Si
jamás lo has leído bien podrías iniciar por el final. Philip Milton Roth
(Newark, New Jersey; 1933) comenzó hace más de medio siglo con una
despedida —la antología de cuentos
Goodbye, Columbus (1959)—, y hace un
par de años publicó su más reciente novela, Némesis,
la cual, si nos atenemos a lo que él mismo anunció, será la última: To tell you the truth, I’m done, se
lamentó en una entrevista a la revista francesa Les Inrockuptibles. Si se mantiene en lo dicho, la trayectoria de Roth quedará
testimoniada en 27 libros, muchos de ellos de enorme éxito dentro y fuera de
Estados Unidos. El hombre, casi octogenario, ha consagrado buena parte de su
vida al género mayor de la narrativa moderna: I have dedicated my life to the novel: I studied, I taught, I wrote and
I read. With exclusion of almost everything elese. Enough is enough!
Quizá por ser la del adiós, Philip Roth le plantó un
título un tanto petulante a su última novela: Némesis… Mucho rótulo, aunque no ha sido ni el primero ni el único
en emplearlo.
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Beatrice Cenci |
No hace mucho me enteré de que Alfred Nobel (1833-1896),
el inventor de la dinamita, poco antes de fallecer escribió una obra de teatro
que tituló así, Némesis. Se trata de un
drama en cuatro actos, a lo largo de los cuales el químico sueco recrea la
truculenta historia de la noble romana Beatrice Cenci, quien a finales del
siglo XVI protagonizó junto con su familia una tragedia que terminaría con su
propia decapitación, pena a la que el papa Clemente VIII la sentenció luego de
hallarla culpable de parricidio. Poco después de la muerte de Alfred Nobel, su
pieza teatral fue editada en París; sin embargo, la comisión clerical que revisó
los escritos del inventor decidió echar a la hoguera todo el tiro de aquella publicación:
según los prelados, el texto adolecía de un fuerte contenido sexual, estaba
lleno de críticas a la autoridad pontificia y en suma resultaba francamente
sacrílego. Afortunadamente alguien
salvó del fuego un ejemplar, el cual permitió que, más de un siglo después de
haber sido escrita, el 10 de diciembre de 2005 Némesis fuera estrenada en Estocolmo… Eso sí, nadie sabe para quién
trabaja: Nathan Söderblom, el
religioso que presidió aquella comisión de censores, fue galardonado en 1903
con el Premio Nobel de la Paz.
Alfred Nobel no fue el primero que echó mano de la
desgracia de Beatrice Cenci para hacer literatura —por ejemplo, Shelley había
ya publicado en 1820 The Cenci, una
tragedia en cinco actos; Stendhal incluyó “Los Cenci” en sus Crónicas italianas (1837-1839), y Francesco
Domenico Guerrazzi compuso (1854) una novela histórica sobre el asunto—.
Por supuesto, el vocablo Némesis no solamente ha sido empleado como título por Nobel y Roth
—quien por cierto es considerado candidato al Nobel de Literatura desde hace
varios años—: así se llaman la entrega final de la saga Miss Marple que
escribió la británica Agatha Cristie, uno de los últimos libros de la historia futura de Isaac Asimov, y la
primera novela del escocés Bill Napier, de 1971, 1989 y 1998, respectivamente; ya
en el siglo que corre, el noruego Jo Nesbo publicó en 2002 la cuarta novela
negra protagonizada por su detective Hearry Hole, Sorgenfri, traducida al inglés como Némesis, y la guapa Monique D. Mensah hace apenas unos meses dio a
conocer en formato e-book una novela
homónima… No es casual que de una u otra manera cierta noción de justicia
aparezca en el meollo de todas las obras anteriores. Y es que, en tanto figura
literaria, Némesis es la justicia poética, la fuerza o conjunto de fuerzas compensatorias;
muy próximo a la idea de venganza, se trata de un poderoso concepto que debemos
a la Antigüedad clásica.
No sería justo culpar al pensamiento griego de
habernos heredado la idea de pecado. Dicha concepción, tal y como hoy la
padecemos en Occidente, es de facturación judeo-cristiana. Tal vez lo más cercano
al pecado en la cosmovisión griega sea la idea de hybris, esto es, la soberbia desmesura, la falta de control que
conduce a desestimar lo que a uno le toca en el mundo (moira), el exceso de confianza en sí mismo que necesariamente
empuja a la debacle: el arrogante, quien se pasa
de lanza, el abusador y quien pretende proyectarse más allá de su propio
espacio y del potencial que por esencia le corresponde… Justo entonces aparece
Némesis, la encarnación divina de la justicia retributiva. Las Moiras reparten,
algunos humanos cometen hybirs…
Némesis arrasa para a-rasar de nuevo todo.
En
la novela de ciencia ficción de Asimov, Némesis
es una estrella enana roja que se aproxima al sistema solar y desestabilizará
el orden gravitacional al punto que provocará una hecatombe en la Tierra; más
mundana, en la novela de misterio de Agatha Cristie, la anciana Miss Marple resolverá
un intrincado crimen para personificar así a la implacable diosa justiciera que
dará al criminal su merecido… Némesis hace acto de presencia para distribuir
penas en razón a las culpas. Pero en la novela final de Philip Roth las cosas
no son tan claras…
La Némesis de
Roth está ambientada en la comunidad judía de Newark, New Jersey; los hechos
ocurren durante el verano de 1941, es decir, en plena II Guerra Mundial. El protagonista,
Eugene Bucky Cantor, un joven de 23
años de edad que no fue enlistado en el ejército norteamericano dadas sus
limitaciones físicas, se ve obligado a decidir constantemente, conforme una
epidemia de polio azota su comunidad. Maestro de educación física en una
escuela pública, Bucky Cantor
presencia impotente cómo la epidemia va cobrando víctimas entre sus pupilos. El
calor y la muerte arrasan parejo… ¿El entonces invisible poliovirus es el
agente de Némesis en la novela de Philip Roth? A botepronto, quizá sea ésa la
respuesta generalizada…, yo lo dudo, porque en la historia de Bucky Cantor, como en toda la narrativa
de Roth, la tradición judía tiene un peso sustancial, de tal suerte que la
culpa es un agente determinante. Indiscutible
que el arma infalible de Némesis siempre ha sido y será la muerte, la gran
igualadora, no obstante me parece que Roth no tramó su última novela para subrayar
tal obviedad. Descúbrelo tú: Némesis de
Philip Roth, Mondadori, 2012.