… un pobre está más dispuesto a hospedar que un rico.
Eurípides, Electra.
El conjuro de Electra, la de Eurípides, se inmiscuyó de vuelta por youtube. ¡Qué tragedia! Worsening Economic Inequality Yields Worsening Social Conditions (La desigualdad económica creciente genera un empeoramiento de las condiciones sociales): resulta que el profesor Richard Wolff dedicó la emisión del pasado 26 de agosto de su programa Economic Update a reseñar el reciente alcance editorial a un libro importante publicado originalmente hace quince años: The Spirit Level, Why Greater Equality Makes Societies Stronger —existe una versión en nuestro idioma, nada fácil de conseguir: Igualdad: cómo las sociedades más igualitarias mejoran el bienestar colectivo, Capitán Swing Libros—, de Kate Pickett y Richard Wilkinson.
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Hágase enseguida un largo intermedio porque hasta aquí va ya un dramatis personae que conviene encuadrar.
Hija de Clitemnestra y el rey Agamenón —“quien navegó hacia Troya con mil naves para levantar la guerra”—, Electra es hermana de Orestes, Crisótemis, Laódice e Ifigenia. Escribo es y no fue porque Electra vive: es un personaje mítico-literario de la Antigua Grecia. La referencia textual más antigua que tenemos de ella tiene casi dos mil quinientos años: se halla en Las Coéforas, la segunda de las tres obras que integran la Orestíada. Dicha tragedia, con otras casi cien de las cuales apenas conservamos siete, fue escrita por Esquilo, el mismo autor a quien debemos la pieza teatral más antigua que se ha preservado hasta nuestros días, Los persas. Esquilo nació en 525 a. C. en el demo ateniense de Eleusis y falleció víctima de un tremendo tortugazo en 455 a. C. Tres años antes se había representado por vez primera Las Coéforas, en la cual interviene Electra, la vengadora, como lo hará en las piezas homónimas de Sófocles y de Eurípides. A esta última es a la que me refiero. Ahora, este señor Eurípides, más joven que Esquilo, nació en Salamina, la isla próxima a Atenas en donde los griegos derrotaron a los invasores aqueménidas poniendo fin a la segunda Guerra Médica, en 480 a. C. Así que la coincidencia no solamente es de lugar, sino también de tiempo, porque se estima que Eurípides llegó al mundo justo ese mismo año.
Sobre el norteamericano Richard David Wolff (1942), en principio conviene decir que es un pensador marxista, políglota, doctorado en Economía (Yale, 1969) y profesor emérito de la Universidad de Massachusetts Amherst. Wolff ha publicado varios libros, como Understanding Marxism, Capitalism's Crisis Deepens: Essays on the Global Economic Meltdown, The Sickness is the System: When Capitalism Fails to Save Us from Pandemics or Itself y Democracy at Work: A Cure for Capitalism.
En cuanto a los coautores de The Spirit Level, Kate Elizabeth Pickett (1965) y Richard G. Wilkinson (1943), apunto que los dos son académicos británicos: ella estudió antropología biológica en el Robinson College de Cambridge, ciencias nutricionales en la Universidad de Cornell y epidemiología en Berkeley; por su lado, él estudió historia económica en la London School of Economics, y una maestría de Ciencias Médicas en la Universidad de Nottingham —su tesis fue Socio-economic Factors in Mortality Differentials (1976)—. Pickett y Wilkinson son esposos.
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La liga entre el programa del profesor Wolff y Electra se estableció así: al terminar la exposición del investigador marxista —en resumen, argumenta que el libro de los británicos demuestra la correlación que existe entre la desigualdad económica que necesariamente genera el capitalismo y la mayoría de los problemas sociales de nuestro tiempo— quedé convencido de que es un error no haber leído de The Spirit Level, de Pickett y Wilkinson (Bloomsbury Press, 2009). Procedí de inmediato. Hacerme del libro no fue difícil —digamos que en la red abundan generosas copias en formato pdf—. Luego del prefacio y una nota de agradecimientos, el primer capítulo de The Spirit Level, The end of an era, inicia con el siguiente epígrafe:
I care for riches, to make gifts to friends, or lead a sick man back to health with ease and plenty. Else small aid is wealth for daily gladness; once a man be done with hunger, rich and poor are all as one.
Euripides, Electra.
Ahora verán porque lo transcribo en inglés… Enseguida, el ensayo de Pickett y Wilkinson inicia con un párrafo que pone el foco de inmediato en el asunto que abordará toda la obra (traduzco):
Es una paradoja notable que, en la cúspide del éxito material y técnico humano, nos encontremos llenos de ansiedad, propensos a la depresión, preocupados por cómo nos ven los demás, inseguros de nuestras amistades, impulsados a consumir y con poca o ninguna vida comunitaria. Al carecer del contacto social relajado y la satisfacción emocional que todos necesitamos, buscamos consuelo en comer excesivamente, en las compras y los gastos obsesivos, o nos convertimos en presa del alcohol, de fármacos psicoactivos y drogas ilegales.
La misma tesis que defiende el doctor Gabor Maté en su libro más reciente, The Myth of Normal (Avery, 2022). Al terminar de leer este primer párrafo decidí, antes de continuar, releer Electra. Hacía años que no lo hacía. Una maravilla. El problema es que no me topé nunca con la cita textual. Primero encontré otra que aborda, casi quinientos años antes de nuestra era, la cuestión de la desigualdad; dice Orestes:
He visto a hijos de padre noble que nada son y a hijos de villanos que son hombres excelentes; he visto la miseria en el corazón de un rico y un alma grande en el cuerpo de un pobre. ¿Cómo, entonces, se puede juzgar distinguiendo rectamente entre una y otra cosa? ¿Acaso por la riqueza? Mal juez para servirse de ella. ¿Entonces por la pobreza? Pero es que la pobreza comporta una tara y enseña a un hombre a ser malo por culpa de la necesidad.
En fin, fue necesario revisar dos traducciones al inglés para encontrar el texto citado. Resulta que el epígrafe corresponde a lo que más adelante declara el Labrador de Micenas, el pobre esposo de Electra; tomo la traducción de Calvo, García Gual y De Cuenca para la edición de Gredos:
… observo que la riqueza tiene gran importancia; puede obsequiar a los huéspedes y salvar con recursos el cuerpo que ha caído enfermo. En cambio, en lo tocante al alimento diario, de poco vale: todo hombre que se sacia, sea rico o pobre, se lleva lo mismo.
No es una simpleza. En un parpadeo puede quedar descubierta la categórica verdad que expresa Eurípides muchos siglos antes de la aparición del capitalismo: mientras el exceso siga siendo nuestro objetivo, la desigualdad será nuestra condena…, fatalmente, trágicamente.
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