Un blog apasionado, incondicional y sobre todo inútil sobre esos objetos planos, inanimados, caros, arcaicos, sin sonido estereofónico, sin efectos especiales, y sin embargo maravillosos llamados libros.

martes, 11 de diciembre de 2012

Némesis a-rasa


Si jamás lo has leído bien podrías iniciar por el final. Philip Milton Roth (Newark, New Jersey; 1933) comenzó hace más de medio siglo con una despedida  —la antología de cuentos Goodbye, Columbus (1959)—, y hace un par de años publicó su más reciente novela, Némesis, la cual, si nos atenemos a lo que él mismo anunció, será la última: To tell you the truth, I’m done, se lamentó en una entrevista a la revista francesa Les Inrockuptibles. Si se mantiene en lo dicho, la trayectoria de Roth quedará testimoniada en 27 libros, muchos de ellos de enorme éxito dentro y fuera de Estados Unidos. El hombre, casi octogenario, ha consagrado buena parte de su vida al género mayor de la narrativa moderna: I have dedicated my life to the novel: I studied, I taught, I wrote and I read. With exclusion of almost everything elese. Enough is enough!

Quizá por ser la del adiós, Philip Roth le plantó un título un tanto petulante a su última novela: Némesis… Mucho rótulo, aunque no ha sido ni el primero ni el único en emplearlo.

Beatrice Cenci
No hace mucho me enteré de que Alfred Nobel (1833-1896), el inventor de la dinamita, poco antes de fallecer escribió una obra de teatro que tituló así, Némesis. Se trata de un drama en cuatro actos, a lo largo de los cuales el químico sueco recrea la truculenta historia de la noble romana Beatrice Cenci, quien a finales del siglo XVI protagonizó junto con su familia una tragedia que terminaría con su propia decapitación, pena a la que el papa Clemente VIII la sentenció luego de hallarla culpable de parricidio. Poco después de la muerte de Alfred Nobel, su pieza teatral fue editada en París; sin embargo, la comisión clerical que revisó los escritos del inventor decidió echar a la hoguera todo el tiro de aquella publicación: según los prelados, el texto adolecía de un fuerte contenido sexual, estaba lleno de críticas a la autoridad pontificia y en suma resultaba francamente sacrílego. Afortunadamente alguien salvó del fuego un ejemplar, el cual permitió que, más de un siglo después de haber sido escrita, el 10 de diciembre de 2005 Némesis fuera estrenada en Estocolmo… Eso sí, nadie sabe para quién trabaja: Nathan Söderblom, el religioso que presidió aquella comisión de censores, fue galardonado en 1903 con el Premio Nobel de la Paz.

Alfred Nobel no fue el primero que echó mano de la desgracia de Beatrice Cenci para hacer literatura —por ejemplo, Shelley había ya publicado en 1820 The Cenci, una tragedia en cinco actos; Stendhal incluyó “Los Cenci” en sus Crónicas italianas (1837-1839), y Francesco Domenico Guerrazzi compuso (1854) una novela histórica sobre el asunto—.


Por supuesto, el vocablo
Némesis no solamente ha sido empleado como título por Nobel y Roth —quien por cierto es considerado candidato al Nobel de Literatura desde hace varios años—: así se llaman la entrega final de la saga Miss Marple que escribió la británica Agatha Cristie, uno de los últimos libros de la historia futura de Isaac Asimov, y la primera novela del escocés Bill Napier, de 1971, 1989 y 1998, respectivamente; ya en el siglo que corre, el noruego Jo Nesbo publicó en 2002 la cuarta novela negra protagonizada por su detective Hearry Hole, Sorgenfri, traducida al inglés como Némesis, y la guapa Monique D. Mensah hace apenas unos meses dio a conocer en formato e-book una novela homónima… No es casual que de una u otra manera cierta noción de justicia aparezca en el meollo de todas las obras anteriores. Y es que, en tanto figura literaria, Némesis es la justicia poética, la fuerza o conjunto de fuerzas compensatorias; muy próximo a la idea de venganza, se trata de un poderoso concepto que debemos a la Antigüedad clásica.

No sería justo culpar al pensamiento griego de habernos heredado la idea de pecado. Dicha concepción, tal y como hoy la padecemos en Occidente, es de facturación judeo-cristiana. Tal vez lo más cercano al pecado en la cosmovisión griega sea la idea de hybris, esto es, la soberbia desmesura, la falta de control que conduce a desestimar lo que a uno le toca en el mundo (moira), el exceso de confianza en sí mismo que necesariamente empuja a la debacle: el arrogante, quien se pasa de lanza, el abusador y quien pretende proyectarse más allá de su propio espacio y del potencial que por esencia le corresponde… Justo entonces aparece Némesis, la encarnación divina de la justicia retributiva. Las Moiras reparten, algunos humanos cometen hybirs… Némesis arrasa para a-rasar de nuevo todo.

En la novela de ciencia ficción de Asimov, Némesis es una estrella enana roja que se aproxima al sistema solar y desestabilizará el orden gravitacional al punto que provocará una hecatombe en la Tierra; más mundana, en la novela de misterio de Agatha Cristie, la anciana Miss Marple resolverá un intrincado crimen para personificar así a la implacable diosa justiciera que dará al criminal su merecido… Némesis hace acto de presencia para distribuir penas en razón a las culpas. Pero en la novela final de Philip Roth las cosas no son tan claras…

La Némesis de Roth está ambientada en la comunidad judía de Newark, New Jersey; los hechos ocurren durante el verano de 1941, es decir, en plena II Guerra Mundial. El protagonista, Eugene Bucky Cantor, un joven de 23 años de edad que no fue enlistado en el ejército norteamericano dadas sus limitaciones físicas, se ve obligado a decidir constantemente, conforme una epidemia de polio azota su comunidad. Maestro de educación física en una escuela pública, Bucky Cantor presencia impotente cómo la epidemia va cobrando víctimas entre sus pupilos. El calor y la muerte arrasan parejo… ¿El entonces invisible poliovirus es el agente de Némesis en la novela de Philip Roth? A botepronto, quizá sea ésa la respuesta generalizada…, yo lo dudo, porque en la historia de Bucky Cantor, como en toda la narrativa de Roth, la tradición judía tiene un peso sustancial, de tal suerte que la culpa es un agente  determinante. Indiscutible que el arma infalible de Némesis siempre ha sido y será la muerte, la gran igualadora, no obstante me parece que Roth no tramó su última novela para subrayar tal obviedad. Descúbrelo tú: Némesis de Philip Roth, Mondadori, 2012.

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