El otro me soñó, pero no me soñó rigurosamente.
Jorge Luis Borges, El otro.
Me acabo de cachar a mí mismo cayendo en un prejuicio recién formado. Me ocurrió leyendo Más allá del principio del placer (1920), uno de los ensayos más importantes de Freud. Se trata de un prejuicio que se relaciona precisamente con el conspicuo neurólogo vienés —permítanme llamarlo así, pese a que don Sigismund Schlomo no nació en Viena, Austria, sino en Freiberg, hoy Příbor, una pequeña ciudad checa, y pese a que, aunque estudió Neurología, la mayor parte de su vida (1856-1939) más bien la dedicó al Psicoanálisis, la disciplina racional y humanista que él mismo fundó—. Acoto que el prejuicio al que aludo es de origen filológico.
En la sección segunda de su referido ensayo, Freud aborda el juego infantil, en particular, analiza el gusto que parecen mostrar todos los niños en la repetición, fenómeno que todos hemos observado más de una vez: “los niños repiten en el juego todo cuanto les ha hecho gran impresión en la vida…” Al respecto, se cuestiona qué placer le puede causar al infante repetir una y otra vez experiencias que en su momento les resultaron más bien displacenteras. He aquí parte de su respuesta:
En cuanto el niño trueca la pasividad del vivenciar por la actividad del jugar, inflige a un compañero de juegos lo desagradable que a él mismo le ocurrió, y así se venga en la persona de este sosias.
Ahí está: sosias, este fue el pivote que activó mi prejuicio.
Ahora, ¿qué es un sosias? Sosias no es un concepto especializado, ni psicoanalítico ni médico; la palabra se puede encontrar en un diccionario cualquiera, el de la RAE, por ejemplo, la define así: “Persona que tiene parecido con otra hasta el punto de poder ser confundida con ella.” Un sosias es un doble. Así que, con sosias Freud se refiere a una persona que actúa como una réplica, como un clon de otra, o que desempeña el papel de un “otro” en la situación específica, la del juego infantil en el caso de su ensayo. En la cita que hago de Más allá del principio del placer, el sosias es un compañero de juegos del niño, que sirve como una proyección o sustituto de sí mismo para realizar una especie de acto de venganza. No es necesario agregar nada más en cuanto al significado del vocablo…, lo interesante está en el origen de sosias.
Sabemos por Cicerón (106 – 43 a. C.) que Titus Maccius Plautus o, castellanizado, Tito Macio Plauto, nació alrededor del año 250 a. C., quizá en Sársina, en la Umbría septentrional, y murió 66 años después. Fuera de eso, el señor es casi un perfecto desconocido, y digo casi y no perfecto porque conocemos parte de su obra literaria. Según Aulo Gelio (s. II), Plauto escribió más de una centena de comedias, cosa que se discute; como sea, de todas las que haya escrito, conservamos sólo veintiuna, entre otras Asinaria (La comedia de los asnos), Bacchides (Las Báquidas), Trinummus (Las tres monedas) y la que viene a cuento aquí: Amphitruo (Anfitrión).
Anfitrión es un personaje de la mitología griega. De él proviene la palabra anfitrión, como se verá, asociada a la idea de alguien que presta su casa o invita a alguien a su hogar. Anfitrión es también una comedia con tema mitológico, asociada con el llamado ciclo tebano y en particular con las circunstancias que antecedieron al nacimiento de Hércules —Heracles para los griegos—. Siete son los personajes que intervienen en la pieza de Plauto, dos dioses y cinco mortales. Los dioses: Júpiter, que es decir Zeus, y Mercurio, o sea Hermes, el mensajero. Los mortales: Anfitrión, general de los tebanos; Alcmena, esposa de Anfitrión; Blefarón, piloto; y Bromia y Sosias, esclavos de Anfitrión. Plauto mezcla comedia, confusión de identidades, farsa y situaciones absurdas para crear una historia humorística.
Jupiter and Alcmene, Nicolas Tardieu, after Perino del Vaga, 1729-1749.
Anfitrión parte a la guerra contra los teléboas, dejando en casa a su esposa, la bella Alcmena. Durante su ausencia, Júpiter, enamorado de Alcmena, decide aprovechar la oportunidad para poseerla. Adopta la apariencia de Anfitrión y, ayudado por su hijo Mercurio, quien a su vez se disfraza de Sosia, el esclavo del general tebano, se presenta en la casa de Anfitrión. Júpiter, que para eso es el padre de los dioses, logra engañar a Alcmena y pasa la noche con ella —en realidad, más de una noche: “yació tan a gusto con ella que suprimió un día y unió dos noches” (Higinio, Fabula)—. “O sea, mi padre está ahora ahí dentro, Júpiter, metamorfoseado en Anfitrión, y todos los que le ven, se creen que lo es —así cambia el pellejo cuando le da la gana—; y yo he tomado la figura del esclavo Sosias…”, informa Mercurio al público al comienzo de la comedia de Plauto. Al amanecer, cuando el verdadero Anfitrión regresa victorioso de la guerra, suceden una serie de enredos y malentendidos… Sosias se enfrenta a un doble de sí mismo, quien no es otro que Mercurio disfrazado. A lo largo de la obra, el verdadero Anfitrión intenta comprender lo ocurrido, mientras que Alcmena no entiende su comportamiento, creyendo que ha pasado la noche con él. Finalmente, Júpiter revela la verdad. Alcmena dará a luz a un hijo de Júpiter, el futuro héroe Hércules…
Las andanzas de Mercurio vuelto Sosias ha perdurado, pues, en nuestro léxico. Además, con esa palabra se designa al tópico literario del doble, el impostor, el Doppelgänger… Ejemplos hay muchos: Molière escribió su propia versión de Anfitrión, El vizconde demediado de Italo Calvino, El hombre duplicado de José Saramago, El doble de Dostoyevski, El otro de Borges…
Bueno, ¿pero en dónde está mi prejuicio freudiano? Ocurre que cuando leí la explicación de Freud inmediatamente pensé que su vasta cultura siempre le permitió ser muy acertado para echar mano de referentes de la mitología griega. Pero en este caso no se trataba de eso… Resulta que al revisar la traducción en inglés del psicoanalista londinense James Strachey(1887-1967) encuentro que la palabra que empleó en vez de sosias fue sustituto:
As the child passes over from the passivity of the experience to the activity of the game, he hands on the disagreeable experi ence to one of his playmates and in this way revenges himself on a substitute.
Así que dudé… ¿Entonces qué palabra alemana usó Sigmund Freud en el texto original? En Jenseits des Lustprinzips no escribió sosias: “…und rächt sich so an der Person dieses Stellvertreters”, y Stellvertreters, en este caso, deberíamos traducir simple y llanamente como suplente o vicario. Así que, honor a quien honor merece: el acertado sosias fue puesto en la traducción al español realizada por el porteño José Luis Etcheverry (1942-2000), publicada por Amorrortu. Con todo, debo decir que la traducción primera a nuestro idioma, la de Luis López Ballesteros y de Torres (1896-1938) para la editorial española Biblioteca Nueva, me gusta más: no es ni un sosias ni un sustituto, es cualquiera:
Al pasar el niño de la pasividad del suceso a la actividad el juego hace sufrir a cualquiera de sus camaradas la sensación desagradable por él experimentada, vengándose así en aquél de la persona que se la infirió.