A los zombis de Sahuayo.
I
Transitar por la vida en medio de las diferencias generacionales no solía desconcertarme, sin embargo, hace unos días quedé francamente choqueado: ¡resulta que convivo con jóvenes profesionistas que no saben ni media palabra acerca de la existencia de El Santos y la Tetona Mendoza!
— ¿El Peyote Asesino? ¿No te suena?
— Bueno, el peyote sí sé qué es, pero ¿asesino?
— ¿Jis, Trino?
— ¿Gis, como el que usaban en el pizarrón?
El dúo de moneros tapatíos —José Ignacio Solórzano Pérez, Jis, y José Trinidad Camacho Orozco, Trino—, creó una serie de cartones que, no lo dudo ni tantito, consiguió proveernos durante muchos años de inteligente y soez solaz y de referentes narrativos a un montonal de gente en México.
— ¡Ay!, por favor no te saques de onda y quita esa cara de zombi de Sahuayo.
Por lo demás, ambos siguen activos, activísimos diría yo. Durante más de veinte años, Jis y Trino publicaron las aventuras de El Santos en Histerietas, el suplemento de monos de La Jornada. Semana a semana, una de las constantes era sus íncipits: a bocajarro establecían la realidad, como en los buenos chistes:
Estaba un día el Santos dándose un gallo viendo la lucha libre…
Estaba un día el Santos metiendo pollitos en la licuadora…
Estaba un día el Santos con cuerpo de perro…
Buenos ejemplos de lo que Jerome Bruner establece al referirse a uno de los universales del pensamiento narrativo, la ambigüedad de referencia: “La narración crea o construye su referencia, la ‘realidad’ a la que señala…”
II
El ser humano opera con dos tipos de pensamiento: uno paradigmático y otro narrativo. El aserto anterior y la teoría que lo respalda fueron elaborados por el epistemólogo estadounidense Jerome Seymour Bruner (1915-2016). Con el primero pretendemos trascender la experiencia inmediata, personal; buscamos establecer explicaciones generalizables, sobre todo causales, establecer paradigmas —la palabra paradigma proviene del griego antiguo παράδειγμα, que significa “modelo” o “ejemplo”—, ordenar la realidad deteniéndola, haciendo cortes sincrónicos, abstracciones, categorizaciones… En cambio, con el pensamiento narrativo explicamos la realidad de manera diacrónica, secuencial, tramando historias, en las cuales las cadenas de causalidades son bastante flexibles y en las que la perspectiva se asume como personal, aunque no lo sea. Las construcciones del pensamiento paradigmático son idealmente objetivas y específicas; las del pensamiento narrativo, subjetivas y holísticas.
Usamos el pensamiento paradigmático en las aulas, cuando creamos ciencia o escribimos filosofía… La categorización del pensamiento según Bruner, la evaluación técnica de la factibilidad de un puente, la declaración anual de tus impuestos, un diagnóstico médico… son productos del pensamiento paradigmático. Pero durante el día a día, más bien somos seres narrativos. Las personas “organizamos nuestra experiencia y memoria acerca de nuestro acontecer principalmente en forma narrativa: historias, excusas, mitos, motivos para hacer o no hacer, en fin…”, explica Bruner. Todo el tiempo estamos procesando lo que nos sucede, lo que percibimos consciente e inconscientemente, y no lo hacemos apuntalándonos en teorías de la Física ni del Psicoanálisis ni aplicando fórmulas matemáticas, ni siquiera formulando silogismos, lo hacemos más bien tramando historias.
Como en las historietas semanales de El Santos, todas las narrativas que usamos para entender lo que sucede parten de la definición de una realidad que se establece como indiscutible, y lo que sigue depende de que la hayamos asumido como tal, como real. Suele ser así: tan pronto comienza la narración, apagamos nuestra incredulidad:
Hace muchos años en un reino muy lejano, la bruja Crepineta estaba cocinando un caldo tlalpeño…, podemos leer y, sin que a nadie se le ocurra preguntar cómo es que en un lugar tan arcaico y distante alguien, y para colmo una bruja, esté cocinando un platillo típico mexicano, queremos saber qué sigue, cómo continúa la historia. Con todas las narrativas ocurre lo mismo: desde un chiste hasta un mito cosmogónico, desde un cuento de pocas páginas hasta una superproducción cinematográfica, desde un chisme político hasta una gran novela…
— Iban un gringo, un ruso, un chino y un mexicano en el cablebús de Iztapalapa… –arranca el chiste y nadie cuestiona a dónde iban o qué hora era o en que idioma se comunicaban…
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía…” (Genesis, 1:1)
“Estoy sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas.” (Macario, de Juan Rulfo).
“Hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana... La Guerra Civil Galáctica está en su apogeo. Los Rebeldes, una pequeña banda de insurgentes, luchan contra el malvado Imperio Galáctico.…” (se va desplegando la icónica leyenda con la que comienza La Guerra de las Galaxias, 1977).
“En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor” (Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha).
III
La semana pasada argüía yo en otro espacio que ni desde el punto de vista cuantitativo ni desde el punto de vista cualitativo es cierto que México esté polarizado: las encuestas muestran que tanto la aprobación de AMLO como la intención de voto en favor de la candidata de la 4T son apabullantemente mayoritarias. Pero en un sentido sí que México está polarizado: desde la perspectiva de las narrativas. Abundan quienes pensamos que nunca habíamos estado mejor y, sin embargo, no faltan quienes, pese a todos los datos duros, sostienen que nunca habíamos estado peor. ¿Cómo se explica eso? Sencillo, se trata de narrativas que parten de distintas realidades. Una de ellas, transmitida y reiterada diariamente a través de la mayoría de los periódicos y noticiarios televisivos y radiofónicos, establece, por ejemplo, que “el presidente divide a México desde el púlpito de Palacio Nacional”. Igual comenzábamos a leer, cada domingo, una entrega más de El Santos…
— Estaba un día López en la mañanera polarizando al país…
Con el pensamiento pragmático fraguamos argumentos (razonamientos lógicos) y con el pensamiento narrativo tramamos argumentos (líneas argumentales, narrativas). Un argumento es, además de un razonamiento lógico, la trama de una narración. Los primeros se discuten, se debaten; los segundos no, cambiarlos muchas veces se requiere terapia.
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