Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

lunes, 5 de mayo de 2025

Sol hidrocálido / Sol chilango

  

 

… un momento de sol entre dos álamos,

en la pulida piedra se demora,

y se desprende de sí mismo y sigue,

río abajo, al encuentro de sí mismo.

Octavio Paz, Arcos.

 

 

 

Desde el año pasado, siento que el Sol de la Ciudad de México quema como el de Aguascalientes. Por supuesto, sé que es una manera incorrecta de hablar: el Sol de allá y el de aquí son el mismo, es el mismo. Pero, aunque no sea astronómicamente precisa, esa forma de expresarlo muestra una percepción humana, que siempre es geográfica: da cuenta de nuestra experiencia del mundo, no del Sol como un objeto concreto —esa estrella enana amarilla localizada a sólo ocho minutos-luz de distancia—, sino como una presencia que nos ha acompañado desde siempre, que nos abraza o nos abrasa.

 


Aquí en nuestro país, en estos días primaverales el Sol cada día alcanza más altura. Claro, la latitud en donde uno se encuentre determina la trayectoria aparente del Sol. Cuanto más cerca del ecuador, más alto asciende el astro al mediodía; cuanto más cerca de los polos, más bajo permanece. En Canadá, por ejemplo, durante el invierno, el Sol apenas despunta un poco sobre el horizonte: proyecta sombras alargadas y su luz llega con una inclinación oblicua, más fría y tenue. En cambio, en México, en el verano, el Sol llega a colocarse sobre nuestras cabezas: el cenit se hace tangible, las sombras se achican hasta desaparecer bajo nuestros pies.

 

De día, el Sol cruza el cielo de este a oeste. De noche, queda del otro lado de la Tierra y no lo vemos. Pero independientemente de la rotación de nuestro planeta, el Sol siempre está ahí. ¿Ahí? ¿En dónde ahí?

 

Entre el brazo de Perseo y el brazo de Sagitario, el Sol está en el brazo de Orión, una espiral menor de la Vía Láctea, a unos 26 mil años luz de su centro. Y ese ahí no es fijo. Ni el Sol ni nada está fijo. Nada perdura en el mismo sitio. Gravitamos alrededor del foco de la galaxia a unos 820 mil kilómetros por hora, completando una órbita cada 235 millones de años. El sistema solar se halla ahora muy cerca del borde interno de la cavidad interestelar llamada la Burbuja Local.

 


Bueno, ¿y qué nos dice todo eso? Temo que muy poco. Quizá lo más revelador no sea lo que la astronomía pueda informarnos acerca del Sol, sino lo que dice sobre nosotros mismos: que incluso sabiendo que transitamos el universo en una galaxia en expansión, seguimos pensando con los pies en la Tierra. El guiño del Sol entre las ramas de unos álamos hace patente la presencia del astro, no como un objeto distante, sino como una presencia situada. Nuestra experiencia del Sol y del universo sigue siendo geográfica. Mientras el sistema solar recorre su órbita alrededor del centro galáctico a velocidades inconcebibles, nosotros seguimos advirtiendo su paso por la inclinación del rayo de luz que entra por la ventana. Conocemos la estructura espiral de la Vía Láctea, la velocidad de rotación del halo estelar o la densidad de la Burbuja Local; pero lo que percibimos no es el cosmos, sino la escala íntima en la que lo habitamos.

 

También podemos recordar que entre el Sol y la Tierra median 149.6 millones de kilómetros… Pero ¿podemos dimensionar ese trecho? No es fácil. Quizá así…

  • La circunferencia de nuestro planeta es de unos 40 mil km. Llegar al Sol equivaldría a darle la vuelta a la Tierra no diez, ni cien, sino ¡unas 3,750 veces!
  • Otra: haría falta una fila de casi 12 mil Tierras puestas una tras otra para cubrir la distancia hasta el Sol.
  • Si pudiéramos tomar un autobús con destino al Sol, viajando a 100 km/h y sin parar jamás, tardaríamos unos 171 años en llegar.

 

La distancia es inmensa, desborda la escala humana. Si una persona tuviera una condición física que le permitiera correr una maratón (42.2 km) todos los días, sin descansar nunca, diario… llegar al Sol corriendo le tomaría 3.55 millones de días, es decir, unos 9,717 años. Ni a Matusalén, quien según el Génesis vivió 969 años, le habría alcanzado la vida para hacerlo, mucho menos al ser humano más longevo de la historia con edad completamente verificada, la francesa Jeanne Calment quien, al fallecer, el 4 de agosto de 1997, tenía sólo 122 años con 164 días.

 

Ahora, independientemente de qué tan lejos esté el Sol, ¿en qué dirección se encuentra? La respuesta depende del momento en que se formule la pregunta, y, por supuesto, del marco de referencia que usemos. Podemos responder en relación con determinado objeto geográfico, es decir, cualquier cosa estable localizada en la superficie terrestre: “el Sol se está poniendo detrás de aquella o tal otra montaña”. Desde la Ciudad de México, con suerte y en un día excepcionalmente despejado, podríamos ver “el Sol naciendo por el Iztaccíhuatl” o desde Aguascalientes que “el Güero esté saliendo por la Sierra del Laurel”.

 

También podemos ubicarlo respecto a otros objetos celestes. El Sol recorre el cielo siguiendo un camino aparente, la eclíptica. En su movimiento aparente cruza distintas constelaciones. Si pudiéramos ver las estrellas durante el día, veríamos al Sol superpuesto sobre algunas de ellas. Por ejemplo, desde México, y en general desde todo el hemisferio norte, el Sol se halla transitando la constelación de Piscis a principios de abril, y hacia finales de mes entra en Aries.

 

No resulta, pues, sencillo aprehender ni la ubicación ni la lejanía astronómicas del Sol, no sólo porque nuestro cerebro evolucionó para comprender distancias y proporciones humanas, no interestelares, sino también porque su presencia la percibimos tan próxima como su luz y su calor. El astro es esencialmente tangible. Salgo a la calle y sus rayos, plomizos, como en Aguascalientes, caen sobre mí. Allá, a ocho minutos luz, cada segundo, el Sol fusiona aproximadamente 600 millones de toneladas de hidrógeno en helio, convirtiendo cerca de cuatro millones de toneladas de materia en energía. Yo, acá, siento el fuetazo de sus rayos…, desde el año pasado, como se sienten en Aguascalientes.


 Van Gogh - Acker mit pflügenden Bauern


Quizá nos diga más recordar que el Sol está, literalmente, “aquí mismo”. Decirlo así es y no es metafórico, porque al tiempo que está a casi 150 millones de kilómetros de distancia, la Tierra y todos los planetas del sistema solar orbitamos a su alrededor y, anclados gravitacionalmente, deambulamos juntos en el espacio. El Sol es parte sustancial de nuestra realidad, del aquí planetario y del aquí cotidiano, inmediato.

 

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