Olivar de olvido
…
no hay nada más relativo que ese falso absoluto
que
llaman, a falta de mejor nombre, eternidad.
Martín Caparrós, Los Living.
El sábado que telefoneé al conde Serredi lo
hallé fuera de la ciudad, en Cuernavaca:
— Venimos por El Greñas…, te acuerdas de
mi cuate El Greñas, ¿no? Pues se murió. Un infarto. Lo cremaron y él había
pedido que echáramos sus cenizas en un olivo…
¿Así nomás, encima o enterradas?, me
pregunté, pero no lo verbalicé: — ¿Un olivo?
— Sí, uno que está plantado acá.
¿En la casa de algún familiar, en un
parque, en el jardín de alguna ex novia? ¿Quedarán las cenizas del amigo del
conde dispuestas al olvido en un olivar o en un olivo solitario? A saber.
Tierra y polvo
Con
el sudor de tu rostro comerás el pan
hasta
que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado;
pues
polvo eres, y al polvo volverás.
Génesis,
3:19
Como El Greñas, cada vez más gente opta
por la cremación. ¿Saben qué…? Mejor me incineran y sanseacabó, me salto la
tierra y vuelvo directo al polvo. En abril de 2018, La Jornada informaba que en México, “de acuerdo con cifras
oficiales, hay más de 650 mil fallecimientos al año, y se inhuma
aproximadamente el 80%; el 20% restante se incinera”. En realidad, en 2017 se
registraron 703 mil defunciones (INEGI); en cuanto al método para deshacerse de
los cadáveres, ninguna institución capta cifras
oficiales. Con todo, seguramente a nivel nacional sigue respetándose
mayoritariamente el precepto bíblico del enterramiento, aunque en las metrópolis
la situación ha cambiado. En la capital del país la proporción se invirtió; hace
un mes, el señor Vélez, presidente de la Asociación de Propietarios de
Funerarias y Embalsamadores de la Ciudad de México, aseguró que del total de
servicios que ofrece su gremio el 80% corresponde a cremaciones.
Convivencia
Leo en una nota de Diana Higareda y
Daniela Hernández (El Universal; 01/11/2017):
“Desde hace más de 20 años, Enrique, de 62, se traslada todos los días desde el
kilómetro 20 de la carretera a Toluca hasta el Panteón Español, al norte de la
capital. Su trabajo: cuidar de aquellos que muchos han olvidado: ‘La gente ya
no viene como antes. Las tumbas están olvidadas. Antes había una tradición de que
las familias venían seguido, traían flores y convivían un rato con sus
difuntos, pero cada vez es menos. Ahora los creman porque ya no quieren venir…”
Echarse a perderse
Porque
de eso se trata todo esto:
de
estar lleno de potencia e ir perdiendo.
Martín Caparrós, Los Living.
¿Cuánto tiempo convivirán con mis despojos?
¿Y tú, cuánto tiempo crees que estarás muerto? Nuestra era cada vez corre más a
prisa; su aceleración atañe a todo y a todos, incluso a los difuntos. Casi
todos los que hoy vivimos tendremos una muerte de pronta caducidad.
Con Los
Living, en 2011 Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) ganó el Premio
Herralde de Novela. Si bien es poliédrica, la obra, me parece, desarrolla la
siguiente tesis: “… nadie está muerto mucho tiempo. Él, por ejemplo, seguiría
muerto unos años más, los que yo viviera, quizá incluso los que vivieran mis
hijos si es que alguna vez me resignaba a hacer hijos como serían los míos.
Después ya no estaría más muerto: dejaría de existir, volvería a no haber
existido”. La muerte no es, como suele creerse, el fin absoluto, sino apenas la
breve antesala del verdadero final definitivo, el olvido, la pérdida absoluta
en la inexistencia. Muy poco después de muertos dejarán de convivir con
nosotros. Morir es echarse a perderse.
De paso
El
tiempo no pasó:
aquí
está.
Pasamos
nosotros.
Sólo
nosotros somos el pasado.
José Emilio Pacheco, Aves de paso.
Sobrellevamos la continuidad del tiempo
con la ilusión de nuestra continuidad en el tiempo. Lo hacemos con la memoria y
sus enmarañadas mañas. Lo hacemos tramando historias. Juan Domingo —nació el
mismo día que murió Perón, por eso le pusieron su nombre— o Nito, el
protagonista de Los Living, no duda
de la indefectible falibilidad de la memoria: “La memoria es una incertidumbre
permanente —y nada es más fácil que olvidar lo que queríamos recordar, y
viceversa—, pero en general nos las arreglamos para olvidar también que
queríamos recordar tal o cual cosa, y quedamos en paz”.
Experimentamos la vorágine del tiempo no
sólo en el imparable desbarrancarnos en el pasado, también en la perplejidad
con la que somos arrojados al futuro. La madre de Nito, un monumento literario
a la madre latinoamericana, es consciente de ella y la sufre: “Mamá vivía con
el temor de no saber cómo seguía la historia. O debería decir terror… O,
quizás, en la duda: mamá vivía entre el temor y el terror de no saber cómo
seguía la historia…”
Los Living
Como Sterne en Tristram Shandy, Caparrós hace que Nito cuente su vida desde la pre-existencia
—“Mis padres, si es que podemos llamar mis padres a quienes todavía no me
habían concebido, definiéndolos por una condición que entonces no existía…”—, y
luego de algunos años de accidentes bien eslabonados —“el accidente… es la
fuerza central que gobierna las vidas, o sea: el desgobierno más extremo”— se
convierta en un juglar experto en narrar fallecimientos… La sexta parte de la
novela, “Las Muertes” integra un ramillete de textazos —“Usted va a lamentar no
haberse muerto antes”—. Y ahí no termina la novela, quedan los living.…
Diamantes
En México usted ya puede embelecar la
caducidad de la muerte dejando dicho —y el dinero— que quiere que conviertan
sus restos mortales en un diamante. Por el precio más accesible, $18,705,
conseguirá que su cadáver sea transformado en un diamante naranja-amarillo de
0.015-0-04 quilates. Disponiendo de $431,337 para ello, de sus restos se
obtendrá un diamante blanco de 0.90-1.19 quilates. La empresa asegura que los
diamantes están garantizados de por vida.
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