Según la tradición prehispánica, la primera ciudad de México, la celeste, fue fundada en Coatepéc, un cerro que está cerca de Tula. Ahí había nacido Huitzilopochtli. Quien sería su madre, una mujer llamada Coatlicue, fue preñada cuando del cielo cayó sobre su seno una pelotilla de plumas blancas o de algodón. El relato no convenció a sus vástagos varones, los Centzon Huitznahua, ni a su hija, la joven Coyolxauhqui… Se dijeron deshonrados, y decidieron matar a Coatlicue. Pero el feroz Huitzilopochtli nació a tiempo para defender a su progenitora. Con una serpiente de fuego asesinó a todos sus hermanos.
En Coatepéc, la Coyolxauhqui sería decapitada, y ahí también, acatando el mandato de Huitzilopochtli, los aztecas, provenientes de Aztlán, fundaron la primera ciudad de México.
El relato encierra un mito fundacional conectado con un drama cósmico: Huitzilopochtli representa al Sol; la Coatlicue es la Tierra; sus hermanos, quienes son asesinados por aquél al nacer, las estrellas, y la deidad lunar es la Coyolxauhqui.
Entre 1998 y 2003, Eduardo Gelo del Toro y Fernando López Aguilar realizaron la investigación arqueológica que permitió concluir que el mítico cerro de Coatepéc se encuentra en el Valle del Mezquital, Hidalgo. Todavía hoy, las comunidades que habitan en las cercanías del cerro actualmente conocido como Hualtepec o del Astillero mantienen la tradición oral de que “allí iba a ser México”.
Al drama ocurrido en el cielo correspondió un rito análogo entre los hombres. Tezozómoc sostiene que los primeros aztecas, liderados por una mujer llamada Coyolxauh, desoyeron el mandato de Huitzilopochtli de permanecer en Coatepéc, por lo que el dios destruyó la primera ciudad de México, secándola.
Diego de Durán, en cambio, cuenta que fueron los propios mexicanos los que la secaron. Como fuera, Huitzilopochtli mandó que prosiguieran la peregrinación. Los aztecas entraron en Tula en 1168, luego pasaron por Tequíxquiac, Tzompanco y Eacatepéc, cruzaron las tierras de los tepanecas, pasando por Azcapozalco y Popotla, y en 1248 llegaron al cerro del Chapulín, Chapultepec. En cierto momento del éxodo, había ocurrido un cisma entre los sacerdotes del Sol y los de la Luna. Míticamente, el hecho corresponde al abandono la hechicera Malínal Xóchil, hermana de Huitzilopochtli, en tierras del rey Chimalcuauhtli (Malinalco), con quien procreó un hijo, el mago Cópil, quien encontraría un final íntimamente ligado con la posterior fundación de México Tenochtitlán.
En Chapultepec, los aztecas estuvieron a punto de ser exterminados por la conjura de las ciudades cercanas, todas incitadas por Cópil, quien quería vengar el abandono que su madre había sufrido por parte de Huitzilopochtli. Según Tezozómoc, esto ocurrió en 1285. Otra versión indica que la guerra en Chapultepec sucedió en 1280. Como fuere, los mexicanos salieron victoriosos, luego de que Huitzilopochtli encuentra a Cópil en el cerro de Tepetzingo, lo mata y le arranca el corazón. El cuerpo de Cópil fue enterrado en el que hoy conocemos como el Cerro del Peñón de los Baños, en donde brotó agua caliente. Acopilco se llaman aquellas fuentes termales, agua de Cópil. El corazón de Cópil, hijo de la deidad lunar, por órdenes de Huitzilopochtli, fue arrojado en un paraje de carrizales, y de él nacería un tunal tan grande y coposo que encima de él haría morada una enorme águila. Según algunas fuentes, el tenochtli del águila creció en donde ahora se yergue la catedral de la Ciudad de México. Otros opinan que estaba en una islita ubicada en donde ahora se encuentra la Plaza de Santo Domingo. Como sea, explica Gutierre Tibón: “Mexicco… precede al nombre Tenochtitlán, el lugar del cruento culto solar que se superpone al culto lunar”.
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