguas francesa y española. En cambio, la primera vez que aparece nostalgia en un compendio lexicográfico de nuestro idioma no es sin hasta 1825, en el Diccionario de la lengua castellana, de Manuel Núñez de Taboada. Publicada en París, la obra advertía en portada que para su “… composición se han consultado los mejores diccionarios de esta lengua, y el de la Real Academia Española”. Además, don Manuel presumía que su diccionario estaba “aumentado con más de 5000 voces o artículos, que no se hallan en ninguno de ellos”.

 

En la edición más reciente de su diccionario, la RAE da cuenta de dos acepciones para el vocablo nostalgia: “Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos” y “tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida”. Si bien la palabra tiene un origen etimológico en el griego —de νόστος [nóstos], «regreso», y λγος [álgos], «dolor»)—, en realidad no proviene de la Antigüedad. Nostalgia es una invención que tiene poco más de trescientos cincuenta años. Fue acuñada en 1668 por un joven galeno, el suizo Johannes Hofer, quien quería dar nombre al “deseo doloroso de regresar” que había visto en algunos de sus pacientes. Hofer buscaba una palabra que expresase en todas las lenguas el significado del vocablo alemán heimweh, “deseo intenso de estar en casa”, “sufrimiento por estar separado de la familia”. Así que la definición que en 1825 ofrecía Núñez de Taboada era bastante atinada: entre nosotros/tras y nota, en su Diccionario de la lengua castellana, definía nostalgia como la “inclinación violenta que obliga a los que se han espatriado [sic] a volver a su país”.

 

Sabina canta —Con la frente marchita, 1990— que “no hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”. Pensando en la primera acepción del vocablo acuñado por Johannes Hofer, la peor de las nostalgias es la que todos los humanos sentimos por el paraíso, ese deseo violento de regresar al lugar de donde, en realidad, jamás hemos sido expulsados.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Electra y la tragedia capitalista

  

… un pobre está más dispuesto a hospedar que un rico.

Eurípides, Electra.

 

 

El conjuro de Electra, la de Eurípides, se inmiscuyó de vuelta por youtube. ¡Qué tragedia! Worsening Economic Inequality Yields Worsening Social Conditions (La desigualdad económica creciente genera un empeoramiento de las condiciones sociales): resulta que el profesor Richard Wolff dedicó la emisión del pasado 26 de agosto de su programa Economic Update a reseñar el reciente alcance editorial a un libro importante publicado originalmente hace quince años: The Spirit LevelWhy Greater Equality Makes Societies Stronger —existe una versión en nuestro idioma, nada fácil de conseguir: Igualdad: cómo las sociedades más igualitarias mejoran el bienestar colectivo, Capitán Swing Libros—, de Kate Pickett y Richard Wilkinson.

 

 

*

 

 

Hágase enseguida un largo intermedio porque hasta aquí va ya un dramatis personae que conviene encuadrar.

 

Hija de Clitemnestra y el rey Agamenón —“quien navegó hacia Troya con mil naves para levantar la guerra”—, Electra es hermana de Orestes, Crisótemis, Laódice e Ifigenia. Escribo es y no fue porque Electra vive: es un personaje mítico-literario de la Antigua Grecia. La referencia textual más antigua que tenemos de ella tiene casi dos mil quinientos años: se halla en Las Coéforas, la segunda de las tres obras que integran la Orestíada. Dicha tragedia, con otras casi cien de las cuales apenas conservamos siete, fue escrita por Esquilo, el mismo autor a quien debemos la pieza teatral más antigua que se ha preservado hasta nuestros días, Los persas. Esquilo nació en 525 a. C. en el demo ateniense de Eleusis y falleció víctima de un tremendo tortugazo en 455 a. C. Tres años antes se había representado por vez primera Las Coéforas, en la cual interviene Electra, la vengadora, como lo hará en las piezas homónimas de Sófocles y de Eurípides. A esta última es a la que me refiero. Ahora, este señor Eurípides, más joven que Esquilo, nació en Salamina, la isla próxima a Atenas en donde los griegos derrotaron a los invasores aqueménidas poniendo fin a la segunda Guerra Médica, en 480 a. C. Así que la coincidencia no solamente es de lugar, sino también de tiempo, porque se estima que Eurípides llegó al mundo justo ese mismo año.

