Ni siquiera había escuchado mentar su nombre, jamás me había topado con una mención sobre su obra... Ernest Renan, un francés decimonónico (1823-1892). Este hombre tuvo el tino de preguntarse ¿qué es una nación? y en 1882 compartió su respuesta en una conferencia que dictó en la Sorbona. Se trata de un texto lúcido y en muchos sentidos adelantado a su tiempo, incluso premonitorio. Las ideas de Renan me ayudan a fundamentar mi optimismo respecto a la posibilidad de que dos seres humanos puedan compartir desearse, la vida y soportarse mutamente, en cambio, me provocan harto pesimismo en torno a la viabilidad de lo que nos queda de país. A ver...
La estrategia argumentativa del galo se traza fácil: primero se pregunta, luego responde lo que no, y finalmente descubre lo que sí. ¿Qué es una nación?, la interrogante. Ahora las respuestas negativas:
- ¿Un principio dinástico? Renan opina que no. “… una nación puede existir sin un principio dinástico, e incluso que las naciones que se formaron a partir de dinastías pueden separarse de éstas sin por ello dejar de existir”.
- ¿La raza? Renan opina que no. “¿En qué criterio debería basarse este derecho nacional? De qué hecho tangible podemos derivarlo? Unos cuantos aseveran, convencidos, que deriva de la raza […] Así se crea un derecho primordial análogo al derecho divino de los reyes; un principio etnográfico es sustituido por uno nacional. Se trata de un gran error que, de volverse dominante, destruiría la civilización europea”, escribe varios años antes del surgimiento del nazismo. Argumenta: “en las tribus y ciudades de la antigüedad, el hecho de la raza era, concederé, verdaderamente importante […] En Esparta y Atenas todos los ciudadanos tenían mayor o menor grado de parentesco […] Si ahora pasamos […] al Imperio Romano, vemos que la situación es completamente diferente. Establecida, en principio, a través de la violencia, pero preservada mediante el interés común, esta gran aglomeración de ciudades y provincias, totalmente diferentes unas de otras, asestaron un golpe mortal a la nación de raza. El cristianismo […] trabajó de modo aún más efectivo en la misma dirección; formó una alianza íntima con el Imperio Romano y […] el argumento etnográfico fue excluido del gobierno de los asuntos humanos durante siglos”. ”Pese a las apariencias, las invasiones bárbaras fueron un paso más allá en la misma dirección. El modo en el que los reinos bárbaros se abrieron camino no tuvo nada de etnográfico”.
- ¿El lenguaje? Renan opina que no. “La lengua invita al pueblo a unirse, pero no lo obliga a hacerlo […] Hay algo en el hombre que es superior a la lengua: la voluntad”.Y de nuevo, ejemplifica.
- ¿La religión? Renan opina que no. “Tampoco la religión puede proporcionar una base adecuada para la constitución de una nacionalidad moderna”.
- ¿Intereses compartidos? Renan opina que no. “Una comunidad de intereses es sin duda un lazo poderoso entre los hombres. Pero, ¿los intereses alcanzan para constituir una nació? No lo creo”
- ¿El factor geográfico? Renan opina que no.
Entonces, ¿qué es una nación? He aquí su respuesta: “Una nación es un alma, un principio espiritual. Dos cosas, que en verdad no son más que una, constituyen esta alma o principio espiritual. Uno yace en el pasado, el otro en el presente. Uno es la posesión en común de un rico legado de recuerdos; el otro es el consentimiento actual, el deseo de vivir juntos, el deseo de perpetuar el valor de la herencia que hemos recibido en forma indivisa”. Y sí. Y también, quiero creer, aplica para una comunidad social más reducida..., digamos de dos personas.
Pero regresando a lo social, hoy, con todo y veda, aqui en México, convendría meditarlo: “Una nación es por lo tanto una solidaridad a gran escala [...] Presupone un pasado; sin embargo, se resume en el presente mediante un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar una vida en común. La existencia de una nación es […] un plebiscito diario”.
Algunos textos de Erenest Renan en línea.
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