Truth is stranger than fiction,
but it is because Fiction
is obliged to stick to possibilities;
Truth isn't.
Mark Twain, Following the Equator.
Los mexicanos y las mexicanas tenemos un gran sentido del rumor…, bueno, no me consta, ¿eh?, pero tal cual me lo pasó en corto un amigo que se enteró de muy buena fuente. Lo que sí puedo defender es la siguiente afirmación: en México, el rumor es una excelente fuente de sentido. No sé si ocurra igual en otros países, pero aquí sí. Con su venia, procedo a una somera explicación.
La realidad por estos lares suele presentarse de maneras tan descabelladas, tan disparatadas, tan próximas a la franca chaladura, que al común de los mortales nos resulta muy enrevesado encontrar una lógica, cualquiera, al acontecer cotidiano. Y no me refiero tanto a las raciones de sustantividad de la vida que nos toca vivir en corto, sino a los enormes tramos de realidad compartida acerca de los cuales nos enteramos a través de intermediarios, a saber, claro, los dichosos medios de comunicación. O sea, la realidad mediatizada, que le dicen. Y sucede que, a menudo, en la versión de los hechos que uno recibe por parte de los susodichos medios la verosimilitud escasea estrepitosamente. Entonces el televidente, el lector, el radioescucha, vamos, cada una de las moleculitas de ese cuerpo informe que llamamos opinión pública, puede optar por tragarse acríticamente los reportes con que constantemente se le informa del acontecer o bien intentar filtrarlos a través de su propio razonamiento y de los pocos o muchos datos que tenga sobre cada caso. Si usted opta por la segunda vía, ya le tocó bailar con la más fea, porque varias veces, las más según creo, tendrá que aceptar que no entiende nada. Llegado a este punto, el sujeto se halla ante una bifurcación: un camino es directo y va a la estoica aceptación de que la realidad sencillamente no tiene sentido, que es un caos no superado y punto; el otro sendero es mucho más largo y zigzagueante, y pretende llegar al encuentro del tesoro: el sentido, la razón de ser de todo lo que acontece. Cuando se escoge esta última opción, uno entra a un callejón sin salida, porque ya no hay alternativa: siempre se le va a encontrar… o dar… sentido a la realidad. Ya lo dijo doña Anaïs Nin, la fertilidad está en el caos. Quienes se encaminan por ahí son los que creen que las cosas siempre ocurren por algo, y cuando se parte de tal premisa de menos uno encuentra alguna hipótesis, la mayor parte de las ocasiones bien disfrazadita de certeza. Es aquí cuando el rumor entra en auxilio de quienes andan en la búsqueda de un sentido a lo que sucede. En primer lugar, rumor significa “voz que corre entre el público”. En realidad esa voz no es singular, sino que es múltiple, plural y diversa, condición que explica la segunda acepción de la palabra: “ruido confuso de voces”. Paradójicamente, cuando una versión de los hechos se vuelve mayoritaria entre las voces que se propalan por el ágora, el rumor se erige como la fuente de sentido más socorrida. Esto sucede cuando el ruido del rumor se va sintonizando en torno a la versión que adquiere mayor nitidez, condición que se alcanza en proporción directa a su verosimilitud. Subrayo: me refiero al carácter de verosímil, esto es, “que tiene apariencia de verdadero”, que resulta “creíble por no ofrecer carácter alguno de falsedad”. Y perdón, pero machaco: que una explicación sea verosímil no significa ni que sea necesariamente verdad pero tampoco que sea necesariamente mentira.
En 1897, Mark Twain (1835-1910) publicó Following the Equator, A Journey aound the World, un libro de viajes —a non-fiction travelogue book, de acuerdo a la nomenclatura literaria anglosajona—, en cuyo capítulo XV espeta una de sus muchos ramalazos de sabiduría: “La verdad es más extraña que la ficción, porque la ficción está obligada a concatenar todas las posibilidades, y la verdad no”. Hay otro aforismo que por todos lados se atribuye a Twain —yo jamás he encontrado en dónde diablos lo escribió, así que por ahora creo que es un intento de resumen de la cita anterior—, que resume el la misma idea: “No sorprende que la verdad resulte más extraña que la ficción: la ficción está obligada a tener sentido”.
Termino con un ejemplo. La prensa informa el jueves en la noche que la policía nacional de España tiene pruebas de que Huberto Moreira trabajaba para los Zetas, un cartel de narcotraficantes. Al día siguiente, un juez, aunque ordena que se retenga su pasaporte, concede libertad al ex mandamás del PRI. Ese mismo día, los medios que suelen divulgar deprisa las posturas del gobierno hacen saber al respetable que el presidente de la República, de viaje en Davos, atendiendo el Foro Económico Mundial, y sin que venga a cuento, ordenó a la PGR “acelerar la extradición” del Chapo. Por supuesto, hasta aquí, los hechos no tienen sentido. Entonces, fuente de sentido, organizando el galimatías, surge el rumor:
— Por favor, la cosa está fácil —apunta una de las tantas voces que corren—. Cuando vieron que Peña no les iba a entregar al Chapo, los gringos ordenaron a los españolitos que detuvieran de Moreira en Madrid. Y para que quedara más que claro, los peninsulares tuitearon “Misión cumplida”, como Peña cuando agarraron al Chapo. Entonces, pues o les entregan al Chapo o le sacan tooooda la sopa al exgobernador de Coahuila. ¿Agarras la onda?