La semana pasada salí en busca de un libro que pronto habrá de ser exportado: De cómo ignorar (FCE, 2000), de Mauricio Tenorio. De su existencia yo no tenía ni idea, antes de que mi rinconense camarada avecindada en la Ciudad Luz me lo pidiera. Encontré el volumen al primer intento: en la Rosario Castellanos del Fondo. Salí de la librería con el dichoso encarguito y otro par —frente a tanta la tentación resulta inútil resistirse—. No fue sino algunas horas después que me entró la curiosidad de hojearlo: una docena de ensayos: historia, historiografía, las incógnitas del nacionalismo mexicano, lenguaje, culturas nacionales...; una ensalada que desde la vitrina del índice me provocó el suficiente antojo como para comenzar la lectura. Resultado: el librito, 200 páginas, llegará usado a París.
De entrada, hay que agradecer el sentido del humor de Mauricio Tenorio Trillo, quien por cierto es profesor asociado de la División de Historia del CIDE y profesor del Departamento de Historia del la Universidad de Chicago. En todos sus textos encuentro el filo de la ironía, incluso en el que hoy traigo a cuento, con todo y que se refiere a un asunto harto escabroso. El quinto ensayito: “Cultura(s) y seguridad nacional en México. Refutación al teorema de Masiosare”.
Dejó dicho Borges que los españoles siempre están pensando en la envidia, tanto que para decir que algo es muy bueno dicen: es envidiable. Claridad envidiable la del invidente argentino, como envidiable el estilo de Tenorio Trillo; así que opto por balacear algunas de las líneas que me parecen fundamentales para darle a usted una idea acerca de por dónde van los planteamientos del autor. Para empezar, dos afirmaciones tajantes que hoy seguramente resultan más oportunas que hace diez años, cuando se publicó el libro:
- ... la seguridad nacional no es justificable con base en argumentos culturales, excepto en caso extremo, por lo demás visible y difícilmente intelectualizable, del genocidio o destrucción masiva y violenta de culturas.
- Para México, sin instituciones creíbles que garanticen un mínimo de legalidad, y en un mundo de creciente integración económica, de renovado nacionalismo y de conflictos raciales y étnicos, una buena protección para las culturas nacionales es sospechar de las doctrinas de seguridad nacional.
Entonces voltea sus cartas: tres conceptos, el de seguridad nacional, y luego la distinción entre cultura nacionalista y culturas –subráyese el plural– nacionales, en nuestro caso mexicanas.
Enseguida, las principales conjeturas:
- La cultura nacionalista mexicana históricamente ha sido una larga, sufrida, defensiva y compleja doctrina de seguridad nacional.
- Las culturas de México y las concepciones actuales de seguridad nacional son antagónicas.
- ... las culturas de México no requieren más que secundariamente la protección de una seguridad nacional... Es más: la existencia misma de las culturas nacionales de México depende de su constante innovación, renovación, permanente mezcla, interacción y puesta en riesgo.
- ... implementar nociones de seguridad nacional para las culturas nacionales sería extremadamente riesgoso en un país cuya definición nacional incluye elementos raciales, xenofóbicos e ideológico-autoritarios.
- ... la seguridad de las culturas mexicanas no puede depender de la seguridad de un Estado-nación sin instituciones que garanticen un mínimo de legalidad y de reglas de convivencia claras, creíbles y aplicables.
- Hoy por hoy la seguridad de las culturas de México es la inseguridad de las doctrinas oficiales de seguridad nacional... Para las culturas nacionales es tan insegura la violencia y la injusticia como lo es un orden autoritario.
Sigue Tenorio con la elaboración de su argumentación, sin quitar la mirilla del mismo blanco: demostrar que en lo cultural el Masiosare, el extraño enemigo, “es, prácticamente, inoperante y, teóricamente, impresentable”. La sombra de un muerto, permítaseme apostillar.
- En nuestro país, cultura nacionalista y culturas nacionales son de naturalezas y tendencias distintas, a veces antagónicas.
- Si bien se arranca con algo muy sabido –la identidad nacional no corresponde a esencias definibles–, Tenorio problematiza y devela una disyuntiva que desde hace rato está en el fondo de muchas de las noticias que diariamente difunden los medios: Políticamente esto crea un dilema: ¿cómo hacer creer a los individuos en un bien común que logre movilizar la acción colectiva de "entes egoístas"?
Me parece pertinente terminar estas notas insistiendo en que el texto de Mauricio Tenorio se publicó en mayo de 2000, lo cual significa que fue escrito hace más de diez años, antes de que la alternancia se concretara y mucho antes de que el asunto de la seguridad nacional se volviera tema, preocupación de todos los días, ingrediente explícito y omnipresente del discurso nacionalista. La seguridad nacional que, por definición, nos recuerda Tenorio Trillo, es una cuerda con dos extremos: por un lado, la paz, y por el otro, la guerra. ¿Y a ver..., quién le dice que no ahora?
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