Of course, we all know that
this is so
—that mind creates the
images which ‘we’ then see.
But still it is a pro-found
epistemological shock
to have direct experience of
this which we always knew.
Gregory Bateson
El 9 de enero de
1970, el antropólogo y epistemólogo inglés Gregory Bateson (1904-1980) dictó la
conferencia “Forma, sustancia y diferencia” (Steps to an Ecology of Mind, Collected
Essays in Anthropology, Psychiatry, Evolution and Epistemology. Londres,
1972), en el marco de la
Decimonovena Conferencia Anual del
Korzybski Memorial, realizada bajo los auspicios del Institute of General Semantics. Como ya he referido en este mismo
espacio, debemos al polaco Alfred Habdank Skarbek Korzybsk (1879-1950),
académico especialista en Semántica, la expresión “el mapa no es el
territorio”. El aforismo fue publicado por primera vez en 1931, en una ponencia
de título rimbombante —A Non-Aristotelian
System and its Necessity for Rigour in Mathematics and Physics—, misma que alcanzaría
fama a partir de que el propio Korzybski reflexionara sobre su origen en su
libro Science and Sanity (1933) —en
el que, por cierto, acepta que la formulación original no es de él, sino del matemático,
poeta y autor de ciencia ficción Eric Temple Bell (1883-1960), quien poco antes
había escrito: the map is not the thing
mapped, esto es, el mapa no es la cosa mapeada.
Tabla 1ª del Islario general de todas las islas del mundo, Alonso de Santa Cruz, c. 1539
Buena parte de la ponencia Gregory Bateson versó sobre el asunto de la representación de un espacio en una carta o mapa. En principio, se pregunta ¿qué hay en el territorio que termina colándose en un mapa? Y si bien podemos encontrar mapas de casi todo, en ninguno puede representarse todo… “Sabemos que el territorio no entra [completamente] en el mapa. Este es el punto crucial sobre el que todos estamos de acuerdo”. ¿Cualquier cosa es susceptible de ser percibida y luego representada en un mapa? Bateson sostiene que si el territorio a cartografiar fuera uniforme, totalmente llano e indiferenciado, “nada llegaría al mapa, excepto sus límites, que son los puntos en los que deja de ser uniforme frente a una matriz más grande”.
Venecia. Islario general de todas las islas del mundo, del cosmógrafo sevillano Alonso de Santa Cruz (1505-1567. c. 1539
En efecto, a final de cuentas “lo que entra en un mapa es, de hecho, las diferencias”, ya sean diferencias de tipo de suelo, de altitud, distinciones en la biota, en las características demográficas de quienes habitan el espacio mapeado, en la infraestructura o en la presencia o ausencia de cuerpos de agua o en lo que sea… “Las diferencias son las cosas que entran en un mapa. Pero, ¿qué es una diferencia? Una diferencia es un concepto muy peculiar y oscuro. Ciertamente no es una cosa o un evento…” La diferencia o desigualdad entre A y B no se encuentra ni en A ni en B, sino en su relación entre sí. Así que “una diferencia es, entonces, una cuestión abstracta”. Por supuesto, al observar detenidamente cualquier entorno espacial, la cantidad de diferencias que podríamos percibir es infinita, de tal suerte que para la elaboración de un mapa es indispensable prescindir de la inmensa mayoría de distinciones que se pueden percibir en el territorio. “De esta infinitud, seleccionamos un número muy limitado, lo cual se convierte en información. De hecho, lo que queremos decir con información –la unidad elemental de información– es precisamente ‘una diferencia que hace la diferencia’, y es capaz de hacer la diferencia porque las vías neuronales a lo largo de las cuales viaja y se transforman continuamente están provistas de energía”.
Es indiscutible pues que el mapa no es el territorio, es una representación simplificada. El mapa es diferente del territorio. “Pero, ¿qué es el territorio? Operativamente, [supongamos que] alguien salió [a observar] con la retina o una vara de medir e hizo representaciones que luego fueron puestas en papel”. Independientemente de la forma en que sea codificado, “lo que está en el mapa de papel es una representación de lo que estaba en la representación de la retina del hombre que hizo el mapa…; lo que encuentras es una regresión infinita, una serie infinita de mapas”. El territorio jamás se cuela en el mapa. “El territorio es un Ding an sich –cosa en sí misma— y no puedes hacer nada con él. Siempre el proceso de representación lo filtrará dado que el mundo mental sólo es un mapa de mapas de mapas, ad infinitum”. De lo anterior se desprende, claro, que no sólo el territorio concebible es una representación, sino todo el mundo perceptible. “Todos los ‘fenómenos’ son literalmente apariencias”.
Todo que se puede recabar del territorio para llevarlo a un mapa es “una trans-formación de diferencias”, y dichas diferencias, hayan sido como hayan sido definidas y seleccionadas, son “ideas elementales”. Además, “hay diferencias entre las diferencias. Toda diferencia efectiva denota una demarcación, una línea de clasificación, y toda clasificación es jerárquica. En otras palabras, las diferencias deben ser diferenciadas y clasificadas”.
Al final del proceso, el inventario, definición, clasificación y jerarquización de las diferencias empleadas tiene que ser explicitado en el mapa, si se quiere hacer de él una medio de comunicación eficiente. De acuerdo a Gregory Bateson, “una de las clases con la que todos estamos familiarizados, a saber, es la clase de diferencias que se crean mediante el proceso de transformación, por el cual las diferencias inmanentes en el territorio se convierten en diferencias inmanentes en el mapa. En la esquina de cada mapa serio, encontrarás estas reglas de transformación explicadas, generalmente en palabras”. He ahí la llamada tira marginal.