En los tiempos que
vivimos, la memoria es más corta
si cabe que en nunguna
época anterior…
Nos inundan todo el
rato con una lluvia torrencial de información…
Nos revientan el
cerebro simbólicamente. A medida que entra información nueva,
los recuerdos
anteriores van quedando en los vertederos mentales.
Henning Mankell, Arenas
movedizas.
La más
célebre erupción del monte Vesubio ocurrió hace muy poco tiempo: hace apenas 1940
años. Según los vulcanólogos, aquel fue el quinto episodio eruptivo del coloso
localizado junto al golfo de Nápoles, al sur de los Apeninos, en la costa
suroeste de la península itálica. Los cuatro primeros sucedieron fuera de la
perspectiva de la historia: el más antiguo, denominado Pomici di Base, acaeció hace 18,300 años, y fue el que provocó la
formación de la caldera; el segundo, Pomici
verdoline, tuvo ocasión unos dos mil años después; el tercero, la llamada
erupción Mercato, se registró hace ocho mil años, y el cuarto, Pomici di Avellino, hace solamente 3,800
años —de este último sí conservamos algo en la memoria, si no histórica, al
menos sí arqueológica, dado que el exabrupto geológico arrasó varios asentamientos
megalíticos y dejo vestigios—. Cuando se produjo la quinta erupción del
Vesubio, el centro del mundo se hallaba muy cerca de ahí —en Roma, unos 240
kilómetros al norte, meses antes, Tito había sucedido como emperador a su
padre, Vespasiano—. El hecho geológico resultó también ya plenamente histórico,
documentado por escrito. Cayo Plinio Cecilio Segundo, mejor conocido como Plino
El joven —quien entonces andaba por los 18 años y vivía en el puerto de Miseno,
en la punta norte de la misma bahía de Nápoles, desde donde observó el fenómeno—,
en una carta dirigida a Cornelio Tácito, testimonió: “Una nube… estaba
ascendiendo; de su aspecto no puedo darte una descripción más exacta que se
parecía a un pino, pues se iba acortando con la altura en la forma de un tronco
muy alto, extendiéndose a su través en la copa a modo de ramas; estaría
ocasionada, me imagino, bien por alguna corriente repentina de viento que la
impulsaba hacia arriba pero cuya fuerza decreciera con la altura, o bien porque
la propia nube se presionaba a sí misma debido a su propio peso, expandiéndola...
Parecía ora clara y brillante, ora oscura y moteada, según estuviera más o
menos
impregnada de tierra y ceniza”. A la anterior descripción se debe que a
este tipo de erupciones se les llame plinianas,
y por esta epístola sabemos que la tragedia ocurrió en el 79 de nuestra era
—aunque también por Plino El joven durante muchísimo tiempo se fechó
erróneamente el suceso, el cual no aconteció el 24 de agosto, o “el noveno día
antes de las calendas de septiembre”, como anotó él, sino dos meses después, el
24 de octubre—. Como bien se sabe, esa erupción del Vesubio fue particularmente
violenta (VEI 5) y destruyó varias ciudades, como Herculano, Oplontis, Estabia
y, claro, también Pompeya.
El último día de Pompeya, Karl Brullov. |
En 2014, el escritor sueco Henning Mankell (1948-2015) publicó Kvicksand, el cual fue traducido por Carmen Montes Cano al año siguiente para la edición en español: Arenas movedizas (Tusquets, 2015). Mankell dedicó este su último libro a su esposa, Eva Bergman —por ciero, hija del realizador también sueco Ingmar Bergman (1918-2007)—, y además “a la memoria del panadero Terentius Neo y su mujer, cuyo nombre no conocemos”.
Henning Mankell publicó medio centenar de libros, varios de los cuales han sido traducido a unos cuarenta idiomas. Quizá lo más conocido de su obra sea su serie de novelas negras protagonizadas por el inspector Wallander, pero además escribió muchas obras de teatro y otras novelas entrañables —es imperdible el par protagonizado por el doctor Fredik Welin, Zapatos italianos y Botas de lluvia suecas—. Mankell comenzó a escribir Arenas movedizas a inicios de 2014, cuando le diagnosticaron un cáncer de pulmón ya muy avanzado. Es un libro sobre el miedo y el valor, sobre el tiempo, la historia y la responsabilidad de nuestra especie, sobre la civilización y sus residuos, pero sobre todo, me parece, es una reflexión en torno al olvido… “Nadie quiere que lo olviden”.
Henning Mankell falleció el 5 de octubre de 2015. Tenía 67 años y unos meses antes había escrito: “El destino del ser humano es que lo olviden”.
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