 

Sobre el norteamericano Richard David Wolff (1942), en principio conviene decir que es un pensador marxista, políglota, doctorado en Economía (Yale, 1969) y profesor emérito de la Universidad de Massachusetts Amherst. Wolff ha publicado varios libros, como Understanding MarxismCapitalism's Crisis Deepens: Essays on the Global Economic Meltdown, The Sickness is the System: When Capitalism Fails to Save Us from Pandemics or Itself y Democracy at Work: A Cure for Capitalism.

 

En cuanto a los coautores de The Spirit Level, Kate Elizabeth Pickett (1965) y Richard G. Wilkinson (1943), apunto que los dos son académicos británicos: ella estudió antropología biológica en el Robinson College de Cambridge, ciencias nutricionales en la Universidad de Cornell y epidemiología en Berkeley; por su lado, él estudió historia económica en la London School of Economics, y una maestría de Ciencias Médicas en la Universidad de Nottingham —su tesis fue Socio-economic Factors in Mortality Differentials (1976)—. Pickett y Wilkinson son esposos.

 

 

*

 

 

La liga entre el programa del profesor Wolff y Electra se estableció así: al terminar la exposición del investigador marxista —en resumen, argumenta que el libro de los británicos demuestra la correlación que existe entre la desigualdad económica que necesariamente genera el capitalismo y la mayoría de los problemas sociales de nuestro tiempo— quedé convencido de que es un error no haber leído de The Spirit Level, de Pickett y Wilkinson (Bloomsbury Press, 2009). Procedí de inmediato. Hacerme del libro no fue difícil —digamos que en la red abundan generosas copias en formato pdf—. Luego del prefacio y una nota de agradecimientos, el primer capítulo de The Spirit LevelThe end of an era, inicia con el siguiente epígrafe: 

I care for riches, to make gifts to friends, or lead a sick man back to health with ease and plenty. Else small aid is wealth for daily gladness; once a man be done with hunger, rich and poor are all as one.

Euripides, Electra.

Ahora verán porque lo transcribo en inglés… Enseguida, el ensayo de Pickett y Wilkinson inicia con un párrafo que pone el foco de inmediato en el asunto que abordará toda la obra (traduzco):

Es una paradoja notable que, en la cúspide del éxito material y técnico humano, nos encontremos llenos de ansiedad, propensos a la depresión, preocupados por cómo nos ven los demás, inseguros de nuestras amistades, impulsados a consumir y con poca o ninguna vida comunitaria. Al carecer del contacto social relajado y la satisfacción emocional que todos necesitamos, buscamos consuelo en comer excesivamente, en las compras y los gastos obsesivos, o nos convertimos en presa del alcohol, de fármacos psicoactivos y drogas ilegales.

La misma tesis que defiende el doctor Gabor Maté en su libro más reciente, The Myth of Normal (Avery, 2022). Al terminar de leer este primer párrafo decidí, antes de continuar, releer Electra. Hacía años que no lo hacía. Una maravilla. El problema es que no me topé nunca con la cita textual. Primero encontré otra que aborda, casi quinientos años antes de nuestra era, la cuestión de la desigualdad; dice Orestes:

He visto a hijos de padre noble que nada son y a hijos de villanos que son hombres excelentes; he visto la miseria en el corazón de un rico y un alma grande en el cuerpo de un pobre. ¿Cómo, entonces, se puede juzgar distinguiendo rectamente entre una y otra cosa? ¿Acaso por la riqueza? Mal juez para servirse de ella. ¿Entonces por la pobreza? Pero es que la pobreza comporta una tara y enseña a un hombre a ser malo por culpa de la necesidad.

En fin, fue necesario revisar dos traducciones al inglés para encontrar el texto citado. Resulta que el epígrafe corresponde a lo que más adelante declara el Labrador de Micenas, el pobre esposo de Electra; tomo la traducción de Calvo, García Gual y De Cuenca para la edición de Gredos:

… observo que la riqueza tiene gran importancia; puede obsequiar a los huéspedes y salvar con recursos el cuerpo que ha caído enfermo. En cambio, en lo tocante al alimento diario, de poco vale: todo hombre que se sacia, sea rico o pobre, se lleva lo mismo.

No es una simpleza. En un parpadeo puede quedar descubierta la categórica verdad que expresa Eurípides muchos siglos antes de la aparición del capitalismo: mientras el exceso siga siendo nuestro objetivo, la desigualdad será nuestra condena…, fatalmente, trágicamente.