Prevenir lo imprevisible
Imaginación…, maestra de error y de falsedad,
tanto más embustera cuanto que no lo es siempre…
Pascal, Pensamientos.
— Ya estamos actualizando las matrices de riesgo.
La ingeniera Gaacir dirige el esfuerzo de varias decenas de sagaces geómatas. Esa es su chamba. Desde hace algún tiempo, quizá más de un decenio, año con año, ella y los dos jefes de unidad han tenido que realizar un interesante ejercicio de imaginación. El ejercicio se denomina “matrices de riesgo”. La idea es estar prevenidos en caso de que se presente una eventualidad que pudiera darle al traste al quehacer de la organización. Ni ella ni sus pares de otras subsecciones ejecutan la encomienda según su libre parecer, sino que lo hacen apegándose a una metodología bastante puntual. Todas las áreas llenan anualmente unos formatos diseñados exprofeso.
— Desde algunos años, ya nada más las actualizábamos…
Solían atisbar desgracias como inundaciones, contingencias ambientales, terremotos —sus oficinas se ubican en la Ciudad de México—, ciberataques, amenazas de bombas…: — Pero la verdad jamás imaginamos el riesgo de una pandemia que nos tuviera trabajando en casa durante varios meses… Ahora la vamos a agregar, claro, pero ya qué chiste…; la covid-19 ya nos agarró desprevenidos.
Habrá que ampliar el espectro… ¿Qué hacer si se concreta el riesgo de una lluvia de meteoritos, qué medidas tomar en caso de que se materialice una invasión alienígena, una revolución cristera, una guerra zombi…?
Segura, ni la incertidumbre
La semana pasada, el director de un periódico que le debe mucha lana al erario tituló así su columna: La incertidumbre llegó para quedarse. El sesudo análisis del señor Quintana menciona “cuatro elementos que son algunas de las principales fuentes de incertidumbre”. En primer lugar, claro, señala la pandemia, y el mismo analista que machaconamente critica que “los pronósticos” de López-Gatell no se cumplan, admite que “no sabemos a ciencia cierta cómo puede comportarse la curva de contagios”, y además advierte: “la sensación de que 'lo peor ya pasó' es equivocada y puede generar un repunte de los contagios…” Como segundo elemento, apunta las elecciones en Estados Unidos —por cierto, no deje de leer la investigación de Barton Gellman para The Atlantic: The Election That Could Break America—. En tercer sitio, Quintana alude como fuente de incertidumbre “la incierta recuperación” (sic), aporta algunas cifras —“… sólo se estabilizó la estimación de caída, alineándose en cerca de 10% para este año y sin consenso para 2021…”—, pero alerta que ni la incertidumbre es segura: “todo esto cambiará si el curso de la pandemia es diferente al previsto” —lástima que no nos dice cuál es el curso de la pandemia previsto—. Finalmente, y aunque no venga mucho a cuento, el columnista no desatiende su agenda: “los vaivenes políticos en México”, porque según él, “tendremos un 2021 que en su primera mitad va a estar sacudido por la competencia electoral…”
Bien, si después de leer esto usted se queda con la idea de que el editorialista está asegurando que se viene tiempos inciertos, él mismo se encarga de corregirlo: “si alguien le dice que puede anticipar con certeza lo que va a ocurrir en los siguientes meses, desconfíe. Seguramente no está bien informado.”
Incertidumbre
El último paso de la razón es reconocer que
hay una infinidad de cosas que la superan;
es flaca si no llega hasta conocer esto.
Pascal, Pensamientos.
Adoramos las certezas. Sobre todo, nos fascina la idea de saber exactamente qué sucederá mañana, qué nos espera el próximo año, cómo serán las cosas… Genética y culturalmente estamos programados para acechar el porvenir; entre más acertados son nuestros pronósticos, más posibilidades de sobrevivencia tenemos. El inmenso entramado que llamamos cultura es una herramienta para gestionar la incertidumbre que produce sabernos anclados al presente continuo y arrojados fatalmente al futuro. El “malestar de la cultura” freudiano es una de las dos caras de la moneda, la otra es el bienestar de la cultura. Nuestra finitud nos aterra y la consciencia de que el tiempo es cambio en última instancia hace que la tengamos presente, presente en el presente continuo. Por eso nos refugiamos en rutinas, agendas, proyectos… El orden, los calendarios, la estabilidad, la programación del mañana apaciguan, tranquilizan. Nos encanta la ilusión de saber qué va a ocurrir, el ensueño de que tenemos el control: saber que el lunes estará pesado, pero que será como todos los lunes; planear qué vamos a hacer durante las vacaciones de diciembre, aunque casi nunca realicemos lo planeado; andar diciendo que la semana que entra comenzaremos la dieta y que el próximo año estudiaremos inglés… Por eso, más allá del impacto económico que han causado la pandemia y el confinamiento, buena parte del desasosiego y el hartazgo que cunden entre nosotros se debe a la incertidumbre. Una incertidumbre global, aplastante, monolítica… No sólo no sabemos cuándo va a terminar todo esto, conforme pasan los días menos claro nos queda qué diablos sigue… Además, hay una sensación de que la ciencia, la tecnología, el big data, las súper computadoras y los expertos nos traicionaron: ¿pues no que teníamos todo bajo control?
En este trance, además de actualizar matrices de riesgo y quedarnos en el atinadísimo —pero bobo— pronóstico de que con toda seguridad seguirán tiempos de incertidumbre, quizá convenga considerar que, en realidad, los seres humanos no estamos hechos para estar tranquilos. “Nada es tan insoportable para el hombre como estar en pleno reposo, sin pasiones, sin quehaceres, sin divertimiento, sin aplicación. Siente entonces su nada, su abandono, su insuficiencia, su dependencia, su impotencia, su vacío” (Pascal, Pensamientos).
El filósofo Karl Jaspers sostenía que la incertidumbre no es un estado que debamos superar; más bien pensaba que la libertad, la verdad y la justicia son ideales que únicamente podemos experimentar desde la inquietud: “precisamente la incertidumbre… es lo que, para nosotros, los seres finitos, define el único camino hacia el espíritu, la intelectualidad y la vitalidad” (Psychology of Worldviews). Palabras mayores… Por lo pronto me basta con que en la incertidumbre no cabe el aburrimiento e incluso puede ser amena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario